2018
Decisiones y milagros: Y ahora veo
Diciembre de 2018


En el púlpito

Decisiones y milagros: Y ahora veo

Hubo un momento en mi vida en que me conmovieron el amor y la luz de Cristo. Desde entonces, mi vida cambió para siempre.

Sé lo que es vivir sin el Evangelio. Yo viví así treinta años. Nací en Rusia, de buenos padres… Al hacerme mayor me casé y di a luz a una adorable bebé. Poco después me gradué con éxito en la universidad y conseguí un trabajo que realmente me gustaba. Sin embargo… estaba lejos de ser feliz.

… mi matrimonio… poco a poco se derrumbó… Apenas podía proveer alimentos sencillos para mi hija y para mí. Pecaba. Tomaba una mala decisión tras otra. El hambre, la depresión y las malas decisiones hacían que mi vida fuera miserable. Yo culpaba a la mala suerte sin darme cuenta de que, en muchos sentidos, estaba sufriendo las consecuencias naturales de mis pecados; pero, ¿cómo podía saberlo? El pecado no existía según lo que me habían enseñado…

Después de la revolución comunista de 1917, la religión se prohibió en la Unión Soviética. Desde el jardín de infancia me enseñaron que no existía tal cosa como un Dios, y que solamente el partido comunista y el abuelo Lenin podían brindar la felicidad al pueblo ruso. Las personas religiosas eran duramente perseguidas en nuestra sociedad. Los creyentes perdían sus empleos, no se les permitía asistir a la escuela y se les tildaba de “locos”. A todo el mundo se le requería tomar clases de ateísmo en la universidad, donde probábamos que Dios no existía… Simplemente no pensaba en Dios, pero sentía dolor en el corazón por mis malas decisiones. Más tarde aprendería que el dolor que sentía era la luz de Cristo que me daba un sentido de conciencia para discernir el bien del mal…

… la vida me parecía un oscuro túnel que conducía únicamente a la tumba. Sentía que estaba muriendo lentamente… No sabía cómo orar, de modo que soñaba… Soñaba que un día huiría de toda la miseria de mi vida y empezaría de nuevo desde el principio, feliz y radiante. Deseaba mucho que mi hija tuviera una vida mejor que la mía…

Imagen
walking through a tunnel

Fotografía de Getty Images

[Entonces] el Libro de Mormón llegó a mi vida. Leía un capítulo cada mañana, antes de ir a trabajar… leyendo este libro aprendí que Dios vive, que Jesús es Su Hijo, [que] vino a la tierra para ayudar a los pecadores como yo. Cuanto más leía este libro, más veía la brecha que había entre las enseñanzas de Cristo y el modo en que yo vivía. Descubrí que esa era la razón por la que mi vida era tan miserable…

… tenía un gran deseo de cambiar. Siempre recordaré el día… en que lloré durante toda la noche, al darme cuenta de que mi vida no era buena, y que mis malas decisiones habían herido a las personas que más amaba. Fue la experiencia más dolorosa de mi vida. Lloré y supliqué toda la noche… Al final de la noche estaba agotada y no me quedaban lágrimas. Cuando rompió la primera luz del alba, sentí paz y alivio. Escuché las palabras: “Toma mi mano. Te llevaré y te guiaré, pero tienes que prometerme que cambiarás”. Y lo hice; lo prometí. Deseaba esa guía y esa ayuda más que cualquier otra cosa…

En aquella dolorosa y gozosa noche en Rusia, yo no sabía cuán grandes son las promesas de Cristo. En aquel momento no sabía que, solo poco tiempo después, viajaría a los Estados Unidos, donde aprendería más acerca del Evangelio y pronto me bautizaría… No sabía que mi hija vendría a los Estados Unidos para unirse a nosotros en felicidad…

… [Él] [m]e dio tantos milagros que no tuve la más mínima ocasión de dudar de Su mano divina en mi vida…

¡Caminen con Cristo! ¡Tomen Su mano! Deléitense en Su palabra. Beban de Su luz por cada uno de sus poros, con toda su alma. En momentos de adversidad no se les dejará en un túnel oscuro, sino en la luz de Su amor, con una luz más brillante siempre delante de ustedes.