2018
El Libro de Mormón cambia vidas
2018 de julio


El Libro de Mormón cambia vidas

Estos conversos desarrollaron la fe mediante la lectura del Libro de Mormón.

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couple reading the Book of Mormon

Ilustración fotográfica por Cody Bell.

El Libro de Mormón ciertamente es un don que tiene el propósito de llevarnos a nosotros, los hijos de Dios, al conocimiento del evangelio verdadero de Jesucristo. Enrique Serpa Bustamante, un miembro de Lima, Perú, ve el Libro de Mormón como cartas de un padre amoroso: “Nuestro Padre Celestial escribió ‘cartas’ por medio de los profetas, dándonos consejos, consuelo y guía para nuestro bien y bendiciéndonos en todo momento. Él es tan sabio en Su plan que sabe cómo darnos esas cartas de amor precisamente cuando tenemos el corazón preparado para comprender Sus bendiciones y Su evangelio”.

A continuación, varios conversos de todo el mundo comparten su testimonio de qué les llamó la atención del Libro de Mormón cuando estaban aprendiendo acerca de la Iglesia.

Otro testamento de Jesucristo

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Ezekiel Akeh

Vi un ejemplar del Libro de Mormón en la casa de mi sobrina en Ibadán, Nigeria. Como era un ávido lector, sentí curiosidad de comprender por qué el libro dice que es “otro testamento de Jesucristo”, así que tomé el libro y lo leí.

El subtítulo “otro testamento de Jesucristo” me abrió la mente a la posibilidad de que existiera un Salvador universal en vez de un Salvador de los israelitas, lo que en ese entonces era una gran preocupación para mí. Su visita a los nefitas y el establecimiento de Sus leyes y ordenanzas entre aquel pueblo hizo que deseara saber más sobre Su ministerio.

Aquel subtítulo me llevó a aprender más sobre la Iglesia. Comencé a sentir el Espíritu a medida que obedecía las admoniciones escritas en el Libro de Mormón, tales como orar para conocer la verdad por mí mismo (véase Moroni 10:4). Ahora sé que el Salvador vive y que nos ama a todos.

Ezekiel Akeh, Idaho, EE. UU.

1 Nefi 8: Un fruto “superior a todo cuanto yo había probado antes”

En 1 Nefi 8:11–12, Lehi describe el fruto del árbol de la vida como “… de lo más dulce, superior a todo cuanto yo había probado antes… mi alma se llenó de un gozo inmenso…”. Cuando leí estos versículos, sentí fuertemente que ese fruto era muy especial, y deseé tenerlo también.

Sentí gran empatía por Lehi. Pensé que si yo fuera Lehi y ese fruto existiera, sentiría lo mismo que él y desearía desesperadamente que mi familia también lo comiese. Sentía que eso se aplicaba especialmente a mí porque mis padres todavía no son miembros de la Iglesia; así que aun cuando leo estos versículos ahora, parecen expresar lo que siento.

Yo sabía que ese fruto era especial, aun antes de saber que representaba el amor de Dios y Su evangelio. Más tarde, cuando entendí el significado del fruto, pensé en lo bien que se describe en las Escrituras.

Las Escrituras realmente son registros de la verdad de los profetas y contienen la palabra de Dios.

Eun Jin Yeom, Gyeonggi, Corea del Sur

Jacob 5:74: El deseo de servir a Dios

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Josef Gutierrez

Cuando estaba aprendiendo acerca de la Iglesia, leí Jacob 5:74, y me quedó grabado desde el momento en que lo leí. Durante toda mi vida yo había sido un miembro muy activo de mi iglesia anterior, y siempre había tenido el deseo de servir a Dios. Incluso tenía la esperanza de un día estudiar filosofía y teología a fin de servirle. Ya había pasado los exámenes de ingreso para estudiar filosofía.

No obstante, jamas olvidaré la primera vez que leí esa Escritura. Recuerdo que fue la noche después de haber asistido a las reuniones de la Iglesia SUD por primera vez. Durante uno de los descansos entre clases, vi en la cartelera de anuncios la revelación que recibió el presidente Thomas S. Monson en cuanto a disminuir la edad de los misioneros.

Cuando leí Jacob 5:74 esa noche, supe que tenía que servir a Dios; y, de alguna manera, al ver a los misioneros —aquellos dos jóvenes que tenían la misma edad que yo— dar su vida por Él, supe que esa era la forma en que podía hacerlo. La noche anterior a aquella reunión de la Iglesia yo había decidido bautizarme; la noche posterior a la reunión decidí servir en una misión. Ahora he regresado a casa honorablemente después de servir a la hermosa gente de la Misión Filipinas Cebú Este.

Josef Gutiérrez, Batangas, Filipinas

El libro de Enós: El perdón de los pecados

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Jennifer Andreski

La primera vez que leí el Libro de Mormón no sabía dónde comenzar. Tenía dificultades con el perdón, en especial para perdonarme a mí misma y saber si era digna de ser perdonada. Una de las misioneras me dijo que recibiría la respuesta en las Escrituras y que si no sabía dónde comenzar, debía orar al respecto y encontraría las Escrituras que necesitaba. Decidí hojear el libro, y leí donde me detuve: el libro de Enós, versículos 4 a 6. Supe que el Libro de Mormón era verdadero en el preciso momento después de que lo leí.

Jennifer Andreski, California, EE. UU.

Mosíah 27: La oportunidad de cambiar

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Maria Gracia Henrique Gonzalez

La primera vez que leí el Libro de Mormón, la sección del libro que más me gustó fue la parte de Mosíah en la que el hijo de Alma renunció a la Iglesia e intentó destruirla. Sin embargo, hubo un cambio enorme en él: sintió el Espíritu Santo y se transformó en creyente. Realmente me encantó eso porque a todos se les debe dar la oportunidad de cambiar.

María Gracia Henrique González, Maule, Chile

Mosíah 27:28–29: La felicidad y la redención

Cuando era miembro nuevo, Mosíah 27:28–29 me impresionó mucho. Me sentí —y aún me siento— muy agradecida de que el Señor tuviera misericordia de mí y me redimiera de una vida de pecado. Antes de mi bautismo pensaba que era feliz, pero nada podría compararse con la felicidad que sentí cuando acepté el Evangelio restaurado. Jamás había sentido tanta confianza y tanta seguridad de que me aguardaba un futuro prometedor.

Después de aceptar la invitación de Alma: “Venid y bautizaos para arrepentimiento, a fin de que también participéis del fruto del árbol de la vida” (Alma 5:62), experimenté la misma liberación que da el consuelo y la paz que sintió Alma, hijo, cuando escribió: “… Me hallaba en el más tenebroso abismo; mas ahora veo la maravillosa luz de Dios. Atormentaba mi alma un suplicio eterno; mas he sido rescatado, y mi alma no siente más dolor” (Mosíah 27:29). Ese pasaje de las Escrituras me ayudó a entender que ese nuevo comienzo en la vida y la felicidad que acababa de hallar estaban establecidos sobre el reconocimiento de que Jesucristo es mi Salvador y mi Redentor. Ahora estoy infinitamente agradecida porque mi Salvador pagó el precio de la justicia y porque me permite sentir una y otra vez ese mismo amor redentor cada vez que me arrepiento.

Marie-Chantal Hogue, Ontario, Canadá

El pequeño libro azul

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Venu Bhaskar Nakka

Crecí en India, donde conocí a los misioneros y asistí a la Iglesia por primera vez. Ese domingo resultó ser domingo de Pascua. Debido a mi horario de trabajo, llegué tarde a la capilla y asistí a una clase de la Escuela Dominical para jóvenes, donde uno de los misioneros enseñó la lección. Él citó algunas Escrituras de un libro azul que yo jamás había visto, pero que sonaba parecido a la Biblia. Mientras enseñaba, tuve un profundo sentimiento en el corazón y supe que yo también debía poseer ese libro.

Me acerqué directamente a él después de la clase y le dije: “Necesito ese libro”. Debido a que ese era su propio juego de Escrituras, no podía dármelo, pero dejó que yo lo viera y tocase. Pude ver palabras doradas, grabadas en relieve en la cubierta: “El Libro de Mormón”. Volví a tener el mismo sentimiento de que necesitaba tener el libro. El misionero apuntó mi dirección y prometió que me llevaría uno. Efectivamente, los misioneros fueron a mi casa poco tiempo después y me entregaron mi propio ejemplar del Libro de Mormón. Luego comenzaron a enseñarme las charlas.

Ese año, la Pascua trajo a mi vida una bendición increíble: El Libro de Mormón. Aquel pequeño libro azul ha traído un espíritu de vida a mi vida, y estoy muy agradecido por tener el privilegio de aprender de él.

Venu Bhaskar Nakka, California, EE. UU.