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Capítulo 21: Mosíah 18–24


Capítulo 21

Mosíah 18–24

Introducción

Las personas que fueron con Alma al desierto se humillaron al creer en la palabra de Dios, arrepentirse y aceptar el convenio del bautismo, pero aun así, los lamanitas los redujeron al cautiverio durante algún tiempo. En esa misma época de la historia, el pueblo de Limhi siguió viviendo bajo el dominio lamanita, hasta que finalmente, tras intentar en vano liberarse por su propia fuerza, se humilló y Dios lo liberó. Tanto el pueblo de Alma como el de Limhi experimentaron el cautiverio y la opresión, y los dos grupos experimentaron las bendiciones de la libertad otorgada por la mano del Señor. Procure descubrir las formas en que el Señor nos redime de las dificultades de la vida terrenal al fortalecernos y ayudarnos en nuestros problemas. Al comparar y observar el contraste de las circunstancias de estas dos sociedades, podemos aprender principios que nos ayuden a encarar nuestros retos.

Comentario

Mosíah 18:8. Convertirse en el pueblo del Señor mediante el bautismo

  • El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, resumió las expectativas que se tienen de quienes aceptan el bautismo:

    “Alma empezó a bautizar a todos los que deseaban hacer convenio con Cristo. Les pidió que ‘[sirviesen a Dios y guardasen] sus mandamientos, para que él derrame su Espíritu más abundantemente’ sobre ellos. Estos nuevos discípulos también demostrarían su fe al:

    “Entrar en el rebaño de Dios.

    “Ser llamados Su pueblo.

    “Llevar las cargas los unos de los otros.

    “Llorar con los que lloran.

    “Consolar a los que necesitan de consuelo.

    “Ser testigos de Dios en todo momento y en todas las cosas y en todo lugar.

    “Concertar un convenio de servir a Dios y guardar Sus mandamientos.

    “Estas palabras de Alma en las Aguas de Mormón siguen siendo la declaración de las Escrituras más completa que se haya registrado sobre lo que deben comprometerse a hacer y ser quienes se bautizan” (Christ and the New Covenant, 1997, pág. 106).

    El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Quórum de los Doce Apóstoles, describió las bendiciones de aceptar los convenios del bautismo: “A lo largo de mi vida he observado que cuando las personas llegan a comprender plenamente las bendiciones y el poder de su convenio bautismal, ya sea como conversos nuevos o como miembros de la Iglesia de toda la vida, experimentan una gran dicha y abordan sus responsabilidades en el reino con un entusiasmo contagioso” (“Alma the Elder: A Role Model for Today”, en Heroes from the Book of Mormon, 1995, pág. 84).

Mosíah 18:9. “Ser testigos de Dios en todo tiempo”

  • El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, declaró que nuestros convenios bautismales requieren rectitud sin importar lo difícil que sean las circunstancias: “Cuando en las aguas del bautismo hacemos convenio de ‘ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar’, no nos referimos solamente a las reuniones de ayuno y testimonios. Tal vez no siempre sea fácil, conveniente o políticamente aceptable asumir la defensa de la verdad y la rectitud, pero es siempre lo correcto; siempre” (véase Liahona, enero de 1998, pág. 43).

Mosíah 18: 10. “Habéis concertado un convenio con él”

  • La hermana Bonnie D. Parkin, como Presidenta General de la Sociedad de Socorro, explicó algo sobre la forma en que el Padre Celestial nos enseña en la medida en que hacemos y guardamos convenios: “Los convenios —o las promesas que tienen validez entre nosotros y nuestro Padre Celestial— son esenciales para nuestro progreso eterno. Paso a paso, Él nos instruye para que seamos como Él al invitarnos a participar en Su obra. Cuando nos bautizamos, hacemos el convenio de amarle con todo nuestro corazón, y de amar a nuestros hermanos y hermanas como a nosotr[o]s mism[o]s. En el templo hacemos convenios adicionales de ser obedientes, generosos, fieles, honorables y caritativos. Hacemos el convenio de hacer sacrificios y de consagrar todo lo que tenemos. Cuando guardamos los convenios forjados mediante la autoridad del sacerdocio, recibimos bendiciones hasta rebosar nuestra copa. ¿Cuán a menudo reflexionan en que sus convenios se extienden más allá de la vida terrenal y en que l[o]s ponen en contacto con lo Divino? El hacer convenios es la manifestación de un corazón dispuesto; el guardarlos es la manifestación de un corazón fiel” (“Con santidad de corazón”, Liahona, noviembre de 2002, págs. 103–104).

Mosíah 18:10. Tener Su Espíritu

  • El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, señaló que tener el Espíritu Santo influye en nuestra conducta y da firmeza a nuestro testimonio:

    “El Espíritu Santo nos da la fortaleza y la valentía de llevar nuestra vida a la manera del reino de Dios, y es la fuente de nuestro testimonio del Padre y del Hijo…

    “Al escoger pertenecer a Su reino, nos separamos del mundo, mas no nos aislamos de él. Nuestra vestimenta será recatada, nuestros pensamientos puros y nuestro lenguaje limpio. Las películas y la televisión que miremos, la música que escuchemos, los libros, las revistas y los periódicos que leamos serán edificantes. Elegiremos amigos que alienten nuestras metas eternas y trataremos a los demás con bondad. Rechazaremos los vicios de la inmoralidad, el juego, el tabaco, las bebidas alcohólicas y las drogas ilegales. Nuestras actividades dominicales reflejarán el mandamiento de recordar el día de reposo y santificarlo. Seguiremos el ejemplo de Jesucristo [en] el modo de tratar a los demás y viviremos dignos de entrar en la Casa del Señor” (Liahona, enero de 2001, págs. 8–9).

Mosíah 18:12–18. Alma tenía el sacerdocio

  • El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) explicó que Alma tenía la autoridad para bautizar:

    “Podemos llegar a la conclusión de que Alma poseía el sacerdocio antes de que él y otros se descarriaran con el rey Noé. Si esto es cierto o no en realidad no importa, porque en el libro de Mosíah se declara en forma definitiva que él contaba con la autoridad [véase Mosíah 18:13].

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    Alma bautizando en las aguas de Mormón

    “Si Alma tenía autoridad para bautizar, ello sirve de prueba de que había sido bautizado; por lo tanto, cuando se bautizó junto con Helam, no era el caso que Alma se estuviese bautizando a sí mismo sino que lo hacía simplemente en señal de humildad y pleno arrepentimiento ante el Señor” (Answers to Gospel Questions, comp. de Joseph Fielding Smith, hijo, cinco tomos, 1957–1966, tomo III, pág. 203).

Mosíah 18:21. “Entrelazados sus corazones con unidad y amor”

  • Por medio de revelaciones modernas, el Señor ha dado este consejo: “…Sed uno; y si no sois uno, no sois míos” (D. y C. 38:27). El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, comentó sobre la división que reina en nuestro mundo caído y sobre cómo el guardar los mandamientos nos lleva a la unión:

    “A raíz de la Caída, se hizo evidente que vivir en unión no iba a ser fácil…

    “…Necesitamos la esperanza de que podemos experimentar unión en esta vida y ser dignos de tenerla por siempre en el mundo venidero…

    “Para lograr la unión, hay mandamientos que debemos guardar en cuanto a lo que sentimos. Debemos perdonar y no tener malicia alguna contra los que nos ofendan” (véase Liahona, julio de 1998, págs. 72, 74).

  • La unión y el amor llegaron como resultado de que el pueblo de Alma renovó su compromiso de vivir los mandamientos de Dios. Mientras servía en calidad de Setenta, el élder C. Max Caldwell dijo que este incremento de amor es un estado que se debe desarrollar:

    “El amor de Jesús estaba conectado de modo inseparable, y era además el resultado de una vida de servicio, sacrificio y abnegación hacia los demás. Nosotros no podemos desarrollar el amor cristiano a menos que pongamos en práctica ese mismo proceso que nos enseñó el Maestro…

    “La caridad no es sólo un precepto ni un principio; tampoco es únicamente una palabra que describe acciones o actitudes. Es más bien un estado interno que debe desarrollarse y sentirse para poder entenderse. Poseemos caridad cuando ésta llega a formar parte de nuestro ser. Los que tienen caridad sienten amor por el Salvador, han recibido Su amor y aman a otros como Él los ama” (véase Liahona, enero de 1993, págs. 33–34).

Mosíah 18:23. “Les mandó que observaran el día de reposo y lo santificaran”

  • “Por ser el día de reposo un día santo, se debe reservar para actividades dignas y santas… Si sólo holgazaneamos sin hacer nada en el día de reposo, no lo estamos santificando” (Leales a la fe: Una referencia del Evangelio, 2004, pág. 56).

    El élder L. Tom Perry, del Quórum de los Doce Apóstoles, habló de que el día de reposo es una ocasión especial para que las familias pasen tiempo juntas, y repasó diez de las muchas actividades que son dignas del día de reposo: “En ese día hemos de asistir juntos a las reuniones y estudiar la vida y las enseñanzas del Salvador y de los profetas. ‘También hay otras actividades adecuadas para el domingo entre las que se destacan: (1) escribir en nuestros diarios personales y familiares, (2) llevar a cabo consejos familiares, (3) designar a personas o grupos que se encarguen de organizar actividades para fomentar la unión entre la familia inmediata y los parientes, (4) efectuar entrevistas personales entre padres e hijos, (5) escribir cartas a los parientes y a los misioneros, (6) trabajar en genealogía, (7) visitar a los parientes y a quienes estén enfermos o solos, (8) participar en la obra misional, (9) leer cuentos a los niños y (10) cantar himnos de la Iglesia’ [“Suggestions for Individual and Family Sabbath-Day Activities”, Ensign, marzo de 1980, pág. 76]” (Liahona, mayo de 2003, pág. 42).

  • El élder Mark E. Petersen (1900–1984), del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que nuestra fidelidad al santificar el día de reposo refleja nuestro agradecimiento por la expiación de Jesucristo:

    “Fácilmente podemos ver que la fidelidad con que santificamos el día de reposo indica la fuerza de nuestra conversión.

    “El que santifiquemos o no el día de reposo es una medida infalible para saber cuál es en realidad nuestra actitud hacia el Señor y hacia Su sufrimiento en el Getsemaní, Su muerte en la cruz y Su resurrección de los muertos. Es una señal de si somos verdaderos cristianos o si, por el contrario, nuestra conversión es tan débil que la conmemoración de Su sacrificio expiatorio significa poco o nada para nosotros” (en Conference Report, abril de 1975, pág. 72; o Ensign, mayo de 1975, pág. 49).

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    Una familia estudiando las Escrituras
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    Una familia estudiando el Evangelio

Mosíah 18:28. “Debían dar de sus bienes, de su propia y libre voluntad”

  • El presidente Marion G. Romney (1897–1988), de la Primera Presidencia, nos aconsejó cultivar la caridad entregándonos plenamente a la obra del Señor: “Algunos se preguntarán: ‘¿Cómo puedo adquirir estos sentimientos de rectitud al compartir lo que tengo? ¿Cómo puedo superar el sentimiento de dar de mala gana? ¿Cómo logro obtener el amor puro de Cristo?’. A ellos les digo: vivan fielmente todos los mandamientos, den de ustedes mismos, cuiden de sus familias, sirvan en los llamamientos de la Iglesia, trabajen en la obra misional, paguen sus diezmos y ofrendas, escudriñen las Escrituras; y esta lista podría continuar. A medida que se pierdan en esta obra, el Señor les tocará y ablandará el corazón” (véase Liahona, febrero de 1982, pág. 167).

Mosíah 19–24. Comparación del pueblo de Limhi con el de Alma

  • La primera vez que el profeta Abinadí fue entre el inicuo pueblo del rey Noé, les dijo que si ellos no se arrepentían, serían reducidos al cautiverio (véase Mosíah 11:21). Cuando dos años después el Señor le mandó a Abinadí regresar a ellos, continuaban sin haberse arrepentido (véase Mosíah 12:1); por tanto, conforme a las palabras del Señor, todos quedarían inevitablemente cautivos. Es más, la segunda vez que Abinadí predicó a las personas del pueblo del rey Noé, la amonestación del Señor en contra de ellas fue incluso más fuerte: además de ser llevados en cautiverio, muchos perecerían, y otros experimentarían hambre y pestes, y si aun así seguían rehusando arrepentirse, serían destruidos (véase Mosíah 12:2–8).

    Después de la segunda visita de Abinadí, surgió una división entre el pueblo. Alma le creyó a Abinadí, y un grupo de personas escuchó a Alma, se arrepintió y volvió a la rectitud. Sin embargo, la mayor parte del pueblo —bajo el liderazgo del rey Noé y posteriormente de su hijo Limhi— no se arrepintió sino hasta mucho después. A pesar de que los dos grupos en su momento terminaron cautivos porque rehusaron arrepentirse después de la primera advertencia del Señor, tome en cuenta las siguientes diferencias entre lo sucedido al grupo de Alma, que se arrepintió voluntariamente, y al de Limhi, que fue obligado a arrepentirse.

    Periodo

    Pueblo de Limhi

    Pueblo de Alma

    Segunda visita de Abinadí

    El pueblo de Noé rechazó y mató a Abinadí (Mosíah 17).

    Continuaron en la iniquidad.

    Alma le creyó a Abinadí (Mosíah 17:2–4).

    Alma se vio obligado a huir.

    Repercusiones de la segunda visita de Abinadí

    El pueblo de Noé-Limhi continuó en la iniquidad (Mosíah 19:2–20).

    Se separaron (versículo 2).

    Fueron contenciosos (versículo 3).

    Los atacaron los lamanitas (versículos 6–7).

    Su propio pueblo mató al rey Noé (versículo 20).

    El pueblo fue llevado cautivo por los lamanitas y tuvo que pagar un cincuenta por ciento de tributo a los lamanitas (versículo 15).

    Un grupo pequeño le creyó a Alma (Mosíah 18:3–21).

    Viajaron para escuchar a Alma predicar (versículo 4).

    Se les enseñó a arrepentirse y tener fe (versículo 7).

    Hicieron convenios con Dios (versículos 8–11).

    Escaparon de los esfuerzos que hizo el rey Noé por destruirlos (versículos 33–34).

    Dos años después de la muerte de Abinadí (Mosíah 19:29)

    El pueblo de Limhi sufrió el cautiverio (Mosíah 19:22–20:22).

    Sufrieron el cautiverio y un tributo del cincuenta por ciento (19:22).

    Los lamanitas atacaron (20:7).

    Se defendieron (20:8–11).

    Aceptaron el cautiverio (20:22).

    El pueblo de Alma prosperó (Mosíah 23:2–5).

    El Señor los fortaleció (versículo 2).

    Levantaron una ciudad (versículo 5).

    El período que siguió a los dos primeros años (Mosíah 19:29)

    Empeoraron las condiciones del cautiverio (Mosíah 21:3–6).

    Los lamanitas les golpeaban las mejillas y ejercían autoridad sobre ellos (versículo 3).

    Los lamanitas les dieron cargas pesadas a los del pueblo de Limhi y los arrearon como a animales (versículo 3).

    El pueblo murmuró por causa de sus pruebas (versículo 6).

    En tres ocasiones el pueblo de Limhi salió a la guerra para liberarse, pero las tres veces fue derrotado. Muchos fueron muertos y hubo gran pesar (versículos 7–12).

    El pueblo de Alma siguió teniendo paz y prosperidad (Mosíah 23:19–20).

    Vivieron en rectitud (versículos 14–15).

    Prosperaron grandemente (versículos 19–20).

    Sigue el periodo después de los dos primeros años

    El pueblo de Limhi se arrepintió y se volvió al Señor (Mosíah 21:7–14, 25–26).

    Se vieron obligados a ser humildes (versículos 13–14).

    Aceptaron el cautiverio y el maltrato (versículo 13).

    Clamaron fuertemente al Señor (versículo 14).

    Mandaron hombres a Zarahemla a buscar ayuda (versículos 25–26).

    El pueblo de Alma siguió teniendo paz y prosperidad.

    Sigue después de los dos primeros años

    Finalmente el Señor los liberó del cautiverio de los lamanitas (Mosíah 21:15–22:16).

    El Señor fue lento en oírlos, pero ablandó el corazón de sus enemigos, quienes aligeraron sus cargas (21:15).

    Al principio no fueron liberados (21:15).

    Prosperaron gradualmente (21:16).

    Ayudaron a otros (21:17).

    Hicieron convenios de servir a Dios (21:31).

    Les dieron vino a los guardias lamanitas, que luego se durmieron (22:7, 10).

    Escaparon (22:11).

    El pueblo de Alma siguió teniendo paz y prosperidad.

    aprox. 120–121 a.C. (Mosíah 22; 24, resumen del capítulo)

    El pueblo de Limhi llegó a la tierra de Zarahemla (Mosíah 22:13).

    Un ejército lamanita persiguió al pueblo de Limhi (versículos 15–16).

    El pueblo de Alma experimentó el cautiverio y la liberación de parte del Señor (Mosíah 23–24).

    El ejército lamanita que iba tras el pueblo de Limhi descubrió en la tierra de Helam al pueblo de Alma (Mosíah 23:25).

    El pueblo de Alma fue llevado al cautiverio (Mosíah 24:8–10).

    Siguieron siendo fieles y perseveraron con paciencia (versículos 10–16).

    El Señor les alivió las cargas y los fortaleció (versículos 14–15).

    El Señor los liberó del cautiverio y los llevó a la tierra de Zarahemla (versículo 20).

  • Al estar bajo el cautiverio de los lamanitas, el pueblo de Limhi se vio obligado a acordarse del Señor, mientras que el pueblo de Alma se arrepintió voluntariamente después de la segunda advertencia de Abinadí, por lo que consecuentemente, el grupo de Limhi sufrió más y por más tiempo. Algunos años después, Alma, hijo, explicó un principio que nos ayuda a entender los diferentes resultados que experimentaron estos dos grupos: algunos “…[son] obligados a ser humildes… porque en ocasiones el hombre, si se ve obligado a ser humilde, busca el arrepentimiento” (Alma 32:13), y “benditos son aquellos que se humillan sin verse obligados a ser humildes” (versículo 16).

Mosíah 21:13–14. La humildad fortalece nuestra dependencia del Señor

  • Después del tercer intento fallido de escapar del cautiverio a la fuerza, la colonia de Limhi finalmente acudió al Señor con humildad y en oración, buscando ser librada por Su mano. Sus vivencias los obligaron a buscar al Señor y a no depositar su confianza en el brazo de la carne (véase Alma 32:13–16; véase también 2 Nefi 4:34).

    El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) enseñó que la humildad fortalece nuestra dependencia del Señor: “La humildad, claro está, no es señal de debilidad. La humildad no quiere decir timidez, ya que la persona puede ser humilde, poderosa y valiente. El profeta José es un buen ejemplo de ello. La humildad consiste en reconocer abiertamente que dependemos de un poder superior” (The Teachings of Ezra Taft Benson, 1988, pág. 369).

Mosíah 21:15. “El Señor… oyó sus clamores”

  • A pesar de que muchas personas de la colonia de Limhi causaron su propia desgracia, el Señor fue misericordioso y contestó sus oraciones. El profeta José Smith (1805–1844) describió la clemencia del Señor ante la angustia que sintió el profeta a causa de sus errores: “He rememorado todos los momentos pasados de mi vida y he tenido que sentir dolor y derramar lágrimas por mi insensatez en permitir que el adversario de mi alma tuviera tanto poder sobre mí como lo ha tenido en tiempos pasados. Pero Dios es misericordioso y ha perdonado mis pecados, y me regocijo porque Él envía al Consolador a todos los que creen y son humildes ante Él” (The Personal Writings of Joseph Smith, comp. de Dean C. Jessee, 1984, pág. 238).

Mosíah 23:21. “Él prueba su paciencia y su fe”

  • Aunque las personas que siguieron a Alma se habían arrepentido y eran fieles, el Señor permitió que por un tiempo los lamanitas las oprimieran para que se cumpliera la profecía de Abinadí (véase Mosíah 12:1–5) y para probar su paciencia y su fe. El élder Orson F. Whitney (1855–1931), del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que todo lo que vivimos nos enseña lecciones valiosas: “Ningún dolor que padezcamos, ninguna prueba por la que pasemos es en vano, ya que sirve para nuestra educación; contribuye al desarrollo de cualidades como la paciencia, la fe, la fortaleza y la humildad. Todo lo que sufrimos y todo lo que soportamos, sobre todo cuando lo hacemos pacientemente, edifica nuestro carácter, nos purifica el corazón, nos magnifica el alma y nos hace más sensibles y más caritativos, más dignos de ser llamados hijos de Dios… y es mediante los pesares y el sufrimiento que adquirimos la educación que vinimos aquí a adquirir y que nos hará asemejarnos a nuestro Padre y a nuestra Madre celestiales” (véase cita en Spencer W. Kimball, La fe precede al milagro, 1972, págs. 97–98).

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    El pueblo de Alma trabajando la madera

    Jerry Thompson, © IRI

Mosíah 23–24. La historia del pueblo de Alma

  • Los capítulos 23–24 de Mosíah presentan un pasaje retrospectivo dentro de un segmento también retrospectivo (véase el comentario de Mosíah 9–22 en la página 153). La historia de Alma, desde que tuvieron que salir al desierto por causa del pueblo del rey Noé hasta que llegaron a Zarahemla, se incorporó a los anales en este breve pasaje que abarca aproximadamente veinte años. Para cuando el lector termina de leer los capítulos 23–24, tanto el pueblo de Zeniff como el de Alma han regresado a Zarahemla y al rey Mosíah (véase el cuadro “Analepsis de Omni a Mosíah” en el apéndice, página 433).

Mosíah 24:13–15. “Se sometieron alegre y pacientemente a toda la voluntad del Señor”

  • Si dependemos plenamente de Dios, Él puede tomar nuestras limitaciones y flaquezas y magnificarlas convirtiéndolas en fortalezas útiles para Sus divinos propósitos. El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos alentó a confiar alegremente en el Señor cuando enfrentemos los desafíos de la vida terrenal:

    “Los problemas y las pruebas se deben contemplar en la perspectiva de la doctrina de las Escrituras; de lo contrario, ocuparán toda nuestra visión, nos absorberán las energías y nos privarán del gozo y la belleza de los que el Señor quiere que disfrutemos aquí en la tierra. Hay personas que son como piedras que se echan en un mar de problemas: éstos las ahogan. Sé más bien como un corcho: cuando una dificultad te hunda, lucha por liberarte con el fin de emerger y volver a prestar servicio con felicidad…

    “El Señor tiene un interés particular en tu desarrollo y tu progreso personal, el cual se acelera si le permites a Él que te dirija a través de toda experiencia de aprendizaje que se presente, ya sea que en un principio te guste o no. Cuando confías en el Señor, cuando te dispones a concentrar mente y corazón en Su voluntad, cuando pides que el Espíritu te guíe para hacer Su voluntad, tienes asegurada la mayor felicidad a lo largo de la jornada y el logro más satisfactorio de esta experiencia terrenal. Si cuestionas todo lo que se te pida hacer o te rebelas ante cada desagradable problema, harás que le sea más difícil al Señor bendecirte [véase 1 Nefi 3:7]” (véase Liahona, julio de 1996, pág. 27).

Para meditar

  • Reflexione sobre los convenios bautismales que están registrados en Mosíah 18:8–10. ¿Qué puede hacer usted esta semana para vivir más plenamente conforme a los convenios que ha hecho?

  • ¿De qué formas se ha fortalecido su fe a causa de las pruebas?

  • ¿Cómo puede servirle a usted el ejemplo de Alma y sus seguidores para confiar en la expiación y el poder del Salvador?

Tareas sugeridas

  • Encuentre un pasaje de las Escrituras de cada aspecto de nuestra redención mediante la expiación del Salvador que se describe en Mosíah 18:2, incluyendo Su poder, Sus padecimientos, Su muerte, resurrección y ascensión al cielo. Quizá le convenga anotar las referencias al margen de sus Escrituras junto a Mosíah 18:2.

  • Estudie el convenio bautismal, como lo describe Alma en Mosíah 18:8–10, y haga un bosquejo del mismo.

  • Llame, visite o escriba una carta a un líder del sacerdocio, un maestro o un asesor de la Iglesia que lo haya nutrido a usted “con cosas pertenecientes a la rectitud” (Mosíah 23:18) y exprésele su aprecio y testimonio.