Lección 10

“…ésta es mi voz a todos”

Doctrina y Convenios y la Historia de la Iglesia: Manual para el maestro


Objetivo

Que los miembros de la clase aprendan a aplicar a su propia vida las instrucciones que el Señor ha revelado a otras personas en las Escrituras.

Preparación

  1. Estudie Doctrina y Convenios 25 y los demás pasajes de las Escrituras que se mencionan en esta lección, y ore al respecto.

  2. Repase el material correspondiente a esta lección en la Guía de estudio para el miembro de la clase (35686 002) y planifique la forma en que lo utilizará durante la lección.

  3. Para obtener una mayor comprensión de los acontecimientos históricos relacionados con la doctrina de esta lección, considere repasar los siguientes:

    1. “Eres una dama elegida.”

    2. Material histórico adicional para esta lección.

  4. Si se encuentra a disposición una lámina de Emma Smith, haga los preparativos para utilizarla durante la lección (62509 o Las bellas artes del Evangelio 405).

Sugerencias para el desarrollo de la lección

Actividad para despertar el interés

Si lo considera apropiado, para comenzar la lección narre el siguiente relato o utilice una actividad de su preferencia:

El élder Jay E. Jensen, de los Setenta, describió una ocasión en la que, mientras prestaba servicio como presidente de misión, al terminar una conferencia de distrito, se sintió frustrado y desanimado por la cantidad de problemas a los que se veía enfrentado. Mientras iba de regreso a su casa, al dar vuelta a las hojas de las Escrituras tratando de encontrar consuelo y dirección, se detuvo en la sección tres de Doctrina y Convenios. Él dijo:

“Cuando leo un pasaje, frecuentemente incluyo mi nombre en él; así lo hice con el quinto versículo de la sección tres, y encontré la ayuda que necesitaba para librarme de mis sentimientos negativos: ‘He aquí, [Jay Jensen,] se te confiaron estas cosas, pero cuán estrictos fueron tus mandamientos; y recuerda también las promesas que te fueron hechas, [Jay Jensen]’ (D. y C. 3:5).

“Las palabras ‘recuerda también las promesas’ me conmovieron con desusada fuerza… Durante aquellos cuatro días no me había concentrado en otra cosa que no fueran problemas. No me había detenido a considerar ni una sola promesa” (véase “Recuerda también las promesas”, Liahona, enero de 1993, págs. 90–91).

El élder Jensen entonces repasó en su mente las promesas que había recibido en su bendición patriarcal, en las bendiciones que se le habían prometido cuando fue apartado como presidente de misión y en las de las Escrituras. Al hacerlo, le fue posible encontrar la fortaleza y el consuelo que necesitaba.

• Al leer las Escrituras, ¿cómo podría ayudarnos la idea de agregar nuestro propio nombre en ellas?

• Lea 1 Nefi 19:23 con los miembros de la clase. ¿Qué enseñó Nefi sobre la importancia de aplicar las Escrituras a nuestra vida?

Explique que en esta lección se analiza cómo podemos aplicar a nosotros mismos el consejo que el Señor dio a los santos en forma individual en Doctrina y Convenios.

Análisis y aplicación

Con oración, escoja el material de la lección que satisfaga mejor las necesidades de los miembros de su clase y aliéntelos a compartir experiencias que se relacionen con los principios de las Escrituras.

Explique que muchas de las revelaciones que se encuentran en Doctrina y Convenios se dieron a personas en forma individual; sin embargo, a pesar de que el consejo que se da en esas revelaciones se dio específicamente para esas personas, y de que esos miembros de la Iglesia vivieron hace muchos años, gran parte de ese consejo se aplica a nosotros en la actualidad. Como el Señor ha dicho reiteradamente: “…lo que digo a uno lo digo a todos…” (D. y C. 61:36; véase también D. y C. 25:16; 82:5; 93:49).

En julio de 1830, el Señor dio una revelación dirigida a Emma Smith, la esposa del profeta José Smith (D. y C. 25). Coloque a la vista una lámina de Emma Smith. Explique que esta lección se concentra en tres temas sacados de la revelación del Señor para Emma.

1. El marido y la mujer deben apoyarse y consolarse mutuamente.

La revelación que el Señor dio para Emma Smith incluyó consejos acerca de las responsabilidades que tenía para con su esposo. Si imparte enseñanza a los jóvenes, utilice el material de esta sección para hacer que comprendan la importancia que tiene el apoyar a sus futuros cónyuges.

• Lea D. y C. 25:5 con los miembros de la clase. ¿Qué consejo le dio el Señor a Emma Smith en este versículo? ¿Cuáles son algunas de las formas en que el marido y la mujer se pueden ayudar mutuamente en momentos de dificultad? (Al analizar los miembros de la clase esta pregunta, pídales que compartan experiencias personales u observaciones que hayan hecho de otros esposos que se hayan consolado y apoyado mutuamente.)

El profeta José Smith enseñó que la esposa debía tratar a su marido “con dulzura y afecto. Cuando un hombre se siente agobiado por los problemas, cuando lo tienen perplejo los cuidados y las dificultades, si en lugar de una contienda o queja, encuentra una sonrisa, si puede hallar dulzura, se tranquilizará su alma y se calmarán sus sentimientos” (“Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 279).

El Profeta enseñó a los maridos: “El deber del marido es amar, apreciar y cuidar a su esposa y allegarse a ella y a ninguna otra; él debe honrarla como a sí mismo y tener en cuenta sus sentimientos con ternura” (Elders’ Journal, agosto de 1838, pág. 61).

• Lea D. y C. 25:14 con los miembros de la clase. Según este versículo, ¿qué aconsejó el Señor a Emma Smith? ¿Cómo pueden demostrar el marido y la mujer que se deleitan el uno en el otro?

José Smith y su esposa Emma se apoyaron siempre mutuamente y en gran medida durante los momentos de aflicción que enfrentaron tantas veces. En 1842, cuando José se encontraba escondido porque su vida corría peligro, Emma pudo ir a verlo. Más tarde, José comentó sobre esa visita lo siguiente:

“¡Qué dicha inexplicable y qué alegría más grande llenó mi alma cuando esa noche tomé de la mano a mi amada Emma! Sí, a ella, a mi esposa, a la esposa de mi juventud, a la escogida de mi corazón. Muchas fueron las cosas que pasaron por mi mente cuando por un momento contemplé todo lo que habíamos tenido que pasar: las fatigas y el trabajo duro, las penas y los sufrimientos, y la dicha y el consuelo, de tanto en tanto, con que estaba cubierto nuestro camino… Por un momento, ¡cuántos pensamientos llenaron mi alma! Ella está aquí nuevamente… impertérrita, firme e inquebrantable, ¡la misma cariñosa Emma de siempre!” (History of the Church, tomo V, pág. 107).

José y Emma también se apoyaron y se consolaron mutuamente al padecer juntos la muerte de muchos de sus hijos. En cuatro años, murieron cuatro de los más pequeños. De once hijos (dos adoptados) sólo tres varones y una mujer vivieron hasta edad avanzada.

Durante una época en que el Profeta se hallaba abrumado bajo el peso de las cargas propias del crecimiento de la Iglesia en Kirtland, Ohio, Emma dio a luz gemelos, un varón y una niña, pero ambos murieron a las pocas horas de nacidos. Casi al mismo tiempo, en la cercana ciudad de Orange, Ohio, los hermanos John y Julia Murdock, nuevos conversos a la Iglesia, tuvieron también gemelos. A las seis horas de nacidos los pequeños, la hermana Murdock falleció. Cuando Emma y José se enteraron de lo sucedido, le preguntaron al hermano Murdock si podían adoptar a sus gemelos. Poco después, los dos niños, Joseph y Julia Murdock, fueron a vivir a casa de los Smith.

La madre de José Smith, Lucy Mack Smith, describió algunas de las características de Emma que hicieron posible que ella apoyara a José durante las épocas difíciles:

Jamás en mi vida he visto a una mujer que soporte todo tipo de fatigas y de dificultades, mes tras mes y año tras año, con esa valentía, ese fervor y esa paciencia inquebrantables, como lo ha hecho ella; porque yo sé todo lo que ha tenido que soportar… Ella hizo frente a las dificultades de la persecución y resistió el embate de la furia de hombres y diablos, lo que hubiera vencido a casi cualquier otra mujer” (History of Joseph Smith, ed. Preston Nibley, 1958, págs. 190–191).

• ¿Qué pueden aprender marido y mujer del ejemplo de José y Emma Smith que les inspire a ser más cariñosos el uno con el otro y a darse más apoyo el uno al otro?

2. Debemos ser mansos y evitar el orgullo.

El Señor mandó a Emma Smith continuar “con el espíritu de mansedumbre y [cuidarse] del orgullo” (D. y C. 25:14). Él dio instrucciones semejantes a otros miembros de la Iglesia. Lea los siguientes versículos con los miembros de la clase:

  1. D. y C. 23:1 (a Oliver Cowdery): “…cuídate del orgullo, no sea que entres en tentación”.

  2. D. y C. 38:39 (a los santos en una conferencia de la Iglesia): “…cuidaos del orgullo, no sea que lleguéis a ser como los nefitas de la antigüedad”.

  3. D. y C. 90:17 (a la Primera Presidencia de la Iglesia): “…sed amonestados en toda vuestra altivez y orgullo, porque esto tiende un lazo a vuestras almas”.

  4. D. y C. 98:19–20 (a los santos de Kirtland): “…yo, el Señor, no estoy bien complacido con muchos de los que son de la iglesia en Kirtland; porque no abandonan sus pecados, ni sus malas costumbres, ni el orgullo de sus corazones, ni su codicia…”.

• ¿Qué es el orgullo? ¿Por qué consideran que las advertencias del Señor en cuanto al orgullo son tan frecuentes e insistentes?

El presidente Ezra Taft Benson enseñó:

“La mayoría de nosotros piensa en el orgullo como egotismo, vanidad, jactancia, arrogancia o altivez; aunque todos éstos son elementos que forman parte de ese pecado, su núcleo no está en ellos.

“La característica principal del orgullo es la enemistad: enemistad hacia Dios y enemistad hacia nuestros semejantes. Enemistad significa ‘aversión, odio, resentimiento’ u oposición” (“Cuidaos del orgullo”, Liahona, julio de 1989, pág. 4).

• ¿Por qué afecta el orgullo nuestra relación con Dios?

El presidente Benson explicó:

“El orgullo en su naturaleza fomenta la competencia. Oponemos nuestra voluntad a la de Dios… con la actitud de decir: ‘Que se haga mi voluntad y no la tuya’…

“Nuestra voluntad en competencia con la de Dios deja que nuestros deseos, apetitos y pasiones corran desenfrenados (véase Alma 38:12; 3 Nefi 12:30)…

“Nuestra enemistad contra Dios puede ir marcada con etiquetas variadas, como la rebelión, la dureza de corazón, la dureza de cerviz, la impiedad, la vanidad, la facilidad para ofenderse y el deseo de recibir señales. Los orgullosos quieren que Dios esté de acuerdo con ellos; pero no tienen interés en cambiar de opinión para que la suya esté de acuerdo con la de Dios” (“Cuidaos del orgullo”, Liahona, julio de 1989, págs. 4–5).

• ¿Por qué afecta el orgullo nuestra relación con los demás?

El presidente Ezra Taft Benson enseñó:

“Otro aspecto importante de este pecado tan prevaleciente es la enemistad hacia nuestros semejantes. Diariamente nos vemos tentados a elevarnos por encima de los demás y disminuirlos a ellos (véase Helamán 6:17; D. y C. 58:41)…

“[El] orgullo… se manifiesta de diversas formas, como la crítica, el chisme, la calumnia, la murmuración, la pretensión de gastar más de lo que tenemos, la envidia, la codicia, la supresión de la gratitud y el elogio que podrían elevar a otro, y el rencor y los celos…

“El egoísmo es uno de los aspectos más comunes del orgullo. ‘La forma en que todo me afecta a mí’ es la idea central de lo que es importante para la persona: el orgullo de quién es, la autocompasión, el interés por la fama del mundo, la gratificación de los deseos personales y de los propios intereses…

“Otro aspecto del orgullo es la contención. Las discusiones acaloradas, las peleas, el dominio injusto, las grandes brechas entre las generaciones, el divorcio, el abuso de cónyuges, los tumultos y disturbios, todos encajan en esta categoría del orgullo” (“Cuidaos del orgullo”, Liahona, julio de 1989, págs. 5–6).

• ¿Cómo podemos vencer el orgullo y cultivar un espíritu de mansedumbre?

El presidente Benson aconsejó: “El antídoto [para el orgullo] es la humildad, la mansedumbre, la docilidad (véase Alma 7:23). Es el corazón quebrantado y el espíritu contrito… Podemos ser humildes amando a Dios, sometiendo nuestra voluntad a la Suya y dándole a Él el lugar de prioridad en nuestra vida” (“Cuidaos del orgullo”, Liahona, julio de 1989, págs. 7–8).

• Lea con los miembros de la clase los pasajes que se dan a continuación: D. y C. 1:28; 19:23; 112:10 y 124:97. De acuerdo con esos pasajes, ¿cuáles son algunas de las bendiciones que recibimos cuando decidimos ser mansos y humildes?

• ¿Qué bendiciones han recibido en la vida cuando han decidido ser humildes en lugar de orgullosos?

3. Debemos regocijarnos y tener buen ánimo.

El Señor amonestó a Emma Smith: “…eleva tu corazón y regocíjate” (D. y C. 25:13). A pesar de que los primeros santos de esta dispensación enfrentaron gran tribulación, el Señor repetidamente les dio amonestaciones semejantes. Lea los siguientes versículos con los miembros de la clase:

  1. D. y C. 29:5 (al profeta José Smith y a otros): “Elevad vuestros corazones y alegraos, porque yo estoy en medio de vosotros, y soy vuestro intercesor ante el Padre”.

  2. D. y C. 61:36 (al profeta José Smith y a otros): “…Sed de buen ánimo, hijitos, porque estoy en medio de vosotros, y no os he abandonado”.

  3. D. y C. 68:6 (a Orson Hyde, Luke S. Johnson, Lyman E. Johnson y William E. McLellin): “Sed de buen ánimo, pues, y no temáis, porque yo, el Señor, estoy con vosotros y os ampararé”.

  4. D. y C. 78:18 (al profeta José Smith y a otros): “…no podéis sobrellevar ahora todas las cosas; no obstante, sed de buen ánimo, porque yo os guiaré”.

  5. D. y C. 136:29 (al campamento de Israel en Winter Quarters): “Si estás triste, clama al Señor tu Dios con súplicas, a fin de que tu alma se regocije”.

• Según estos pasajes, ¿qué razones da el Señor para ser de buen ánimo? ¿Qué podemos hacer para fomentar y ser de buen ánimo? ¿Qué podemos hacer para ayudar a los demás a ser de buen ánimo?

• ¿Cuáles son algunas de las consecuencias del pensar demasiado en los aspectos negativos de la vida, aun cuando sean graves y frecuentes?

El élder Marvin J. Ashton, del Quórum de los Doce, aconsejó:

“Ninguno de nosotros se verá libre de la tragedia y del sufrimiento, y cada uno reaccionará en forma diferente. No obstante, si recordamos la promesa del Señor que dice ‘yo, el Señor, estoy con vosotros’, enfrentaremos nuestras aflicciones con dignidad y valor; encontraremos la fortaleza para tener buen ánimo en lugar de estar resentidos, criticar o darnos por vencidos; podremos encarar los sucesos desagradables de la vida con una visión clara y con un espíritu fuerte…

“Es un gozo ver a alguien así [con buen ánimo], que mientras otros viven en medio de un amargado silencio o vociferan su disgusto ante algún suceso desagradable, enfrenta la situación con animosa paciencia y buen espíritu” (“Yo, el Señor, estoy con vosotros”, Liahona, julio de 1986, págs. 59–60).

Haga hincapié en que muchas de las admoniciones que el Señor nos da de ser de buen ánimo nos recuerdan que podemos encontrar paz y regocijo a pesar de las circunstancias que nos rodeen.

Conclusión

Reafirme que los consejos que el Señor dio hace muchos años a algunos de los santos en forma individual pueden bendecir grandemente nuestra vida en la actualidad. Aliente a los miembros de la clase a leer las Escrituras con el propósito de aplicar los mensajes que allí se encuentran a la situación que viva cada uno en particular.

Sugerencias adicionales para la enseñanza

Cómo aplicar las Escrituras a nuestra vida

Con anticipación, consiga fotografías de varios miembros de la clase. Prepárese también para colocar a la vista una lámina de Emma Smith (62509 o Las bellas artes del Evangelio 405).

Coloque a la vista la lámina de Emma Smith y explique que la sección 25 de Doctrina y Convenios contiene instrucciones del Señor dirigidas a ella. Coloque las fotografías de los miembros de la clase junto a la lámina de Emma y pídales que lean D. y C. 25:16. Explique que el consejo que se encuentra en esta revelación se puede también aplicar a nosotros. Solicite a la clase que lea D. y C. 61:36; 82:5 y D&C 93:49. Hágales ver que también nosotros podemos aplicar “todas las Escrituras a nosotros mismos” (1 Nefi 19:23).

• El consejo que se ha dado en las Escrituras a cierta persona en particular, ¿en qué forma ha beneficiado la vida de ustedes? ¿Cómo han aplicado ese consejo a sus propias circunstancias?