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Capítulo 30: Alma 32–35


Capítulo 30

Alma 32–35

Introducción

Alma y sus hermanos predicaron la palabra de Dios a los zoramitas, que se encontraban en estado de apostasía. Por causa de las pruebas que habían padecido, un grupo de zoramitas se hallaba preparado para recibir la palabra. Las enseñanzas de Alma y Amulek concernientes a la adoración personal e institucional abarcan algunos de los aspectos más significativos del evangelio de Jesucristo: el poder de la Expiación, el arrepentimiento, la fe, la palabra de Dios y la importancia de la oración. Además de utilizar sus propios testimonios, Alma y Amulek se valieron de los testimonios de tres profetas de la antigüedad. La doctrina y los principios que se encuentran allí constituyen un poderoso testimonio de Jesucristo.

Comentario

Alma 32. Tener fe en la palabra de Dios

  • Uno de los puntos fundamentales de Alma 32 es tener fe en la palabra de Dios. Alma indicó que cuando se planta la palabra de Dios en el terreno fértil del corazón, la palabra de Dios empieza a hincharse y crecer. Al experimentar con la palabra de Dios, o nutrirla mediante la obediencia, ésta producirá un fruto sumamente precioso, más dulce que todo lo dulce, más blanco que todo lo blanco y más puro que todo lo puro. Descuidar la palabra de Dios no dará un fruto así.

    ¿Cómo nutrimos nuestra fe en la palabra de modo tal que nos deleitemos en este fruto? El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) enseñó: “Si queremos tener una fe viva, permanente, debemos ser activos en el desempeño de cada deber como miembros de esta Iglesia” (Doctrina de Salvación, comp. de Bruce R. McConkie, tres tomos, 1995, tomo II, pág. 293).

    El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó algo parecido: “La fe existe cuando la confianza absoluta en lo que no podemos ver se combina con las acciones que están en absoluta conformidad con la voluntad de nuestro Padre Celestial. Sin esas tres cosas —primero, confianza absoluta; segundo, acción y tercero, absoluta conformidad— sin estas tres, todo lo que tenemos es falso: una fe débil e inservible” (Liahona, noviembre de 2002, pág. 83).

Alma 32–34. El árbol de la vida

  • El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, hizo hincapié en la importancia de estudiar Alma 32–34 en coherente conjunto:

    “En [el] brillante discurso [de Alma 32], Alma lleva al lector de un comentario general sobre la fe en la palabra de Dios, que es como una semilla, a un discurso centrado en la fe en Cristo como la Palabra de Dios, que crece hasta ser un árbol que da fruto, un árbol cuyo fruto se asemeja exactamente a la percepción de Lehi sobre el amor de Cristo… Cristo es el pan de vida, el agua viva, la vid verdadera. Cristo es la semilla, el árbol y el fruto de la vida eterna.

    “Pero el simbolismo profundo y esencial en este discurso sobre el árbol de la vida se pierde, o al menos disminuye en gran medida, si el lector no lo continúa en los dos capítulos que le siguen en el Libro de Mormón” (Christ and the New Covenant, 1997, pág. 169).

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    Pareja recogiendo el fruto del árbol de la vida

    Jerry Thompson, © IRI

Alma 32:8–16. “Benditos son aquellos que se humillan”

  • Alma percibió que los zoramitas pobres estaban preparados para que se les enseñara el Evangelio. El hecho de que habían sido rechazados por los zoramitas adinerados contribuyó a que estuviesen en un estado de humildad.

    El obispo Richard C. Edgley, del Obispado Presidente, enseñó que la humildad y la sumisión son virtudes que nos permiten obtener las bendiciones del Evangelio: “Muchos de nosotros vivimos o trabajamos en un ambiente donde a menudo la humildad se malinterpreta y se considera una debilidad. No hay muchas corporaciones o instituciones que incluyan la humildad como una declaración de valores o como una característica entre los administradores. Pero, a medida que aprendemos la manera en la que Dios lleva a cabo Sus obras, el poder de la humildad y de la sumisión llega a ser palpable. En el reino de Dios, la grandeza empieza con la humildad y la sumisión. Estas virtudes compañeras son los primeros pasos críticos para abrir la puerta a las bendiciones de Dios y al poder del sacerdocio. No tiene importancia quiénes seamos ni lo sobresalientes que sean nuestros títulos: la humildad y la sumisión al Señor, aunadas a un corazón agradecido, son nuestra fortaleza y esperanza” (véase Liahona, noviembre de 2003, pág. 98).

  • La humildad es tan importante para el Señor que a veces Él nos ayuda a ser humildes. En Alma 32:8–16 se mencionan dos formas de ser humilde. El versículo 13 describe a quienes son “obligados a ser humildes”, y los versículos 14 y 16 hacen mención de otros que se humillan voluntariamente “a causa de la palabra”.

  • El élder Carlos E. Asay (1926–1999), de los Setenta, también describió a esos dos grupos: “La mayoría parecemos tener el ‘ciclo nefita’ como parte de nuestro carácter. Existe un punto en el que se nos puede enseñar, y nuestra humildad nos permite crecer y subir a la cima de la espiritualidad. Pero hay otras ocasiones en que empezamos a sentirnos autosuficientes y nos envanece el orgullo… Cuánto mejor sería que tuviéramos presente en la memoria a nuestro Dios y nuestra religión y que rompiéramos el ciclo mediante una adoración constante y el vivir en rectitud. Cuánto mejor sería que nos humilláramos por la palabra de Dios y que tuviéramos la fuerza de espíritu para recordar a nuestro Dios en cualquier circunstancia en que nos encontráramos” (Family Pecan Trees: Planting a Legacy of Faith at Home, 1992, págs. 193–194). Para obtener más información al respecto y ver un diagrama que representa el ciclo del orgullo, obsérvese “El ciclo de rectitud e iniquidad” en el apéndice (página 434).

  • El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) describió las maneras en que podemos ser humildes y así evitar las pruebas que a veces vienen como parte de que se nos obligue a ser humildes:

    “Podemos escoger ser humildes venciendo la enemistad con nuestros hermanos y hermanas, amándolos como a nosotros mismos y elevándolos hasta nuestra altura o por encima de nosotros (véase D. y C. 38:24; 81:5; 84:106).

    “Podemos escoger ser humildes aceptando los consejos y las amonestaciones que se nos dan (véase Jacob 4:10; Helamán 15:3; D. y C. 63:55; 101:4–5; 108:1; 124:61, 84; 136:31; Proverbios 9:8).

    “Podemos escoger ser humildes perdonando a aquellos que nos hayan ofendido (véase 3 Nefi 13:11, 14; D. y C. 64:10).

    “Podemos escoger ser humildes sirviendo con abnegación (véase Mosíah 2:16–17).

    “Podemos escoger ser humildes saliendo a la misión y predicando la palabra que puede hacer que otras personas sean humildes (véase Alma 4:19; 31:5; 48:20).

    “Podemos escoger ser humildes asistiendo con más frecuencia al templo.

    “Podemos escoger ser humildes confesando y abandonando nuestros pecados y naciendo nuevamente de Dios (véase D. y C. 58:43; Mosíah 27:25–26; Alma 5:7–14, 49).

    “Podemos escoger ser humildes amando a Dios, sometiendo nuestra voluntad a la Suya y dándole a Él el lugar de prioridad en nuestra vida (véase 3 Nefi 11:11; 13:33; Moroni 10:32)” (véase Liahona, julio de 1989, págs. 7–8).

Alma 32:17–18. La fe no se basa en las señales

  • El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, habló sobre los peligros de buscar señales para obtener fe:

    “La manifestación de una señal puede servir para la condenación de quienes llegan al conocimiento por ese medio, ya que se pierden la oportunidad de cultivar la fe y por causa de su retroceso se sujetan a un castigo más severo que quienes siguen un desarrollo espiritual por el sendero normal del cultivo de la fe.

    “Existen otras ‘condenaciones’ para quienes buscan señales sin primero nutrir la fe que Dios ha exigido como requisito previo.

    “Una de las condenaciones es ser engañados. Dios le advirtió al Israel de la antigüedad que no siguiera a profetas que dieran señales y prodigios para después procurar desviarlo hacia la adoración de dioses extraños. (Deut. 13:1–3.) El Salvador les enseñó a Sus apóstoles que en los últimos días ‘también se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, a tal grado que engañarán, si fuere posible, aun a los mismos escogidos, que son los escogidos conforme al convenio’ ( José Smith—Mateo 1:22; véase también Mateo 24:24; Mar. 13:22.)…

    “…En nuestros días, Dios no emplea milagros ni señales como manera de enseñar o convencer al incrédulo. Consecuentemente, no debemos pedir señales con ese fin, y deberíamos tener fuertes sospechas de las personas que exhiban supuestas pruebas espirituales” (The Lord’s Way, 1991, págs. 85–86).

Alma 32:21
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Dominio de las Escrituras
Fe y esperanza

  • El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, nos enseña a tener un mejor entendimiento de lo que significa la fe:

    “La fe, para ser fe, ha de centrarse en algo que no se conozca. La fe, para ser fe, debe ir más allá de aquello que cuente con pruebas que lo confirmen. La fe, para ser fe, tiene que entrar en lo desconocido, tiene que llegar hasta el borde de la luz y entonces dar algunos pasos en la obscuridad. Si todo se tiene que saber, si todo se tiene que explicar, si todo se tiene que certificar, entonces no hay necesidad de la fe. Sí, no hay cabida para ella…

    “Hay dos tipos de fe. Uno de ellos funciona de forma cotidiana en la vida de toda alma. Es la fe que viene a raíz de la experiencia; la que nos da la certeza de que amanecerá un nuevo día, que vendrá la primavera, que habrá crecimiento. Es el tipo de fe que nos conecta con confianza a lo que está programado que suceda…

    “Existe otro tipo de fe, de veras inusual. Es el tipo de fe que hace que sucedan cosas, el tipo de fe que es digna y preparada y que no sucumbe y que hace que pasen cosas que de otra forma no acontecerían. Es el tipo de fe que mueve a las personas, y el tipo de fe que a veces mueve cosas… Viene por un crecimiento gradual. Se trata de un poder maravilloso, incluso trascendente, un poder tan real e invisible como la electricidad. Cuando tiene dirección y está canalizado, surte un efecto grandioso…

    “En un mundo lleno de escepticismo y duda, la expresión ‘ver para creer’ promueve la actitud de ‘muéstrame y creeré’. Todos queremos ver primero todas las pruebas y toda la evidencia. Parece difícil aceptar las cosas por la fe.

    “¿Cuándo aprenderemos que en los asuntos espirituales funciona al revés: creer para ver? La creencia espiritual precede al conocimiento espiritual. Cuando creemos en cosas que no se ven pero que de todas formas son verdaderas, entonces tenemos fe” (“What Is Faith?”, en Faith, 1983, págs. 42–43).

  • El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, describió la relación entre la fe, la esperanza y el conocimiento, y explicó que tienen una correspondencia profunda y dinámica: “La fe y la esperanza están en interacción constante, y quizás a veces no se distingan la una de la otra ni estén siempre en la misma secuencia. Aunque la esperanza no es conocimiento perfecto, las expectativas que provoca son, con certeza, verdaderas (véanse Éter 12:4; Romanos 8:24; Hebreos 11:1; Alma 32:21)” (Liahona, enero de 1995, págs. 39–40).

Alma 32:23. Los niños pequeños reciben inspiración

  • La fe de los niños pequeños con frecuencia conduce a la perspectiva espiritual. El élder Neal A. Maxwell describió la forma en que el ejemplo de ellos puede servir para instruir a las personas de más edad:

    “A menudo, los niños tienen ‘los pensamientos’ y ‘las intenciones de su corazón’ puestos en el Maestro. Aunque tengan pocos años, ¡esos niños tienen mucha fe! Son demasiado pequeños para tener llamamientos oficiales en la Iglesia, pero han sido ‘llamados a servir’ como ejemplos, y lo hacen particularmente bien cuando han sido bendecidos con ‘buenos padres’ (1 Nefi 1:1).

    “Tal como aseguran las Escrituras, ‘muchas veces les son dadas a los niños palabras’ (Alma 32:23). Por ejemplo, Jesús resucitado reveló cosas a los niños nefitas, quienes después enseñaron a los adultos y a los padres cosas ‘mayores aún’ que las que Él había enseñado (3 Nefi 26:14).

    “He tenido el privilegio de sellar varios hijos adoptivos a Nan y Dan Barker, que ahora viven en Arizona. Hace un tiempo, Nate, su hijito que tenía apenas tres años, dijo: ‘Mami, hay otra niñita que debería venir a nuestra familia. Tiene el pelo y los ojos oscuros y vive muy lejos de aquí’.

    “La prudente madre le preguntó: ‘¿Cómo lo sabes?’.

    “‘Jesús me lo dijo, en el piso de arriba’.

    “La madre observó: ‘No tenemos piso de arriba’, pero de inmediato percibió la importancia de lo que le habían comunicado. Después de muchas dificultades y oraciones, la familia Barker se encontraba en una sala de sellamientos del Templo de Salt Lake, a fines de 1995, donde una niñita de pelo oscuro y ojos negros, de Kazajstán, fue sellada a ellos por esta vida y la eternidad. Los niños inspirados todavía les dicen a sus padres ‘cosas grandes y maravillosas’ (3 Nefi 26:14)” (véase Liahona, julio de 1996, pág. 75).

Alma 32:27–37. Experimentar con la palabra de Dios lleva a la conversión

  • El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que estar dispuesto a llevar a cabo el experimento de Alma conduce a la conversión:

    “Sabemos que hay más posibilidades de que, tanto los miembros como los que no lo son, se conviertan totalmente al evangelio de Jesucristo cuando están dispuestos a experimentar con la palabra (véase Alma 32:27). Ésta es una actitud tanto de la mente como del corazón, y conlleva el deseo de saber la verdad y el estar dispuestos a actuar de acuerdo con tal deseo. En el caso de los que investigan la Iglesia, el experimento puede ser tan simple como el aceptar leer el Libro de Mormón, orar al respecto y tratar de saber de todo corazón si José Smith fue el profeta del Señor.

    “La verdadera conversión ocurre por medio del poder del Espíritu. Cuando el Espíritu llega al corazón, el corazón cambia. Cuando las personas, tanto los miembros como los investigadores, sienten la influencia del Espíritu, o cuando ven pruebas del amor y la misericordia del Señor en sus vidas, se edifican y fortalecen espiritualmente y aumenta la fe que tienen en Él. Estas experiencias con el Espíritu son el resultado natural de que una persona esté dispuesta a experimentar con la palabra. Así es cómo llegamos a sentir que el Evangelio es verdadero” (véase Liahona, enero de 2001, pág. 89).

  • A veces es difícil expresar de forma verbal ese hincharse, ese ensancharse del alma, ese iluminarse del entendimiento y ese inicio de los sentimientos deleitables del Espíritu que se mencionan en Alma 32:28. Sin embargo, el que sea difícil expresarlos no descarta la autenticidad del sentimiento.

    El presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, compartió una experiencia en la que se describe la dificultad de expresarse oralmente. Él dio testimonio a un ateo de que Dios existe. El hombre le dijo que no podía saber tal cosa, y el presidente Packer comparó su testimonio y conocimiento con saber a qué sabe la sal (véase el comentario de Alma 30:15–16 en la página 221; véase también “Lámpara de Jehová”, Liahona, octubre de 1983, págs. 27–30).

Alma 32:28–30. “Da[d] lugar para que sea sembrada una semilla” y para que empiece a crecer

  • Uno de los frutos que resultan de plantar semillas de fe en el terreno fértil de un corazón suave es el aumento de la fe en la palabra de Dios. El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, describió los requisitos previos para que la fe y el conocimiento crezcan y maduren: “Debemos también preparar nuestra propia tierra para recibir la fe. Para hacerlo, debemos arar la tierra por medio de la oración diaria y humilde, pidiendo fortaleza y perdón; debemos rastrillar la tierra, sobreponiéndonos a nuestros sentimientos de orgullo; debemos preparar el almácigo, guardando los mandamientos de la mejor forma que nuestra capacidad lo permita; debemos ser honrados con el Señor en el pago de nuestros diezmos y otras ofrendas; debemos ser dignos y capaces de invocar los grandes poderes del sacerdocio para que nos bendigan a nosotros, a nuestras familias y a las demás personas por las cuales somos responsables. No hay mejor lugar para nutrir las semillas espirituales de nuestra fe que dentro de los sagrados santuarios de nuestros templos y en nuestros hogares” (véase Liahona, enero de 2000, pág. 57).

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    Ilustración de una semilla que se convierte en árbol
  • La semilla ya plantada de la fe no crece de repente. El presidente Boyd K. Packer explicó la importancia de tener paciencia al esperar que crezca la semilla:

    “La experiencia me ha enseñado que el testimonio no sobreviene de repente, sino que va creciendo, como dijo Alma, de la semilla de la fe…

    “No se desilusionen si han leído y releído, y todavía no han recibido un testimonio poderoso. Quizás les ocurra como a los discípulos de los que se habla en el Libro de Mormón que se hallaban llenos del poder de Dios en gran gloria ‘y no lo supieron’ (3 Nefi 9:20).

    “Hagan lo mejor que puedan. Piensen en este versículo: ‘Y mirad que se hagan todas estas cosas con prudencia y orden; porque no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten. Y además, conviene que sea diligente, para que así gane el galardón; por tanto, todas las cosas deben hacerse en orden’ (Mosíah 4:27)” (Liahona, mayo de 2005, pág. 8).

Alma 32:28–35. “Empieza a ser deliciosa para mí”

  • Alma se valió del concepto del gusto para describir el crecimiento del testimonio. El profeta José Smith (1805–1844) también empleó el gusto para enseñar sobre el discernimiento de la doctrina verdadera: “Esta doctrina es buena. Sabe bien. Puedo saborear los principios de vida eterna, y ustedes también pueden… Sé que cuando les declaro estas palabras de vida eterna, así como se me han comunicado, ustedes las saborean y sé que en ellas creen. Dicen que la miel es dulce y yo también lo afirmo. También puedo probar el espíritu de la vida eterna, y sé que es bueno; y cuando les hablo de esas cosas que se me han dado por la inspiración del Espíritu Santo, seguro las recibirán como algo dulce y se regocijarán más y más” (History of the Church, tomo VI, pág. 312; cursiva agregada).

  • La hermana Janette Hales Beckham, ex presidenta general de las Mujeres Jóvenes, habló sobre los sentimientos que vienen al leer las Escrituras: “El aprender a discernir las enseñanzas del Espíritu constituye una parte importante del hacer que la fe se convierta en una realidad. Mi hija Karen habló sobre su experiencia y dijo: ‘Cuando era apenas una niñita, comencé por primera vez a leer el Libro de Mormón. Después de muchos días de leerlo, una noche llegué a 1 Nefi 3:7… Yo no sabía que era un versículo famoso, pero al leerlo, me sentí profundamente impresionada. Me impresionó que nuestro Padre Celestial nos ayudara a guardar Sus mandamientos, pero la profunda impresión fue más bien un sentimiento. Había visto a mis padres marcar versículos en las Escrituras con lápiz rojo, así que me levanté y busqué por toda la casa hasta que encontré uno y, con gran solemnidad y sintiéndome importante, marqué ese versículo en mi ejemplar del Libro de Mormón’. Karen prosiguió: ‘A lo largo de los años, al leer las Escrituras, esa experiencia de leer un versículo y sentirme profundamente impresionada se repitió una y otra vez. Con el tiempo, me di cuenta de que ese sentimiento era el Espíritu Santo’” (véase Liahona, noviembre de 1997, pág. 89).

Alma 32:35. “Luego, ¿no es esto verdadero?”

  • Cuando Alma les habló a los zoramitas pobres, les pidió que por cuenta propia discernieran la veracidad de su mensaje, ya que una persona no puede aprender un principio del Evangelio en lugar de otra. El élder Neal A. Maxwell explicó que cada uno de nosotros puede llegar a tener certeza de las verdades divinas:

    “Alma describe el crecimiento de la fe y la forma en que la fe realmente puede llegar a convertirse en conocimiento con las correspondientes experiencias intelectuales y emocionales del creyente. Una vez que se ha ensanchado el entendimiento y expandido la mente del creyente, Alma pregunta: ‘Luego, ¿no es esto verdadero?…’. Es verdadero, dice él, ‘porque se puede discernir; por tanto, debéis saber que es bueno’. (Alma 32:35.)

    “Podemos discernir realmente la verdad de cada doctrina divina mediante un sistema de certificación y confirmación que justifique que digamos: ‘¡Yo sé!’” (Things As They Really Are, 1978, pág. 10).

Alma 32: 33–43. Nutrir la palabra

  • El élder Bruce C. Hafen, de los Setenta, utilizó la metáfora del cultivo de Alma para señalar dos aspectos del nutrir que hacen que las bendiciones del Evangelio lleguen a nosotros: “Nosotros crecemos de dos maneras: quitando las hierbas negativas y cultivando las flores positivas. La gracia del Salvador bendice ambas maneras, si hacemos nuestra parte. Primero, y repetidamente, debemos arrancar las hierbas malas del pecado y de las malas elecciones; no es suficiente podarlas; hay que sacarlas de raíz, arrepentirnos totalmente para satisfacer las condiciones de la misericordia; pero el ser perdonados es sólo [una] parte de nuestro crecimiento. No sólo se trata de pagar una deuda, sino que nuestro objetivo es llegar a ser seres celestiales; por lo tanto, una vez que hayamos limpiado el interior de nuestro corazón, debemos plantar y nutrir las semillas de las cualidades divinas, y arrancar las hierbas en forma continua; entonces, a medida que nuestro esfuerzo y disciplina nos faculten [para] merecer Sus dones, ‘aparecerán las flores de la gracia’ [‘There Is Sunshine in My Soul Today’, Hymns, Nº 227, traducción libre], como la esperanza y la mansedumbre; incluso un árbol de la vida puede echar sus raíces en ese jardín del corazón y dar un fruto tan dulce que aligere nuestras cargas ‘mediante el gozo de su Hijo’ [Alma 33:23]. Y cuando allí florezca la caridad, amaremos a los demás con el poder del propio amor de Cristo [véase Moroni 7:48]” (Liahona, mayo de 2004, págs. 97–98).

Alma 32:37–38, 42–43. Ser un discípulo de Cristo

  • El presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, les enseñó a los miembros de la Iglesia cómo llegar a ser discípulos de Cristo:

    “Éste es el pacífico camino del discípulo de Cristo.

    “Sin embargo, no es una solución rápida ni es una cura de la noche a la mañana.

    “Un amigo me escribió hace poco y me contó que le estaba costando mucho mantener su testimonio fuerte y vibrante. Me pidió consejo.

    “Le contesté y con amor le sugerí algunas cosas específicas que podía hacer a fin de que su vida estuviera más en armonía con las enseñanzas del evangelio restaurado. Para mi sorpresa, volví a saber de él, apenas una semana después. La esencia de su carta era ésta: ‘Probé lo que usted me sugirió. No funcionó. ¿Qué más me aconseja?’.

    “Hermanos y hermanas, tenemos que perseverar. No obtenemos la vida eterna en una carrera corta; ésta es una carrera de perseverancia. Tenemos que aplicar una y otra vez los principios divinos del Evangelio. Día tras día debemos hacerlos parte de nuestra vida habitual.

    “Con demasiada frecuencia tomamos el Evangelio como lo haría un agricultor que pone una semilla en el suelo por la mañana y espera tener una mazorca de maíz lista para comer por la tarde. Cuando Alma comparó la palabra de Dios a una semilla, explicó que la semilla se transforma en un árbol que da fruto gradualmente, como resultado de nuestra ‘fe, y [nuestra] diligencia, y paciencia, y longanimidad’ [Alma 32:43]. Es cierto que algunas bendiciones llegan en seguida: poco después de haber plantado la semilla en nuestro corazón, comienza a hincharse y a brotar y a crecer, y así sabemos que la semilla es buena. Desde el primer momento en que emprendemos el camino del discipulado, comenzamos a recibir bendiciones visibles e invisibles de Dios.

    “Pero no podemos recibir la plenitud de esas bendiciones ‘si [desatendemos] el árbol, y [somos] negligentes en nutrirlo’ [vers. 38].

    “El saber que la semilla es buena no basta; debemos ‘nutr[irla] con gran cuidado para que eche raíz’ [vers. 37]. Sólo entonces seremos partícipes del fruto que es ‘más dulce que todo lo dulce… y más puro que todo lo puro’ y ‘comer[emos] de este fruto hasta quedar satisfechos, de modo que no tendr[emos] hambre ni tendr[emos] sed’ [vers. 42].

    “El discipulado es una jornada. Necesitamos las lecciones refinadoras de esa jornada para formar nuestro carácter y purificar nuestro corazón. Al caminar con paciencia por el camino del discipulado, nos demostramos a nosotros mismos la fortaleza de nuestra fe y nuestra disposición de aceptar la voluntad de Dios en lugar de la nuestra.

    “No es suficiente hablar de Jesucristo ni proclamar que somos Sus discípulos. No es suficiente con rodearnos de símbolos de nuestra religión. El discipulado no significa ser espectadores. Del mismo modo que no podemos experimentar los beneficios de la salud al quedarnos sentados en un sillón mirando deportes en la televisión y dándoles consejos a los atletas, no podemos esperar recibir las bendiciones de la fe si nos quedamos inmóviles fuera del área de juego. Aun así, algunos prefieren ‘ser espectadores en el discipulado’, o directamente es la primera opción de adoración que escogen.

    “La nuestra no es una religión de segunda mano. No podemos recibir las bendiciones del Evangelio simplemente por medio de observar lo que hacen otros. Debemos salir de los laterales y practicar lo que predicamos… Ahora es el momento de adoptar el evangelio de Jesucristo como modo de vida, convertirnos en Sus discípulos y seguir Su camino” (“El camino del discípulo”, Liahona, mayo de 2009, págs. 76–77).

Alma 33:2–19. Doctrinas falsas de los zoramitas

  • Alma empleó las Escrituras en repetidas ocasiones para tratar las doctrinas falsas que enseñaban los zoramitas. Primero se enfrentó a la noción falsa de que sólo se puede orar en el Rameúmptom. Valiéndose de las Escrituras, explicó que podían orar y adorar a Dios donde fuera: en su “desierto”, en su “campo”, en su “casa” e incluso en su “aposento” (véase Alma 33:2–11). Entonces Alma procedió a tratar el hecho de que todos los profetas habían testificado de la venida de un Cristo (véase Alma 33:14–22; véase también Jacob 7:11).

Alma 33:3–11; 34:17–27, 39. Los corazones entregados continuamente en oración

  • El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, explicó lo que quiere decir tener una actitud constante de oración:

    “Cuando Dios nos ha mandado orar, Él ha utilizado palabras como éstas: ‘orar sin cesar’, ‘orar siempre’ y ‘poderosa oración’.

    “Para esos mandatos no es necesario usar muchas palabras. De hecho, el Salvador nos ha dicho que al orar no tenemos que multiplicar las palabras. La diligencia en la oración que Dios requiere no tiene que tener expresiones floridas, ni largas horas de soledad…

    “Nuestros corazones solamente se pueden acercar a Dios cuando están llenos de amor por Él y de confianza en Su benevolencia” (Liahona, enero de 2002, págs. 17–18).

Alma 33:19–23. Un símbolo de Cristo se levantó en el desierto

  • Debido a que los israelitas de la antigüedad murmuraban en el desierto, el Señor mandó serpientes venenosas para humillar a los que estaban envenenados espiritualmente. Murieron muchas personas, y los del pueblo, arrepentidos, acudieron al profeta y le rogaron que le pidiese al Señor que retirara las serpientes. Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la levantara en un asta. El Señor prometió a Moisés que todo aquel que mirase a la serpiente en lo alto sería sanado (véase Números 21:4–9).

    La serpiente de bronce era una semejanza. El élder Dallin H. Oaks explicó que una semejanza es “algo que se parece a otra cosa o nos la hace recordar” (véase Liahona, enero de 1993, pág. 42).

    Jesucristo enseñó que la semejanza que se levantó en el desierto daba testimonio de Él: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:14–15). Por causa de sus corazones endurecidos y su incredulidad, muchos israelitas rehusaron sacar provecho de esa forma simple de sanar (véase 1 Nefi 17:41). Alma invitó a todos a “empeza[r] a creer en el Hijo de Dios, que vendrá para redimir a los de su pueblo, y… para expiar los pecados de ellos” (Alma 33:22; véase también Helamán 8:14–15), y prometió que nutrir ese testimonio aliviaría las cargas y conduciría a la vida sempiterna (véase Alma 33:23).

Alma 34:9–12. La expiación de Jesucristo es infinita y eterna

  • El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, indicó el alcance del sacrificio infinito y eterno del Señor: “Cuando los profetas hablan de una expiación infinita, quieren decir justamente eso. Sus efectos cubren a todos los hombres, a la tierra misma y a toda forma de vida que hay sobre ella, y llegan a las extensiones sin fin de la eternidad” (Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 64; véase también Moisés 7:30).

  • El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, enumeró algunas de las formas en que la expiación de Jesucristo es infinita:

    “Su expiación es infinita: nunca se acaba [véanse 2 Nefi 9:7; 25:16; Alma 34:10, 12, 14]. También es infinita en el sentido de que todo el género humano se salvará de la muerte sin fin, y es infinita en el sentido del intenso sufrimiento del Salvador. Es infinita en el tiempo, dando fin al prototipo anterior del sacrificio animal. Es infinita en lo que abarca: se hizo una sola vez por todos [véase Hebreos 10:10]. Y la misericordia de la Expiación se extiende no sólo a una cantidad infinita de personas, sino también a un número infinito de mundos creados por Él [véase D. y C. 76:24; Moisés 1:33]. Es infinita más allá de cualquier escala de dimensión humana y de comprensión mortal.

    “Jesús fue el único que podía ofrecer esa expiación infinita, dado que había nacido de madre mortal y de Padre inmortal. Debido a ese singular derecho de nacimiento, Jesucristo era un Ser infinito” (véase Liahona, enero de 1997, págs. 38–39).

Alma 34:14. “Todo ápice señala a ese gran y postrer sacrificio”

  • Amulek declaró que el significado completo de la ley de Moisés era dirigir al pueblo al “gran y postrer sacrificio” de Jesucristo en Getsemaní y en Gólgota. Los sacrificios de animales, las fiestas y festivales y los demás rituales diarios estaban llenos de varios símbolos y sombras que señalaban a los hijos de Israel el camino a Cristo. De manera similar, la Santa Cena nos recuerda actualmente la misión expiatoria de Jesucristo. Asimismo, la Pascua en la antigüedad constituía un recordatorio anual de que el Señor sacó a Israel del cautiverio físico en Egipto. Hoy en día la Pascua de Resurrección también constituye un recordatorio anual de que, por la expiación y la resurrección del Señor, podemos ser redimidos del cautiverio espiritual.

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    Adán y Eva ofreciendo sacrificio

    © 1995 Del Parson

Alma 34:14–17. “Fe para arrepentimiento”

  • Mientras servía en calidad de Setenta, el élder Robert E. Wells habló sobre la fe que se necesita a fin de provocar en nosotros los cambios necesarios para participar de la expiación de Jesucristo:

    “‘¿Cuánta fe necesito para que la expiación de Cristo surta efecto en mí?’. En otras palabras, ¿cuánta fe necesito para recibir la salvación? En el libro de Alma… hallamos la respuesta. El profeta Amulek enseñó este principio sencillo pero grandioso: ‘…el Hijo de Dios… pro[vee] a los hombres la manera de tener fe para arrepentimiento’ (Alma 34:14–15; cursiva agregada).

    “Por favor, fíjense en esas tras palabras: fe para arrepentimiento. Ésa es la clave. En tres versículos él usa esa expresión cuatro veces [véase Alma 34:15–17]…

    “Así que la combinación de tener fe en Cristo y fe para arrepentimiento es de vital importancia. Ese concepto es una de las ideas más grandiosas que tenemos sobre la importancia de una fe simple y clara, una fe suficiente para arrepentirse. Parece ser que no se exige una fe tan grande como para mover montañas, ni una fe que alcance para hablar en lenguas o sanar a los enfermos; lo único que necesitamos es tener apenas suficiente fe para reconocer que hemos pecado y para arrepentirnos de nuestros pecados, para sentir remordimiento por ellos y para desear no volver a pecar sino agradar a Cristo el Señor. Entonces tiene efecto a nuestro favor el milagro más grande de todos, la Expiación, por la cual Cristo nos rescata de nuestro merecido castigo” (“The Liahona Triad”, en Bruce A. Van Orden y Brent L. Top, editores, Doctrines of the Book of Mormon: The 1991 Sperry Symposium, 1992, págs. 6–7).

Alma 34:15–16. “La misericordia satisface las exigencias de la justicia”

  • La justicia tiene dos aspectos:

    1. Obedecer la ley tiene como resultado recibir bendiciones que traen gozo (véase D. y C. 130:20–21).

    2. Desobedecer la ley tiene como resultado recibir castigos que traen pesar (véase Alma 42:22).

  • Hay dos formas de satisfacer la justicia:

    1. Nunca violar la ley.

    2. Si se viola la ley, pagar la pena.

    Problema: Por la ley no se justifica ninguna carne (véase 2 Nefi 2:5); todos han pecado (véase Romanos 3:23). Por ende, se debe pagar la pena.

  • El pecado tiene dos efectos:

    1. Por la ley temporal, somos separados, ya que se ha violado la justicia (véase Alma 42:14).

    2. Por la ley espiritual, perecemos, ya que “ninguna cosa impura puede entrar en el reino de Dios” (1 Nefi 15:34).

    Jesús “se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado, para satisfacer las demandas de la ley” (2 Nefi 2:7).

  • Cristo dio inicio a la ley de la misericordia, ¿pero cómo?

    1. Obedeció la ley a la perfección y no tuvo pecado. Fue justificado por la ley.

    2. En el huerto de Getsemaní y en la cruz, sufrió y pagó el precio de la pena como si hubiese sido culpable de cada uno de los pecados jamás cometidos.

    3. Él es nuestro Intercesor ante el Padre (véase Alma 33:11; D. y C. 45:3–5).

Alma 34:32–34.
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Dominio de las Escrituras
“No demoréis el día de vuestro arrepentimiento”

  • El dejar las cosas para más tarde y la indecisión pueden afectar nuestros esfuerzos por volver al Padre Celestial. El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “La demora, aplicada a los principios del Evangelio, es la ladrona de la vida eterna, que es vida en la presencia del Padre y del Hijo” (The Way to Perfection, 1970, pág. 202).

Alma 34:34–35. Ese mismo espíritu nos poseerá

  • Amulek dejó en claro que, al fin y al cabo, nos vamos entregando por medio de nuestras decisiones cotidianas al control o a la influencia del Espíritu del Señor o del espíritu del diablo. El presidente Harold B. Lee (1899–1973) dio la siguiente explicación de Alma 34:35: “Las Escrituras dicen que quienes mueran en un estado de iniquidad, sin haberse arrepentido, serán sellados por el diablo como cosa suya (véase Alma 34:35), lo cual quiere decir que, hasta que hayan pagado el último cuadrante por lo que han hecho, no serán redimidos de sus garras. Una vez que hayan sido sujetos a los bofetones de Satanás lo suficiente como para satisfacer a la justicia, serán quitados de las garras de Satanás, y se les asignará a un lugar en el mundo celestial, terrestre o telestial del Padre según los méritos de su vida aquí en la tierra” (The Teachings of Harold B. Lee, editado por Clyde J. Williams, 1996, pág. 59).

  • El élder Melvin J. Ballard (1873–1939), del Quórum de los Doce Apóstoles, recalcó la importancia de arrepentirse durante la vida terrenal:

    “Es en esta vida que los hombres deben arrepentirse. No se imagine ninguno de nosotros que podemos descender al sepulcro sin haber vencido las corrupciones de la carne y perder en la tumba nuestros pecados y malas inclinaciones. Seguirán con nosotros. Quedarán con el espíritu cuando éste se separe del cuerpo.

    “…[La vida terrenal] es el momento en que los hombres son más moldeables y susceptibles” (The Three Degrees of Glory: A Discourse, 22 de septiembre de 1922, págs. 11–12).

Alma 35. Las guerras entre los nefitas y lamanitas registradas en Alma 43–62

  • Cronológicamente, Alma 43 sigue a Alma 35. “…Alma estaba afligido por la iniquidad de su pueblo, sí, por las guerras, y la efusión de sangre”, así que reunió “separadamente” a sus hijos para hablar de “cosas concernientes a la rectitud” (Alma 35:15–16). Mormón le prestó atención específica a esta interpolación de las palabras de Alma a sus hijos Helamán, Shiblón y Coriantón antes de retomar la “narración de las guerras entre los nefitas y los lamanitas” (Alma 43:3; compárense las fechas al pie de las páginas correspondientes a Alma 35 y Alma 43).

    Alma 35 explica la intensificación de tensiones que llevó a la guerra entre los lamanitas y los nefitas, la cual abarca los capítulos 43–62. El conflicto y la guerra que éste desencadenó se pueden resumir basándose en Alma 35:

    1. Los “más influyentes de entre los zoramitas… se irritaron a causa de la palabra, porque destruía sus artimañas [supercherías sacerdotales]” (versículo 3).

    2. Los zoramitas convertidos “fueron desterrados del país; y eran muchos” (versículo 6), por lo que fueron a morar entre el pueblo de Jersón (el pueblo de Ammón), lugar donde se los alimentó, se los vistió y se les dio tierras por herencia y donde se les atendieron todas sus necesidades (véase el versículo 9). En la tierra en que habían estado antes se los había considerado pobres, despreciables y ordinarios (véase Alma 32:2–3).

    3. La bondad con que el pueblo de Jersón recibió a los nuevos conversos enfureció a los zoramitas (véase Alma 35:8), cuyo gobernante principal “profirió muchas amenazas contra ellos” (versículo 9). “Mas el pueblo de Ammón no tuvo miedo…” (versículo 9), lo cual enfadó aún más a los zoramitas y su gobernante.

    4. Los zoramitas que no se convirtieron “empezaron a mezclarse con los lamanitas, y a incitarlos también a ira” contra el pueblo de Ammón, que estaba compuesto por conversos lamanitas (versículo 10; véase también Alma 43:6–7).

    Los acontecimientos de los que se hace una relación en Alma 35 revelan cómo tuvieron su inicio las largas guerras entre los nefitas y los lamanitas que aparecen en Alma 43–62. Satanás incitó el corazón de los zoramitas a la ira (véase 2 Nefi 28:20), quienes por su parte influyeron en los lamanitas y en otros disidentes nefitas para que se enojaran y tomaran las armas de guerra en contra de aquellos que eran buenos.

Para meditar

  • ¿De qué formas puede el corazón de alguien rebosar, “[entregado] continuamente en oración” ante el Señor? (Alma 34:27).

  • ¿Por qué era Jesucristo el único en condición de efectuar una expiación infinita?

  • ¿Por qué a veces las personas demoran el arrepentimiento? ¿Qué peligro supone tal demora?

Tareas sugeridas

  • Basándose en Alma 32, haga un bosquejo detallado de las enseñanzas de Alma sobre el desarrollo de la fe, en el que se muestre la manera en que la fe se nutre para pasar de una esperanza a un conocimiento perfecto y en el que se señale la función de la palabra de Dios en este proceso.

  • Valiéndose de las instrucciones sobre la oración que figuran en Alma 33–34, determine formas específicas por medio de las cuales sus oraciones pueden convertirse en oraciones más productivas.