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Capítulo 47: 4 Nefi


Capítulo 47

4 Nefi

Introducción

En el libro Cuarto Nefi se abarcan casi doscientos años de unión y armonía después de la visita de Jesucristo a América. “Se convirtió al Señor toda la gente” (4 Nefi 1:2), lo que dio por resultado una sociedad soñada por las personas de todas las épocas. El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, observó que tras la visita de Cristo, “Sus enseñanzas majestuosas y Su Espíritu ennoblecedor llevaron a la más feliz de las épocas, una época en la cual ‘no había contenciones ni disputas entre ellos, y obraban rectamente unos con otros. Y tenían en común todas las cosas; por tanto, no había ricos ni pobres, esclavos ni libres, sino que todos fueron hechos libres, y participantes del don celestial’ [4 Nefi 1:2–3]. Esta situación bendita fue alcanzada, supongo, únicamente en otra ocasión, cuando en la ciudad de Enoc ‘eran uno en corazón y voluntad, y vivían en rectitud; y no había pobres entre ellos’ [Moisés 7:18]” (véase Liahona, julio de 1996, pág. 32).

Trágicamente, la segunda mitad de 4 Nefi revela cómo un pueblo justo y feliz permitió que ingresaran en sus vidas el orgullo y la apostasía, lo cual finalmente llevó a la destrucción de su sociedad. Al estudiar este libro de las Escrituras, procure entender qué condujo a la felicidad de la sociedad nefita y también qué llevó a la miseria y destrucción de esa sociedad.

Comentario

4 Nefi 1:2. “Se convirtió al Señor toda la gente”

  • El presidente Marion G. Romney (1897–1988), de la Primera Presidencia, ofreció las siguientes ideas en cuanto a lo que significa la conversión verdadera:

    “El [diccionario] Webster dice que el verbo ‘convertir’ significa ‘volverse de una creencia o de una acción a otra’; [esa] ‘conversión’ es ‘un cambio espiritual y moral…’. Según el uso que se le da en las Escrituras, estar ‘convertido’ generalmente implica no solamente la aceptación intelectual de Jesús y Sus enseñanzas, sino también una fe motivadora en Él y en Su evangelio —una fe que efectúa una transformación; un cambio real en la comprensión que la persona tiene del significado de la vida y en su fidelidad a Dios— en interés, pensamiento y conducta….

    “Para el que está realmente convertido, el deseo de hacer cosas hostiles [contrarias] al evangelio de Jesucristo muere, y en su lugar nace el amor por Dios con la firme e imperante determinación de guardar Sus mandamientos…

    “…De esto parece desprenderse el que ser miembro de la Iglesia y estar convertido no son necesariamente sinónimos. Estar convertido… y tener un testimonio tampoco son lo mismo forzosamente. El testimonio se obtiene cuando el Espíritu Santo testifica de la verdad a la persona que sinceramente la está buscando. Un testimonio conmovedor vitaliza la fe; es decir, induce al arrepentimiento y la obediencia a los mandamientos. La conversión, por otra parte, es el fruto o la recompensa del arrepentimiento y de la obediencia” (en Conference Report, octubre de 1963, págs. 23–24).

4 Nefi 1:2. “No había contenciones ni disputas entre ellos”

  • En cuanto al modo en que los miembros de la Iglesia deben tratar a otras personas, el Señor reveló: “buscando cada cual el bienestar de su prójimo, y haciendo todas las cosas con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios” (D. y C. 82:19).

  • ¿Qué se necesitaría en el mundo actual para edificar una sociedad en la que no hubiera contenciones ni disputas? El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó la forma de lograr esa meta:

    “Primero, debemos eliminar la tendencia individual al egoísmo, el cual atrapa el alma, achica el corazón y oscurece la mente…

    “Segundo, debemos cooperar completamente y trabajar en mutua armonía unos con otros…

    “Tercero, debemos postrarnos ante el altar y sacrificar todo lo que nos sea requerido por el Señor. Comenzamos por ofrecer un ‘corazón quebrantado y un espíritu contrito’ [3 Nefi 9:20]” (véase Liahona, agosto de 1978, págs. 129–130).

4 Nefi 1:2. “Obraban rectamente”

  • El élder Sheldon F. Child, de los Setenta, al hablar sobre la honradez y la integridad, explicó lo que significa “obrar rectamente” unos con otros:

    “Cuando decimos que vamos a hacer algo, lo hacemos.

    “Cuando nos comprometemos, cumplimos.

    “Cuando se nos da un llamamiento, lo desempeñamos.

    “Cuando pedimos algo prestado, lo devolvemos.

    “Cuando tenemos una obligación financiera, la pagamos.

    “Cuando hacemos un contrato, lo respetamos” (véase Liahona, julio de 1997, pág. 32).

  • El presidente N. Eldon Tanner (1898–1982), de la Primera Presidencia, dio un ejemplo de la importancia de obrar rectamente con los demás:

    “No hace mucho tiempo, un joven se me acercó y me dijo: ‘Hice un trato con un hombre que requiere que yo le haga ciertos pagos anualmente. Estoy atrasado [en mis obligaciones financieras] y no puedo realizar esos pagos, pues, si los hago, el resultado será que perderé mi casa. ¿Qué debo hacer?’.

    “Yo lo miré y le dije: ‘Cumpla con su compromiso’.

    “‘¿Aún a costa de mi casa?’.

    “Le dije: ‘No estoy hablando de su casa. Estoy hablando de su compromiso; y creo que su esposa preferiría tener un esposo que cumple con su palabra… y vivir en una casa alquilada que tener una casa propia con un esposo que no cumple con sus convenios y promesas’” (en Conference Report, octubre de 1966, pág. 99).

4 Nefi 1:3. “Tenían en común todas las cosas”

  • Uno de los atributos que distinguía al pueblo nefita era que “tenían en común todas las cosas” (4 Nefi 1:3). El presidente Marion G. Romney explicó el significado de esta frase y cómo se llevaba a cabo:

    “Este procedimiento [la Orden Unida] preservaba en cada hombre el derecho de tener propiedad privada y de administrar sus bienes… Cada hombre era propietario de su porción, que, si quería, podía traspasar, conservar y operar, o de cualquier modo administrar como suya…

    “…Consagraba a la Iglesia todo el excedente que produjera más allá de las necesidades y carencias de su propia familia. Este excedente iba a un almacén, del cual se daban mayordomías a otros, y de donde se satisfacían las necesidades de los pobres” (véase Liahona, octubre de 1977, pág. 80).

    El presidente Romney además explicó qué lleva a las personas a vivir de esa forma: “Cuando alcancemos un estado en el que tengamos el ‘amor puro de Cristo’, nuestros deseo de servirnos unos a otros habrá crecido hasta el punto que estaremos viviendo la ley de consagración en toda su plenitud. El vivir la ley de consagración enaltece a los pobres y hace humildes a los ricos. En el proceso, ambos se santifican. Los pobres, aliviados de la esclavitud y las limitaciones humillantes de la pobreza, tienen la oportunidad, como hombres libres, de alcanzar todo su potencial, tanto temporal como espiritual. Los ricos, por medio de la consagración, y al compartir con los pobres su excedente, no por compulsión, sino por su propia voluntad, gozan de un amor hacia el prójimo descrito por Mormón como ‘el amor puro de Cristo’ (Moroni 7:47). Esto llevará tanto al que da como al que recibe a un nivel común en que el Espíritu de Dios puede encontrarse con ellos” (véase Liahona, febrero de 1981, pág. 168).

  • El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó de qué forma nos estamos preparando para vivir la ley de consagración: “La ley del diezmo nos prepara para vivir la ley más alta de la consagración, de dedicar y dar todo nuestro tiempo, talentos y recursos a la obra del Señor. Mientras llegue el día en que se nos requiera vivir esa ley más alta, se nos manda vivir la ley del diezmo, que es dar liberalmente una décima parte de nuestro ingreso anualmente” (Liahona, noviembre de 2002, pág. 27).

4 Nefi 1:5. Milagros “en el nombre de Jesús”

  • El presidente Spencer W. Kimball explicó que los milagros también forman parte de la Iglesia en la actualidad, al igual que en el pasado:

    “Sí, tenemos milagros hoy en día, ¡más de lo imaginable! Si se registraran todos los milagros de nuestra propia vida, se necesitarían muchos estantes de biblioteca para guardar todos los libros en que se escribirían.

    “¿Qué tipos de milagros tenemos? De todo tipo: revelaciones, visiones, lenguas, sanidades, guía y dirección especiales, expulsiones de espíritus malos. ¿Dónde se deja constancia de ellos? En los registros de la Iglesia, en los diarios personales, en los artículos de periódicos y revistas, y en la mente y el recuerdo de muchas personas” (The Teachings of Spencer W. Kimball, editado por Edward L. Kimball, 1982, pág. 499).

4 Nefi 1:13, 15–16. “No hubo contención entre todos los habitantes”

  • El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, describió la fuente de la gran paz que se describe en 4 Nefi:

    “La paz personal se logra cuando, con humilde sumisión, se ama de verdad a Dios. Escuchen bien este pasaje de las Escrituras:

    “‘Y ocurrió que no había contenciones en la tierra, a causa del amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo’ (4 Nefi 1:15; cursiva agregada; véase también 1:2).

    “Por tanto, el amor de Dios debe ser nuestro objetivo. Es el primer mandamiento: el fundamento de la fe. Al acrecentar en nosotros el amor de Dios y de Cristo, el amor a la familia y al prójimo seguirán naturalmente. Entonces anhelaremos emular a Jesús. Él sanó. Él consoló. Él enseñó: ‘Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios’ (Mateo 5:9; véase también 3 Nefi 12:9).

    “Mediante el amor de Dios, el dolor producido por el poder destructivo de la contención se extinguirá del alma. Esa curación comienza con una promesa personal: ‘Que haya paz en la tierra y que comience por mí’ (Sy Miller y Jill Jackson, ‘Let There Be Peace on Earth’, Beverly Hills, Calif., Jan-Lee Music, 1972). Ese cometido entonces se extenderá a familiares y a amigos, y llevará paz a vecindarios y naciones.

    “Eviten la contención; busquen la santidad. Reciban la luz de la verdad eterna. Sientan lo mismo que el Señor en amor y únanse a Él con fe. Entonces, ‘la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento’ (Filipenses 4:7) será con ustedes, para bendecirlos tanto a ustedes como a su posteridad en las generaciones venideras” (véase Liahona, julio de 1989, pág. 84).

4 Nefi 1:15–17. Una sociedad de Sión

  • El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, señaló que el estado que se describe en 4 Nefi 1:15–17 es el de una sociedad de Sión. Ése es el estado que debemos esforzarnos por alcanzar en la actualidad: “En las espléndidas generaciones que siguieron a la aparición del Cristo resucitado en el Nuevo Mundo, ‘no había contenciones ni disputas entre [el pueblo], y obraban rectamente unos con otros’ (4 Nefi 1:2). Cuarto Nefi dice: ‘…ciertamente no podía haber un pueblo más dichoso entre todos los que habían sido creados por la mano de Dios’ (vers. 16). Debemos esforzarnos por alcanzar de nuevo ese estado. Como dice la revelación moderna: ‘…Sión debe aumentar en belleza y santidad…’ (D. y C. 82:14)” (véase Liahona, enero de 1987, pág. 22). (Para obtener información adicional sobre la Sión de los últimos días, véase el comentario de 3 Nefi 20:21–22; 21:23–29 en la página 339.)

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    Chart of Three Zion Societies

    Tres sociedades de Sión

    1 Sión antediluviana
    (ciudad de Enoc)
    Moisés 7:16–19

    Adán

    (Era antediluviana) Ministerio de Enoc

    Noé

    Abraham

    Moisés

    Doce Apóstoles

    (Meridiano de los tiempos) Ministerio personal de Jesucristo a los judíos

    2 Sión nefita
    (era de oro de los nefitas)
    4 Nefi 1:1–3

    Lehi

    Doce discípulos nefitas

    Moroni

    Ministerio personal de Jesucristo a los nefitas

    Historia nefita-lamanita

    José Smith

    (era de la Restauración) Preparación para la segunda venida de Cristo

    3 Sión de los últimos días
    (la Nueva Jerusalén)
    Moisés 7:60–65

    Milenio

    Glorioso reinado de mil años del Salvador

4 Nefi 1:16–17. No había “ninguna especie de -itas”

  • Por causa de la unión y paz que reinaban en el país, cada uno de los otrora distintos grupos del Libro de Mormón, como los lamanitas y los nefitas, dejó de lado sus tradiciones mundanas y adoptó como su prioridad principal la doctrina de que “eran uno, hijos de Cristo y herederos del reino de Dios” (4 Nefi 1:17). A medida que el Evangelio avanza a “toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Mosíah 16:1), uno de los retos que enfrentamos como Iglesia es el de ser “uno”, o tener unión entre los miembros. Esto puede presentar retos cuando se juntan tantas razas, culturas y tradiciones.

  • El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, enseñó que, a pesar de la diversidad de culturas, razas o tradiciones, se puede lograr la unidad:

    “He aprendido a admirar, respetar y amar a la gente buena de toda raza, cultura y nación que he tenido el privilegio de visitar. En base a lo que he vivido, ninguna raza o clase parece ser superior a cualquier otra en lo que concierne a la espiritualidad y la fidelidad. Los que parecen preocuparse menos de lo espiritual —sea cual sea su raza, cultura o nacionalidad— son las personas de las que habló el Salvador en la parábola del sembrador, diciendo que ‘son ahogados por los afanes, y por las riquezas y por los placeres de esta vida, y no dan fruto’ (Lucas 8:14)…

    “A medida que la Iglesia se establece en más y más países del mundo, encontramos en ella una rica variedad de culturas; pero aún así, en todas partes puede haber una ‘unidad de la fe’ (Efesios 4:13). Cada grupo brinda dones y habilidades especiales a la mesa del Señor. Todos podemos aprender muchas cosas de valor de los demás. Pero a la vez, cada uno, en forma individual y voluntaria, debe tratar de disfrutar todos los convenios, las ordenanzas y las doctrinas unificadores y salvadores del evangelio del Señor Jesucristo.

    “En la gran diversidad de pueblos, costumbres y circunstancias, recordamos que todos somos iguales ante el Señor” (véase Liahona, julio de 1995, págs. 69–70).

  • El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, además aconsejó a los miembros de la Iglesia dejar de lado cualquier tradición cultural, racial o de otra índole que esté en conflicto con las enseñanzas de Jesucristo, puesto que tales tradiciones minan el gran plan de salvación:

    “Tu Padre Celestial te asignó nacer en un linaje específico del cual recibiste tu patrimonio de raza, cultura y tradiciones; ese linaje puede proporcionarte un rico legado y grandes motivos de regocijo. No obstante, tienes la responsabilidad de determinar si alguna parte de ese patrimonio debe desecharse por estar en oposición al plan de felicidad del Señor…

    “Testifico que al dar tu fidelidad principal a tu condición de miembro de la Iglesia de Jesucristo y al formar con Sus enseñanzas el cimiento de tu vida, eliminarás las barreras que te separen de la felicidad y hallarás una paz mucho mayor. Si las tradiciones o las costumbres de la familia o de la nación son contrarias a las enseñanzas de Dios, apártalas de ti. Si las tradiciones y las costumbres están en armonía con Sus enseñanzas, debes atesorarlas y continuarlas a fin de preservar tu cultura y tu patrimonio. Hay un patrimonio que nunca debes cambiar: es el que tienes como hija o hijo de nuestro Padre Celestial. Para que seas feliz, guía tu vida por ese patrimonio” (véase Liahona, julio de 1998, págs. 93–94).

4 Nefi 1:20. “Otra vez empezó a haber lamanitas”

  • La división es el resultado de la falta de rectitud. El siguiente comentario da a entender que el orgullo es tanto el principio de todo este tipo de divisiones como la razón por la cual algunos “se… rebela[ron] contra la iglesia” y tomaron sobre sí el nombre de lamanitas (4 Nefi 1:20). “¿Por qué habría de importarle a unas personas cómo las llamaran? ¿Por qué les resultaría tan importante que las llamaran ‘lamanitas’? ¿Por qué escogería un grupo abandonar los trascendentes privilegios de la unión a fin de que se le conociera por tal o cual nombre? La respuesta es sencilla: orgullo. El deseo de ser distintos. El anhelo de obtener reconocimiento. El miedo de ser pasados por alto. El hambre del reconocimiento público. Los justos no sienten la necesidad de atención, el deseo de alabanza, ni la inclinación de exigir reconocimiento. Los orgullosos demandan sus derechos, incluso cuando no están en lo correcto. Sienten que tienen que hacer las cosas a su manera, incluso cuando esa manera sea la equivocada. Insisten en que deben seguir su propio camino, incluso cuando el sendero en el que se embarquen sea ancho y amplio y los lleve a la destrucción” (Joseph Fielding McConkie, Robert L. Millet y Brent L. Top, Doctrinal Commentary on the Book of Mormon, cuatro tomos, 1987–1992, tomo IV, págs. 204–205).

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    Lamanitas confabulándose

    Jerry Thompson, © IRI

4 Nefi 1:24. “Se ensalzaron en el orgullo”

4 Nefi 1:36. “Verdaderos creyentes en Cristo”

  • El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, habló de las características que distinguen a quienes realmente creen en el Salvador:

    Los verdaderos creyentes están seguros en lo que respecta a la opinión que tienen de Cristo. A pesar de sus debilidades, su espiritualidad está centrada en Él, así que el enfoque de todo lo demás se basa en esa preciada perspectiva.

    Los verdaderos creyentes cumplen gustosamente con sus obligaciones en el reino. Estas obligaciones, por lo general, se pueden medir y son sencillas; incluyen el participar dignamente de la Santa Cena, prestar servicio cristiano, estudiar las Escrituras, orar, ayunar, recibir ordenanzas, cumplir con las obligaciones familiares, pagar los diezmos y las ofrendas…

    Los verdaderos creyentes son humildes. Son ‘man[sos] y humil[des] de corazón’ [Moroni 7:43]… No se ofenden fácilmente, ni rehúsan recibir consejos…

    Los verdaderos creyentes están dispuestos a hacer lo que Cristo quiere… ¿Estamos dispuestos a que el Señor nos guíe hacia experiencias de mayor crecimiento o nos quedamos atrás? Las cosas que agrandan el alma inevitablemente necesitan de nuestro esfuerzo.

    Los verdaderos creyentes tienen un gozo equilibrado. Trazan un equilibrio entre estar demasiado conformes y sus deseos de una función más importante…

    Los verdaderos creyentes realmente oran. Sus oraciones son genuinas… Las oraciones de los verdaderos creyentes, por lo menos algunas veces, son inspiradas.

    Los verdaderos creyentes tienen la conducta correcta y los motivos correctos para dicha conducta. Están tan seguros de su relación con el Señor que su bondad seguiría en pie aun si nadie los viera…

    Los verdaderos creyentes se regocijan por el éxito de otras personas… No consideran que sus colegas son competencia.

    Los verdaderos creyentes recuerdan que perdonar supone olvidar. Siguen el ejemplo del Señor: ‘…yo… no… re[cordaré] más [sus pecados]’ (D. y C. 58:42)…

    Los verdaderos creyentes son inocentes pero no ingenuos en cuanto al pecado. Son amables, pero francos; aman a su prójimo…

    Los verdaderos creyentes son felices. En vez de un ‘aspecto compungido’, los verdaderos creyentes tienen un entusiasmo disciplinado para obrar con rectitud. Consideran seriamente cómo viven, pero al mismo tiempo son alegres” (véase “Los verdaderos creyentes”, Liahona, diciembre de 1994, págs. 11–14).

4 Nefi 1:38–39. “Enseñaron a sus hijos a no creer”

  • El élder Russell M. Nelson aconsejó a los padres que evitaran usar etiquetas que polaricen o fomenten el desarrollo de prejuicios en el corazón de sus hijos:

    “Cuando los nefitas fueron verdaderamente rectos, los anteriores patrones de polarización desaparecieron. ‘…No había contenciones en la tierra, a causa del amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo’…

    “Lamentablemente, la continuación de esa historia no es feliz. Estas circunstancias placenteras perduraron hasta que ‘una pequeña parte del pueblo… se… rebel[ó]… y tom[ó] sobre sí el nombre de lamanitas’ [4 Nefi 1:20], reavivando los antiguos prejuicios y enseñando a sus hijos a odiar, ‘tal como se había enseñado a los lamanitas a aborrecer a los hijos de Nefi desde el principio’ [4 Nefi 1:39]. Y así comenzó otra vez el proceso de polarización.

    “Espero que aprendamos esta lección importante y que eliminemos de nuestro vocabulario personal los nombres que segregan. El apóstol Pablo enseñó que ‘no hay judío, ni griego; no hay esclavo, ni libre; no hay varón, ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús’ [Gálatas 3:28; véase también Colosenses 3:11].

    “Nuestro Salvador nos invita a ‘que [vayamos] a él y participe[mos] de su bondad; y a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres… todos son iguales ante Dios’ [2 Ne. 26:33]” (“A More Excellent Hope”, Ensign, febrero de 1997, pág. 63).

4 Nefi 1:42–46. Juramentos y combinaciones secretos

4 Nefi 1:46. Ninguno era justo excepto los discípulos de Jesús

  • Después de leer 4 Nefi 1:46, uno podría tener la impresión de que los doce discípulos de Jesús y los tres nefitas eran las únicas personas justas que quedaban entre los nefitas; empero, Mormón hizo una aclaración importante sobre este asunto en Alma 45:13–14. Según esos versículos, al final del Libro de Mormón, a “los pacíficos discípulos de Cristo” (Moroni 7:3) también se los conocía como discípulos de Jesús.

Para meditar

  • ¿Cómo cambiaría su vida si viviera en una sociedad semejante a la que se describe en la primera mitad de 4 Nefi? ¿Cómo puede usted ayudar a fomentar ese tipo de armonía y paz en su familia y hogar?

  • En la segunda mitad de 4 Nefi, el pueblo cayó en un patrón bipartito que lo llevó a la destrucción: primero, el orgullo (4 Nefi 1:24–43; véase también 3 Nefi 6:28–29), y segundo, las combinaciones secretas (4 Nefi 1:42–46; véase también 3 Nefi 6:28–29). Este patrón aparece otra vez en el libro de Éter (el orgullo en Éter 11:12–14, y las combinaciones secretas en Éter 13:15). ¿Cómo puede usted evitar los errores que cometieron los nefitas al final de los doscientos años de paz y prosperidad?

Tareas sugeridas

  • En 4 Nefi se recalca la contención y la importancia de eliminarla. Determine cuáles son las fuentes de contención en su vida, y después diseñe una estrategia que incluya cosas que puede hacer para eliminar o minimizar la contención de su propia vida.