2019
El mejor tour de nuestra vida nos llevó a la Iglesia
Enero de 2019


Voces de los Santos de los Últimos Días

El mejor tour de nuestra vida nos llevó a la Iglesia

Después de disfrutar unas suculentas costillitas de cerdo preparadas por mi esposa Paty, nos quedamos sentados en el comedor como familia conversando un poco. De repente nuestras hijas Andrea y Shirley formularon una pregunta que hizo que Paty y yo cruzáramos miradas y quedáramos mudos por un instante:“Mami, papi, ¿por qué no vamos a la iglesia como lo hacen las familias de mis amigas?” Tratamos de dar una explicación, argumentando que a las iglesias solamente iban personas con serios problemas de conducta, como ladrones, drogadictos, borrachos, etc., y nosotros éramos una familia sana.

Cierto, no éramos una familia tan problemática. Sin embargo en nuestro hogar podían percibirse malas “vibras”, no se respiraba paz, había poca comunicación entre nosotros y abundaban los reclamos acalorados. En fin, había mucha tristeza.

Luego llegaron pruebas más difíciles. En febrero de 2018, mi esposa estuvo al borde de la muerte debido a una anemia hemolítica, y los médicos no podían hacer nada para contrarrestarla debido a lo complejo de la enfermedad.

En casa mis hijas y yo estábamos muy tristes y preocupados al verla tan mal que sentíamos que ella moriría. Le pedí a Dios con todo mi corazón que la recuperara y a cambio prometí servirle. Cuando ya las esperanzas se esfumaban, milagrosamente un grupo de médicos encontraron las causas y lograron recuperarla.

Mi promesa a Dios y la insistencia de nuestras hijas por visitar una iglesia nos llevó a la decisión de congregarnos en un lugar donde nos sintiéramos cómodos. Mi esposa propuso visitar la iglesia en la cual creció. Nuestras hijas en cambio preferían otra iglesia. Estábamos en un dilema. La decisión estaba en mis manos, y mi voto decidiría a cuál de estos dos lugares ir. Dije: “Bueno, ambas son buenas opciones, pero ¿por qué no conocer otras alternativas? Vamos a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”.

Todos quedaron impávidas, petrificadas, desconcertadas. Creo que jamás imaginaron escuchar tal propuesta, porque en nuestras familias no existen miembros de la Iglesia restaurada de Jesucristo, y en nuestra sociedad hay muchos mitos en torno a ella. Al final decidimos hacer un tour por cada una y luego decidiríamos dónde quedarnos.

Por designios de nuestro Padre Celestial visitamos primero La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, del barrio El Country. Llegamos llenos de curiosidad. Un hermano nos abrió el portón y muy gentilmente nos recibió. Luego nos presentó al obispo Valladares y él, muy amable, nos invitó a la reunión sacramental. En lo personal me impresionó el orden y la reverencia de todos los miembros: los hombres, desde el más pequeño, con su camisa blanca y las niñas, jovencitas y señoras vestidas con mucha pulcritud. Realmente se respiraba mucha paz ahí. Todos nos sonreían y nos saludaban de manera muy amable. Luego se nos acercaron tres jovencitas muy dulces, quienes portaban una plaquita en su pecho. Nos pidieron nuestro número telefónico y dirección; eran misioneras, quienes en los días próximos nos visitaron y compartieron varias clases del Evangelio. Hoy ellas son parte de nuestra familia.

A los dos meses tuve el privilegio de ser bautizado por el obispo Valladares y confirmado por un especial grupo de hermanos del sacerdocio. Una semana después viví la mejor experiencia espiritual de mi vida: bauticé a mis hijas Andrea y Shirley, y a mi esposa Paty.

Desde entonces seguimos asistiendo a la Iglesia aprendiendo cada día. Nuestra hija Andrea, la más eufórica, vive llena de espíritu; es muy buena orando y disfruta sus clases de Primaria. Shirley está muy entusiasmada con Seminario y está aprendiendo a tocar el piano. Mi esposa Paty ha abrazado la Sociedad de Socorro.

El tour sigue, pero no por conocer lo que las otras iglesias nos ofrecen. Hoy y todos los días nuestro tour continúa y nuestro guía es Jesucristo. Él nos muestra el camino, y nos deleitamos conociendo Su palabra y Sus enseñanzas y tratando de practicarlas. Dios restauró esta Iglesia, y nosotros podemos ser las herramientas para llevar el Evangelio a quienes no lo conocen. Estamos seguros de que esta es Su Iglesia, nuestra Iglesia, la Iglesia verdadera.

Hoy somos una familia más unida. En nuestro hogar se respira paz y amor. Cada lunes es una fiesta en casa al celebrar nuestra noche de hogar. Estamos aprendiendo a agradecerle a Dios todo lo que nos da.

Nuestra casa hoy descansa en roca firme porque nuestras vidas las pusimos en sus manos y somos felices de ser una familia Santo de los Últimos Días.