2018
Jesucristo: nuestra fuente de paz
Febrero de 2018


Jesucristo: nuestra fuente de paz

Tomado de un discurso de la Conferencia General de abril de 2002.

La paz solo llega a nuestro corazón cuando seguimos la luz de Cristo.

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Jesus sleeping on the boat

ILUSTRACIÓN DE Review and Herald Publishing/LICENCIA DE GoodSalt.com.

Al culminar un día entero de enseñanza e instrucción, el Señor sugirió a Sus discípulos que atravesaran el mar de Galilea para llegar al otro lado.

Mientras navegaban aquella noche, “se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.

“Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, y le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?

“Y levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y cesó el viento y se hizo grande bonanza” (Marcos 4:37–39).

¿Pueden imaginar lo que deben haber pensado los apóstoles al ver los elementos mismos —el viento, la lluvia y el mar— obedecer el tranquilo mandato de su Maestro? Aunque acababan de ser llamados al santo apostolado, conocían y amaban a su Maestro, y creían en Él. Habían abandonado sus ocupaciones y familias para seguirlo. En un período relativamente corto, lo habían escuchado enseñar cosas increíbles y lo habían visto efectuar milagros formidables. No obstante, aquello excedía su poder de comprensión y la expresión de sus semblantes debe haberlo reflejado.

“Y a ellos les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?

“Y tuvieron gran temor y se decían el uno al otro: ¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4:40–41).

En épocas turbulentas y a veces atemorizantes, la promesa del Salvador de paz infinita y eterna resuena en nosotros con especial fuerza, tal y como Su capacidad de calmar las olas embravecidas debe haber impactado sobremanera a quienes lo acompañaban en el mar de Galilea aquella noche tormentosa, hace tanto tiempo.

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Jesus calming the storm

Ilustración de la colección clásica de arte bíblico/licencia de GoodSalt.com

Cómo hallar paz interior

Al igual que las personas que vivieron durante Su ministerio terrenal, hay entre nosotros quienes buscan la paz y la prosperidad físicas como señales del maravilloso poder del Salvador. En ocasiones, no llegamos a entender que la paz sempiterna que Jesús promete es una paz interior que nace de la fe, está anclada al testimonio, la nutre el amor y se expresa mediante la obediencia y el arrepentimiento continuos. Es una paz de espíritu que resuena en el corazón y en el alma. Cuando verdaderamente conocemos y experimentamos esa paz interior, no hay ningún temor al desacuerdo ni a la discrepancia con el mundo. Sabemos bien en el fondo que todo está bien en lo concerniente a las cosas que realmente importan.

No hay paz en el pecado. Puede haber comodidad, popularidad, fama e incluso prosperidad, pero no hay paz. “La maldad nunca fue felicidad” (Alma 41:10). No se puede sentir paz si se lleva una vida que no se halla en armonía con la verdad revelada. No hay paz en ser de ánimo cruel o contencioso. No hay paz en la vulgaridad, la promiscuidad ni el libertinaje. No hay paz en la adicción a las drogas, al alcohol ni a la pornografía. No hay paz en maltratar a los demás de forma alguna, ya sea emocional o físicamente, ni en el abuso sexual, pues quienes maltraten y abusen permanecerán en agitación mental y espiritual hasta que vengan a Cristo con toda humildad y busquen el perdón mediante el arrepentimiento completo.

Yo creo que, en uno u otro momento, todos anhelan “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Tal paz para nuestros corazones apesadumbrados solo nos llega a medida que seguimos la luz de Cristo, la cual “a todo hombre se da… para que sepa discernir el bien del mal” (Moroni 7:16), y nos lleva a arrepentirnos de los pecados y a buscar el perdón.

“La paz os dejo”

Apenas horas antes de comenzar el glorioso y a la vez terrible proceso de la Expiación, el Señor Jesucristo hizo la siguiente promesa significativa a Sus apóstoles: “La paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14:27).

¿Les prometía a Sus amados compañeros la clase de paz que el mundo reconoce, a saber, la protección, la seguridad y la ausencia de contención o de tribulaciones? Ciertamente, las páginas de la historia indican lo contrario. Aquellos primeros apóstoles conocieron mucho en cuanto a las pruebas y las persecuciones durante el resto de su vida, razón probable por la cual el Señor agregó la siguiente aclaración a Su promesa: “… yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27).

“Estas cosas os he hablado para que en tengáis paz”, prosiguió. “En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo” (Juan 16:33; cursiva agregada).

La paz —la verdadera paz que se siente hasta lo más profundo del alma— solo procede de la fe en el Señor Jesucristo y por medio de ella. Cuando se descubre esa preciada verdad y se entienden y se ponen en práctica los principios del Evangelio, puede derramarse una gran paz en el corazón y en el alma de los hijos de nuestro Padre Celestial. El Salvador dijo por conducto de José Smith: “Aprende de mí y escucha mis palabras; camina en la mansedumbre de mi Espíritu, y en mí tendrás paz” (D. y C. 19:23).

Estoy agradecido por poder testificarles que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; al seguirlo con fe y confianza, todas las personas pueden hallar la dulce paz interior que nos ofrece el Evangelio.