2018
Mis oraciones fueron escuchadas
Diciembre de 2018


Voces de Los Santos de los Últimos Días

Mis oraciones fueron escuchadas

Recuerdo no hace muchos meses cuando me encontraba alistándome para asistir a una conferencia de estaca, cuando mi hija, que para ese entonces se encontraba a miles de kilómetros de distancia, me dijo que se sentía un poco mal de salud. Le dije que no se preocupara, que todo iba a estar bien pero era necesario que visitara a un médico. Esa noche mientras en la conferencia se hacían las oraciones, aprovechaba para pedirle a mi Padre Celestial por el bienestar de ella, sintiendo dentro de mí que esta vez las cosas no eran tan fáciles y desde esa noche mis ruegos y súplicas no cesaron.

Mi hija me volvió a llamar a la mañana siguiente para decirme que no quería visitar al médico porque no sabía cómo iba a pagar, ya que no tenía trabajo y se encontraba en ese país con una visa de turista. En mi interior sabía que algo no estaba bien y conociendo que mi hija estaba reacia, le pedí a mi amiga que es doctora que la llamara y explicara la necesidad de buscar un médico en la ciudad donde se encontraba.

Esa noche mis rodillas permanecieron más del tiempo acostumbrado dobladas a la par de mi cama. Pedí con todo fervor que ella pudiera ser ayudada, que ella entendiera que necesitaba ser vista por un médico; y sentí la esperanza de que mi Padre Celestial estaría con ella cuidándola, ya que yo no podía estar a su lado. Recordé la Escritura que se encuentra en Enós 1:4, “Y mi alma tuvo hambre; y me arrodillé ante mi Hacedor, y clamé a él con potente oración y súplica por mi propia alma; y clamé a él todo el día; sí, y cuando anocheció, aún elevaba mi voz en alto hasta que llegó a los cielos”. No tenía ninguna duda de que mis oraciones serían escuchadas y me acosté a dormir.

Al día siguiente estando ya en mi trabajo, recibí otra llamada de mi hija. Su tono de voz denotaba tristeza y me quedé en silencio mientras ella me decía: “mami, estoy bien; estoy con mi esposo al lado. Te llamo para decirte que fui en la madrugada al hospital. Me hicieron muchos exámenes para saber qué tenía, y tuve un embarazo ectópico. Estuve en riesgo de morir, pero el bebé se fue” y rompió en llanto. La dejé que se desahogara y le recordé las promesas del sellamiento y de su bendición patriarcal. Entendí que la expiación del Señor cumple sus propósitos en esta vida y por la eternidad, y que somos bendecidos a pesar de nuestros dolores y sufrimientos, lo que nos obliga a seguir esforzándonos para ser merecedores de la misericordia de Dios.

Cada uno de nosotros tiene un propósito en esta vida y aunque gocemos de momentos felices, siempre tendremos pruebas, las que nos fortalecerán y prepararán para esta vida y por la eternidad.