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Capítulo 46: El juicio final


Capítulo 46

El juicio final

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Resurrected Christ with arms outstretched stands above a throng of people of all races and times, some prone, some standing. The people on the right side of Christ are in the attitude of worship. The people on the left side of Christ are in anguish. Scenes of ruin are in the foreground and background. The Washington D.C. temple is pictured in the upper left corner.

Los juicios de Dios

  • ¿Cuáles son algunos de los otros juicios que preceden al juicio final? ¿Cómo se relacionan todos estos juicios entre sí?

Con frecuencia se nos dice en las Escrituras que vendrá el día en que estaremos de pie ante Dios para ser juzgados; por consiguiente, tenemos que comprender cómo se llevará a cabo ese juicio a fin de prepararnos lo mejor posible para ese importante acontecimiento.

Las Escrituras enseñan que todos seremos juzgados de acuerdo con nuestras obras: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante de Dios; y los libros fueron abiertos; y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida. Y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Apocalipsis 20:12; véase también D. y C. 76:111; 1 Nefi 15:32; Abraham 3:25–28). También seremos juzgados “según el deseo de [nuestros] corazones” (D. y C. 137:9; véase también Alma 41:3).

Aquí en la tierra, con frecuencia se juzga nuestra dignidad con el fin de tener derecho a recibir oportunidades dentro del reino de Dios. Cuando somos bautizados, se nos juzga dignos de recibir esa ordenanza y, cuando se nos llama para prestar servicio en la Iglesia o se nos entrevista para avanzar en el sacerdocio o recibir una recomendación para el templo, también somos juzgados.

Alma enseñó que cuando morimos, a nuestros espíritus se les asigna un estado de felicidad o miseria (véase Alma 40:11–15); ése es un juicio.

Se nos juzgará por nuestras palabras, obras y pensamientos

  • Imagine que se le está juzgando por todos sus pensamientos, palabras y obras.

El profeta Alma testificó: “Porque nuestras palabras nos condenarán, sí, todas nuestras obras nos condenarán… y nuestros pensamientos también nos condenarán…” (Alma 12:14).

El Señor dijo: “…de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:36–37).

La fe en Jesucristo nos ayuda a prepararnos para el Juicio Final. Si somos fieles discípulos Suyos y nos arrepentimos de todos nuestros pecados, seremos perdonados de ellos y llegaremos a ser puros y santos a fin de que podamos morar en la presencia de Dios. A medida que nos arrepintamos de nuestros pecados y dejemos a un lado todo pensamiento y acto impuro, el Espíritu Santo efectuará un cambio en nuestro corazón para que no tengamos más el deseo de pecar (véase Mosíah 5:2). Entonces, cuando seamos juzgados, estaremos preparados para entrar en la presencia de Dios.

  • Piense en lo que puede hacer a fin de mejorar sus pensamientos, palabras y obras.

Se nos juzgará por medio de registros

  • ¿Con qué registros seremos juzgados? ¿Quién nos juzgará?

El profeta José Smith dijo que los muertos serán juzgados de acuerdo con los registros que se guarden en la tierra; pero también se nos juzgará por medio del “libro de la vida” que se lleva en los cielos (véase D. y C. 128:6–8).

“Cada uno de ustedes… debe comparecer ‘ante el tribunal del Santo de Israel; y entonces… deben ser juzgados según el santo juicio de Dios’ (2 Nefi 9:15). Y de acuerdo con la visión de Juan, ‘…los libros fueron abiertos; y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida. Y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras’ (Apocalipsis 20:12). Los ‘libros’ que se mencionan allí se refieren a los ‘registros [de sus obras] que se llevan en la tierra… el libro que era el de la vida es el registro que se lleva en los cielos’ (Doctrina y Convenios 128:7)”. (Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee, 2001, pág. 251).

Hay otro registro por el cual seremos juzgados. El apóstol Pablo enseñó que nosotros mismos somos un registro de nuestra vida (véase Romanos 2:15). Almacenada en nuestro cuerpo y en nuestra mente se encuentra la historia completa de todo lo que hemos hecho. El presidente John Taylor enseñó este principio verdadero: “[La persona] cuenta la historia ella misma y testifica en su contra… Ese registro que ha escrito el hombre mismo en los anales de su propia mente, ese registro que no puede mentir, en ese día será desplegado ante Dios y los ángeles, y ante quienes estén sentados como jueces” (Deseret News, 8 de marzo de 1865, pág. 179).

El apóstol Juan enseñó que “…el Padre a nadie juzga, sino que ha dado todo el juicio al Hijo” (Juan 5:22). El Hijo, a la vez llamará a otros para que lo ayuden en el Juicio. Los Doce que estuvieron con Él durante Su ministerio juzgarán a las doce tribus de Israel (véase Mateo 19:28; Lucas 22:30). Los doce discípulos nefitas juzgarán al pueblo nefita y al pueblo lamanita (véase 1 Nefi 12:9–10; Mormón 3:18–19).

Heredar un lugar en un reino de gloria

  • ¿De qué manera nuestra fidelidad durante la vida en la tierra influirá en la vida que tengamos en las eternidades?

En el Juicio Final heredaremos un lugar en el reino para el cual nos hayamos preparado. En las Escrituras se nos enseña que hay tres reinos de gloria: el reino celestial, el reino terrestre y el reino telestial (véase D. y C. 88:20–32).

En Doctrina y Convenios 76, el Señor describe cómo podemos elegir vivir nuestra vida terrenal y explicó que las decisiones que tomemos determinarán para cuál reino estamos preparados. Por medio de esta revelación aprendemos que aun los miembros de la Iglesia heredarán diferentes reinos, puesto que no todos ellos habrán sido igual de fieles y valientes en su obediencia a Cristo.

A continuación están las clases de vida que podemos escoger vivir y los reinos que recibiremos de acuerdo con las decisiones que tomemos.

Celestial

“Éstos son los que recibieron el testimonio de Jesús, y creyeron en su nombre, y fueron bautizados… para que, guardando los mandamientos, fuesen lavados y limpiados de todos sus pecados, y recibiesen el Santo Espíritu…”. Ellos son los que han vencido al mundo por medio de la fe; son rectos y fieles para que el Espíritu Santo pueda sellar sobre ellos las bendiciones. (Véase D. y C. 76:51–53.) Los que hereden el más alto grado de gloria dentro del reino celestial, quienes lleguen a ser dioses, deben también haber contraído matrimonio por la eternidad en el templo (véase D. y C. 131:1–4). Todos los que hereden el reino celestial vivirán con nuestro Padre Celestial y con Jesucristo para siempre (véase D. y C. 76:62).

Por medio de la obra que realizamos en los templos, todas las personas que han vivido sobre la tierra pueden tener la misma oportunidad de recibir la plenitud del Evangelio y las ordenanzas de salvación a fin de que hereden un lugar en el grado más alto de la gloria celestial.

Terrestre

Estos son los que rechazaron el Evangelio sobre la tierra pero que luego lo aceptaron en el mundo de los espíritus. Son la gente honorable de la tierra que no aceptaron el evangelio de Jesucristo porque fueron cegados por las artimañas de los hombres. También son aquellos que aceptaron el Evangelio y el testimonio de Jesús, pero luego no se mantuvieron valientes en él. Jesús los visitará pero no disfrutarán de la presencia de nuestro Padre Celestial. (Véase D. y C. 76:73–79).

Telestial

Estas personas no recibieron el Evangelio o el testimonio de Jesús ni en la tierra ni en el mundo de los espíritus. Ellas sufrirán por sus propios pecados en el infierno hasta el fin del Milenio, que es cuando resucitarán. “Éstos son los mentirosos y los hechiceros, los adúlteros y los fornicarios, y quienquiera que ama y obra mentira”. Esas personas son tan numerosas como las estrellas en los cielos y las arenas de la playa. El Espíritu Santo los visitará, pero no lo hará ni el Padre ni el Hijo. (Véase D. y C. 76:81–88, 103–106, 109.)

Las tinieblas de afuera

Estos son los que tuvieron un testimonio de Jesús por medio del Espíritu Santo y conocieron el poder del Señor pero permitieron que Satanás los venciera; son los que negaron la verdad y desafiaron el poder del Señor. No hay perdón para ellos porque negaron al Santo Espíritu después de haberlo recibido. No recibirán ningún reino de gloria sino que vivirán eternamente en tinieblas, tormento y miseria con Satanás y sus ángeles para siempre. (Véase D. y C. 76:28–35, 44–48.)

Ahora es cuando debemos prepararnos para el juicio

  • ¿Qué debemos hacer para estar listos para el Juicio Final?

En realidad, cada día es un día de juicio, ya que hablamos, pensamos y actuamos de acuerdo con una ley celestial, terrestre o telestial. Nuestra fe en Jesucristo, la cual demostramos por medio de nuestras acciones diarias, determina cuál reino heredaremos.

Tenemos el evangelio restaurado de Jesucristo en su plenitud; el Evangelio constituye la ley del reino celestial. Ya han sido reveladas todas las ordenanzas del sacerdocio que se requieren para nuestro progreso. Hemos entrado en las aguas del bautismo y hemos hecho convenio de vivir una vida cristiana; si somos fieles y guardamos los convenios que hemos efectuado, el Señor nos ha dicho cuál será nuestro juicio. Él nos dirá: “…Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34).

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