2016
El carácter divino de la Iglesia del Señor
Octubre de 2016


Hasta la próxima

El carácter divino de la Iglesia del Señor

De “No se adormecerá ni dormirá”, Liahona, julio de 1983, págs. 2–7. La puntuación y las mayúsculas se han estandarizado.

Dios está entrelazando el tapiz de Su obra de acuerdo con Su voluntad.

Imagen
tapestry of prophets

Fotografía por Mary Ouzounian, cortesía del Museo de Historia de la Iglesia.

El carácter divino de la organización de esta obra y de los llamamientos para servir es evidente. Las Autoridades Generales son todas personas distintas, cada una con su propia personalidad; y aportan a sus responsabilidades una gran variedad de experiencias. Cuando se tratan asuntos en los más altos concilios de la Iglesia, cada uno tiene la libertad de expresar su punto de vista. Cuando se observa este interesante proceso, es fascinante percibir el poder del Espíritu Santo que influye en estos hombres. Lo que al principio son pequeñas diferencias de opinión, que nunca son marcadas pero sí bien perceptibles, se modifican y se funden en una sola expresión de unidad. “Mi casa es una casa de orden”, dijo el Señor (véase D. y C. 132:8). Al presenciar este proceso en funcionamiento, experimento una constante renovación de mi fe…

A algunas personas les preocupa que el Presidente de la Iglesia probablemente siempre sea un hombre de edad avanzada, a lo cual respondo: “¡Qué bendición es esa!”. La obra de esta dispensación comenzó por medio del profeta José Smith. En ese momento él era joven y vigoroso, y su mente no estaba fija en las tradiciones de su época. Tenía una mente joven que el Señor, al iniciar Su obra, pudo moldear como si fuera arcilla fresca y húmeda.

El sucesor de José era relativamente joven cuando tuvo que enfrentar la enorme responsabilidad de guiar a un pueblo entero a través de las llanuras para colonizar nuevas tierras.

Pero los puntos básicos de la doctrina ahora están bien asentados y nosotros estamos firmemente establecidos como pueblo, por lo menos hasta que el Señor decrete que vayamos a otro lado. No necesitamos innovación; necesitamos devoción por adherirnos a los divinos principios que se han revelado. Necesitamos ser leales a nuestro líder, a quien Dios ha elegido; él es nuestro profeta, nuestro vidente y revelador. Nunca se nos dejará sin la guía de un profeta mientras seamos dignos de tenerlo; no necesita ser joven; él tiene y continuará teniendo a su disposición a hombres más jóvenes que él para viajar por el mundo. Él es el sumo sacerdote presidente, el portador de todas las llaves del Santo Sacerdocio y la voz de revelación de Dios a Su pueblo.

Existe un antiguo proverbio que dice: “La juventud es un tiempo de acción; la vejez, de sabiduría”.

Para mí, el saber que hasta donde podemos prever tendremos un Presidente a quien se ha disciplinado y formado, que ha sido probado, cuya fidelidad a la obra e integridad a la causa del Señor han sido templadas en la fragua del servicio, cuya fe ha madurado y cuya cercanía a Dios ha sido cultivada a lo largo de un período de muchos años es algo sumamente tranquilizador…

Si nos aferramos a los principios revelados, no necesitamos temer el futuro.