2018
La invitación del Señor de venir a Él
March 2018


La invitación del Señor de venir a Él

Tras las batallas finales del Libro de Mormón, y después de vagar durante muchos años solo en el desierto, Moroni escribió sus últimas palabras y nos exhortó a venir a Cristo. Al leer su testimonio, evidenciamos que él aceptó esta misma invitación, y que al hacerlo, pudo superar mejor sus dificultades de la vida.

La vida está llena de incertidumbres, pero una cosa es cierta, que todos estamos invitados a venir a Cristo, independientemente de quiénes seamos y de cuáles sean nuestras circunstancias. Sus brazos están extendidos y abiertos para todos los hijos de Dios. Él tiene el poder de sanar y de ayudarnos a ganar lo que debemos lograr.

Tal vez nos preguntemos, “¿qué puede hacer Él por mí en mi vida?, ¿cómo puedo responder a su invitación?”

El himno 71, “Más santidad dame”1, responde de manera maravillosa a qué puede hacer Cristo por nosotros, y enumera las cosas con las que Cristo está dispuesto a ayudarnos, si tan sólo venimos a Él.

Más santidad dame, más paciencia, más gozo en su gloria, con más oración, más humildad y muchos más dones, si solamente venimos a Él y confiamos en que nos puede socorrer. La vida se vuelve muy exigente, y surgen multitud de decisiones a tomar. He aprendido a poner al Señor en primer lugar, al tomar cualquier decisión. No siempre con ello venía una completa comprensión al respecto, pero sí la paz interior de haber tomado la decisión correcta.

La siguiente cita del presidente Benson me ha ayudado en el proceso de venir a Cristo, y a comprender que debo ponerme en sus manos: “Cuando la obediencia deja de ser motivo de fastidio y pasa a ser nuestro cometido, ese es el momento en que Dios nos investirá con poder”2.

Cuando lleguemos a la conclusión de que lo necesitamos para superar nuestros desafíos en la vida, nos volveremos a Él con fe y obediencia. Cuando seamos como un niño pequeño, veremos su poder en nuestras vidas, y sabremos que vive y que pagó el precio para que pudiéramos regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial y tener vida eterna, el mayor de los dones que podemos recibir.

Hace algún tiempo, de camino a nuestras vacaciones de verano, mi mujer y yo habíamos planificado acudir primero a una convención de JAS en la República Checa en la rama de Görlitz. Iba a ser un largo trayecto. Nos tendríamos que levantar temprano y viajar durante muchas horas en un domingo de ayuno. Decidimos que no pospondríamos nuestro ayuno, porque necesitábamos las bendiciones y la ayuda del Señor en nuestras vidas. Acabábamos la semana anterior de comprar una nueva casa, y todavía no habíamos vendido la anterior. Estos asuntos inacabados me tenían inquieto. Nuestro plan era simplificar y reducir nuestros gastos, dado que nuestros hijos ya se habían ido de casa. Habíamos consultado este asunto numerosas veces con el Padre Celestial, y habíamos sentido que era lo correcto.

Cuando regresamos a casa, concertamos una cita para enseñar la casa a posibles clientes. Se trataba de una pareja religiosa que habían orado también al Señor para recibir su ayuda. Esa pareja compró nuestra casa. Más tarde les preguntamos qué era lo que les había ayudado a tomar esa decisión. Nos comentaron que vieron imágenes de Cristo en la casa, y la cita que estaba sobre el dintel de la entrada, “Yo y mi casa serviremos a Jehová”.

Cuando nos volvemos a Él en humilde oración y ayuno, buscando su ayuda en nuestras vidas, recibimos testimonio tras testimonio de que Jesús es el Cristo, de que vive, y ha preparado el camino de vuelta a casa para nosotros.

Notas

  1. “Más santidad dame”, Himnos, nº 71.

  2. Ezra Taft Benson, citado por Donald L. Staheli en la Liahona de mayo de 1998, informe de la conferencia.