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La mayordomía y la delegación


Lección 22

La mayordomía y la delegación

Esta lección tiene por objeto ayudarnos a comprender y a usar los principios de mayordomía y de delegación.

Introducción

El profeta Moisés fue un gran líder, pero después que sacó al pueblo de Israel de la tierra de Egipto, se dio cuenta de lo difícil que era resolver todos los problemas de la gente por sí mismo. Cada día, desde la mañana hasta la tarde, se sentaba delante del pueblo para contestar sus preguntas y para resolver sus controversias. Sin duda que se trataba de una tarea demasiado pesada para un solo hombre; pero después de recibir el buen consejo de su suegro, Jetro, un líder recto del Sacerdocio, Moisés dividió al pueblo en grupos de diez, cincuenta, cien y mil. Luego, nombró a un varón digno para que condujera a cada uno de los grupos, y de ahí en adelante, como Profeta de Israel, Moisés ocupó su tiempo enseñando al pueblo los mandamientos y resolviendo los problemas más difíciles. Los otros problemas los solucionaban los líderes que él había llamado. (Véase Éxodo 18:13–26.)

De esa manera, Moisés llegó a ser un líder más eficaz, debido a que organizó al pueblo que servía; el uso que le dio a los principios de mayordomía y de delegación le ayudó a establecer orden entre el pueblo de Israel y a gobernarlo en forma eficaz.

¿Qué es la mayordomía?

Cualquier persona que recibe la responsabilidad por alguien o por algo que pertenece a otra persona es un mayordomo. El presidente Spencer W. Kimball lo expresa de esta manera: “En la Iglesia, una mayordomía es un encargo sagrado, ya sea espiritual o temporal, por el cual se tiene que rendir cuenta” (véase “El Evangelio en acción”, Liahona, febrero de 1978, pág. 11).

Ponga el cartel “Principios básicos de la mayordomía” enfrente de la clase o escriba la información en la pizarra. (Véase “Preparación del maestro”.)

La mayordomía en la Iglesia incluye tres principios básicos (véase D. y C. 104:11–17):

1. A un mayordomo se le confía algo que pertenece al señor

El Señor ha dicho: “Yo, el Señor, extendí los cielos y formé la tierra, hechura de mis propias manos; y todas las cosas que en ellos hay son mías” (D. y C. 104:14). Toda la tierra y todas las cosas que en ella hay le pertenecen al Señor; de hecho, todas las cosas que nosotros poseemos nos fueron dadas por el Señor. Nuestro cuerpo, nuestros talentos y habilidades, y nuestra familia nos fueron confiadas a nuestro cuidado por Él. La Iglesia también le pertenece y nosotros recibimos una mayordomía espiritual cuando recibimos el sacerdocio o un llamamiento en la Iglesia.

¿Cuáles son algunas de las mayordomías que usted ha recibido del Señor?

El Señor espera que seamos fieles en nuestra mayordomía. Los líderes deben entender que cuando llaman a una persona para que sirva en una cargo en la Iglesia o cuando dan una asignación en el sacerdocio, están asignando una mayordomía.

2. Un mayordomo ejerce su albedrío cuando cuida de su mayordomía

Como hijos de nuestro Padre Celestial, tenemos el albedrío para actuar por nosotros mismos. Por lo tanto, cuando recibimos una mayordomía, contamos con la libertad de cuidarla de la manera que decidamos. Tenemos la libertad de ser fieles, diligentes y obedientes; pero igualmente somos libres para ser ociosos y desobedientes. El Señor ha dicho: “Yo… he concedido a los hijos de los hombres que sean sus propios agentes” (D. y C. 104:17). Él no nos va a forzar a ser mayordomos fieles, pero nos hará responsables y tendremos que rendir cuenta por la forma en que cuidemos nuestras mayordomías.

3. Un mayordomo tiene que dar cuenta de su mayordomía

En el día del juicio final, el Señor nos pedirá un informe de nuestras mayordomías. Antes de que llegue ese día, sin embargo, también debemos dar cuenta de estas mayordomías a los representantes del Señor sobre la tierra: nuestros líderes del sacerdocio. En la Iglesia damos nuestros informes de nuestras mayordomías en las entrevistas personales del sacerdocio:“…el Señor requiere de la mano de todo mayordomo, que dé cuenta de su mayordomía, tanto en el tiempo como en la eternidad. Porque el que es fiel y sabio en esta vida es considerado digno de heredar las mansiones preparadas para él por mi Padre” (D. y C. 72:3–4).

¿Cómo piensan que se sentirá una persona si puede dar un informe de que ha sido fiel en todas sus mayordomías en el día del juicio?

¿Qué significa delegar?

Moisés fue un líder eficaz porque usó los principios de la mayordomía y de la delegación. Los líderes de la Iglesia también pueden ser más eficaces al usar estos principios. Delegar significa dar a una persona la responsabilidad y la autoridad de llevar a cabo cierta tarea por la cual nosotros somos responsables. Así es que la tarea asignada se transforma en una mayordomía.

Edificar el Reino de Dios sobre la tierra es un trabajo glorioso, pero no puede ser hecho por una sola persona. Por lo tanto, cuando somos llamados a dirigir, debemos hacer participar a otras personas. Un líder que trabaja arduamente será una bendición en la vida de muchos, pero un líder que delega en forma eficaz e inspira a otros a trabajar arduamente bendecirá la vida de muchos más.

El delegar en forma eficaz requiere el uso sabio de los principios de mayordomía. Los pasos que se requieren para delegar son:

  • Seleccione a la persona indicada.

  • Asígnele la mayordomía.

  • Permita que la persona se gobierne a sí misma.

  • Haga a la persona responsable de su mayordomía.

Seleccione a la persona indicada

Cuando tenemos una responsabilidad que tiene que ser cumplida, debemos orar para seleccionar así a la persona que vaya a ser asignada. (Véase la lección 21 de este manual.)

Asígnele la mayordomía

Después de haber seleccionado a la persona indicada, debemos asignar la mayordomía. La manera correcta de extender un llamamiento en la Iglesia es tener una entrevista con la persona. Si se trata de una persona casada, siempre conviene invitar a su cónyuge para que también se encuentre presente en la entrevista. Las asignaciones tales como los proyectos de servicio o de bienestar, la administración de la Santa Cena y otras asignaciones similares pueden hacerse personalmente en una reunión o en una entrevista.

¿Qué le gustaría saber acerca de sus responsabilidades cuando usted reciba un nuevo llamamiento o una nueva asignación?

El líder deberá ayudar a la persona llamada a comprender el propósito de la organización o del proyecto y los resultados específicos que se esperan que él o ella alcancen. Después que hayan sido claramente definidos los deberes de la asignación, se debe fijar un momento para que la persona presente un informe de su mayordomía.

Permita que la persona se gobierne a sí misma

A cada persona se le debe permitir que ejerza su albedrío para cuidar de su mayordomía. Un líder sabio ofrecerá su ayuda a la persona asignada, pero nunca tomará las decisiones por él o ella. Le apoyará y alentará, pero siempre permitirá que ejerza su propio albedrío.

Cuando se le preguntó al profeta José Smith cómo era que gobernaba a los miembros de la Iglesia, él contestó: “Les enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos” (Millenial Star, 15 de noviembre de 1851, pág. 339).

El presidente N. Eldon Tanner escribió lo siguiente al respecto:

“Un líder nunca debe efectuar el trabajo de alguien a quien le haya dado la asignación de realizarlo… Dénles libertad para efectuar sus tareas; nunca los critiquen sino elogien su éxito y alienten sus esfuerzos… Como líderes… es preciso que prestemos máxima atención al desarrollo personal de cada individuo, mediante la enseñanza de principios correctos, tratando de guiarlos para que se preparen para la inmortalidad y la vida eterna. Debemos hacer esto mediante el ejemplo y el precepto, y luego prepararnos para ayudarlos y apoyarlos en sus esfuerzos, aunque es necesario que les permitamos tomar sus decisiones y autogobernarse mediante el don del libre albedrío” (véase “Dirigid como el Señor dirigió”, Liahona, enero de 1978, pág. 3 y 4).

Haga a la persona responsable de su mayordomía

De vez en cuando, el líder deberá entrevistar a la persona asignada y recibir un informe de su mayordomía. Durante esta entrevista, el líder deberá ayudarle a hacer una evaluación de su trabajo y brindarle ayuda y aliento; asimismo, deberá expresar el aprecio por los esfuerzos realizados por la persona. El elogio sincero aumenta la fe y el testimonio.

El presidente N. Eldon Tanner dijo: “Siempre se debe dar un informe al líder, y él debe esperar dicho informe. El instrumento básico que se utiliza en la Iglesia para obtener esta información es la entrevista personal… esta puede ser una valiosa experiencia para ambos ya que les da la oportunidad para ofrecer una amplia evaluación donde la comunicación debe ser franca y constructiva. Es una oportunidad ideal para ofrecer y recibir ayuda y guía” (“Dirigir como el Señor dirigió”, Liahona, enero de 1978, pág. 4).

Estudie el siguiente caso. Pida a los miembros de la clase que determinen la forma en que el presidente de rama siguió los principios de delegación de autoridad.

El presidente Alfaro necesitaba llamar a un maestro para los miembros del Sacerdocio Aarónico de su rama. Después de orar y meditar mucho, se sintió inspirado de llamar al hermano Valdés, un nuevo converso a la Iglesia. Cuando se encontró con el hermano Valdés, en la reunión del sacerdocio, le dijo que quería tener una entrevista con él y con su esposa en la capilla, aquella tarde, a las 6:30.

Cuando llegó el matrimonio Valdés, el presidente Alfaro invitó al hermano Valdés a su oficina a fin de tener una breve entrevista acerca de su dignidad; después, invitó a la hermana Valdés a reunirse con ellos. Luego de conversar unos minutos, el presidente Alfaro ofreció una oración y a continuación dijo: “Los he invitado aquí, esta tarde, para extender un llamamiento al hermano Valdés. He orado acerca de esto y me siento inspirado de llamarlo a usted, hermano Valdés, para que enseñe la clase del Sacerdocio Aarónico en nuestra rama. Tengo gran confianza en que usted será un maestro eficaz, porque sé que el Señor desea que usted sirva en este llamamiento”. El presidente Alfaro en seguida describió detalladamente los deberes del maestro en la clase del sacerdocio. Se los escribió en un papel para que el hermano Valdés los llevara consigo. Le indicó cuán importantes eran los hermanos del Sacerdocio Aarónico para nuestro Padre Celestial.

Después de asegurarse de que el hermano Valdés sabía exactamente lo que se esperaba de él, el presidente Alfaro le preguntó si aceptaba el llamamiento. El hermano Valdés respondió: “Me siento muy humilde de que usted me haya pedido que acepte esta responsabilidad, pero tengo fe en que el Señor me ayudará a hacerlo correctamente. Acepto este llamamiento y haré lo mejor que pueda para cumplir con él”.

El presidente Alfaro, entonces dirigiéndose a la hermana Valdés, le preguntó si ella apoyaba a su esposo en su llamamiento. Ella confesó que se sentía muy orgullosa de su esposo y que le apoyaría con todo su corazón. El presidente Alfaro expresó su aprecio y amor hacia la familia Valdés, y en seguida le pidió al hermano Valdés que se reuniera con él nuevamente en dos semanas para que le entregara un informe de su llamamiento.

Cuando el hermano Valdés volvió para la entrevista, le dio un excelente informe del trabajo hasta entonces realizado. Dijo que había aprendido mucho acerca de la forma de enseñar y que estaba tratando de ser un buen maestro, pero que sin embargo tenía aún mucho que aprender. El presidente Alfaro quedó muy complacido y, después de elogiarlo, le dijo que estaba haciendo un trabajo excelente como maestro. Lo alentó para que continuara mejorando, y luego hablaron de la forma de enseñar por el poder del Espíritu Santo. Analizaron las diferentes formas en que el hermano Valdés podría ayudar a los miembros menos activos de su clase. Después de haber puesto otra fecha para una nueva entrevista, el presidente Alfaro y el hermano Valdés se expresaron su mutuo agradecimiento; ambos tenían la confianza de que el hermano Valdés sería un buen maestro.

¿Qué hizo el presidente Alfaro para ayudar al hermano Valdés a lograr el éxito en su llamamiento?

Llevar a cabo la obra del Señor

Para ser fieles en nuestra mayordomía, debemos delegar de manera eficaz y ayudar a otros a ser eficaces en sus propias mayordomías. Mientras así lo hagamos, el trabajo del Señor se extenderá. Esta es la forma en que Alma ayudó a la Iglesia a prosperar en su época.

Lea Mosíah 25:19–24.

Conclusión

La mayordomía y el delegar nos ayudan a llevar a cabo la obra del Señor en forma más eficaz. Cuando recibimos un llamamiento en la Iglesia, se nos confían responsabilidades específicas en el Reino de Dios, las que son una mayordomía por la cual el Señor nos hace responsables. Tenemos la libertad de cuidar nuestras mayordomías en forma diligente o negligente, sin embargo, llegará el día en que se nos pedirá que demos cuenta de ellas.

La delegación eficaz comprende los principios de mayordomía. Esto requiere que asignemos una mayordomía, enseñemos principios correctos, permitamos que la persona se gobierne a sí misma y la hagamos responsable por esa mayordomía. Por supuesto que un trabajo bien hecho siempre merece un elogio sincero.

Cometidos

  1. Localice las mayordomías que el Señor le ha dado a usted. Seleccione una en la que pueda mejorar e impóngase una meta para hacerlo.

  2. La próxima vez que tenga que hacer una asignación en su familia o en su llamamiento de la Iglesia, siga los principios de la mayordomía. Delegue la autoridad y pida un informe de la asignación.

Pasajes adicionales de las Escrituras

  • Salmo 24:1 (todas las cosas pertenecen al Señor).

  • Mateo 25:14–30 (a los mayordomos se les entregan talentos).

  • Lucas 16:10–13 (la fidelidad es necesaria en las mayordomías terrenales).

  • Lucas 19:11–27 (los mayordomos deben ser buenos administradores).

  • D. y C. 59:16–21 (todas las cosas fueron hechas para el uso del hombre).

  • D. y C. 70:4 (el dar un informe en el día del juicio).

Preparación del maestro

Antes de presentar esta lección:

  1. Haga el cartel siguiente, o prepárese para escribir la información en la pizarra:

    Principios básicos de la mayordomía en el Reino de Dios

    1. A un mayordomo se le confía algo que pertenece al Señor.

    2. Un mayordomo ejerce su albedrío cuando es responsable de su mayordomía.

    3. Un mayordomo da un informe de su mayordomía.

    4. Pida a los miembros designados de la clase que lean o presenten las historias o los pasajes de las Escrituras que se encuentran en esta lección.