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Capítulo 14: 2 Nefi 31–33


Capítulo 14

2 Nefi 31–33

Introducción

Los últimos escritos de Nefi abarcan lo que él llamó “la doctrina de Cristo” (2 Nefi 31:2, 21; 32:6). El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó:

“En el Libro de Mormón, ‘la doctrina de Cristo’ es sencilla y directa. Se centra exclusivamente en los primeros principios del Evangelio, incluyendo el brindar aliento para perseverar, persistir y seguir adelante. De hecho, el impacto de ‘la doctrina de Cristo’ radica en su claridad y sencillez…

“…La doctrina de Cristo no es complicada. Es profunda, hermosa y decididamente clara y completa” (Christ and the New Covenant, 1997, págs. 49–50, 56).

Esfuércese por centrar su vida en los aspectos sencillos, pero a la vez profundos, de la doctrina de Cristo que le proporcionarán la compañía y guía del Espíritu Santo y también la dicha eterna.

Comentario

2 Nefi 31:2. “La doctrina de Cristo”

  • El élder Jeffrey R. Holland explicó lo que quiere decir la frase “la doctrina de Cristo”, como se usa en 2 Nefi 31: “A pesar de que una frase como ‘la doctrina de Cristo’ podría emplearse correctamente para describir cualesquiera de las enseñanzas del Maestro, o todas, propiamente se podría denominar a todas esas expresiones tan magníficamente amplias y hermosas que aparecen a lo largo del Libro de Mormón, el Nuevo Testamento y las Escrituras de los últimos días como ‘las doctrinas de Cristo’. Observen que la frase que Nefi empleó está claramente en singular. En su testimonio final, y después en la propia declaración del Salvador a los nefitas durante Su aparición a ellos, el hincapié se hace en un sentido preciso, centrado y singular de la doctrina de Cristo, específicamente en lo que el profeta José Smith declaró que son ‘los primeros principios y ordenanzas del Evangelio’” (Christ and the New Covenant, pág. 49).

2 Nefi 31:4–10. “Habiéndoles él puesto el ejemplo por delante”

  • Si bien toda la humanidad debe bautizarse para la remisión de los pecados, el Salvador, que era santo y no tenía pecado, fue bautizado para dar ejemplo de humildad y obediencia. El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que al bautizarse, Jesucristo mostró el camino que deben seguir todas las personas, el cuál Él mismo recorrió:

    “Es tan importante entrar en el reino de Dios, que Jesús fue bautizado para mostrarnos ‘la angostura de la senda, y la estrechez de la puerta por la cual [debemos] entrar’ (2 Nefi 31:9)…

    “Por haber nacido de una madre terrenal, Jesús fue bautizado para cumplir con el mandamiento de Su Padre de que los hijos y las hijas de Dios deben ser bautizados. Él dio el ejemplo para que todos nosotros nos humillemos ante el Padre Celestial. A todos se nos extiende la invitación de entrar en las aguas del bautismo. Él fue bautizado para testificar a Su Padre que sería obediente en guardar Sus mandamientos; fue bautizado para mostrarnos que debíamos recibir el don del Espíritu Santo (véase 2 Nefi 31:4–9).

    “Al seguir el ejemplo de Jesús, también nosotros demostramos que nos arrepentiremos y seremos obedientes en guardar los mandamientos de nuestro Padre Celestial. Nos humillamos con un corazón quebrantado y un espíritu contrito al admitir nuestros pecados y buscar el perdón por nuestras transgresiones (véase 3 Nefi 9:20). Hacemos convenio de que estamos dispuestos a tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo y recordarle siempre” (Liahona, enero de 2001, págs. 7–8).

2 Nefi 31:13. “Con íntegro propósito de corazón, sin acción hipócrita”

  • La frase “íntegro propósito de corazón” sugiere una entrega total a Jesucristo, con motivos puros y sinceros, en lugar de tan sólo fingir que se sigue al Señor. El presidente Marion G. Romney (1897–1988), de la Primera Presidencia, se dio cuenta de tal hipocresía: “Hay personas que tratan de servir a Dios sin ofender al diablo” (“The Price of Peace”, Ensign, octubre de 1983, pág. 6).

  • El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Quórum de los Doce Apóstoles, recalcó la importancia de seguir al Señor con sinceridad:

    “¿Vivimos verdaderamente el Evangelio o simplemente aparentamos rectitud para que los que nos rodean supongan que somos fieles cuando, en realidad, nuestro corazón y nuestras acciones en privado no armonizan con las enseñanzas del Señor?

    “¿Adoptamos sólo una ‘apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella’? [José Smith—Historia 1:19].

    “¿Somos en realidad justos, o fingimos obediencia sólo cuando pensamos que otros nos están observando?

    “El Señor ha dejado en claro que las apariencias no lo engañan, advirtiéndonos que no debemos ser falsos con Él ni con los demás. Nos ha advertido que tengamos cuidado con aquellos que presentan una actitud engañosa o un aspecto refulgente que sólo esconde una realidad más tenebrosa. Nosotros sabemos que el Señor ‘mira el corazón’ y no ‘lo que está delante de [los] ojos’ [1 Samuel 16:7]” (véase Liahona, julio de 1997, pág. 17).

2 Nefi 31:13–14, 17. “El bautismo de fuego”

  • Jesucristo enseñó que todos deben bautizarse en el agua y también por el Espíritu (véase Juan 3:5). Al bautismo de agua debe seguirle el bautismo del Espíritu, al cual a veces se le llama bautismo de fuego. El presidente Marion G. Romney enseñó: “La importancia de recibir el don del Espíritu Santo no puede expresarse con palabras. Es el bautismo de fuego al que se refirió Juan. (Véase Lucas 3:16.) Es el ‘nacimiento del espíritu’ del que hablaba Jesús a Nicodemo [Juan 3:5]” (Liahona, agosto de 1974, pág. 45).

  • El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, aclaró que el estar confirmado no quiere decir que la persona haya recibido el bautismo del Espíritu:

    “Después del bautismo, aquellos que tienen la autoridad del sacerdocio nos colocaron las manos sobre la cabeza y nos confirmaron miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y se nos confirió el Espíritu Santo (véase D. y C. 49:14). La declaración ‘recibe el Espíritu Santo’ que se pronunció en nuestra confirmación fue una directiva de que nos esforzáramos por obtener el bautismo del Espíritu.

    “El profeta José Smith enseñó: ‘Tan provechoso sería bautizar un costal de arena como a un hombre, si su bautismo no tiene por objeto la remisión de los pecados y la recepción del Espíritu Santo. El bautismo de agua no es sino medio bautismo, y no vale nada sin la otra mitad, es decir, el bautismo del Espíritu Santo’ (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 384). Nosotros fuimos bautizados por inmersión en el agua para la remisión de los pecados. También debemos ser bautizados por inmersión en el Espíritu del Señor, ‘…y entonces viene una remisión de vuestros pecados por fuego y por el Espíritu Santo’ (2 Nefi 31:17)” (Liahona, mayo de 2006, pág. 29).

  • El élder Lynn A. Mickelsen, de los Setenta, explicó que por la expiación del Salvador, el bautismo de fuego limpia los pecados: “Por medio de la expiación del Salvador, que se dio a Sí mismo como rescate por nuestros pecados, Él autoriza al Espíritu Santo [para] que nos purifique en un bautismo de fuego. Al morar el Espíritu Santo en nosotros, Su presencia purificadora quema toda la impureza del pecado. Tan pronto como se establece el cometido, se inicia el proceso de purificación” (Liahona, noviembre de 2003, pág. 12).

2 Nefi 31:15–16. La voz del Padre

  • En una de las inusuales ocasiones en las que se escuchó la voz del Padre, Él dio testimonio: “Sí, las palabras de mi Amado son verdaderas y fieles. Aquel que persevere hasta el fin, éste será salvo” (2 Nefi 31:15). Posteriormente dijo que los que perseveren hasta el fin tendrán “la vida eterna” (versículo 20). Estas sagradas palabras que Nefi escuchó del Padre ilustran que una de las promesas más significativas del Evangelio es que aquellos que perseveren “hasta el fin, [tendrán] vida eterna” (3 Nefi 15:9).

2 Nefi 31:15–16. “Aquel que persevere hasta el fin”

  • La frase “perseverar hasta el fin” con frecuencia se usa para dar a entender que a lo largo de la vida debemos soportar las penurias con paciencia. El élder Joseph B. Wirthlin explicó que perseverar hasta el fin también quiere decir seguir siendo fiel a Cristo hasta el final de nuestras vidas:

    “Perseverar hasta el fin es la doctrina del proseguimiento en el camino que nos conduce a la vida eterna después de que uno haya entrado en ese camino mediante la fe, el arrepentimiento, el bautismo y la recepción del Espíritu Santo. Perseverar hasta el fin requiere todo nuestro corazón, o, como enseña Amalekí, profeta del Libro de Mormón, debemos ‘[venir] a él y [ofrecerle nuestras] almas enteras como ofrenda, y [continuar] ayunando y orando, y [perseverando] hasta el fin; y así como vive el Señor, [seremos] salvos’ [Omni 1:26].

    “Perseverar hasta el fin significa que hemos plantado nuestra vida firmemente en la doctrina del Evangelio; significa guardar las doctrinas aceptadas de la Iglesia, servir con humildad a nuestros semejantes, vivir como Cristo y guardar nuestros convenios. Quienes perseveran son equilibrados, constantes, humildes, mejoran continuamente y no tienen engaño; su testimonio no se basa en razones mundanas, sino que se basa en la verdad, el conocimiento, la experiencia y el Espíritu” (véase Liahona, noviembre de 2004, pág. 101).

2 Nefi 31:17–20. La puerta es el bautismo

  • El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que el bautismo no es solamente la entrada en la Iglesia, sino que además es el camino necesario para obtener la vida eterna: “Cuando el Señor estuvo sobre la tierra dijo claramente que había sólo un camino, sólo uno, por el que el hombre pudiese ser salvo. ‘Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí’ (Juan 14:6). Para seguir ese camino hay dos cosas que son inevitables. Primero, en su nombre descansa la autoridad para asegurar la salvación de la humanidad, ‘porque no hay otro nombre bajo el cielo… en que podamos ser salvos’ (Hechos 4:12). Y segundo, existe una ordenanza esencial, el bautismo, que es como una puerta por la cual toda alma debe pasar a fin de obtener la vida eterna” (véase Liahona, febrero de 1976, pág. 97).

2 Nefi 31:19–20. Seguir adelante

  • El élder David A. Bednar enseñó que “venir a Cristo” exige toda una vida de seguir adelante con una obediencia constante: “Venir a Cristo no es un único acontecimiento con un inicio y un fin determinados; más bien, es un proceso que se desarrolla y profundiza durante toda la vida. Como paso inicial del proceso, ciertamente debemos obtener conocimiento y aprender sobre Jesús y Su vida, Sus enseñanzas y Su ministerio. Pero para verdaderamente venir a Cristo, también se requiere una obediencia y un esfuerzo constantes para llegar a ser como Él en nuestros pensamientos, motivos, palabras y hechos. A medida que seguimos adelante (véase 2 Nefi 31:20) por el camino del discipulado, nos allegamos al Salvador con la esperanza de que Él se allegue a nosotros; podemos buscarle diligentemente con la esperanza de hallarle; podemos pedir confiando en que recibiremos; y podemos llamar esperando que la puerta se abra para dejarnos entrar (véase D. y C. 86:63)” (“Porque las tenemos ante nuestros ojos”, Liahona, abril de 2006, págs. 17, 18).

2 Nefi 31:20; 32:3.
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Dominio de las Escrituras
“Deleitándoos en la palabra de Cristo”

  • La frase “deleitarse en la palabra de Cristo” (2 Nefi 31:20) compara nuestra disposición de recibir las palabras de Cristo con disfrutar de una suculenta comida. El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que nos deleitamos en las palabras de Cristo cuando las anhelamos y las obedecemos: “Deleitarse significa más que probar; deleitarse significa saborear, y saboreamos las Escrituras al estudiarlas con un espíritu de agradable descubrimiento y de fiel obediencia. Cuando nos deleitamos en las palabras de Cristo, quedan grabadas ‘en tablas de carne del corazón’ [2 Corintios 3:3]. Se convierten en parte integral de nuestra naturaleza” (véase Liahona, enero de 2001, pág. 21).

    ¿Dónde podemos encontrar “la palabra de Cristo” a fin de deleitarnos en ella? El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) aclaró: “Como se expresa en el lenguaje del Libro de Mormón, debemos ‘creer en Cristo y no negarlo’. (2 Nefi 25:28.)… Debemos cumplir con el mandato: ‘Venid a Cristo, y perfeccionaos en él’. (Moroni 10:32.)… Debemos hacerlo ‘deleitándo[nos] en la palabra de Cristo’ (2 Nefi 31:20), al recibirla por medio de las Escrituras, Sus ungidos y Su Santo Espíritu” (A Witness and a Warning, 1988, pág. 51).

  • El élder Robert D. Hales explicó que a fin de deleitarse en las palabras de Cristo se hace necesario absorber e incorporar Sus enseñanzas, así como se absorbe e incorpora la comida: “Para que ustedes y yo nos deleitemos en las palabras de Cristo, debemos estudiar las Escrituras y absorber Sus palabras al meditarlas y hacerlas parte de todo pensamiento y acto” (véase Liahona, enero de 1999, pág. 16).

  • En una oportunidad más reciente, el élder Hales dijo que deleitarse en las Escrituras es el medio por el cual escuchamos la voz del Señor en nuestra vida:

    “Si no tenemos la palabra de Dios, o si no la escuchamos ni nos aferramos a ella, nos desviaremos por sendas extrañas y nos perderemos como individuos, familias y naciones.

    “Al igual que una voz que clama desde el polvo, los profetas del Señor claman también en la tierra hoy en día: ¡Aférrense a las Escrituras! Afiáncense en ellas, caminen según sus dictados, vivan de acuerdo con sus preceptos, regocíjense en ellas; deléitense en ellas; no les den sólo probaditas. Ellas son ‘el poder de Dios para salvación’ [D. y C. 68:4] y nos guiarán de regreso a nuestro Salvador Jesucristo.

    “Si el Salvador se hallase aquí presente en la carne, nos enseñaría basándose en las Escrituras, del mismo modo en que enseñó cuando moró en la tierra… Sus palabras resuenan: ‘Escudriñad las Escrituras, porque… ellas son las que dan testimonio de mí’ [Juan 5:39]: un testimonio que es fruto del Espíritu Santo, pues ‘por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas’ [Moroni 10:5]…

    “¡Qué gloriosa bendición! Porque, si deseamos hablar con Dios, oramos; y si deseamos que Él nos hable, escudriñamos las Escrituras, porque por medio de Sus profetas recibimos Sus palabras. De modo que Él nos enseñará a medida que prestemos atención a la inspiración del Espíritu Santo” (Liahona, noviembre de 2006, págs. 26–27).

2 Nefi 32:2–3.
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“Hablar con lengua de ángeles”

  • Una vez que la persona ha recibido el Espíritu Santo y ha sido bautizada por fuego, el Espíritu Santo la inspira con la capacidad y el vocabulario para “hablar con lengua de ángeles” a fin de que pueda “prorrumpir en alabanzas al Santo de Israel” (2 Nefi 31:13). Hablar con lengua de ángeles no quiere decir necesariamente que la persona hable en otro idioma.

    El presidente Boyd K. Packer señaló que hablamos con lengua de ángeles cuando hablamos por la influencia del Espíritu Santo: “Nefi explicó que los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; y ustedes pueden hablar con lengua de ángeles, lo que significa sencillamente que pueden hablar con el poder del Espíritu Santo. Será algo sereno; será invisible. No habrá una paloma. No habrá lenguas repartidas de fuego. Pero el poder se hará sentir” (“El don del Espíritu Santo: Lo que todo miembro de la Iglesia debe saber”, Liahona, agosto de 2006, págs. 21–22).

2 Nefi 32:3–5. “Todas las cosas que debéis hacer”

  • El Libro de Mormón promete que “las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer” (2 Nefi 32:3). El élder W. Rolfe Kerr, de los Setenta, explicó que las palabras de Cristo nos pueden guiar de la misma forma en que lo hizo la Liahona con la familia de Lehi al conducirla por el desierto: “Así vemos, hermanos y hermanas, que las palabras de Cristo pueden ser una liahona personal para cada uno de nosotros, mostrándonos el camino. No seamos perezosos por la facilidad que presenta la senda. Con fe, llevemos las palabras de Cristo a nuestra mente y a nuestro corazón, según se hallan registradas en las sagradas Escrituras y son proferidas por los profetas, videntes y reveladores vivientes. Con fe y diligencia deleitémonos en las palabras de Cristo, porque las palabras de Cristo serán nuestra liahona espiritual que nos dice todo lo que tenemos que hacer” (Liahona, mayo de 2004, pág. 37).

  • El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, confirmó que contar con la presencia del Espíritu Santo gracias al estudio diario y regular de las Escrituras es importante y conlleva beneficios: “Otra cosa sencilla que permite que Dios nos dé fortaleza es el deleitarnos en Su palabra: lean los libros canónicos de la Iglesia, así como las palabras de los profetas vivientes, y medítenlos. Existe una promesa de ayuda divina cuando se lleva a cabo esa práctica diaria. El estudio fiel de las Escrituras nos trae la manifestación del Espíritu Santo” (véase Liahona, mayo de 2004, pág. 18).

  • El élder Spencer J. Condie, de los Setenta, indicó que las Escrituras facilitan la compañía del Espíritu Santo en los momentos en que nos enfrentamos a decisiones importantes: “Puede que enfrenten decisiones con respecto a la misión, su futura carrera y, finalmente, el matrimonio. Al leer las Escrituras y orar en busca de guía, tal vez no vean la respuesta en forma impresa en una página, sino que mientras lean, recibirán impresiones nítidas, y susurros y, como se ha prometido, el Espíritu Santo ‘os mostrará todas las cosas que debéis hacer’ [2 Nefi 32:5]” (Liahona, julio de 2002, pág. 50).

2 Nefi 32:8–9.
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“Debéis orar siempre”

  • El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, aconsejó que la oración es una cuerda de salvamento que nos dirige a Dios: “Cuando Dios puso al hombre sobre la tierra, la oración [se convirtió en] la cuerda de salvamento entre el género humano y Dios. De ese modo, en la generación de Adán, los hombres comenzaron ‘a invocar el nombre de Jehová’ [Génesis 4:26]. Desde aquella época, a lo largo de todas las generaciones, la oración ha satisfecho una necesidad humana muy importante. Cada uno de nosotros tiene problemas que no puede resolver y debilidades que no puede conquistar sin llegar, por conducto de la oración, a una fuente de fortaleza superior. Esa fuente es el Dios del cielo a quien oramos en el nombre de Jesucristo [véanse 2 Nefi 32:9; 3 Nefi 20:31]. Al orar debemos pensar en nuestro Padre Celestial que posee todo conocimiento, entendimiento, amor y compasión” (Liahona, julio de 2002, pág. 62).

2 Nefi 33:1–4. Llevado al corazón

  • El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, dio un ejemplo de cómo se lleva el Evangelio “al corazón de los hijos de los hombres” (2 Nefi 33:1):

    “El presidente Hinckley mencionó un importante corolario del mandamiento de enseñar por el Espíritu cuando extendió el siguiente desafío:

    “‘Debemos… hacer que nuestros maestros hablen desde el corazón más que desde los libros y que transmitan su amor por el Señor y Su preciosa obra, y, de algún modo, esto se encenderá en el corazón de las personas a quienes enseñen’ [Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, págs. 619–620].

    “Ése es nuestro objetivo: amar a Dios y dedicarnos a que el evangelio de Jesucristo ‘encienda’ el corazón de aquellos a quienes enseñamos” (véase Liahona, enero de 2000, pág. 97).

  • El élder David A. Bednar, explicó que la persona que escucha la palabra debe estar asimismo dispuesta a recibirla por el Espíritu: “Nefi nos enseña: ‘Cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo… lleva [el mensaje] al corazón de los hijos de los hombres’ (2 Nefi 33:1). Les ruego que observen que el Espíritu lleva el mensaje al corazón, pero no lo introduce necesariamente en su interior. Un maestro puede explicar, demostrar, persuadir y testificar con poder y eficiencia espirituales; sin embargo, a la larga, el contenido de un mensaje y el testimonio del Espíritu Santo penetran el corazón sólo cuando lo permite el receptor” (“Seek Learning by Faith”, una tarde con el élder David A. Bednar, 3 de febrero de 2006, pág. 1, www.ldsces.org; véase D. y C. 50:14, 17–20).

2 Nefi 33:11. Éstas son las palabras de Jesucristo

  • El presidente Ezra Taft Benson enseñó que una de nuestras funciones como miembros de la Iglesia es declarar a los demás que éstas son las palabras de Jesucristo que nos llegan por medio de Sus siervos: “Nuestra principal tarea es declarar el Evangelio, y hacerlo eficazmente, pero no tenemos la obligación de contestar todas las objeciones. Llega el momento en el cual todo hombre cuenta únicamente con el respaldo de la fe, y entonces es cuando debe tomar una posición definitiva. ‘Y si no son las palabras de Cristo, juzgad’, dijo Nefi, ‘porque en el postrer día Cristo os manifestará con poder y gran gloria que son sus palabras; y ante su tribunal nos veremos cara a cara, vosotros y yo, y sabréis que él me ha mandado escribir estas cosas’. (2 Nefi 33:11.) Todo hombre debe juzgar por sí mismo, sabiendo que el Señor habrá de tenerlo por responsable” (véase Liahona, agosto de 1975, pág. 42).

2 Nefi 33:11. El tribunal del juicio

  • Nefi dijo que nos vería ante el tribunal del juicio. Es interesante el hecho de que Jacob y Moroni hicieran comentarios muy parecidos (véanse Jacob 6:13; Moroni 10:27).

Para meditar

  • ¿Por qué seguir adelante es una parte importante de perseverar hasta el fin?

  • Nefi nos aconsejó que oremos siempre (véase 2 Nefi 32:9). En las circunstancias de la vida de usted, ¿cuál es la mejor forma de lograrlo?

  • ¿Qué es lo que más le impacta del testimonio final de Nefi? (véase 2 Nefi 33:10–14).

Tareas sugeridas

  • Después de leer el comentario en este capítulo, evalúe sus propios hábitos de oración personal y estudio individual de las Escrituras. ¿Podrían considerarse éstos como maneras de deleitarse en las palabras de Cristo y de orar siempre? (véase 2 Nefi 32:3, 9). Haga los ajustes necesarios en su estudio de las Escrituras para que éstos se acerquen más a las enseñanzas de Nefi.

  • En base a 2 Nefi 31–33, prepare una lección para la noche de hogar sobre la exposición que hizo Nefi acerca de la “doctrina de Cristo” (2 Nefi 31:2). Ayude a sus familiares a entender qué quiso decir Nefi con las palabras: “Ésta es la senda; y no hay otro camino, ni nombre dado debajo del cielo por el cual el hombre pueda salvarse en el reino de Dios” (2 Nefi 31:21).