2017
Compartir el amor del Salvador durante la Navidad
Diciembre de 2017


Voces de los Santos de los Últimos Días

Compartir el amor del Salvador durante la Navidad

Imagen
walking past homeless woman

Ilustración por Julie Rogers.

Me sentía entusiasmada por participar en “Ilumina el mundo”, la campaña navideña de la Iglesia en 2016. Me hacía mucha ilusión completar los desafíos diarios, y particularmente el del día cinco: “Jesús ayudó a los enfermos y tú también puedes hacerlo”.

Ese día salí del trabajo y caminé por las grises calles de la ciudad con la intención de ir a visitar a mis abuelos. Me sentía muy bien. Era la época de Navidad y el mundo era hermoso. El repique de la campana de una beneficencia atravesó el aire. Al acercarme al andén del tranvía, el sonido de la campana quedó ahogado por los gritos que una mujer sin hogar dirigía al hombre que tocaba la campana.

“¡Eres un farsante!”, le gritó. “¡Tengo hambre, tengo frío, y tú te lo quedas todo! ¡Eres un farsante!”.

La mayoría de las personas la ignoraron, y el que sonaba la campana siguió haciéndolo. Me puse los auriculares, pero podía seguir escuchando a la mujer gritar: “¡Eres un farsante! Tengo hambre; tengo frío”.

Recordé que tenía un billete de 20 dólares en mi bolsillo y consideré dárselo a la mujer. “No”, pensé. “Si se lo voy a dar a alguien, debería dárselo a alguien que sea más amable”. Pero luego el Espíritu me recordó el desafío y a quién trataba de asemejarme. Jesús era el Rey de reyes, y sin embargo prestó servicio al más bajo de los bajos. Sabía lo que tenía que hacer.

Caminé hacia la mujer; ya no estaba gritando, pero tenía los ojos cerrados y le corrían lágrimas por las mejillas. Tomé el billete de 20 dólares de mi bolsillo y se lo di.

“¿Un día difícil?”, le pregunté.

Ella me miró y dijo “sí”.

“Lo siento”, le respondí. La envolví entre mis brazos y lloró sobre mi hombro hasta que llegó el tranvía.

“Gracias”, dijo la mujer cuando nos despedimos. “Y no solo por el dinero. Gracias por el abrazo; necesitaba un abrazo”.

Abrazar a una persona desconocida en la calle no era algo que hubiera hecho, pero sé que es algo que Jesús hubiera hecho. Agradezco que el Señor me diera la oportunidad de servir como Él lo hubiera hecho. Jesús ayudó a los enfermos, a los pobres y a los necesitados. Yo también puedo hacerlo.