2018
Sabías que…
Septiembre de 2018


Sabías que…

Tomaría 55 años, pero al final yo sería capaz de compartir el evangelio de Jesucristo con mi amigo.

El élder Jerry Dunn relata: Arribé a Lima, Perú en enero del año 1963, para empezar mi asignación como misionero de la Misión Andina por 30 meses. Luego fui enviado a la pequeña ciudad de Mollendo, en Arequipa, sur de Perú. La rama era pequeña y el trabajo fue difícil. Nuestras reuniones usualmente constaban de cuatro misioneros y unas cuantas madres, con sus hijas adolescentes y niños.

Para ganarnos el reconocimiento de la comunidad, recibimos el permiso del presidente de la misión para que una pareja de misioneros pudiéramos jugar al básquetbol en uno de los clubes locales. Ganamos un par de torneos, con lo cual obtuvimos un gran reconocimiento y algunos buenos amigos en la comunidad.

En mi último domingo en Mollendo, invité a tres de mis amigos del equipo a la Iglesia. Después, los cuatro nos tomamos una foto. Recuerdo a mis amigos Raúl, Isauro y Ramón. Yo había llegado a ser amigo muy cercano de Isauro, quien tenía ascendencia africana. Quizás por esa razón nunca se le enseñó el Evangelio.

El viernes 9 de junio de 1978, escuché que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días había anunciado que todos los miembros dignos de la Iglesia mayores de 12 años podrían recibir el sacerdocio. Desde entonces, Isauro estuvo continuamente en mi mente y visualicé que, de alguna manera, algún día yo podría compartir el Evangelio con él y su familia.

En abril del 2017, decidimos servir otra misión y mi esposa vio el anuncio del departamento de Historia para servir como misioneros en el Área Sudamérica Noroeste. Ella me dijo que cuando leyó el anuncio sintió que su corazón saltó. En agosto recibimos el llamamiento para servir en esa asignación. Mientras iba a casa, sentí que en algún momento de esos 18 meses, yo iría a Mollendo para encontrar a Isauro o a sus hijos o nietos.

Poco tiempo después de llegar a Lima, nos fue dada la asignación de viajar a Mollendo para entrevistar a los primeros pioneros de la Iglesia y fotografiar lugares históricos. Estando en Mollendo, salimos con una foto de los 4 jóvenes amigos de hacía 55 años y con solo el recuerdo de sus primeros nombres para buscarlos. Oramos para tener un milagro. Habíamos caminado unos pocos metros, cuando vimos un letrero que decía “Dentista”. Yo recordé que uno de los hombres en la foto era un dentista, así que entramos. Un dentista mayor salió a la entrada de la habitación y le expliqué que estaba buscando a mis amigos de la foto y él me dijo: “Este es Raúl Espinoza y murió hace unos 10 años. Este otro es Isauro Núñez, quien murió hace un año y este otro es Ramón Bernedo, quien vive a unas cuadras de aquí”. Fue triste saber que dos de mis amigos ya habían muerto, especialmente Isauro, pero 20 minutos después estábamos sentados en la sala de Ramón. Él ahora tenía 88 años y fue una alegría vernos. Luego él vino a la Iglesia con nosotros los siguientes dos domingos.

Fuimos a Mollendo con muchas expectativas de encontrar a Isauro y su familia; en lugar de eso, encontramos que él había muerto hacía 14 meses y que nunca se había casado ni había tenido hijos. Esto fue algo inesperado. Mientras estuvimos parados frente a su tumba, sentimos que él supo que lo habíamos encontrado. Luego Ramón nos llevó a visitar a la tía de Isauro, quien lo había criado y en cuyo hogar él falleció. La visitamos tres veces, hablándole de su sobrino y ella emocionada decía que “él fue como mi propio hijo”. Yo le expliqué sobre el maravilloso Plan de Salvación y recibí con lágrimas su permiso para hacer por Isauro las bendiciones del templo.

El viernes 11 de mayo de 2018, fui al Templo de Lima y efectué por Isauro todas las ordenanzas y bendiciones del Evangelio de Jesucristo. Me tomó 55 años, pero el Señor no había olvidado a su misionero y a su amigo.

“Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios” (D. y C. 18:10).