2016
Ayunar y orar por Emma
Octubre de 2016


Nuestro hogar, nuestra familia

Ayunar y orar por Emma

La autora vive en la Región Capital de Dinamarca.

Después de que mi hija se cayó por la ventana, pensé que nuestros mayores temores se habían hecho realidad.

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windows in Denmark

Imagen © iStock/Thinkstock.

Mi familia acababa de regresar de unas vacaciones estupendas. Después de cenar, permití que mis dos hijos, Markus, de cuatro años, y Emma, de tres, jugaran en el dormitorio de arriba de nuestro apartamento de cuatro pisos. En Dinamarca, las ventanas se abren hacia afuera. Por lo general, cerramos las ventanas con cerrojo, pero las habíamos dejado un poco abiertas cuando nos fuimos de vacaciones para que el apartamento se ventilara durante nuestro viaje.

Mientras lavaba la vajilla, repentinamente sentí que algo no estaba bien. Corrí a la sala al mismo tiempo que Markus descendía corriendo por las escaleras. Gritaba atemorizado diciendo que Emma se había caído por la ventana, una ventana que estaba a doce metros de altura de la acera de cemento. Corrí a la calle por las escaleras gritando reiteradamente el nombre de Emma. Vi a mi hijita tendida en el cemento como si estuviera sin vida. Estaba totalmente inerte cuando la levanté, y pensé que mis peores temores se habían confirmado. Mi esposo, que me había seguido hasta afuera, la tomó en sus brazos y de inmediato le dio una bendición del sacerdocio.

La ambulancia llegó rápido y Markus y yo dijimos una oración mientras los paramédicos atendían a Emma. Momentos después, todos estábamos en la ambulancia yendo hacia el hospital.

Al poco tiempo, llegaron nuestros familiares a la unidad de cuidados intensivos a ofrecernos su apoyo. Markus se fue a la casa de sus primos mientras mi esposo y yo nos quedamos allí, sin saber todavía en qué condición se encontraba Emma.

Después de lo que nos pareció una larga espera, finalmente apareció uno de los doctores y nos pidió los detalles del accidente. Se nos dijo que normalmente una caída de esa altura hubiese resultado en lesiones internas y en poca probabilidad de sobrevivir. Emma se había quebrado la pelvis y tenía una contusión, pero las heridas eran solo superficiales. El doctor dijo que un ángel debió de haberla atrapado.

Aunque el que Emma sobreviviera fue un milagro, todavía estaba inconsciente a causa del golpe en la cabeza. Mi esposo y dos buenos amigos volvieron a darle una bendición. En esa bendición se le prometió que se recuperaría por completo, que no tendría secuelas permanentes y que aquella sería una experiencia positiva en su vida. Sentí una gratitud inmensa por el poder del sacerdocio; mis oraciones a lo largo de todas esas noches habían sido escuchadas.

Emma salió del coma cuatro días después. Durante esos cuatro días, nuestros amigos, los miembros de la Iglesia y otras personas ayunaron y oraron por ella. Sentí que las oraciones de los santos fieles me envolvían, fortaleciendo a mi familia y a mí. Sentí como si el Padre Celestial me hubiese rodeado con Sus brazos llenándome de consuelo.

Nuestra estaca realizó un ayuno el día antes de que ella despertara. Creemos que el Padre Celestial escuchó nuestras oraciones y que el que Emma despertara fue el resultado directo del ayuno. De allí, la recuperación de Emma fue rápida; cinco días después dijo su primera palabra desde el accidente, y nueve días después le dieron el alta del hospital. Pasó cinco semanas en una silla de ruedas y luego comenzó la terapia física.

Aproximadamente un mes después del accidente me lesioné la espalda de tanto cargar a Emma. Me embargó un sentimiento de impotencia, no solo física, sino también espiritual. ¿Cómo podría seguir cuidando de ella?

Una noche, el remordimiento por no poder hacer nada llegó a ser insoportable. Salí de la casa y busqué un banco en un parque, donde oré al Padre Celestial durante casi una hora. Por primera vez en la vida, sentí que el milagroso poder de la expiación del Salvador me inundaba. Después de esa oración, se alivió todo el dolor y la pena que había sentido y se levantaron de mis hombros todas las cargas. Emma todavía estaba en una silla de ruedas y yo recibía tratamientos para la espalda regularmente, pero fui fortalecida para seguir adelante.

Un año después, Emma podía correr, reír, contar historias y pensar como debería hacerlo una niña de cuatro años.

Sabemos que existe un Padre amoroso en los cielos que se interesa por nosotros, que nos conoce de forma individual y sabe los desafíos que afrontamos. Nunca dudaré de los milagros que nos otorga por medio de la oración, el ayuno y las bendiciones del sacerdocio.