2016
Un saludo a Jesús
Diciembre de 2016


Voces de los Santos de los Últimos Días

Un saludo a Jesús

Imagen
little girl waving

Ilustración por Dan Burr.

Después de semanas de espera, finalmente llegó la Nochebuena. Nos acompañaba casi toda nuestra familia: los abuelos Fletcher, nuestras tres hijas y sus respectivos esposos e hijos. Estaba oscureciendo y las calles se empezaban a iluminar; las casas relucían con hermosas decoraciones y los árboles de Navidad brillaban alegremente en las ventanas.

Nos estábamos preparando para ir al programa navideño que la Iglesia había presentado durante muchos años en Calgary, Alberta, Canadá. Cada Nochebuena esperábamos ansiosos ir al programa que se presentaba al aire libre, el cual incluía burros, ovejas, reyes magos, pastores, soldados romanos, ángeles y un potente sistema de sonido. El programa daba a nuestras ajetreadas celebraciones un espíritu de paz, amor y el verdadero significado de la Navidad.

Llegamos al parque Heritage, donde se presentaba el programa, y enseguida comenzamos a disfrutar de la hermosa música del Coro del Tabernáculo Mormón y de la historia del nacimiento del Salvador. Lauren, nuestra nieta mayor, tenía tres años en ese entonces; estaba fascinada con el espectáculo, los sonidos y la historia que se desarrollaba ante nosotros. Nuestro aliento se enturbiaba en el aire frío bajo un cielo claro, iluminado por la luz de las estrellas. Vimos cómo las personas que interpretaban el papel de José y María obedecieron el decreto de César Augusto de ir a Belén para ser empadronados. La mujer que hacía el papel de María “estaba encinta” (véase Lucas 2:5) y el único lugar que pudieron encontrar para alojarse fue un humilde establo. Allí, ella “dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (véase Lucas 2:7). Las luces iluminaron la colina donde podíamos ver a personas que representaban a los pastores que “guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños” (véase Lucas 2:8). De pronto, un actor vestido de ángel apareció dramáticamente en el aire, iluminado con una luz brillante. Lauren exclamó espontáneamente con ternura: “¡Jesús, soy yo, Lauren!”.

Todos los que nos rodeaban oyeron su saludo y rieron suavemente, disfrutando la sorpresa. Fue un caso inocente de identidad equivocada, pero para nosotros fue algo que realzó de un modo memorable el programa ese año. Lauren sabía que Jesús la conocía, y nos recordó el conocimiento que tenemos de que Él en verdad nos conoce a cada uno de nosotros. Nos preguntábamos si Lauren tendría algún recuerdo de su Salvador, a quien había dejado apenas tres años antes. Su saludo espontáneo nos dio la esperanza de que nosotros también lo reconoceremos cuando nos encontremos ante Él. El amor de ella por el Salvador y el amor de Él por Lauren nos llenó el corazón de calidez en aquella fría Nochebuena.