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Capítulo 7: El Espíritu Santo


Capítulo 7

El Espíritu Santo

Adán y Eva recibieron el Espíritu Santo

  • ¿Por qué Adán y Eva necesitaban la guía del Espíritu Santo?

Después que Adán y Eva dejaron el Jardín de Edén, comenzaron a cultivar la tierra y a realizar otras tareas para su sustento. Tuvieron muchos hijos, quienes a su vez se casaron y también tuvieron hijos (véase Moisés 5:1–3). De esa forma, los hijos espirituales de nuestro Padre Celestial comenzaron a partir de Su presencia y a venir a la tierra tal como se les había prometido (véase Abraham 3:24–25). Al llegar a la tierra, se borró de su memoria el recuerdo de su hogar celestial; pero nuestro Padre Celestial no les retiró Su influencia, sino que les envió al Espíritu Santo para consolar, ayudar y guiar a todos Sus hijos espirituales.

Adán y Eva invocaron al Padre Celestial en oración y Él les habló y les dio mandamientos, los cuales obedecieron. Un ángel del Señor vino y les enseñó el plan de salvación. El Señor envió al Espíritu Santo para que testificara acerca del Padre y del Hijo y para que les enseñara el Evangelio a Adán y a Eva (véase Moisés 5:4–9).

Por medio del poder del Espíritu Santo, Adán “…empezó a profetizar concerniente a todas las familias de la tierra, diciendo: Bendito sea el nombre de Dios, pues a causa de mi transgresión se han abierto mis ojos, y tendré gozo en esta vida, y en la carne de nuevo veré a Dios” (Moisés 5:10). Debido al testimonio que el Espíritu Santo le dio a Eva, ella dijo: “…De no haber sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni hubiéramos conocido jamás el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los que son obedientes” (Moisés 5:11).

  • ¿De qué manera es similar la necesidad que tenemos nosotros de tener la guía del Espíritu Santo a la necesidad que tenían Adán y Eva?

Los atributos del Espíritu Santo

  • ¿En qué se diferencia el Espíritu Santo del Padre y del Hijo? ¿Por qué es esa diferencia importante para nosotros?

El Espíritu Santo es un miembro de la Trinidad (véase 1 Juan 5:7; D. y C. 20:28). Es un “…personaje de espíritu…” (D. y C. 130:22) que sólo puede estar en un lugar a la vez, pero Su influencia puede estar en todo lugar al mismo tiempo.

A nuestro Padre Celestial, Jesucristo y el Espíritu Santo se los llama la Trinidad. Ellos están unidos en propósito, y cada uno tiene una importante asignación en el plan de salvación. Nuestro Padre Celestial es nuestro Padre y gobernante; Jesucristo es nuestro Salvador y el Espíritu Santo es el revelador y el que da testimonio de toda verdad.

El Espíritu Santo es el mensajero de nuestro Padre Celestial y constituye un don especial para nosotros (véase el capítulo 21 de este libro).

La misión del Espíritu Santo

  • ¿Cuáles son algunas de las verdades que el Espíritu Santo nos revela?

La misión del Espíritu Santo es dar testimonio del Padre y del Hijo, y de la verdad de todas las cosas.

El Espíritu Santo nos testificará que Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor (véase 3 Nefi 28:11; D. y C. 20:27). Él nos revelará que nuestro Padre Celestial es el Padre de nuestros espíritus y nos ayudará a comprender que podemos llegar a ser exaltados tal como nuestro Padre Celestial (véase Romanos 8:16–17). Los profetas del Señor han prometido: “Y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5).

Sin el Espíritu Santo, no podríamos saber que Jesús es el Cristo. El apóstol Pablo escribió: “…nadie puede afirmar que Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Corintios 12:3). El Salvador mismo dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Es por medio del poder del Espíritu Santo que se brinda la guía necesaria para comprender y vivir el evangelio de Jesucristo.

El poder convincente del Espíritu Santo es tan grande que no puede haber duda de que lo que nos revela es verdad. El presidente Joseph Fielding Smith dijo:

“Cuando una persona tiene la manifestación del Espíritu Santo, queda una indeleble impresión en su alma, una que no es fácil de borrar. Es el Espíritu que habla al espíritu, y se recibe con una fuerza convincente. Una manifestación de un ángel, o aun del Hijo de Dios mismo, impresionaría a los ojos y a la mente, y al final se iría borrando; pero las impresiones del Espíritu Santo se graban profundamente en el alma y son más difíciles de borrar” (Answers to Gospel Questions, compilación de Joseph Fielding Smith Jr., 5 tomos, 1957–1966, tomo II, pág. 151).

El presidente Smith también dijo: “Por medio del Espíritu Santo la verdad es entretejida en cada fibra y tendón del cuerpo, de manera que no puede ser olvidada” (véase Doctrina de Salvación, compilación de Bruce R. McConkie, 3 tomos, 1954–1956, tomo I, pág. 45).

Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, debemos ser dignos de recibir a este mensajero y testigo especial de nuestro Padre Celestial y de Jesucristo.

  • Piense en las ocasiones en que el Espíritu Santo le haya ayudado a que su testimonio crezca. Según sea apropiado, comparta algunas de estas experiencias con los miembros de la clase o de la familia.

Pasajes adicionales de las Escrituras