2018
“El bus nos puede dejar, pero el Señor jamás”
2018 de julio


“El bus nos puede dejar, pero el Señor jamás”

Un grupo de jóvenes amigos nicaragüenses se organizaron para visitar el Templo de Tegucigalpa, Honduras, pero más que un viaje de casi 400 km a través de las fronteras fue un viaje de fe y milagros en el que pudieron ver la mano del Señor. He aquí sus testimonios.

Kathia M. Lopez Rosa:

Debido a que el templo más cercano está en Honduras, mis amigos y yo nos preparamos para hacer el viaje de manera independiente. Debíamos realizar una serie de conexiones en autobús para ir y regresar de Tegucigalpa. Nos organizamos y planificamos muy bien el viaje. El día que teníamos previsto regresar a casa, luego de disfrutar del Templo, uno de nuestros amigos se sentía muy mal de salud. Pese a esto, decidimos entrar al Templo para realizar las últimas ordenanzas antes de partir. Uno de los obreros nos preguntó si podíamos ayudar a un grupo de jóvenes que estaban esperando para realizar bautismos vicarios; a pesar de que ya teníamos fijada una hora de partida, accedimos gustosamente. Lo que pensamos que sería una sesión rápida de bautismos se convirtió en tres horas maravillosas en el bautisterio. Estábamos atrasados con nuestro plan original pero sabíamos que era más importante la obra que estábamos realizando.

En Tegucigalpa tomamos el primer autobús de regreso a la 1:45 pm. Yo sabía que era tarde pero aun así estaba segura de que llegaríamos a tiempo a todas nuestras conexiones; pero no contábamos con un atraso de 2 horas debido a reparaciones que estaban realizando en la carretera. Cuando llegamos a la ciudad de Choluteca, Honduras, nos dimos cuenta de que ya había partido el último autobús hacia la frontera con Nicaragua. Un par de minutos después una señora nos señaló otro autobús y nos dijo que se dirigía a la frontera. Ahí empezamos a ver la mano del Señor.

Llegamos a la frontera, estaba todo muy obscuro, nuestro amigo seguía enfermo, ya no teníamos comida y no sabíamos si al llegar al lado de Nicaragua encontraríamos transporte. Todos estábamos orando, no sabíamos que pasaría, pero teníamos la confianza de que el Señor estaría a nuestro lado en cada paso. Mientras caminamos en la obscuridad rumbo a la otra frontera le dije a mi amigo Olinto que me sentía un poco preocupada por la hora y por nuestro amigo enfermo, a lo que él respondió, “necesitamos una cama y llegar hasta Managua” eso sonaba perfecto y muy poco probable por lo que me reí y le dije: “me conformo con llegar a Chinandega”. Él contestó: “el bus nos puede dejar, pero el Señor jamás”. Ambos reímos y sentí la firme convicción de que sus palabras eran verdaderas, el Señor estaba con nosotros, por lo que no teníamos que temer.

Al llegar al otro lado de la frontera descubrimos que el transporte, por ser tan tarde, había aumentado muchísimo y no teníamos dinero para pagar el incremento. Comenzamos a pedir ride (aventón). Luego de 30 minutos un furgón se detuvo, nos dijo que nos podía dejar en Chinandega, la ciudad próxima a la frontera del lado de Nicaragua. En ese momento nos quedamos viendo y nos sentimos agradecidos, sabíamos que era una bendición. La cabina del furgón ¡tenía una cama! Luego de unos minutos de conversación nos dimos cuenta de que el conductor se dirigía a Managua y se ofreció a dejarnos en la capital.

En ese momento supe que era un milagro y recordé la conversación con mi amigo Olinto, “el bus nos puede dejar, pero el Señor jamás”. Era justo lo que necesitábamos, una cama y llegar hasta nuestro hogar. Sabía que ese milagro era producto de las bendiciones que recibimos al trabajar en el templo y en la historia familiar. Tal y como el Señor cuidó a los pioneros en su camino a Sion. Él nos cuidó durante esa noche. No tengo dudas de que el templo es la Casa del Señor, que nuestro Padre Celestial nos cuida, esta es su Iglesia. Las casualidades no existen. Esa noche fuimos testigos de un milagro, el conductor del furgón fue nuestro ángel.

José Rodolfo Cerros:

En la Conferencia General de abril de 2013, el élder Holland enseñó: “Aférrense al conocimiento que ya tienen y manténganse firmes hasta que reciban más conocimiento”. Me gusta ese principio porque el fruto de vivir el Evangelio se manifiesta en la vida de los Santos de los Últimos Días en todas partes.

Tal como Pedro y Juan dijeron una vez a una audiencia antigua, “… no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Durante el viaje de ida hacia Tegucigalpa le decía a Kathia que Dios conocía nuestro deseo y lo que estábamos haciendo era por Su obra, que no importaban las cosas que pasáramos durante el viaje, Él nos iba a proteger, que íbamos a pasar entre las personas y que nada ni nadie nos haría daño.

El regreso fue un desafío grande, cada hora y minuto se hacía muy cansado, esperando que pudiéramos llegar a tiempo a la frontera. Jhovany seguía mal de su salud. Sin que fuéramos tan expresivos, cada uno de nosotros deseábamos que estuviese mejor, que llegáramos a un lugar donde pudiese descansar porque, a pesar de su malestar físico, él efectuó muchos bautismos con los jóvenes en el Templo esa mañana.

Quizás durante nuestra travesía no reaccionamos claramente a todo lo que pasó, pero el Señor del furgón fue un ángel, de esos que las Escrituras describen como seres especiales dispuestos a ayudar en la obra del Padre. Esa experiencia fue un ejemplo para saber que Dios está con cada uno de Sus hijos y que los milagros están a nuestro alrededor.

Tuvimos la oportunidad de compartir nuestro testimonio con el conductor que nos ayudó. Le explicamos lo que creemos y vivimos al ser miembros de la Iglesia, de lo que amamos servir a Dios, ya sea dejando nuestra familia para servir en una misión o viajar hacia la casa del Señor.

No dudo en lo más mínimo que Jesús es el Cristo viviente, es mi Redentor. Mi testimonio se hizo aún más fuerte con esta experiencia. Amo esta obra, sé que somos una herramienta en Sus manos.

Marjorive Duarte:

Una de las mejoras experiencia de viajar al Templo, fue el viaje que hice con mis amigos. Definitivamente fuimos cuidados en el trayecto. Fue una experiencia diferente. Teníamos una meta, llegar al Templo y hacer las ordenanzas por nuestros antepasados. No sé cómo sucedió, pero en poco tiempo logré realizar todas las ordenanzas salvadoras por mis antepasados.

Mientras se realizaban las ordenanzas pude experimentar un sentimiento indescriptible de paz, felicidad y amor por nuestro Salvador. Una de mis preocupaciones era no escuchar las ordenanzas debido a mi deficiencia auditiva, pero a pesar de que sí tuve dificultades para escuchar, el Espíritu inundó mi alma de consuelo y paz, ese fue para mí otro milagro. Fue hermoso además recibir la confirmación de estar en el lugar correcto, con las personas correctas, haciendo las ordenanzas salvadoras por nuestros antepasados.

Jehovany Suazo:

Al analizar lo que pasó este fin de semana de febrero, es gratificante poder saber que a pesar de los desafíos en cuanto a mi salud, pude sentir el amor del Señor y Su mano en cada momento de esta grata experiencia. Mi testimonio se fortaleció al ver cómo el Señor contestaba de inmediato nuestras súplicas en cada momento que lo necesitábamos, ya fuera en su Santa Casa o en una piedra en una frontera.

Recuerdo que el sábado me sentía agotado por todo el dolor físico y no quería sentirme así ya que estaba en el templo. Pero a pesar de que fue el día en que estuve más enfermo, pude trabajar en el bautisterio. Vi reflejada en mi vida la promesa que se encuentra en el Libro de Mormón de cuando el pueblo de Alma, a pesar de su conversión y obediencia, fueron dirigidos bajo el yugo de los lamanitas; sin embargo, el Señor hacía que las cargas que se les imponían fueran ligeras para ellos. No tuve dolor ni ningún malestar en el momento en que trabajaba en cada ordenanza. Ese fue un milagro.

Sé que Jesucristo vive, sé que adoramos a un Dios vivo y que escucha a Sus hijos que están dispuestos a ser mejores en este estado de probación y ayudar a acelerar su obra. Agradezco la restauración del Evangelio, gracias a ello tenemos a disposición las llaves necesarias para hacer las ordenanzas para volver a la presencia de nuestro amoroso Padre Celestial.

Jennyfer Medina:

En el mes de diciembre, mientras trabajaba en mi historia familiar, encontré dos oportunidades para hacer obras vicarias y lo primero que pensé es que debía ir al templo lo más pronto posible. He aprendido por diversas experiencias que cuando el Padre Celestial desea que realicemos determinada labor, Él nos ayuda y en Su obra no existen las casualidades, sino los medios necesarios para que hagamos Su voluntad.

En el templo sentí mucha calidez en mi corazón cuando se efectuaron las ordenanzas por mis antepasados, incluso sentí mucho amor por esas personas a las que jamás conocí en vida, pero ahora estamos unidas por las eternidades y tenemos un lazo especial que me acompañará siempre.

Se reafirmó mi testimonio de la importancia de la obra de Historia Familiar; inclusive sentí de manera especial la veracidad en las promesas de “volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (Malaquías 4:6), pues siento que el Salvador hizo posible que yo volviera mi corazón hacia mis antepasados, mi familia, la historia de quién soy yo y de dónde provengo. Mi testimonio del Salvador fue igualmente fortalecido. Sé que Él se sacrificó por cada uno de nosotros, que nos ama y desea que regresemos a Su presencia, sé que el fijar nuestra mira hacia el templo nos trae gozo, felicidad y paz.

Después de lo que parecía ser un viaje extremadamente largo, ya en la frontera, Jehovany necesitaba detenerse para descansar debido al dolor que le causaba caminar. Mientras le acompañaba, caminando a su lado sentía paz, sentí que todo saldría bien, incluso no me preocupó la idea de no encontrar transporte y que posiblemente tendríamos que dormir en la frontera, o enfrentarnos a algún peligro, pues sabía que estábamos protegidos por las amorosas manos de nuestro Padre Celestial y que todo estaría bien, además me acompañaban amigos dignos, merecedores de grandes bendiciones, sabía que nuestro Padre Celestial nos ama a todos e iba a cuidarnos. Así fue.

Una vez en el furgón nos dimos cuenta de que todo el viaje no sólo fue una experiencia emocionante, sino también de índole espiritual. Le contamos al amable conductor sobre nuestra travesía, nuestro viaje al templo y sobre nuestras creencias, compartimos testimonios del Evangelio y la Iglesia. Finalmente llegamos a casa bien y lo mejor es que mi testimonio fue fortalecido. Sé que cuando tenemos que hacer algo importante debemos ser como Nefi y decir “iré y haré”, todo saldrá bien y veremos milagros en nuestra vida.

Olinto García:

El viaje al templo con mis amigos fue una buena experiencia. Desde el inicio pude sentir el Espíritu. Todos teníamos ese sentimiento de amor por el templo y las ordenanzas salvadoras a nuestros antepasados. Sentimos su amor y la paz que solo la Casa del Señor puede brindar. La verdad es que no puedo describir el sentimiento de estar con mis amigos en el templo, realmente fue una felicidad muy grande.

En medio de todas las complicaciones de nuestro viaje de regreso, yo sentía que estaríamos bien. Por alguna razón todos estábamos tranquilos y contentos porque sabíamos que el Señor no nos dejaría solos. Además sabía que, aunque el bus nos dejara por no llegar a tiempo, el Señor jamás nos abandonaría.

Una vez que subimos al furgón vi que tenía una ¡cama! tal como yo había pedido en mi corazón para que nuestro amigo pudiera descansar. El Señor sabe cada detalle de nuestras vidas y nos da lo que necesitamos. En ese viaje vimos la mano del Señor bendiciéndonos. Llegamos bien a nuestros hogares y con nuestra fe muy fortalecida.

Doy gracias al Padre por conocer Su evangelio y por mis amigos. Sé y testifico que el Señor bendice a Sus hijos y contesta sus oraciones. Nuestro Padre Celestial cuida y protege a Sus hijos cuando trabajan en Su obra. Sé que el templo es un lugar sagrado. Sé que el Evangelio de Jesucristo fue restaurado en su plenitud y que hay un profeta, vidente y revelador, y sé que los milagros existen; yo los vi en este viaje. Ruego que todos puedan tener experiencia significativas en sus vidas.