2018
Aprender a la manera del Señor
Octubre de 2018


Aprender a la manera del Señor

Tomado de un discurso pronunciado en un seminario para nuevos presidentes de misión el 25 de junio de 2014.

Invitar al Espíritu Santo para que sea el maestro es el propósito central en todos los modelos de aprendizaje del Señor.

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El apresurar la obra del Señor requiere que continuamente aprendamos, cambiemos y sigamos adelante con fe en el Salvador.

Un modelo en todas las cosas

En una revelación dada por medio del profeta José Smith en junio de 1831, el Señor declaró: “Y además, os daré una norma [un modelo] en todas las cosas, para que no seáis engañados; porque Satanás anda por la tierra engañando a las naciones” (D. y C. 52:14).

Es interesante que el Señor nos diera “un” modelo y no “el” modelo para todas las cosas. No creo que el Señor esté sugiriendo con las palabras “una norma [un modelo] en todas las cosas” que Él tiene solo un modelo para que se use en toda situación. En vez de eso, la manera del Señor incluye una variedad de modelos que se pueden emplear para lograr diferentes objetivos espirituales.

Nuestra meta máxima en toda experiencia de aprendizaje y enseñanza debe ser determinar y usar el modelo o los modelos que mejor satisfagan nuestras necesidades y lograr los resultados deseados de aprendizaje.

El Espíritu Santo es el maestro

El Espíritu Santo es el tercer miembro de la Trinidad y un revelador, maestro, consolador, santificador y nos hace recordar todas las cosas (véanse Juan 14:16–17, 26; 3 Nefi 27:20). El élder James E. Talmage (1862–1933) del Cuórum de los Doce Apóstoles explicó: “El oficio del Espíritu Santo, en cuanto a Su ministerio entre los hombres, queda explicado en las Escrituras. Es un maestro enviado del Padre, revelará a aquellos que son dignos de su instrucción, todas las cosas necesarias para el progreso del alma”1. Invitar al Espíritu Santo para que sea el maestro es el propósito central en todos los modelos de aprendizaje y enseñanza del Señor.

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young woman reading Preach My Gospel

El alumno que ejerce su albedrío moral y actúa de acuerdo a principios correctos abre su corazón al Espíritu Santo; de esta manera, invita a Su poder para enseñar y testificar, y a Su testimonio confirmador. Aprender con y por la fe requiere un esfuerzo espiritual, mental y físico, y no solo una recepción pasiva. Con la sinceridad y la constancia de nuestros actos inspirados por la fe, mostramos a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo Jesucristo nuestra disposición para aprender y recibir instrucción del Espíritu Santo.

Consideren cómo ayudan los misioneros a los investigadores a aprender por la fe. El concertar y observar compromisos espirituales, tales como el estudiar y orar acerca del Libro de Mormón, guardar los mandamientos y asistir a las reuniones de la Iglesia, requieren que el investigador ejerza fe y actúe. Este principio también se aplica a todos los miembros, incluyendo a padres, maestros y líderes.

Enseñar, exhortar y explicar —por muy importantes que sean— nunca pueden transmitir a un investigador, un niño, un alumno o un miembro un testimonio de la veracidad del Evangelio restaurado. Solo cuando su fe ponga en marcha la acción y abra el camino que conduce a su corazón, el Espíritu Santo podrá comunicar un testimonio de confirmación. Los misioneros, los padres, los maestros y los líderes obviamente deben aprender a enseñar por el poder del Espíritu. Sin embargo, es de igual importancia la responsabilidad que tienen de ayudar a los demás a aprender por sí mismos por la fe.

El aprendizaje que estoy describiendo va más allá de la simple comprensión cognitiva y de retener y recordar la información. El tipo de aprendizaje del que estoy hablando hace que despertemos en cuanto a Dios (véase Alma 5:7), que nos despojemos del hombre natural (véase Mosíah 3:19), que nuestros corazones cambien (véase Mosíah 5:2), y que nos convirtamos al Señor y nunca más nos desviemos (véase Alma 23:6). Aprender por la fe requiere tanto el corazón como una mente bien dispuesta (véase D. y C. 64:34) y es el resultado de que el Espíritu Santo lleve el poder de la palabra de Dios tanto hasta el corazón como a su interior. El aprendizaje por la fe no se puede transferir del instructor al alumno, de un misionero a un investigador, mediante un discurso, una demostración o un ejercicio experimental; antes bien, el alumno debe ejercer fe y actuar a fin de obtener el conocimiento por sí mismo.

Un modelo para el aprendizaje y la enseñanza

1. Prepararse para aprender. Si asisten a la clase de la Escuela Dominical y escuchan al maestro presentar un tema, eso está bien. Sin embargo, si se han esforzado y se han preparado, si están pensando en las cosas que su maestro les invitó a leer, meditar y orar antes de la clase, ahí se puede derramar el Espíritu con poder, y el Espíritu Santo se convierte en su maestro. La preparación invita a la revelación.

2. Interactuar para edificar. Quiero dirigir su atención a este versículo. “Nombrad de entre vosotros a un maestro; y no tomen todos la palabra al mismo tiempo, sino hable uno a la vez y escuchen todos lo que él dijere, para que cuando todos hayan hablado, todos sean edificados de todos y cada hombre tenga igual privilegio” (D. y C. 88:122).

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Este es uno de los poderosos modelos del Señor para aprender y enseñar. Permítanme sugerirles que presten atención a esta frase: “Nombrad de entre vosotros a un maestro”. ¿Quién es el maestro? El Espíritu Santo. ¿Podría ser que, si desean que el Espíritu Santo sea el maestro, entonces “… no tomen todos la palabra al mismo tiempo, sino hable uno a la vez y escuchen todos lo que él dijere, para que cuando todos hayan hablado, todos sean edificados de todos”? El único que puede edificar de esa manera es el Espíritu Santo.

Interactuar para edificar invita a la revelación. Hoy día estamos aprendiendo y aplicando en la Iglesia el camino hacia modelos de aprendizaje y enseñanza de mayor sensibilidad espiritual, más precisos y exigentes. ¿Haremos lo que siempre hemos hecho y obtendremos los mismos resultados que siempre hemos obtenido, o nos arrepentiremos, aprenderemos, cambiaremos y enseñaremos cada vez más a la manera del Señor?

3. Invitar a actuar. Una simple pregunta ayuda a lograr esta meta. ¿Qué harán con lo que han aprendido? Actuar de conformidad con la revelación invita a más revelación.

Ruego que podamos seguir el ritmo del apresuramiento de [la obra] del Señor, para que no hagamos simplemente lo que siempre hemos hecho de la manera en la que siempre lo hemos hecho.

Declaro mi testimonio de la realidad viviente del Señor Jesucristo. Testifico que vive. Él resucitó. Él está a la cabeza de esta Iglesia y dirige sus asuntos. Él nos pide a todos nosotros que sigamos el ritmo del apresuramiento de Su [obra] y que sigamos los modelos que ha establecido para nuestro crecimiento y aprendizaje.

Nota

  1. Véase James E. Talmage, Artículos de Fe, 1980, pág. 180.