2018
Ambos fuimos bendecidos
Diciembre de 2018


Ambos fuimos bendecidos

Anna Fingerle

Hesse, Alemania

Imagen
Christmas gift

Ilustración por Carolyn Vibbert.

Un día, mientras andaba en bicicleta, un camión me atropelló y me tiró al suelo dejándome parcialmente ciega, Unos cuatro años después, durante la época navideña de 2011, sentí la impresión de pedirle una bendición del sacerdocio a un hermano a quien había conocido en un barrio anterior. Lo había visto muy de vez en cuando, por lo que no comprendía por qué había de pedírsela a él; además, sabía que había otros dignos poseedores del sacerdocio a quienes podía pedírsela.

Durante las semanas siguientes, la impresión de que debía pedir una bendición se hizo cada vez más fuerte. Una vez en que me encontraba prestando servicio como obrera en el Templo de Frankfurt, Alemania, decidí pedir la bendición a uno de los hermanos que estaban allí.

Justo después de tomar esa decisión, vi entrar en el templo al hermano a quien había pensado pedirle la bendición en primer lugar. De inmediato supe que eso no era una coincidencia sino que el Padre Celestial quería que se la pidiera a él específicamente. Me armé de valor y le pregunté si podíamos hablar después de la sesión, a lo que él accedió.

Más tarde, le expliqué que no sabía la razón, pero que había sentido que necesitaba recibir una bendición de él. Me dijo que lo haría con mucho gusto. Él invitó a otro hermano y comenzó a darme la bendición. Cuando terminó, me quedé confundida: La bendición fue bonita, pero no hubo nada específico en sus palabras.

Entonces abrí los ojos y,

al hacerlo, ¡pude ver todo el cuarto casi con completa claridad! ¡No lo podía creer! Le pregunté al hermano si sabía por qué era él la persona que tenía que darme la bendición. Su respuesta fue una lección de humildad para mí.

“No creo que la bendición haya sido solo para usted”, me dijo. “También lo fue para mí. Mañana voy a bendecir a mi sobrina porque se va a bautizar. Mi familia no es activa en la Iglesia y ella va a ser la primera que se bautice en casi veinte años. Muchos familiares van a asistir al bautismo, y yo no estaba seguro de que mi fe fuera lo bastante fuerte para darle la bendición. Ahora sé que puedo hacerlo”.

Durante los días siguientes, mi visión mejoró hasta el punto en que ya no necesité usar mi bastón blanco, así que decidí envolverlo y dárselo al hermano como regalo de Navidad, junto con una carta. “Sé que este no es el báculo de Moisés”, le escribí, “pero espero que le recuerde el poder del sacerdocio que posee”.

El Padre Celestial nos ama y se complace en bendecirnos. Aquella bendición en Navidad no solo me restauró la vista sino que también contribuyó a que un humilde poseedor del sacerdocio tuviera confianza en su servicio como tal.