2016
Fortalecidos por la palabra de Dios
Septiembre de 2016


Fortalecidos por la palabra de Dios

Cuando aprendí la manera de poner en práctica las palabras de los profetas, cambié mi vida de lo que quería ser a lo que el Señor quería que yo fuera.

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scriptures

Durante mi adolescencia en Corea, mi padre permitía que sus hijos asistiéramos a la iglesia de nuestra elección; pero a menudo durante la cena mostrábamos nuestro desacuerdo con respecto a nuestras diversas creencias religiosas. A causa de esa contención, mi padre quiso unificar las creencias religiosas de la familia. Como mi hermano menor iba a las reuniones de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días con mi tío, mi padre empezó a asistir con ellos para aprender más acerca de la Iglesia. Yo también fui y me impresionaron las actividades divertidas de la Mutual y la forma en que el programa de Seminario fortalecía espiritualmente a los jóvenes.

Cuando tenía dieciséis años, mis padres y yo nos bautizamos; y el resto de mis veintitrés familiares y parientes se unieron a la Iglesia en los siete meses siguientes.

Al unirnos a la Iglesia, nos comprometimos a estar plenamente activos y a seguir aprendiendo las doctrinas del Evangelio, lo cual hicimos por medio del estudio diario y fiel de las Escrituras y de muchos otros libros y manuales de la Iglesia. Durante los años siguientes, aprendí dos principios importantes acerca de cómo mantenerse fuertes en la Iglesia:

  1. Estudiar las Escrituras en Seminario, en la Iglesia y en el hogar.

  2. Escuchar y obedecer el consejo del Profeta.

Fortaleza en las Escrituras

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young man reading the scriptures

Además de estudiar las Escrituras en casa, mi hermano y yo asistíamos fielmente a Seminario y a la Mutual. En aquella época, se llevaba a cabo la Escuela Dominical por la mañana y la reunión sacramental hacia el final de la tarde. Debido a la distancia que había hasta el centro de reuniones, nos quedábamos en el edificio de la Iglesia, asistíamos a la clase de Seminario y disfrutábamos de la conversación y la compañía de otros miembros de la Iglesia hasta después de la reunión sacramental. Por aquel entonces se bautizaban muchos jóvenes en Corea, y a medida que aprendíamos juntos y nos divertíamos en las actividades, llegamos a ser muy unidos.

Fui llamado a servir en mi cuórum del Sacerdocio Aarónico y trabajé de cerca con las jovencitas que servían en sus clases. Aprendimos a cuidar a aquellos a los que guiábamos y a orar por ellos, así como a planificar actividades juntos y a utilizar nuestro tiempo con prudencia.

Durante la semana estudiaba las Escrituras de Seminario antes de hacer las tareas de la escuela. Cuando estaba demasiado cansado para hacer las tareas, o si tenía dificultades en la escuela, abría el manual de Seminario, estudiaba y oraba. Aprendí que cuando hacía eso, podía renovar la mente y me centraba mejor en mis tareas. Todavía lo llevo a la práctica en mi vida. Hoy, siempre que tengo un mal momento, aún leo las Escrituras o discursos de la conferencia general para refrescar la mente.

Muchos estudiantes de secundaria de Corea dedican la mayor parte del tiempo a ir a la escuela y estudiar hasta altas horas de la noche. Aprendimos que cuando le dedicábamos tiempo a Seminario y a las actividades de la Mutual, nos sentíamos renovados y éramos bendecidos para hacer mejor las tareas escolares. Las lecciones que aprendí allí me ayudaron en otras situaciones mientras aún estaba en la escuela.

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young people at school

Cierto día, uno de mis maestros enseñó una lección sobre Utah, EE. UU., durante la clase de geografía; y dijo algunas cosas erróneas sobre la Iglesia. Yo pensé: “¿Debo corregirlo delante de todos o esperar a hacerlo en privado después de la clase?”. En ese momento, acudieron a mi mente las palabras de mi maestra de Seminario, quien había dicho: “No discutan ni ofendan a nadie que diga cosas erróneas de la Iglesia”.

Sentí que debía permanecer callado y respetuoso durante la clase. Cuando hablé con él después, le dije que era miembro de la Iglesia y corregí las cosas incorrectas que había enseñado en la clase. Él dijo: “No sabía que fueras mormón. Gracias por decírmelo”. Después corrigió su disertación para dar la información exacta y siguió tratándome con respeto. Me sentí agradecido por el consejo que había recibido por medio de mi maestra de Seminario.

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young man at church

¿Servicio militar o misión?

De joven, quería ser general del ejército y tenía pensado alistarme en la academia militar con el fin de lograr mi objetivo. Esa decisión implicaba que no consideraba servir en una misión porque sabía que el programa de la academia de oficiales militares no eximía a nadie para realizar una actividad religiosa.

Entonces tuve la oportunidad de ir a una conferencia regional en Seúl, Corea; una experiencia que cambió el rumbo de mi vida. Durante la conferencia, oí al presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) aconsejar a los jóvenes:

  1. asistan a Seminario,

  2. sirvan una misión honorable,

  3. cásense en el templo y

  4. labren su exaltación.

Sabía que ese consejo era correcto y recordé el versículo que dice: “… mi palabra no pasará, sino que toda será cumplida, sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo” (D. y C. 1:38).

Cuando oí al profeta hablar de la importancia de servir en una misión como una prioridad en la vida, supe que debía poner mi confianza en el Señor, servir en una misión y desistir de mi deseo de ser un general, recordando “… [buscar] primeramente el reino de Dios y su justicia, y [que] todas estas cosas [me] serán añadidas” (Mateo 6:33).

Aun cuando ya no tenía pensado ir a la academia militar, prestar servicio como soldado por tres años todavía era obligatorio para todos los hombres jóvenes. Ya había servido un año en la Misión Corea Busan cuando recibí órdenes del gobierno coreano de presentarme para el servicio militar. Presté servicio tres años en el ejército y después del relevo militar quise completar mi misión; Entonces se me llamó a la Misión Corea Seúl, y presté servicio otro año.

“¿Están locos?”

Al volver de la misión, nuevamente fui bendecido al seguir el consejo de los profetas. Por ejemplo, cuando terminé la misión, decidí casarme, aunque todavía no había terminado mis estudios. La tradición en Corea es ser económicamente estable y terminar los estudios antes de casarse y formar una familia, pero yo sabía que necesitaba seguir el consejo del Profeta y tratar de casarme de inmediato. Mi esposa y yo nos habíamos conocido cuando estábamos en el programa de los jóvenes y éramos buenos amigos desde antes de mi misión, por lo que nos conocíamos bien. Nos casamos poco después de mi regreso a casa, aun cuando sus amigas dijeron: “¿Están locos?; ¡no tienen dinero!”.

Fuimos contra la tradición cultural porque sabíamos que necesitábamos seguir el consejo del Señor. Nuestra vida ha sido bendecida al seguir el consejo del Profeta y hemos tenido experiencias que de lo contrario no habríamos tenido.

El consejo del Señor de hacerlo todo con prudencia y orden (véase Mosíah 4:27) a veces difiere de lo que enseña la sociedad; pero cuando somos obedientes al plan del Señor, descubrimos que nuestra vida ha cambiado para bien. Me siento agradecido por el profeta viviente que nos guía a la manera del Señor. Sé que “… cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa” (D. y C. 130:21).