Instituto
Capítulo 43: 3 Nefi 18–19


Capítulo 43

3 Nefi 18–19

Introducción

Durante Su visita a los nefitas, el Salvador instauró la Santa Cena, y recalcó que el propósito de ella es recordarlo a Él, quien prometió: “…Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con vosotros” (3 Nefi 18:11). Esa misma promesa forma parte de la oración de la Santa Cena. Cuando estudie 3 Nefi 18–19, reflexione sobre lo que Jesús enseñó en cuanto a la Santa Cena y la oración y sobre la manera en que esas enseñanzas pueden ayudarle a usted a ser un mejor discípulo de Cristo a fin de poder gozar más plenamente de la compañía del Espíritu Santo.

Comentario

3 Nefi 18:1–14. “Haréis esto en memoria”

  • El Salvador enseñó que el propósito principal de tomar la Santa Cena es recordarlo a Él. Durante la ordenanza de la Santa Cena, tenemos la oportunidad de concentrarnos en el Hijo de Dios, por lo que no debemos permitir que nuestros pensamientos deambulen ni debemos distraernos. El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, describió varias formas apropiadas de recordar al Señor cuando renovamos nuestros convenios mediante la Santa Cena:

    “Podríamos recordar la vida preterrenal del Salvador y todo lo que sabemos que hizo…

    “Podríamos recordar la sencilla grandiosidad de Su nacimiento terrenal a una joven mujer…

    “Podríamos recordar los milagros y las enseñanzas de Cristo, la forma en que Él sanó y prestó ayuda…

    “…Podríamos recordar que Jesús encontró un gozo y una felicidad especiales en los niños, y dijo que todos deberíamos ser más parecidos a ellos…

    “Podríamos recordar que Cristo llamó amigos a Sus discípulos…

    “Podríamos, y deberíamos, recordar las cosas maravillosas que hemos recibido en nuestra vida y que ‘todas las cosas que son buenas vienen de Cristo’ (Moroni 7:24)…

    “Habrá días en que tendremos razones para recordar el trato cruel que se le dio, el rechazo que sufrió y la injusticia… que padeció…

    “…Podemos recordar que Jesús tuvo que descender por debajo de todo antes de ascender a lo alto, y que sufrió dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases para estar lleno de misericordia y saber cómo socorrer a Su pueblo en sus enfermedades” (véase Liahona, enero de 1995, pág. 78).

3 Nefi 18:6–7. La Santa Cena y el ministerio de ángeles

  • El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó de qué forma el ministerio de ángeles también forma parte de las promesas que se hacen en las oraciones de la Santa Cena:

    “…Esas ordenanzas del Sacerdocio Aarónico también son vitales para el ministerio de ángeles…

    “…Los mensajes angelicales se pueden entregar por medio de una voz o meramente por pensamientos o sentimientos que se comuniquen a la mente…

    “…La mayoría de las comunicaciones angelicales se sienten o se escuchan en vez de verse…

    “En general, las bendiciones de la compañía y la comunicación espirituales están disponibles sólo para aquellos que están limpios… [P]or medio de las ordenanzas del bautismo y de la Santa Cena del Sacerdocio Aarónico quedamos limpios de nuestros pecados y se nos promete que si guardamos nuestros convenios siempre tendremos Su Espíritu con nosotros. Yo creo que la promesa no sólo se refiere al Espíritu Santo, sino también al ministerio de ángeles, porque ‘los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por lo que declaran las palabras de Cristo’ (2 Nefi 32:3). Y así es cómo los poseedores del Sacerdocio Aarónico abren la puerta a todos los miembros que participan dignamente de la Santa Cena para que disfruten de la compañía del Espíritu del Señor y del ministerio de ángeles” (véase Liahona, enero de 1999, págs. 44–45).

3 Nefi 18:16, 24. “Yo os he dado el ejemplo”

  • El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, nos amonestó a que, sin importar cuál sea nuestra función, tratemos de emular el carácter del Salvador lo más posible:

    “Cada uno de nosotros tiene diferentes funciones en la familia, la Iglesia, la comunidad, los negocios, la educación, etcétera. A pesar de que tenemos necesidades distintas, todos compartimos la necesidad de concentrarnos en todas las cualidades de Cristo, especialmente aquellas que, de forma individual, tenemos la mayor necesidad de desarrollar más a fondo…

    “Claro está que podemos no hacerlo todo y meramente adoptar unas pocas técnicas ilustradas por el Salvador. Pero a menos que lo emulemos a Él de la forma más completa que seamos capaces, nos habremos privado del gran modelo. Es más, debemos emular tanto en estilo como en sustancia. Por ejemplo, el amor de Dios fundamenta el hecho de que nos escucha. ¿Podemos concebir un Dios que no escuche? ¿O al que le falte poder? ¿O qué no esté dispuesto a imponerse en los asuntos de principios? A medida que nos volvamos más semejantes a Él, esto sucederá tanto en los atributos como en las acciones” (A Wonderful Flood of Light, 1990, pág. 110).

3 Nefi 18:18. “Debéis velar y orar siempre”

  • El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, reflexionó acerca de la importancia de la comisión de “recordarle siempre” (D. y C. 20:77, 79) y de “orar siempre” (3 Nefi 18:18):

    “¿Qué es lo que quiere decir el Maestro cuando nos advierte que debemos ‘orar siempre’?

    “No tengo la sabiduría necesaria para saber todos Sus propósitos cuando nos da el convenio de recordarle siempre y la advertencia de orar siempre para que no seamos vencidos. Pero sé uno de ellos. Es porque Dios conoce a la perfección las potentes fuerzas que influyen en nosotros y también sabe lo que es ser humano…

    “…Él sabe lo que es que las preocupaciones de la vida nos agobien… Y Él sabe que nuestras facultades humanas de lidiar con las cosas no son constantes…

    “…A medida que vaya aumentando la intensidad de las fuerzas que nos rodean, la fuerza espiritual que alguna vez fue suficiente ya no bastará; y se pondrá a nuestra disposición más crecimiento espiritual del que alguna vez consideramos posible. Nos encontraremos en peligro si subestimamos tanto la necesidad de tener fuerza espiritual como la oportunidad de lograrla…

    “Empiecen por recordarlo a Él. Recordarán lo que saben y lo que aman…

    “El Señor escucha las plegarias de sus corazones. Los sentimientos del corazón, de amor por nuestro Padre Celestial y Su amado Hijo Jesucristo, pueden ser tan constantes que nuestras oraciones siempre ascenderán” (“Always”, charla fogonera para jóvenes adultos, 3 de enero de 1999, págs. 2–3, 5; véase también “Always”, Ensign, octubre de 1999, págs. 8–10, 12).

3 Nefi 18:18. “Zarandearos como a trigo”

  • Cuando Jesús advirtió a los nefitas que “Satanás desea poseeros para zarandearos como a trigo” (3 Nefi 18:18), estaba enseñando el mismo mensaje que había expresado a Pedro (véase Lucas 22:31).

    Imagen
    Hombre árabe cerniendo trigo

    © Richard Cleave

    El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó las palabras de Jesús: “Ésta es una expresión idiomática que entendían claramente las personas de aquella época, más que las de hoy en día. En esencia y pensamiento, Jesucristo está diciendo: ‘Pedro, Satanás te quiere en su cosecha. Quiere cosechar tu alma, y llevarte a su granero, ponerte en lo recogido, donde te tendrá como discípulo suyo’. Es la misma figura que usamos cuando decimos que el campo está blanco, listo para la siega, y salimos a predicar el Evangelio y cosechar las almas de los hombres. Bien, Satanás quería poseer a Pedro, quería zarandearlo como al trigo o cosechar su alma” (Sermons and Writings of Bruce R. McConkie, editado por Mark L. McConkie, 1998, pág. 127).

3 Nefi 18:21. “Orad… en vuestras familias”

  • El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) habló sobre la importancia de la oración familiar: “Estoy convencido de que no hay sustituto adecuado para la práctica de arrodillarse —padre, madre e hijos— todos juntos, tanto por la mañana como por la noche. Esto, y no las suaves alfombras ni las bellas cortinas ni los colores delicadamente escogidos, es lo que contribuye a hogares mejores y más hermosos” (en Conference Report, abril de 1963, pág. 127).

3 Nefi 18:26–32. Una ordenanza sagrada

  • Obsérvese que en 3 Nefi 18:26 el Salvador dejó de hablar a la multitud y se volvió a los líderes “que había escogido”. Su mensaje en los versículos 28–29 fue dado a los líderes del sacerdocio a modo de advertencia de no permitir que los indignos participen de la Santa Cena. De estos versículos aprendemos que los miembros de la Iglesia deben dejar la responsabilidad de determinar la dignidad para tomar la Santa Cena a aquellas personas que el Señor ha llamado para emitir tales juicios, como el obispo o el presidente de estaca.

    Imagen
    Cristo prepara la Santa Cena para los nefitas

    Minerva K. Teichert, Cortesía del Museo de Arte de BYU

  • Mientras servía en calidad de Setenta, el élder John H. Groberg explicó lo que quiere decir tomar dignamente la Santa Cena:

    “Si deseamos mejorar (lo cual es arrepentirse), y si las autoridades del sacerdocio no nos han impuesto alguna restricción, entonces, en mi opinión, somos dignos. Pero si no tenemos deseos de mejorar, si no tenemos intención de seguir la guía del Espíritu, debemos preguntarnos: ¿Somos dignos de participar, o nos estamos burlando de la mismísima finalidad de la Santa Cena, la cual es la de servir de catalizador del arrepentimiento y el progreso personales? Si recordamos al Salvador y todo lo que Él ha hecho, y lo que hará, por nosotros, mejoraremos nuestro proceder y así nos acercaremos más a Él, lo cual nos conservará en la senda que conduce hacia la vida eterna.

    “Pero si nos negamos a arrepentirnos y mejorar, si no lo recordamos a Él ni guardamos Sus mandamientos, detenemos nuestro progreso, y eso es condenación para nuestras almas.

    “La Santa Cena se experimenta de forma sumamente personal, y cada cual sabe si es digno o no…

    “Al participar dignamente de la Santa Cena, adquiriremos conciencia de lo que nos haga falta mejorar y recibiremos la ayuda y la determinación de hacerlo. Sean cuales fueren nuestros problemas, la Santa Cena siempre nos infunde esperanza.

    “La mayoría de esos problemas tenemos que resolverlos nosotros mismos; por ejemplo, si no estamos pagando los diezmos, sencillamente decidimos empezar a hacerlo. Pero hay problemas de los que tenemos que hablar con el obispo: el Espíritu nos hará saber cuáles son” (véase Liahona, julio de 1989, págs. 47–48).

3 Nefi 18:36–37. Jesús dio a Sus discípulos “el poder para conferir el Espíritu Santo”

  • La multitud no supo lo que hizo o lo que dijo el Salvador cuando tocó a Sus discípulos y les habló, pero Mormón nos informó que los discípulos testificaron de que “les dio [a ellos] el poder para conferir el Espíritu Santo” (3 Nefi 18:37). Moroni cumplió la promesa que su padre hizo al lector de que “os mostraré que este testimonio es verdadero” (3 Nefi 18:37) cuando más adelante relató este acontecimiento y las palabras que Cristo habló a los doce discípulos. Además explicó que, cuando el Salvador tocó a Sus discípulos para darles autoridad, les estaba imponiendo las manos (véase Moroni 2:1–3).

3 Nefi 19:9. Los discípulos oraron por el Espíritu Santo

  • Los doce discípulos, a quienes Jesús escogió, oraron para “que les fuese dado el Espíritu Santo” (3 Nefi 19:9). El élder Bruce R. McConkie explicó lo que significaba tal petición:

    “Hay… una diferencia entre el don del Espíritu Santo y el gozar de dicho don. Todos los santos después de bautizarse reciben el don o el derecho al poder santificador del Espíritu; mas sólo los que son dignos, o quienes guardan los mandamientos, de hecho gozan de la recompensa prometida. En la práctica, los miembros de la Iglesia tienen la compañía del Espíritu de vez en cuando, en la medida en que, por la obediencia, logran estar en armonía con el Infinito.

    “El disfrutar en efecto del don del Espíritu Santo es una dádiva sublime que puede recibir el hombre en la vida terrenal. El hecho de que se lo recibe sirve de testimonio de que los santos que tienen tal bendición se han reconciliado con Dios y están haciendo aquello que les asegurará la vida eterna en los reinos venideros” (A New Witness for the Articles of Faith, 1985, pág. 257).

  • El presidente Heber J. Grant (1856–1945) habló de pedir a Dios dos veces al día la guía del Espíritu Santo: “No siento temor por el niño o la niña, el joven o la joven que con sinceridad y a conciencia suplica a Dios dos veces al día para pedirle que le dé la guía de Su Espíritu. Estoy seguro de que, cuando la tentación le salga al paso, tendrá la fortaleza necesaria para vencerla por la inspiración que se le dará. El suplicar al Señor que nos dé la guía de Su Espíritu pone alrededor de nosotros una protección, y, si pedimos ferviente y sinceramente la guía del Espíritu del Señor, les aseguro que la recibiremos” (Gospel Standards, 1976, pág. 26).

  • El presidente Marion G. Romney (1897–1988), Segundo Consejero de la Primera Presidencia, declaró que podemos obtener el Espíritu y mantenerlo siguiendo un plan sencillo de cuatro puntos: “Si desean obtener y mantener la guía del Espíritu, pueden hacerlo siguiendo un sencillo programa de cuatro puntos: Uno, orar. Orar con diligencia… Dos, estudiar y aprender el Evangelio. Tres, vivir rectamente; arrepentirse de sus pecados… Cuatro, servir en la Iglesia” (“La guía del Espíritu Santo”, Liahona, agosto de 1980, pág. 5).

3 Nefi 19:10–13. Bautizados nuevamente

  • El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) explicó por qué Jesús les mandó a los nefitas volver a bautizarse:

    “Cuando Cristo apareció entre los nefitas en este continente, mandó que fuesen bautizados, aunque ya habían sido bautizados previamente para la remisión de sus pecados… El Salvador le ordenó a Nefi y a todo el pueblo, que se bautizasen de nuevo, porque Él había organizado de nuevo la Iglesia bajo el evangelio [véase 3 Nefi 19:7–15; 26:17]. Antes de eso había sido organizada bajo la ley [véase 3 Nefi 9:15–22; 11:10–40; 12:18–19; 15:4–10].

    “Por la misma razón José Smith y aquellos que habían sido bautizados antes del 6 de abril de 1830 fueron bautizados de nuevo el día de la organización de la Iglesia” (Doctrina de Salvación, comp. por Bruce R. McConkie, tres tomos, 1995, tomo II, pág. 316).

3 Nefi 19:18, 22. “Oraron a Jesús”

  • No hay lugar en las Escrituras en el que se nos enseñe a orar a Jesús; sin embargo, en esta ocasión única, los discípulos ofrecieron oraciones al Hijo en lugar de al Padre. El élder Bruce R. McConkie sugirió una razón por la cual puede haber ocurrido esto: “Hay una razón especial por la cual se hizo esto en esta ocasión y por única vez… Jesús ya les había enseñado a orar al Padre en Su nombre, cosa que hicieron primero… Jesús estaba presente ante ellos como símbolo del Padre. Verlo a Él era como ver al Padre; orarle a Él era como orarle al Padre. Fue una situación especial y única” (The Promised Messiah: The First Coming of Christ, 1978, págs. 560–561). Cabe señalar que el Salvador de forma específica dijo que el pueblo le oraba en esa ocasión porque, en Sus palabras, “estoy con ellos” (3 Nefi 19:22). Además, en esta oportunidad “no multiplicaban muchas palabras, porque les era manifestado lo que debían suplicar” (3 Nefi 19:24).

3 Nefi 19:19–20, 27–28. “Gracias te doy”

  • Las Escrituras brindan muchos ejemplos en los que el Salvador expresa gratitud a Su Padre (véanse Marcos 14:23; Juan 6:5–11; 11:33–35, 41; 1 Corintios 11:23–24). Al regresar a visitar por segunda vez a los nefitas, Jesús dio inicio tanto a Su primera como a Su segunda oración de las que tenemos registro en las Escrituras dándole gracias a Su Padre (véase 3 Nefi 19:19–20, 27–28). El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, hizo hincapié en este principio:

    “La oración es un elemento esencial para comunicarle nuestro agradecimiento a nuestro Padre Celestial. Él espera recibir todos los días, de mañana y de noche, en oraciones sinceras y sencillas que salgan del corazón, nuestras expresiones de gratitud por las muchas bendiciones, los dones y talentos que nos da.

    “Por medio de las expresiones en oración de reconocimiento y acción de gracias, demostramos que dependemos de una fuente más elevada de sabiduría y conocimiento: Dios el Padre y Su Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (véase Liahona, julio de 1992, pág. 71).

3 Nefi 19:20–23, 29. Una oración por la unión

  • Jesús oró al Padre Celestial pidiendo la unión entre Sus seguidores y también entre las personas que Sus seguidores enseñasen (véase Juan 17:11, 20–21). Cristo también enseñó el principio de la unión en Doctrina y Convenios: “…Yo os digo: Sed uno; y si no sois uno, no sois míos” (D. y C. 38:27).

    El élder Jeffrey R. Holland comparó la oración de Jesucristo por la unión que se encuentra en 3 Nefi 19:20–23 con la de Juan 17:11, 20–23: “Por las palabras que empleó el Salvador vemos con claridad que el Espíritu Santo es el que proporciona esta unión, un punto doctrinal que no se comunica tan claramente en el relato del Nuevo Testamento. Además, resulta significativo que una de las mayores pruebas que Dios tiene de nuestra creencia en la Deidad sea el que se nos vea y oiga orar. Cristo destacó tal prueba a favor de los nefitas cuando al Padre dijo: ‘Ves que creen en mí, porque los oyes’ [3 Nefi 19:22]… Es la clave para las manifestaciones milagrosas del cielo y la compañía personal del Santo Consolador (o los Santos Consoladores)” (Christ and the New Covenant, 1997, pág. 280).

  • El élder D. Todd Christofferson, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó de qué manera podemos llegar a ser uno con el Padre y el Hijo:

    “Jesús logró una unidad perfecta con el Padre al someterse, tanto en cuerpo como en espíritu, a la voluntad del Padre. Su ministerio estuvo siempre claramente definido porque en Él no había una doble mentalidad que le debilitara ni le distrajera. Al referirse a Su Padre, Jesús dijo: ‘…yo hago siempre lo que a él le agrada’ [Juan 8:29]…

    “No cabe la menor duda de que no seremos uno con Dios y con Cristo hasta que logremos que la voluntad y el interés de Ellos sean nuestro mayor deseo. Esa sumisión no se logra en un día, pero mediante el Espíritu Santo, el Señor nos ayudará si estamos dispuestos, hasta que, con el tiempo, podamos decir con certeza que Él es en nosotros como el Padre es en Él. A veces tiemblo al pensar en lo que ello pueda requerir, pero sé que es sólo en esa unión perfecta que se puede hallar una plenitud de gozo” (véase Liahona, noviembre de 2002, págs. 72–73).

3 Nefi 19:24. “No multiplicaban muchas palabras”

  • ¿Qué quiere decir orar y “no multiplica[r] muchas palabras”? (3 Nefi 19:24). El élder Gene R. Cook, de los Setenta, ofreció el siguiente punto de vista:

    “Cuando los discípulos nefitas oraban en la presencia de Jesús, nos dieron un buen ejemplo a todos. El registro dice… ‘no multiplicaban muchas palabras’…

    “Esto concuerda con el mandamiento que el Señor dio a los judíos durante Su ministerio terrenal, cuando dijo: ‘Y al orar, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos’ (Mateo 6:7; véase también 3 Nefi 13:7).

    “Cuando oremos en público, tengamos cuidado de jamás dejarnos llevar por el deseo de recibir los honores de los hombres, que puede hacer que oremos sin verdadera intención o que aumentemos innecesariamente el largo de nuestras oraciones. La misma amonestación se aplica a quienes oran pensando en un público terrenal en lugar de simplemente desear que los escuche el Señor. Siempre debemos tener cuidado de evitar las oraciones ‘floridas’ o las oraciones para impresionar. No hay duda de que al Señor no le agrada que lo hagamos de ese modo y que no contestará las oraciones de la persona que no se concentre en el Señor o que no ore con verdadera intención” (Receiving Answers to Our Prayers, 1996, págs. 43–44).

3 Nefi 19:35. Los milagros llegan a los que tienen fe

  • Grandes milagros ocurrieron durante la visita del Salvador a los santos en los días del Libro de Mormón: milagros de sanidades, ángeles, rostros resplandecientes, oraciones demasiado sagradas como para ser escritas y muchas otras manifestaciones maravillosas. Jesús declaró a Sus discípulos: “…Jamás he visto fe tan grande entre todos los judíos; por tanto, no pude mostrarles tan grandes milagros, por motivo de su incredulidad” (3 Nefi 19:35).

    ¿Ocurren los milagros en la actualidad, o ha cesado el día de los milagros? El élder Dallin H. Oaks enseñó que sigue habiendo milagros, pero que con frecuencia no nos enteramos de ellos por motivo de su naturaleza sagrada:

    “¿Por qué es que nuestros discursos de conferencia general y de reuniones locales no dicen más acerca de los milagros que hemos visto? La mayor parte de los milagros que experimentamos no se debe compartir. Conforme a las enseñanzas de las Escrituras, los tenemos por sagrados y sólo los compartimos cuando el Espíritu nos susurra que lo hagamos…

    “…Las revelaciones modernas nos indican que ‘no se jacten de estas cosas ni hablen de ellas ante el mundo; porque os son dadas para vuestro provecho y para salvación’ (D. y C. 84:73). Otra revelación declara: ‘Recordad que lo que viene de arriba es sagrado, y debe expresarse con cuidado y por constreñimiento del Espíritu’ (D. y C. 63:64).

    “Por lo general, los Santos de los Últimos Días siguen estas instrucciones. Al dar testimonios y en nuestros discursos en público, rara vez mencionamos nuestras experiencias más milagrosas, y rara vez nos apoyamos en las señales de que el Evangelio es verdadero. Normalmente sólo afirmamos nuestro testimonio de la veracidad del evangelio restaurado y damos pocos detalles sobre cómo obtuvimos dicho testimonio. ¿Por qué es así? Las señales siguen a los que creen. Buscar un milagro para convertir a alguien supone una búsqueda indebida de señales. De la misma forma, por lo general no es apropiado relatar circunstancias milagrosas a un público general que incluye personas con niveles muy distintos de madurez espiritual. En un público general, los milagros fortalecen la fe de algunos y son señales indebidas para otros” (“Miracles”, charla fogonera del SEI para jóvenes adultos, 7 de mayo de 2000, pág. 3, www.ldsces.org).

Para meditar

  • ¿De qué forma el recordar cómo se sintió al ser bautizado puede servirle para mejorar la calidad de su experiencia la próxima vez que tome la Santa Cena?

  • Los discípulos pidieron en oración “lo que más deseaban”, que era “que les fuese dado el Espíritu Santo” (3 Nefi 19:9). ¿Qué es lo que usted más desea? ¿Incluye usted ese deseo en sus oraciones? ¿Por qué sí o por qué no?

  • El semblante del Salvador “les sonrió” a Sus discípulos (3 Nefi 19:25, 30). ¿Qué cree que significa eso? ¿Qué puede hacer usted para que su semblante sonría a los demás?

Tareas sugeridas

  • Ahora que ya ha leído varios pasajes de las Escrituras y otras enseñanzas acerca de la Santa Cena, cree su propio plan para hacer que ésta sea una parte más significativa de su vida.

  • Estudie las descripciones de las oraciones del Salvador que aparecen en 3 Nefi 19:19–23, 27–29, 31–32. Medite el principio que enseñan estas descripciones para hacer que sus propias oraciones sean mejores. Anote en su diario las observaciones que haga y conclusiones a las que llegue.