2019
Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo (Deuteronomio 5:15)
Febrero de 2019


Mensaje de un Miembro de los Setenta

Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo (Deuteronomio 5:15)

El Día de Reposo

Uno de los días de la semana que más disfruto es el domingo, el día de reposo, o aún mejor el día del Señor. En este día se nos brinda la oportunidad de mostrar el gran amor que tenemos hacia nuestro Padre Celestial y a Su Hijo Jesucristo, y hacia nuestros semejantes, asisitiendo puntualmente a la reunión sacramental, tomando con seriedad y reverencia la santa cena, renovando nuestros convenios, cumpliendo con nuestros llamamientos y asignaciones; así como pasando tiempo en familia, estudiando todo lo que sea inspirador, y haciéndolo con la mira puesta únicamente en la gloria a Dios (Doctrina y Convenios 4:5).

Respecto al mandamiento de honrar el día de reposo, en el Antiguo Testamento leemos: Y Moisés hizo reunir a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: Estas son las cosas que Jehová ha mandado hacer: Seis días se trabajará, pero el día séptimo os será santo, día de reposo dedicado a Jehová; … (Éxodo 35:1–2).

Y acuérdate de que fuiste esclavo en la tierra de Egipto y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano poderosa y brazo extendido; por lo tanto, Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo. (Deuteronomio 5:15).

Así que se nos ha mandado “reposar”, de las cosas cotidianas de la semana y se nos ha mandado que sea honrar este día y dedicarlo completamente al Señor.

Nuestro convenio bautismal

Cuando somos bautizados hacemos un convenio con Dios. En este convenio le prometemos tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo, guardar Sus mandamientos y servirle hasta el fin.

A cambio de eso, nuestro Padre Celestial nos promete la remisión de nuestros pecados y, por medio de la ordenanza de la confirmación, se nos otorga el don del Espíritu Santo.

Al participar de la Santa Cena cada semana, hacemos nuevamente un convenio con Dios y, al hacerlo con dignidad, nuestros pecados son borrados y se nos otorgan las promesas de tener la compañía y guía constante del Espíritu Santo. ¡Eso es maravilloso!

Recuerdo muy bien que al día siguiente de que fui bautizado y confirmado como miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tuve la oportunidad de participar de la santa cena por primera vez, lo cual hice con un espíritu de alegría, y de gratitud, al sentir en mi corazón el gran amor de Nuestro Padre Celestial hacia nosotros.

A partir de ese momento, y hasta la fecha, la reunión sacramental tiene un significado especial en mi vida y, por supuesto ahora, en la vida de nuestra familia. Asistir a la Iglesia y participar de la Santa Cena es prioritario en nuestra familia, y se espera que lo sea para cada uno de nosotros.

La Santa Cena

Me gusta lo que el Señor ha revelado con respecto al mandamiento de la Santa Cena:

Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo”; porque, en verdad, este es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo” (Doctrina y Convenios 59:9–10).

El asistir a la reunión sacramental es un mandamiento, que viene acompañado de una gran promesa. He aprendido que si participamos semanalmente de la ordenanza de la Santa Cena, llevando un corazón quebrantado y un espíritu contrito, nos haremos merecedores de la promesa de “que siempre [tendremos] Su Espíritu [con nosotros]” (Doctrina y Convenios 20:77).

La bendición de tener Su Espíritu con nosotros

Ese Espíritu es el fundamento de nuestro testimonio; no solamente nos testifica del Padre y del Hijo, sino que también nos recuerda todas las cosas y nos conduce hacia la verdad. Es la brújula que nos guía en nuestro camino hacia la vida eterna.

El apóstol Pablo, escribiendo a los santos de Corinto, les dijo que “nadie puede afirmar que Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Corintios 12:3). El saber que Dios vive y que Jesucristo es Su Hijo, nuestro Salvador y Redentor, es absolutamente esencial para comprender el propósito de la vida.

Mi Experiencia

El Salvador instituyó la ordenanza de la Santa Cena para que siempre recordáramos Su Expiación. Esta ordenanza es la más sagrada e importante de la Iglesia. Es la única reunión del día de reposo en la que toda la familia puede y debe asistir junta. Yo he aprendido por los buenos ejemplos de personas fieles, quienes pusieron al Señor primero y honraron con valentía el día de reposo.

La mamá de mi esposa fue una mujer muy fiel y dedicada. Con frecuencia tenía algunos familiares visitándoles el fin de semana. Ella era muy buena anfitriona, pero el día domingo no se quedaba para atender a familiares, ni para ningún otro compromiso. Ella les decía a sus familiares que estaban invitados a asistir a la Iglesia con ella y su familia, pero que, si no lo deseaban, ellos podrían quedarse en casa y esperarla al regreso. Para ella primero era el Señor.

Mi Testimonio

En el día de reposo podemos, además de asistir a la Iglesia, estudiar las Escrituras, hacer la noche de hogar, estudiar los materiales de estudio como familia, hacer la Historia Familiar, actualizar nuestro diario, escribir a misioneros, o llevar a cabo la labor de la ministración de una forma especial.

También podemos descansar de las labores regulares, tomando tiempo para meditar, para orar y buscar revelación personal. En Isaías leemos: Bienaventurado el hombre que hace esto y el hijo del hombre que se aferra a esto, que guarda el día de reposo para no profanarlo y que guarda su mano de hacer todo lo malo.

Yo sé que Dios vive y que Su Hijo Jesucristo vive. Yo sé que ellos nos aman y sé que una de las formas de mostrarles mi amor es honrando el día de reposo, a decir que el domingo es Su día, ¡el día del Señor!