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La dirección eficaz de la familia


Lección 12

La dirección eficaz de la familia

Esta lección deberá motivarnos a buscar y seguir la inspiración del Espíritu Santo para guiar a nuestra familia.

Instrucción

El élder Bruce R. McConkie relata la siguiente historia acerca del motivo por el que debemos esforzarnos por sentir la influencia del Espíritu.

“Uno de los vívidos recuerdos de mi niñez es de cuando solía montar a caballo por un huerto de manzanos. El animal era manso y dócil, y me sentía seguro en la silla.

“Un día algo asustó al caballo y salió desbocado por el huerto; las ramas de los árboles me hicieron caer, lo que causó que mi pierna se atascara en el estribo. Desesperadamente me así a la desgastada correa que por lo general se usa para atar la reata a la silla de montar; la verdad es que mi peso debería haber roto la correa, pero de algún modo no lo hizo. Otros dos o tres de los movimientos bruscos del caballo habrían roto la correa, o me la habrían arrancado de las manos, dejándome arrastrar con el pie en el estribo hasta herirme gravemente o morir.

“De pronto el animal se detuvo y me di cuenta de que alguien sostenía firmemente la brida y trataba de calmar al tembloroso animal. Casi de inmediato me encontré en los brazos de mi padre.

“¿Qué había sucedido? ¿Qué había hecho que mi padre acudiera a mi rescate precisamente antes de que me cayera bajo los cascos de mi atemorizado caballo?

“Mi padre estaba sentado casa leyendo el diario cuando el Espíritu le susurró: ‘¡Corre al huerto!’.

“Sin vacilar, sin esperar a saber por qué, mi padre corrió, y encontrándose en el huerto sin saber por qué, vio el caballo desbocado y pensó: ‘Debo detener a ese animal’.

“Al detenerlo, me encontró colgado del estribo; así fue cómo me salvé de sufrir serias heridas, o posiblemente de la muerte” (véase “Escucha al Espíritu”, Liahona, enero de 1973, págs. 24–25).

¿Qué impulsó al padre del élder McConkie a correr hacia el huerto? ¿Por qué fue tan importante que su padre obedeciera inmediatamente el mandato del Espíritu?

Invite al miembro asignado de la clase para que comparta su experiencia sobre una ocasión en la que el Espíritu Santo lo haya ayudado a él como padre.

El Espíritu Santo puede guiar a la familia

Una de las responsabilidades más grandes en esta vida es la de guiar a nuestra familia. El presidente David O. McKay dijo: “Ningún éxito compensa el fracaso en el hogar” (“Blessed Are They That Do His Commandments”, Improvement Era, junio de 1964, pág. 445). Esta responsabilidad siempre ha sido importante, pero lo será aún más cuanto más inicuo se vuelva el mundo.

Al enfrentarnos a los peligros de la actualidad, es muy posible que los padres no nos sintamos sabios o fuertes para tomar siempre las decisiones correctas para nuestra familia. El Señor comprende esto y nos ha provisto con la vía para recibir la guía que necesitamos, guía que recibimos a través del Espíritu Santo.

Para recibir la ayuda del Espíritu Santo, debemos vivir los mandamientos porque el Espíritu Santo no puede morar con alguien que toma livianamente los mandamientos o que falla en obedecerlos. Si queremos Su ayuda, debemos arrepentirnos continuamente de las cosas malas que hacemos y tratar de hacer lo que el Señor quiere que hagamos.

“El padre, jefe del hogar, debe comprender que su familia es lo más importante de la vida… Es en el hogar donde se imparten las enseñanzas más poderosas y donde se forja la vida de nuestros hijos” (véase N. Eldon Tanner, “Las responsabilidades del sacerdocio”, Liahona, diciembre de 1973, pág. 37).

Con esta clase de responsabilidad, los padres pueden encontrar consuelo al saber que si ellos oran, pueden ser guiados por el Espíritu Santo para hacer las cosas correctamente en beneficio de su familia. Un padre, por ejemplo, “después de haber buscado la ayuda del Señor, reunió a su familia antes de decidir buscar trabajo en otra ciudad; pidió la opinión de su familia y consultó con ella sobre el deseo de mudarse, y les dio la oportunidad de que los miembros de la familia oraran y recibieran una respuesta propia para saber lo que deberían hacer. Después de haber orado, sintieron la misma inspiración que el padre sintió, de que debían mudarse. Por lo tanto, debido a que él les dio la oportunidad para lograr una respuesta espiritual que él mismo ya había recibido, estaban preparados para creer y seguir su consejo” (Henry B. Eyring, “Family Followership”, Ensign, abril de 1973, pág. 32).

Lea 2 Nefi 32:5.

Seguir la guía del Espíritu Santo

El Espíritu Santo nos ayuda a resolver nuestros problemas y a responder a nuestras preguntas de diversas maneras. Una de ellas es darnos el testimonio de soluciones que ya se encuentran en las Escrituras. Cuando tenemos problemas, debemos estudiar las Escrituras para buscar las respuestas. Si lo hacemos, el Espíritu Santo nos guiará a las respuestas y nos dará el testimonio de que las soluciones son verdaderas; además Él nos ayuda a recordar las cosas que hemos aprendido y que hemos olvidado (véase Juan 14:26).

Aunque el Espíritu Santo puede ayudarnos a resolver nuestros problemas, Él es solamente un ayudante y no va a resolver los problemas por nosotros solamente por el hecho de que le pidamos Su ayuda. En los primeros tiempos de la Iglesia, Oliver Cowdery aprendió que muy a menudo debemos hacer más que pedir respuestas.

Lea D. y C. 9:1–9.

¿Qué nos enseña este pasaje de las Escrituras acerca de lo que debemos hacer antes de pedirle una respuesta al Señor sobre algún problema? ¿Cómo sabremos que la decisión que tomamos es correcta?

Estos versículos nos dicen que debemos estudiar y pensar profundamente en las decisiones que debemos tomar. Una vez que hayamos tomado una decisión, debemos preguntarle al Señor si lo que hemos decidido es correcto.

Otras formas en las que el Espíritu Santo nos ayuda a resolver los problemas son por medio de la revelación de las respuestas en forma directa a través de una voz apacible (véase 1 Reyes 19:11–13) o de la inspiración que recibimos a través del consejo de los líderes de la Iglesia, de un amigo o de un buen libro. (A veces recibimos la respuesta a nuestras oraciones por medio de otra persona; si esto ocurriese, el Espíritu Santo nos hará sentir que esa respuesta es la correcta.) En otras oportunidades, el Espíritu Santo simplemente nos insinúa algo mientras llevamos a cabo las actividades diarias; tal insinuación puede ser simplemente un sentimiento de que debemos tomar un poco más de tiempo con alguien de la familia o hacer algo especial por él.

Aunque la respuesta a una oración puede producirse en diferentes formas, el Señor ha provisto la manera de saber con seguridad que la respuesta viene de Él y nos dice que si la decisión que hemos tomado es la correcta, recibiremos una sensación de paz en nuestro corazón y en nuestra mente (véase D. y C. 6:14–16, 22–24).

Muchas veces es posible que no nos guste la respuesta que recibimos, o no venga tan pronto como la deseamos; pero el Señor nos ama y Él determinará en forma sabia qué es lo mejor para nosotros. Por lo tanto, no debemos desanimarnos si no recibimos una respuesta inmediata. Debemos continuar orando, viviendo rectamente, estudiando y buscando la guía del Espíritu Santo.

Cuando logramos una respuesta a nuestras oraciones, debemos hacer lo que dicha respuesta nos pide que hagamos. No debemos esperar que el Espíritu Santo continúe ayudándonos si ignoramos Su influencia y aun cuando la respuesta no fuera lo que deseamos, o el esfuerzo que Él nos ha pedido nos parezca demasiado grande, debemos estar dispuestos a hacer lo que nos indique hacer; de otro modo, corremos el riesgo de perder contacto con el Espíritu Santo y, de esa forma, perder el consuelo y la dirección que nos da.

El Señor nos permite tomar algunas decisiones por nuestra cuenta. Estas pueden ser simplemente una cuestión de lo que nos gusta en lugar de lo que es correcto o incorrecto (véase D. y C. 60:5; 80:3). En tales casos, debemos usar nuestro buen juicio basado en nuestro conocimiento y experiencia.

“Ahora, pienso que por sobre todas las cosas en este mundo, yo y usted, y todos los miembros de la Iglesia, debemos buscar la guía del Espíritu del Señor. Al punto de que obtengamos la guía del Espíritu, seremos Profetas para nosotros mismos y en nuestros propios asuntos, y también nos encontraremos en armonía con los Profetas a quienes el Señor ha colocado en la Primera Presidencia y en el Consejo de los Doce” (Joseph Fielding Smith, Joseph Fielding Smith —A Prophet among the People, páginas 24–25).

El Espíritu Santo puede bendecir a nuestra familia

Cuando el Espíritu Santo nos guía, somos altamente bendecidos y a la vez podemos bendecir a nuestra familia. El élder McConkie, por ejemplo, se salvó de ser gravemente herido gracias a que su padre escuchó los susurros del Espíritu Santo. Podemos obtener esta clase de protección nosotros también si nuestra mente está dispuesta a recibir la inspiración del Espíritu Santo y si hacemos lo que Él nos pide que hagamos.

Aparte de protegernos físicamente, el Espíritu Santo también nos ayuda a evitar tentaciones que podrían dañarnos espiritualmente y, gracias a Él, podremos saber cuando algo anda mal con nuestra familia. Quizás un miembro de la familia tenga un problema especial del cual necesite hablar; o quizás tenga una pregunta acerca de la Iglesia o esté preocupado porque no puede vivir los mandamientos como se debe. Con la ayuda del Espíritu Santo, podemos ayudar y fortalecer a nuestra familia y, posiblemente, podamos protegerlos de congojas y gran pena.

Aun cuando disciplinamos a nuestros hijos, debemos buscar la dirección del Espíritu Santo. Las Escrituras nos enseñan que debemos reprender a nuestros niños solamente cuando nos sentimos inspirados a hacerlo, y después de corregirlos debemos demostrarles amor y comprensión más grandes. De esta forma ellos comprenderán que simplemente estamos tratando de ayudarlos. (Véase D. y C. 121:43–44.)

El Espíritu Santo nos puede ayudar cuando damos una bendición paterna e insinuar el consejo que debemos dar a nuestra familia, aun para enfrentar problemas de los que ellos ni siquiera sean conscientes. Tal bendición puede ser una experiencia sagrada para nuestra familia.

Muestre la ayuda visual 12-a, “Las bendiciones paternas pueden fortalecer a los miembros de la familia”.

El élder Ezra Taft Benson nos relata la siguiente experiencia:

“Hace un tiempo vino a verme a mi oficina un joven para pedirme una bendición. Él tenía algunos problemas… se veía confuso; estaba intranquilo y preocupado. Así que hablamos algunos minutos y le pregunté: ‘¿Le has pedido alguna vez una bendición a tu padre?’. ‘¿A mi padre?, no creo que él desee hacerlo; no es muy activo en la Iglesia’, contestó. Le dije: ‘Pero, él es tu padre’. ‘Sí’, replicó. ‘¿Es él un poseedor del sacerdocio?’ ‘Sí, pero es un élder menos activo’. Yo le dije: ‘¿Lo amas?’. ‘Sí, por supuesto; él es un hombre muy bueno con la familia y con sus hijos…’ Entonces agregué: ‘Muy bien, ¿estarías dispuesto a volver a tu casa y esperar la oportunidad de pedirle a tu padre que te diera una bendición? Si no resultara, vuelve y yo te ayudaré’.

“Él salió y volvió en tres días. ‘Hermano Benson’, me dijo, ‘ésta ha sido la experiencia más hermosa que he tenido en mi hogar. Mi madre, mis hermanos y hermanas se sentaron allí; mi mamá con lágrimas en los ojos. Más tarde ella expresó gratitud por lo ocurrido. Papá me dio una hermosa bendición’, y agregó: ‘yo sabía que venía desde el fondo de su corazón’ ” (God, Family, Country: Our Three Great Loyalties, pág. 184).

¿Por qué fue el padre de este joven la persona más indicada para darle la bendición en esta oportunidad especial?

¿Cómo podemos discernir si el Espíritu Santo guía nuestras experiencias?

Conclusión

El Señor nos ha dado un precioso don para ayudarnos a tomar decisiones y resolver nuestros problemas. Este don es la compañía del Espíritu Santo. A través de Él, podemos acercarnos más a nuestro Padre Celestial y recibir la revelación que nos ayudará a guiar a nuestra familia en rectitud y proporcionarles la fortaleza y sabiduría que necesita para vencer las tentaciones y los problemas que tenga. Podemos sentirnos seguros de que el Señor nos ayudará si estamos dispuestos a hacer el mejor esfuerzo posible de nuestra parte. A medida que recibamos ayuda, ocurrirán dos cosas muy importantes: nuestros hijos se volverán hacia nosotros cuando necesiten guía y consuelo y, a la vez, nosotros estaremos mucho más cerca de nuestro Padre Celestial.

Cometidos

  1. Estudie las Escrituras para aprender las varias formas en que el Espíritu Santo nos puede ayudar.

  2. Mediante el arrepentimiento, manténgase digno de ser guiado por el Espíritu Santo.

  3. Escuche los susurros del Espíritu Santo y sígalos, no importa lo difícil que parezca hacerlo.

Pasajes adicionales de las Escrituras

  • Lucas 12:11–12 (el Espíritu Santos nos indica lo que debemos decir).

  • Juan 16:13 (el Espíritu muestra las cosas que habrán de suceder).

  • 3 Nefi 28:11 (el Espíritu Santo nos da testimonio del Padre y del Hijo).

  • Moroni 10:3–5 (el Espíritu Santo nos muestra la verdad).

  • D. y C. 39:6 (el Espíritu Santo nos enseña cosas apacibles).

Preparación del maestro

Antes de presentar esta lección:

  1. Pida a uno de los padres de la clase que diga en qué oportunidad el Espíritu lo ha ayudado a él en relación con su familia.

  2. Lea la lección 30 de Deberes y bendiciones del sacerdocio, Parte A, lección 30, titulada “El don del Espíritu Santo”.

  3. Lea Principios del Evangelio, capítulo 21: “El don del Espíritu Santo”.

  4. Pida a los miembros de la clase que lean o presenten las historias y los pasajes de las Escrituras de esta lección.