2018
Los desafíos me fortalecen
April 2018


Los desafíos me fortalecen

Recuerdo que cuando me casé, lo primero que le dije a mi esposo fue: “no quiero conocer tu Iglesia, ni que cambies mis costumbres”; y él, como todo un caballero, respetó mi decisión. A la semana de casados tuvimos una desavenencia, lo que causó que me pusiera de muy mal humor y no quería hablarle.

Él puso un video de la Iglesia, lo que calmó mi alma y mi enojo de una manera increíble. Lo más sorprendente fue que mi esposo se pusiera a mi lado, tomara mis manos y me dijera: “amor, seamos felices, nuestro Padre Celestial no quiere que contendamos, Él solo quiere vernos felices”. Nunca había sentido, en toda mi vida, que alguien me amara tanto, lo abracé y le dije: “quiero conocer tu Iglesia”.

Al día siguiente fuimos a la capilla más cercana, pero estaba cerrada porque había conferencia de estaca. Así que mi primer contacto con la Iglesia fue en una conferencia. El domingo siguiente fuimos al barrio Vista Alegre. Nos recibieron con tanto amor y alegría que me hicieron sentir muy amada. Sentí que los conocía de toda la vida y que pertenecía allí. Fue maravilloso.

Ese día, antes de salir de la capilla, le dije a mi esposo: “amor, quiero ser bautizada”. Él se quedó totalmente sorprendido. Esa misma tarde las misioneras empezaron a enseñarme. Cuando vi el video de José Smith, entendí que yo tenía la misma inquietud, que no estaba sola; sentí que otras personas tenían la misma inquietud que yo; el video respondió todas mis preguntas, al fin había encontrado la verdadera Iglesia. Por primera, vez mi vida tenía sentido. Les dije a las misioneras (hermanas Velásquez y Olvera), “ya no quiero esperar más; denme todas las charlas hoy mismo. No puedo vivir un día más sin estar bautizada”. Fue un día de gozo total, no podía dejar de llorar, aún hoy el recuerdo estremece mi alma de felicidad.

El sábado 9 de abril de 2016 entré a las aguas bautismales. Ese día en la mañana me pasó algo sumamente triste. Mi esposo me pidió que dejáramos el bautismo para la próxima semana. Le dije que no, que iba a dedicar mi vida al Padre Celestial y que a pesar del gran dolor que sentía, me bautizaría ese día, porque el Padre me daría lo que necesitaba.

Fue increíble el cambio que ocurrió en mi vida con la ayuda del Señor. Dejé atrás muchos excesos e incluso la forma de expresarme. Al mismo tiempo empezaron los desafíos con mi familia y amigos; no entendían por qué tomé la decisión de cambiar de religión, pero me mantuve firme. Empecé a leer el Libro de Mormón. Aprovechaba, mientras conducía a la ciudad para escuchar las Escrituras, en compañía de mi familia; cada día era como un milagro.

Me sentí muy feliz cuando me dieron mi primer llamamiento, como primera consejera en la organización de Mujeres Jóvenes; una experiencia enriquecedora. Al prepararme para mi llamamiento, mi Padre Celestial me llenaba de conocimiento, de amor y de obediencia.

Poco después del llamamiento, el nervio ciático se me inflamó y mi cervical empeoró, al extremo que no podía levantarme sola de la cama y para caminar lo hacía con muletas, y aun así no dejé de asistir cada domingo a la capilla.

Como mi esposo no se sentía bien de salud, le dije: “amor, pidamos una unción de salud, tengo fe en el poder que nuestro Padre Celestial le ha dado al sacerdocio”. Jamás olvidaré esa unción; ese día no sólo me dio salud, sino que recibí fortaleza especial para ayudar a mi esposo en su enfermedad. Esa noche cuando todos dormían, desperté y me puse a orar y recuerdo que sentí la mano del Señor sobre mí. Me levanté sin ayuda, pude mover mis piernas, caminar sin muletas y mover el cuello. Fue un milagro de mi Padre Celestial, me sentí como la mujer del flujo de sangre. Tuve tanta fe. Desde esa noche no he tenido dudas de que si tengo verdadera fe, Él siempre estará a mi lado.

Luego vinieron desafíos muy grandes; a mi esposo le habían diagnosticado cáncer de pancreas, pero se agravó tanto que pasé meses con él en el hospital, sin poder trabajar ni percibir ingresos. Aún hoy, miro hacia atrás y observo cómo mi Padre Celestial me sostuvo a través del amor de los hermanos y hermanas, del obispo, de personas que no conocía. A través de los doctores y enfermeras y enfermeros, vi Su amor y misericordia en nuestras vidas. A pesar del fallecimiento de mi esposo, me sentí bendecida porque no dejó que sufriera, me permitió amarlo y cuidarlo hasta su último suspiro. Y cuando creí que me quebraba recibí una unción, nuevamente el poder del sacerdocio y mi fe plena en mi Padre Celestial me ayudaron a seguir adelante. Una vez más vi como cuidó de mi familia, me suministró la ayuda para poder enterrar dignamente a mi esposo.

Recibí fortaleza a través del amor de las jovencitas, de mi gran familia en la Iglesia, así como de las palabras de mi Padre Celestial a través del Libro de Mormón. Aprendí a sujetarme firmemente de la barra de hierro, de la oración, de las escrituras, de los discursos de nuestros líderes inspirados. Realmente el orar cada día, el leer las Escrituras, el vivir en obediencia, el cumplir la Palabra de Sabiduría, han hecho mi vida un mundo de eterno gozo. No puedo negar que he vivido desafíos fuertes, uno tras otro, pero en cada desafío he visto la mano de mi Padre Celestial.

Uno de los últimos desafíos fue después de recibir mi segundo llamamiento como facilitadora de Autosuficiencia de mi barrio. En diciembre del 2016, vino la terrible noticia. Mi hijo había sufrido un grave accidente, con el auto como pérdida total, tanto que todos lo daban por muerto. Testifico que la oración tiene poder, que si le somos fieles Él cuida de nosotros y de nuestras familias. La noche del accidente estuve parada frente a la puerta de urgencias. Mi hijo iba con un diagnóstico de hemorragia interna y trauma severo de pelvis, quizás fracturas múltiples. Yo solo puedo decir que en forma reverente incliné mi rostro y dije: “Amado Padre Celestial, me sujeto a tus promesas, he sido obediente y seguiré igual. Me sujeto firmemente en este momento a la barra de hierro. Padre Eterno, hágase tu voluntad, y te prometo Señor, que sea cual sea tu voluntad, yo te seré fiel porque te amo y nunca más quiero vivir separada de ti”.

A mi hijo le estaban haciendo CAT, ultrasonidos, RX, electrocardiogramas. Al cabo de varias horas, el jefe de traumatología me llamó y me dijo: “Señora, su hijo está bien, se lo puede llevar a casa”. Le pregunté qué había pasado con la hemorragia. Yo vi su abdomen distenderse delante de mí. Vi caer sus signos. Mi hijo estaba más muerto que vivo. Y me dijo: “ha sido algo inexplicable”. Cerré mis ojos y dije “gracias, mi Señor, gracias”. El milagro es que me llevé a mi hijo solo con golpes y una cortadita en su mano derecha. Una semana después ya estaba trabajando. Una vez más vi la gracia de Dios en nuestras vidas. Casi 15 días después mi hijo se bautizó y nuevamente tengo el sacerdocio en mi hogar.

Nunca me ha faltado el sustento, nunca han faltado provisiones, siempre hemos sido bendecidos, por lo que puedo testificar con toda convicción que ésta es la Iglesia verdadera, que el Libro de Mormón fue inspirado por nuestro Padre Celestial y si somos obedientes y fieles, si cumplimos sus mandamientos, si vivimos la Ley de Castidad, la Palabra de Sabiduría, oramos y leemos las escrituras a diario, veremos como Él cumple sus promesas en nuestras vidas. Testifico que José Smith fue el profeta elegido por Dios para restaurar su Evangelio, el presidente Thomas S. Monson (1927–2018) es el Profeta viviente. Que los templos son lugares sagrados donde habita el Espíritu Santo. Y todo esto lo comparto con todo mi amor en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.