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El hogar: Un centro para el estudio del Evangelio


Lección 15

El hogar: Un centro para el estudio del Evangelio

El objetivo de esta lección es alentarnos a hacer del hogar un centro para el estudio del Evangelio.

Introducción

Enós era el hijo de un Profeta y a menudo oía a su padre hablar de verdades eternas. Un día fue al bosque a cazar y mientras allí se hallaba, dijo: “…las palabras que frecuentemente había oído a mi padre hablar, en cuanto a la vida eterna… penetraron mi corazón profundamente. Y mi alma tuvo hambre; y me arrodillé ante mi Hacedor” (Enós 1:3–4). Después de orar durante el día entero, escuchó una voz que le decía que sus pecados le eran perdonados; la experiencia fue tan importante para Enós, que se dedicó a enseñar el Evangelio, en lo cual halló gozo durante el resto de su vida.

Enós es ejemplo de un hombre joven a quien se enseñó debidamente el Evangelio en el hogar. Uno de los autores del Antiguo Testamento escribió: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Si nosotros, padres, seguimos este consejo, también seremos bendecidos con hijos leales que nos obedecerán a nosotros, así como al Señor.

Hagamos de nuestros hogares centros de aprendizaje

La familia es la organización más importante tanto en la Iglesia como en la sociedad. Además, es la única organización que existirá eternamente, por cuya razón el Señor ha mandado que hagamos de nuestro hogar un lugar donde adultos y niños puedan aprender el Evangelio y progresar juntos.

Lea D. y C. 68:25–28. ¿Dónde obtienen nuestros hijos el conocimiento básico sobre el mundo en el que vivimos? ¿Dónde pueden aprender sobre la vida eterna?

Los niños aprenden sobre esta vida en el hogar, en la escuela y por medio de sus compañeros; pero ni las escuelas públicas ni los amigos pueden enseñar a nuestros hijos el Evangelio. Esta sagrada responsabilidad es nuestra, delegada a nosotros por Dios mismo y, si fracasamos en enseñar a nuestros hijos lo que Él desea que les enseñemos en esta vida, corremos el riesgo de perderlos en la eternidad.

Naturalmente, antes de que podamos enseñar el Evangelio a nuestros hijos, debemos aprenderlo nosotros mismos. El presidente Marion G. Romney ha dicho: “Que cada poseedor del sacerdocio, en la majestad y poder de su llamamiento, ponga en orden su propia casa; que tenga noches de hogar regularmente, y que además críe a sus ‘hijos en la luz y la verdad’ (D. y C. 93:40)” (“Home Teaching and Family Home Evening,” Improvement Era, junio de 1969, pág. 97).

Esto significa que, junto con nuestra esposa, tenemos la responsabilidad de enseñar los principios del Evangelio a nuestros hijos y, con ese fin, debemos comenzar la práctica del estudio del Evangelio en nuestro hogar con nuestra esposa y alentar a nuestros hijos a seguir nuestro ejemplo. El rey Benjamín dijo a los padres: “No permitiréis que vuestros hijos… quebranten las leyes de Dios, ni que contiendan y riñan unos con otros y sirvan al diablo…

“Mas les enseñaréis a andar por las vías de la verdad y la seriedad; les enseñaréis a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro” (Mosíah 4:14–15).

Nuestro plan familiar para el aprendizaje del Evangelio

Si hemos de seguir el consejo de los Profetas, necesitamos planear con nuestra esposa el mejor modo de enseñar a nuestros hijos, y aun cuando cada uno de nosotros puede llevar a cabo este propósito de una manera diferente, debemos estar dispuestos a poner en práctica el mejor plan para hacer de nuestro hogar un lugar donde se aprenda el Evangelio.

A medida que se analicen las sugerencias que vienen a continuación, escríbalas en la pizarra.

Crear una atmósfera de aprendizaje

Nuestro hogar debe ser un lugar en el que nuestros hijos se sientan libres de hablar con nosotros, ya que un hogar lleno de tensión no invita a que los hijos hagan preguntas ni expresen sus sentimientos. El presidente David O. McKay nos dice que “los padres deben… mostrar el deseo de responder preguntas; el niño que hace preguntas contribuye a la felicidad de la vida de ustedes” (Gospel Ideals, pág. 480). Debemos alentar a nuestros hijos a que hagan preguntas, especialmente acerca de temas del Evangelio; quizás no siempre sepamos las respuestas, pero podemos buscarlas juntos.

¿En qué formas específicas podemos alentar conversaciones sobre el Evangelio en nuestros hogares?

Orar con la familia

Un modo de enseñar a nuestros hijos es por medio de la oración familiar. Cuando oramos, podemos comunicar nuestras esperanzas, preocupaciones e ideales sobre nuestra familia; podemos enseñar a sentir interés en las necesidades de otros al orar por los miembros de la familia y por otras personas. También podemos enseñar a sentir agradecimiento por las bendiciones cuando expresamos gratitud a nuestro Padre Celestial.

Hablar sobre el evangelio durante las comidas y antes de acostarnos

Otras ocasiones que pueden ser propicias para hablar sobre el Evangelio son durante las comidas y antes de retirarnos a dormir. Dichas conversaciones deben incluir nuestras experiencias religiosas diarias, por medio de las cuales se puede alentar a los hijos a hacer preguntas y los adultos pueden explicar los principios del Evangelio implícitos en las mismas. Una hora excelente para esa clase de conversaciones es cuando se lleva a los niños pequeños a la cama por la noche. Para lograr que formulen preguntas, podemos contarles una historia del Libro de Mormón o de la Biblia, o alguna de nuestras experiencias espirituales.

Muestre la ayuda visual 15-a, “El hogar debe ser un centro para el estudio del Evangelio”.

Estudiar las escrituras regularmente

Para promover el estudio regular de las Escrituras, puede destinarse un estante de libros como biblioteca del Evangelio, en la que pueden colocarse libros, láminas, casetes, grabadora y otros elementos de enseñanza para el uso de la familia. Los libros canónicos de la Iglesia y el manual Principios del Evangelio deben ser los libros o casetes básicos de nuestra biblioteca y, si es posible, cada niño debe tener su propio ejemplar del Libro de Mormón y de la Biblia.

Podemos estudiar las Escrituras individualemente y como familia y, con el fin de alentar el estudio individual, debemos dar el ejemplo. A continuación detallamos algunos modos en que podemos estudiar individualmente las Escrituras:

  • Leer las Escrituras desde el principio hasta el final, leyendo uno o más capítulos al día, o durante quince minutos diarios.

  • Leer las Escrituras por tema (por ejemplo, la oración o la obediencia), al localizar todas las referencias del mismo.

  • Escudriñar las Escrituras para hallar la respuesta a los problemas específicos que tengamos.

  • Hacer una lista de los pasajes de las Escrituras que nos inspiren.

  • Correlacionar pasajes de las Escrituras siguiendo un plan de estudios.

Inste a los miembros de la clase a pensar en otras formas en las que puedan estudiar las Escrituras.

Para estudiar el Evangelio como familia, cada padre debe programar una hora en que su esposa e hijos puedan reunirse para tal propósito. A continuación detallamos algunas formas en que podemos estudiar las Escrituras en familia:

  • Planear estudiar las Escrituras durante quince minutos cada mañana antes de salir hacia el trabajo o antes de que los hijos se vayan a la escuela; o bien, hacerlo por la noche, antes de que los hijos se vayan a dormir.

  • Preparar y relatar historias de las Escrituras a los niños pequeños.

  • Seleccionar versículos especiales de las Escrituras, y escribirlos en una tarjeta que se pueda poner a la vista o en una pared donde todos los miembros de la familia puedan verla.

  • Instar a nuestra familia a memorizar pasajes de las Escrituras.

  • Escoger un pasaje de las Escrituras que nos enseñe un principio y buscar una manera de practicarlo; por ejemplo, leer Mateo 25:31–40 y ayudar como familia a una familia necesitada; leer Santiago 1:26–27 y Gálatas 6:2 y después ayudar a una persona anciana.

  • Leer los discursos de la última Conferencia General y aplicar las sugerencias dadas por las Autoridades Generales.

Sea cual fuere el sistema que escojamos, debemos siempre comenzar nuestro estudio de las Escrituras con una oración, pidiendo a nuestro Padre Celestial que nos guíe y nos dé comprensión de las mismas. Después de nuestro estudio, debemos pensar sobre los principios que hemos leído y sobre cómo aplicarlos a nuestra vida.

El obispo H. Burke Peterson, del Obispado Presidente ha dicho: “No debería haber una sola familia en la Iglesia que no tomara el tiempo cada día para leer las Escrituras. Cada familia puede hacerlo a su propio modo.” (“Helps for Parents,” Ensign, mayo de 1975, págs. 53–54).

Pida al miembro de la clase que usted haya asignado con anterioridad, que dé un informe sobre el método que utiliza y con el que haya tenido éxito en el estudio de las Escrituras (y no sólo en la lectura de las mismas); o bien, pida a un joven del Sacerdocio Aarónico, a quien usted haya asignado previamente, que explique por qué cree que debe aprender el Evangelio en su juventud, en especial antes de ir a una misión (tal vez desee leer Alma 37:35).
Muestre la ayuda visual 15-b, “La noche de hogar es un buen momento para estudiar el Evangelio en familia”.

Llevar a cabo la noche de hogar en forma regular

El estudio en familia los domingos, o la noche de hogar los lunes por la noche, son buenos momentos para enseñar el Evangelio a nuestros hijos. Quienes tengamos el manual de la noche de hogar, debemos utilizarlo; en el caso de que no tuviéramos uno disponible, podemos estudiar las Escrituras y el manual Principios del Evangelio, escuchar casetes grabadas con temas del Evangelio o compartir nuestros sentimientos sobre la Iglesia. El crear una atmósfera placentera y feliz ayudará a los hijos a disfrutar la noche de hogar y a tener deseos de participar en ella. La noche de hogar no es el momento de dar sermones a nuestra familia.

Compartir con nuestros hijos nuestro testimonio

Cuando se presente la oportunidad, debemos compartir nuestro testimonio con nuestros hijos. Esas oportunidades pueden presentarse a la hora de la comida, durante el estudio de las Escrituras, durante la noche de hogar, o cuando estemos hablando sobre el Evangelio con nuestros hijos. El que ellos lo escuchen y nos vean vivir los mandamientos, aumentará su comprensión del Evangelio.

Solicite a los miembros de la clase que compartan experiencias que hayan tenido enseñando el Evangelio a sus hijos.

Conclusión

A medida que estudiemos el Evangelio individualmente y como familia, nuestro testimonio y nuestro hogar se fortalecerán. Al intentar vivir más cerca de Jesucristo y nuestro Padre Celestial, encontraremos respuesta a nuestros problemas y tendremos mayor tranquilidad. El élder Bruce R. McConkie dijo: “Deseamos tener paz, gozo y felicidad en esta vida y heredar la vida eterna en la próxima; esas son grandes bendiciones que las personas pueden heredar y que se pueden ganar al leer y al aprender las palabras de vida eterna, aquí y ahora, y al observar los mandamientos” (Bruce R. McConkie, “Drink from the Fountain,” Ensign, abril de 1975, pág. 70).

Cometidos

  1. Estudiar el Evangelio con regularidad.

  2. Llevar a cabo la oración familiar diariamente.

  3. Aprovechar toda oportunidad que se presente para enseñar el Evangelio a nuestra familia.

Pasajes adicionales de las Escrituras

  • Romanos 15:4 (las Escrituras fueron escritas para ayudarnos).

  • 2 Timoteo 3:14–17 (necesidad de las Escrituras).

  • 2 Nefi 4:15 (debemos meditar las Escrituras y enseñarlas a nuestros hijos).

  • D. y C. 1:37 (debemos escudriñar las Escrituras).

Preparación del maestro

Antes de presentar esta lección:

  1. Lea los pasajes adicionales de las Escrituras que aparecen al final de esta lección.

  2. Prepárese para anotar en la pizarra las maneras de desarrollar un plan de estudio del Evangelio, según se indica en la lección.

  3. Si lo desea, asigne a miembros de la clase para que compartan algunas experiencias que hayan tenido al estudiar o al enseñar el Evangelio.

  4. Asigne a miembros de la clase para que relaten las historias y para que lean los pasajes de las Escrituras de la lección.