2016
Esta vez actué
Septiembre de 2016


Santos de los Últimos Días

Esta vez actué

Imagen
woman with car seat

Ilustración por Stan Fellows.

Ajusté el cinturón de mi hija en su gastado asiento de seguridad para niños. Teníamos un presupuesto muy limitado, por lo que me sentía agradecida que hacía poco me habían obsequiado ese asiento usado, el cual le servía de asiento elevador, ya que mi hija ya no cabía en su asiento de seguridad anterior. Estaba entusiasmada por salir a hacer diligencias ese hermoso día.

Llegamos a la biblioteca, nuestra primera parada. Al desabrochar a mi hija, observé a una joven mujer hispana cuyo auto estaba estacionado junto a nosotros. Su bebé, incapaz de mantenerse sentado por sí mismo, estaba directamente sobre el asiento de atrás, encorvado y hecho una bolita. La joven madre se esforzaba por ajustar el cinturón de seguridad lo suficientemente apretado para el pequeño cuerpecito. Se me ocurrieron dos cosas.

“No tiene asiento para su bebé; yo podría darle el mío”.

Pero luego me convencí a mí misma de lo contrario.

“Probablemente no habla inglés; quizás la ofendería; mi asiento de seguridad para niños está muy desgastado; a lo mejor no lo va a querer; y si lo quiere, ¿cómo consigo otro?”.

Así que no hice nada.

Ella se subió al asiento del conductor de su auto y se marchó.

Antes de llegar a las puertas de la biblioteca, me llené de remordimiento. Sabía que había tomado la decisión equivocada y no había manera de dar marcha atrás.

Intenté abrir las puertas, pero no pude; la biblioteca todavía no estaba abierta. Me pasé el resto del tiempo que estuve haciendo diligencias recordando una y otra vez la escena, atormentada por el hecho de no haber hecho nada.

Después de terminar mi última diligencia, decidí ir nuevamente a la biblioteca. Me estacioné en el mismo lugar que antes y para mi sorpresa, vi a la misma mamá e hijo estacionados nuevamente junto a mí. Sentí un gran alivio en el corazón.

Esta vez actué sin vacilar. Desabroché el asiento para niños de mi hija y me acerqué a la joven madre. Ella no hablaba inglés, pero con gestos, señalé a su bebé, el asiento de seguridad y su auto, y entre las dos colocamos y abrochamos el asiento en su auto. Al mostrarle la manera de utilizarlo, me di cuenta de que ya sabía la única palabra en español que necesitaba saber: “gracias”.

Mi corazón rebosaba de gratitud hacia un misericordioso Padre Celestial que me dio una segunda oportunidad de ayudar a una hermana necesitada.

Agregué una última diligencia a mi lista: una tienda de artículos de segunda mano que quedaba cerca. Le ajusté el cinturón de seguridad a mi hija y me dirigí con cuidado a la tienda. En la esquina al fondo de la tienda, allí en el piso, había un asiento de seguridad para niños idéntico al que yo acababa de regalar e igual de gastado. Lo compré, maravillada y llena de humildad por la secuencia de acontecimientos de esa mañana.

Mediante la enseñanza sutil pero eficaz del Salvador, la lección quedó sembrada en lo profundo de mi corazón: sigue las impresiones del Espíritu Santo, la primera vez.