2019
¡Pero tengo hambre!
Enero de 2019


¡Pero tengo hambre!

Isadora Marques Garcia

São Paulo, Brasil

Imagen
missionaries and money on the ground

Ilustración por Allen Garns

Un día lluvioso en mi misión en Colombia, a mi compañera y a mí nos quedaba una hora antes de tener que regresar a casa. Teníamos hambre y estábamos cansadas de caminar todo el día. No habíamos encontrado a nadie a quien enseñar.

Tampoco llevábamos dinero con nosotras y no habíamos hecho la compra de la comida. Sabíamos que llegaríamos a casa y no tendríamos nada para comer. Traté de alejar esos pensamientos negativos y de centrarme en la obra.

“¡Mire lo que encontré!”, exclamó de repente mi compañera.

Había encontrado algo de dinero en el suelo. Por la expresión de su rostro, pude darme cuenta de que estaba pensando lo mismo que yo. ¡Podíamos comprar algo para comer!

Pero después de un momento, mi compañera dijo: “No, ¡este dinero no es nuestro!”.

“¡Pero tengo hambre!”, pensé.

“A quien sea que le pertenezca, no vamos a encontrarlo a esta hora de la noche”, le dije.

Ella sugirió que oráramos. Yo sabía que eso era lo correcto, pero una parte de mí pensaba que era una locura. Habíamos trabajado arduamente todo el día. Estábamos hambrientas. Tal vez, encontrar el dinero era una bendición por nuestro servicio.

Entonces recordé a mi madre. Cuando yo era pequeña, ella nos enseñó a mis hermanas y a mí a ser honradas siempre. Ella era un ejemplo para nosotras y oraba para que tuviéramos el valor de ser honradas. Sabía que, si ella hubiera estado allí, estaría triste si yo no tomaba la decisión correcta.

Así que oramos. Le pedimos a nuestro Padre Celestial que nos ayudara a encontrar al dueño. Varios minutos después, llegó un joven buscando algo. Tenía lágrimas en los ojos y parecía molesto. Mi compañera y yo fuimos hacia él y nos enteramos de que teníamos lo que él estaba buscando.

Le devolvimos su dinero y él nos agradeció reiteradamente. Dijo que lo necesitaba para pagar la universidad. Sin él, perdería su matrícula. Mis ojos se llenaron de lágrimas y me arrepentí de mis deseos anteriores de gastar el dinero. Obtuvimos su información de contacto y pudimos enseñarles a él y a otras cinco personas. Esa noche le agradecí a mi compañera su buen ejemplo.

Sé que Dios nos bendice cuando somos honrados. No tuvimos nada para comer esa noche, pero no recuerdo haber ido a la cama con hambre. El haber encontrado el dinero fue una bendición, después de todo.