Lección 35

“Una misión salvadora”

Doctrina y Convenios y la Historia de la Iglesia: Manual para el maestro


Objetivo

Enseñar acerca del rescate de las compañías de carros de mano de Martin y de Willie, con el fin de demostrar que el Evangelio de Jesucristo es un mensaje de rescate y alentar a los miembros de la clase a socorrer a aquellos que lo necesiten.

Preparación

  1. Estudie los pasajes de las Escrituras y demás materiales que se mencionan a continuación, y ore al respecto:

    1. Doctrina y Convenios 4:3–7; 18:10–16; 52:40; 81:5–6; 138:58.

    2. 3 Nefi 18:31–32; Moroni 7:45–48 (pasajes suplementarios de las Escrituras).

    3. La cita en esta lección.

    4. Nuestro Legado, páginas 77–80.

  2. Repase el material correspondiente a esta lección en la Guía de estudio para el miembro de la clase (35686 002) y planifique la forma en que lo utilizará durante la lección.

  3. Para obtener una mayor comprensión de los acontecimientos históricos relacionados con la doctrina de esta lección, considere repasar los siguientes: Material histórico adicional para esta lección.

  4. Si puede conseguir las láminas que se mencionan a continuación, utilícelas durante la lección: La compañía de carros de mano de Martin en Bitter Creek, estado de Wyoming, 1856 (62554; Las bellas artes del Evangelio 414) y Tres jóvenes prestan auxilio a la compañía de carros de mano de Martin (Las bellas artes del Evangelio 415).

  5. Si va a utilizar la actividad para despertar el interés, prepárese para utilizar las siguientes láminas, además de las que se mencionan anteriormente: El éxodo de Nauvoo (62493; Las bellas artes del Evangelio 411); Una compañía de carros de mano (62528); y Mary Fielding y Joseph F. Smith cruzan las planicies (62608; Las bellas artes del Evangelio 412).

Sugerencias para el desarrollo de la lección

Actividad para despertar el interés

Si lo considera apropiado, utilice la siguiente actividad o una de su preferencia para comenzar la lección.

Ponga a la vista las láminas indicadas en la sección “Preparación” números 3 y 4.

• ¿Por qué es importante que repitamos una y otra vez las historias de los primeros pioneros Santos de los Últimos Días?

El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “…se repetirán una y otra vez los relatos de aquellos afligidos miembros, de las penurias y la muerte que muchos sufrieron. También deben repetirse una y otra vez los relatos de sus rescates, pues hablan de la esencia misma del Evangelio de Jesucristo” (“Una mano extendida para rescatar”, Liahona, enero de 1997, pág. 96).

El presidente Hinckley, al hablar de los pioneros, dijo también: “Nunca dejaré de sentir agradecimiento por ellos y espero que ustedes tampoco dejen de hacerlo. Espero que siempre les recordemos… Leamos una y otra vez los relatos de esa gente que sufrió tanto y leamos sus historias a nuestros hijos y los hijos de ellos” (Church News, 31 de julio de 1999, pág. 5).

Explique que en esta lección se analiza un relato de sufrimiento, de muerte y de rescate: la historia de las compañías de carros de mano de Martin y de Willie.

Análisis y aplicación

Con oración, escoja el material de la lección que satisfaga mejor las necesidades de los miembros de su clase y aliéntelos a compartir experiencias relacionadas con los principios que usted enseñe.

1. El presidente Brigham Young guió el rescate de las compañías de carros de mano de Martin y de Willie.

Ponga a la vista la lámina de la compañía de carros de mano de Martin. Resuma el primer párrafo de la sección “Los pioneros de los carros de mano” en la página 77 de Nuestro Legado. Después narre el siguiente relato que hizo el presidente Gordon B. Hinckley:

“Remontémonos en el tiempo y lleguemos hasta la Conferencia General de octubre de 1856. Franklin D. Richards y un grupo de colegas llegaron al valle el sábado de dicha conferencia; habían viajado desde Winter Quarters llevando carretas livianas y yuntas fuertes, y habían podido hacer el recorrido rápidamente. Apenas llegó, el hermano Richards fue a hablar con el presidente Young para informarle que había cientos de hombres, mujeres y niños dispersados en la larga ruta… Se hallaban en una situación desesperante. En ese año, el invierno había empezado más temprano y las ventiscas de nieve azotaban las tierras altas… Nuestra gente estaba hambrienta, los carros y los carromatos se les rompían continuamente y los bueyes se les morían; la gente misma se estaba muriendo y, a menos que los rescataran, todos ellos iban a perecer.

“Pienso que el presidente Young no debe de haber dormido durante esa noche; creo que le habrán venido a la mente visiones de aquellas desgraciadas personas que estaban congelándose y muriendo. A la mañana siguiente fue al Tabernáculo, se puso de pie y dijo:

“ ‘Ahora daré a este pueblo el tema y el texto al que se referirán los élderes cuando hablen… y es éste… muchos de nuestros hermanos y hermanas están en las planicies con carros de mano, muchos quizás a más de 1.100 kilómetros de este lugar, y es preciso traerlos aquí; tenemos que enviarles socorro. El tema es

“Hay que traerlos aquí”…

“ ‘Ésta es mi religión; esto es lo que dicta el Espíritu Santo que está conmigo: que salvemos a esa gente…

“ ‘En este día, les pido a los obispos, y no voy a esperar hasta mañana ni hasta el día siguiente, que consigan sesenta yuntas de buenas mulas y doce o quince carromatos… No quiero mandar bueyes, sino buenos caballos y mulas; se pueden encontrar en este territorio y es imprescindible conseguirlos. Además, doce toneladas de harina y cuarenta carreteros buenos, aparte de los que llevarán las yuntas de animales…

“ ‘Os diré que toda vuestra fe, vuestra religión, vuestras declaraciones religiosas no salvarán ni una sola de vuestras almas en el Reino Celestial de nuestro Dios, a menos que pongáis en práctica estos principios que os enseño. Id y traed a esa gente que se encuentra en las planicies’ (LeRoy R. Hafen y Ann W. Hafen, Handcarts to Zion, 1960, págs. 120–121).

“Esa misma tarde las mujeres reunieron alimentos, frazadas y ropa en grandes cantidades. A la mañana siguiente, se herraron los caballos; además, se repararon las carretas y se colocó la carga en ellas. Al día siguiente… dieciséis yuntas de mulas salieron con dirección al Este; hacia fines de octubre doscientas cincuenta yuntas se dirigían a prestar socorro” (“Una mano extendida para rescatar”, Liahona, enero de 1997, págs. 96–97).

Indique que las compañías de carros de mano de Martin y de Willie hicieron todo lo que pudieron para llegar al Valle del Lago Salado, pero que no les fue posible seguir adelante y fue necesario que los socorrieran. Sin los grupos de rescate que acudieron en su ayuda, todos hubieran muerto.

• ¿Qué experiencias han tenido en las cuales fue necesario que les prestaran auxilio? ¿Qué han sentido al necesitar que alguien les prestara ayuda o socorro? ¿Qué sintieron cuando alguien acudió para ayudarlos?

• ¿Cómo se pudieron haber sentido los santos de las compañías de carros de mano cuando los encontraron las partidas de rescate?

El presidente Hinckley relató lo siguiente acerca de ese rescate:

“En esas condiciones desesperadas y terribles, hambrientos, cansados, con ropas delgadas y rasgadas, los encontraron los del grupo de rescate. Al parecer los salvadores en el horizonte del oeste, haciendo camino en la nieve, se veían como ángeles de misericordia. Y lo eran en verdad. Algunos de los afligidos emigrantes gritaron de gozo. Otros, ya sin fuerzas para gritar, simplemente lloraron, sin poder contenerse.

“Ya tenían alimentos y ropa más gruesa. Pero el sufrimiento no había terminado, ni terminaría en esta vida mortal. A muchos se les habían congelado las extremidades y la carne gangrenada se les caía a pedazos.

“Los carros quedaron abandonados y los sobrevivientes se amontonaron en los carromatos de sus salvadores. El largo viaje de quinientos, de seiscientos y hasta de ochocientos kilómetros desde aquel lugar hasta este valle fue particularmente lento y tedioso debido a las ventiscas. El 30 de noviembre, 104 carromatos, con su doliente carga humana, llegaron al Valle del Lago Salado, donde ya había llegado la noticia de su arribo. Era domingo. Otra vez los santos estaban reunidos en el Tabernáculo. Brigham Young, de pie ante la congregación, dijo:

“ ‘En cuanto termine esta reunión, deseo que los hermanos y las hermanas se vayan a sus casas…

“ ‘No habrá reunión esta tarde, porque deseo que las hermanas… se preparen para dar algo de comer a los que habrán llegado y les laven y les atiendan…

“ ‘Hallarán que a algunos se les han congelado los pies hasta los tobillos; a otros, hasta las rodillas, y a otros se les han congelado las manos… les pedimos que les reciban como si fueran sus propios hijos y con el mismo cariño que prodigarían a éstos’ (Handcarts to Zion, pág. 139)” (“Nuestra misión salvadora”, Liahona, enero de 1992, pág. 65). •¿Qué les impresiona más acerca de los esfuerzos que se hicieron para socorrer a los pioneros de los carros de mano?

2. El Salvador nos rescata por medio de Su sacrificio expiatorio.

Indique que el Evangelio de Jesucristo es un mensaje de rescate. En un discurso pronunciado en una conferencia, después de relatar la historia de las compañías de carros de mano, el presidente Gordon B. Hinckley testificó de la misión de rescate del Salvador:

“Es por el sacrificio y por la redención que efectuó el Salvador del mundo que el gran plan del Evangelio eterno está a nuestro alcance, por medio del cual los que mueran en el Señor no gustarán de la muerte sino que tendrán la oportunidad de ir a una gloria celestial y eterna.

“En nuestro estado de desamparo, Él nos rescata, salvándonos de la condenación y llevándonos a la vida eterna.

“En los momentos de desesperación, de soledad y de temor, Él está a nuestro lado para socorrernos, consolarnos, tranquilizarnos y darnos fe. Él es nuestro Rey, nuestro Salvador, nuestro Libertador, nuestro Señor y nuestro Dios” (“Nuestra misión salvadora”, Liahona, enero de 1992, pág. 65).

• ¿En qué sentido necesitamos ser rescatados por el Salvador? ¿Por qué el Salvador puede rescatarnos? (Véase Alma 7:11–13; D. y C. 18:11–12.) ¿Qué debemos hacer para recibir Su oferta de rescate en su plenitud?

3. En nuestra calidad de miembros de la Iglesia, debemos brindar auxilio a quienes lo necesiten.

Coloque a la vista la lámina de los tres jóvenes prestando auxilio a la compañía de carros de mano y luego lea la siguiente historia que relató el presidente Thomas S. Monson:

“Unámonos por un momento al capitán Edward Martin y a la caravana de carros de mano que él guió. Aunque no sentiremos los agudos dolores del hambre que ellos sintieron, ni el amargo frío que penetró sus débiles cuerpos, obtendremos de nuestra visita un mejor aprecio por los sufrimientos que padecieron, por el valor que demostraron y por su enorme fe. Seremos testigos, con los ojos llenos de lágrimas, de una dramática respuesta a la pregunta: ‘¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?’

“ ‘Los carros de mano salieron el 3 de noviembre y llegaron hasta el parcialmente congelado río [Sweetwater]. Parecería que el cruzarlo requeriría más valor y fortaleza de lo que la naturaleza humana fuese capaz de acumular. Las mujeres se acobardaron y los hombres lloraron; algunos se abrieron paso mientras que otros no tenían las fuerzas para hacerlo.

“ ‘Tres jóvenes de 18 años que formaban parte del equipo de auxilio acudieron al rescate y, para el asombro de todos, cruzaron en medio de las congeladas aguas a casi cada miembro de la desafortunada compañía. La fatiga fue tan terrible y estuvieron expuestos tanto a la intemperie que más tarde los tres jóvenes fallecieron debido a sus esfuerzos de rescate. Cuando el presidente Brigham Young se enteró de este acontecimiento tan heroico, lloró como un niño y públicamente declaró: “Ese solo acto asegurará que C. Allen Huntington, George W. Grant y David P. Kimball obtengan la salvación en el Reino Celestial de Dios, mundos sin fin” ‘ (LeRoy R. Hafen y Ann W. Hafen, Handcarts to Zion, Glendale, California: The Arthur H. Clark Company, 1960, págs. 132–133).

“Nuestro servicio al prójimo tal vez no sea tan espectacular, pero podemos fortalecer el espíritu humano, arropar cuerpos fríos, alimentar al hambriento, consolar a los acongojados y elevar almas preciosas a nuevas alturas” (“El guarda de mi hermano” Liahona, julio de 1990, pág. 58).

Haga hincapié en que en nuestra calidad de miembros de la Iglesia de Jesucristo, tenemos una misión de rescate . “Nuestra misión en la vida, como seguidores del Señor Jesucristo,” dijo el presidente Gordon B. Hinckley, “debe ser una misión de salvación” (“Nuestra misión salvadora”, Liahona, enero de 1992, pág. 59). Como el presidente Monson dijo, nuestro servicio puede que no sea tan espectacular como el sacrificio que realizaron esos tres jóvenes del relato; pero de todas formas, podemos ayudar a rescatar a los miembros de nuestra familia, a los amigos y a otras personas por medio de nuestro cometido diario de amarlos, prestarles servicio y enseñarles.

• ¿Cuáles son algunas de las cosas específicas que podemos hacer para rescatar a quienes lo necesiten? (Escriba las respuestas de los miembros de la clase en la pizarra. Como parte del análisis, lea la cita siguiente.)

El presidente Hinckley habló sobre el sufrimiento de las compañías de carros de mano de Martin y Willie en los siguientes términos:

“Me siento agradecido porque aquellos días de pioneros son parte del pasado; agradezco el hecho de que no tengamos hermanos atascados en la nieve, congelándose y muriendo mientras se esfuerzan por llegar hasta ésta, su Sión en las montañas. Pero hay personas, y no son pocas, cuyas circunstancias son desesperantes, que claman por ayuda y alivio.

“En el mundo hay tantas personas hambrientas y desvalidas que necesitan ayuda… Tenemos la solemne y gran obligación de extenderles la mano y ayudarles, de levantarles, de alimentarles si tienen hambre, de nutrir su espíritu si tienen sed de la verdad y de la rectitud.

“Existen tantos jóvenes que andan sin rumbo y recorren el trágico camino de las drogas, las pandillas, la inmoralidad y todos los demás problemas que éstos traen aparejados. Hay viudas que ansían escuchar una voz amiga y ser recipientes de esa actitud de interés real que habla del amor. Además, están aquellos que una vez fueron fervientes en la fe, una fe que ahora se ha enfriado; muchos de ellos querrían volver pero no saben cómo y necesitan manos amigas que se extiendan hacia ellos. Con un poco de esfuerzo, sería posible traer a muchos para que se deleitaran otra vez en la mesa del Señor.

“Mis hermanos y hermanas, ruego que cada uno de nosotros… tome la resolución de buscar a aquellos que necesiten ayuda, que estén en circunstancias desesperantes o difíciles y que los levanten, con el espíritu de amor, hasta ser recibidos en los brazos de la Iglesia, donde habrá manos fuertes y corazones tiernos que los reanimen, los consuelen, los sostengan y los encaminen hacia una vida feliz y productiva” (“Una mano extendida para rescatar”, Liahona, enero de 1997, pág. 97).

Pida a los miembros de la clase que lean los siguientes pasajes de las Escrituras, y busquen en ellos consejo en cuanto a lo que podemos hacer para rescatar a quienes lo necesiten. Utilice las preguntas para instar el análisis y la aplicación.

  1. D. y C. 4:3–7; Moroni 7:45–48. ¿Por qué las cualidades que se enumeran en estos versículos pueden ayudarnos a rescatar a quienes lo necesiten?

  2. D. y C. 18:10–16. ¿Qué oportunidades tenemos de enseñar el Evangelio y de guiar a los demás al arrepentimiento?

  3. D. y C. 52:40. ¿Qué podemos hacer para ayudar “a los pobres y a los necesitados, a los enfermos y a los afligidos”? ¿Por qué no seremos discípulos del Salvador si no ayudamos a los que lo necesiten?

  4. D. y C. 81:5–6. ¿Qué se indica al decir “socorre a los débiles, levanta las manos caídas y fortalece las rodillas debilitadas”? ¿Por qué se aplica ese mandamiento tanto a las necesidades espirituales como a las temporales?

  5. D. y C. 138:58. ¿Cómo rescatamos a la gente por medio de la obra del templo?

  6. 3 Nefi 18:31–32. ¿Qué podemos hacer para “continuar ministrando” a quienes se hayan alejado del buen camino?

• Pida a los miembros de la clase que reflexionen acerca del rescate de las compañías de carros de mano de Martin y Willie. A medida que nos esforzamos por rescatar a los demás, ¿qué aprendemos de los ejemplos que nos dejaron el presidente Brigham Young y los santos que rescataron a las compañías de carros de mano que estaban en serias dificultades? (Entre las respuestas se podría incluir que no debemos demorarnos, que a menudo debemos dejar a un lado nuestras propias preocupaciones para atender las necesidades de los demás y que debemos ejercer fe.)

Conclusión

Aliente a los miembros de la clase a buscar la forma de aplicar los principios que se hayan analizado en esta lección. Haga hincapié en que al esforzarnos por brindar auxilio a quienes necesiten ser rescatados, no debemos perder la esperanza. Debemos dejar a un lado nuestro egoísmo y tratar de llegar a ellos con amor. Testifique de las verdades que se hayan analizado en esta lección, tal como se lo indique el Espíritu.

Sugerencias adicionales para la enseñanza

Si lo desea, utilice una o más de las ideas que se dan a continuación con el fin de complementar la reseña que se sugiere para la lección.

1. “En nuestras adversidades llegamos a conocer a Dios”

Pida a un miembro de la clase que se prepare para relatar la historia de Nellie Pucell de Nuestro Legado, páginas 77–78; y pida a otro a que se prepare para relatar la historia del hombre que testificó que tanto él como los demás pioneros de las compañías de carros de mano llegaron a conocer a Dios debido a sus adversidades (véase Nuestro Legado, pág. 78).

• ¿Qué aprendemos por medio de esos relatos? ¿Por qué saben que podemos llegar a conocer mejor a Dios conforme enfrentamos tribulaciones?

Si lo desea, como parte del análisis pida a los miembros de la clase que lean D. y C. 122:5–8.

2. “Si el mundo ha de ser salvo, nosotros debemos hacerlo”

Con el fin de hacer hincapié en el hecho de que es nuestra la responsabilidad de rescatar a quienes lo necesiten, lea la siguiente declaración del presidente Gordon B. Hinckley:

“Cuando nos detenemos a pensar que la salvación, la salvación eterna del mundo, descansa sobre los hombros de esta Iglesia, nos damos cuenta de por qué nuestro mensaje es tan imperativo. Después de todo lo que se diga o se haga, si el mundo ha de salvarse, será nuestra responsabilidad, y no tenemos escapatoria. Ningún otro pueblo en la historia del mundo ha recibido un mandamiento como el que nosotros hemos recibido. Somos responsables de todos los que hayan vivido sobre la tierra. Eso abarca la historia familiar y la obra en el templo. Somos responsables de todos los que vivan ahora sobre la tierra, y ello implica la obra misional. Y seremos responsables de todos los que en el futuro vivan sobre la tierra” (Church News, 3 de julio de 1999, pág. 3).

3. Presentación en video: “Probados en todas las cosas”

Si puede conseguir el video Enseñanzas de Doctrina y Convenios y la Historia de la Iglesia (53933 002), considere mostrar “Probados en todas las cosas”, un segmento de cuatro minutos de duración.