2016
Donde debo estar
Agosto de 2016


Estar donde debemos estar

Imagen
being where we should be

Arriba: Ilustración por Mark Robison; Derecha: Ilustraciones por Alyssa Tallent.

Cuando tenía once años, vivía en Manti, Utah, EE. UU. Al comienzo del año, mi maestra de la Primaria llevó una pequeña y hermosa hacha con la que se podía cortar madera.

“La persona que venga más a la Primaria este año puede quedarse con el hacha”, dijo ella. En ese mismo momento, decidí que iría cada semana; al terminar el año, ¡me dieron el hacha!

Poco después cumplí doce años y se me ordenó diácono. Alrededor de ese tiempo, mi familia se mudó a Madison, Wisconsin, EE. UU. Extrañaba a mis amigos, pero estaba emocionado por entablar nuevas amistades. Madison era mucho más grande que Manti. Mi nueva escuela era grande y no había muchos miembros de la Iglesia. Un día, unos chicos populares me invitaron a una fiesta, pero era la misma noche en que había una actividad de la Iglesia. Por la experiencia que había tenido en la Primaria, había aprendido que cuando asisto fielmente a las reuniones de la Iglesia suceden cosas buenas. Les di las gracias por invitarme, y les expliqué por qué no podía ir.

El día después de la fiesta, todo el mundo estaba hablando de ella; habían estado tomando alcohol, y todas las personas que fueron se metieron en muchos problemas. Estaba muy agradecido de haber estado donde tenía que estar.

Estoy agradecido de haber ido a la Primaria y a otras reuniones de la Iglesia al ir creciendo; allí aprendí lecciones importantes en cuanto al Evangelio, y me divertí en las actividades. El Padre Celestial nos bendice cuando intentamos estar donde debemos estar, y hacemos lo que debemos hacer. Él fortalece nuestra fe y nos protege de la tentación y del pecado.

En Doctrina y Convenios 88:63, Jesús dijo: “Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros”.

Al asistir a las reuniones de la Iglesia, entre ellas la reunión sacramental, nos acercamos más a nuestro Padre Celestial y a Jesucristo. Aprendemos verdades importantes para guiar las decisiones que tomamos durante la semana, incluso cuando no estamos en la Iglesia y cuando no nos rodean las personas que comparten nuestras creencias. Si vives con rectitud, el Espíritu Santo te ayudará a saber dónde tienes que estar y lo que tienes que hacer.