Jesucristo
Capitulo 19: ‘Les Hablo Muchas Cosas por Parabolas’


Capitulo 19

“Les Hablo Muchas Cosas por Parabolas”

DURANTE el período del ministerio de Cristo que hasta aquí hemos considerado, su fama iba aumentando cada vez más por motivo de la autoridad con que hablaba y las muchas obras poderosas que hacía. A tal grado había crecido su popularidad, que lo seguían grandes multitudes siempre que iba de una parte a otra. Había ocasiones en que le estorbaban sus movimientos, a tal extremo se agolpaba la gente: algunos con el deseo de escuchar más de la nueva doctrina, otros para suplicar a sus pies el alivio de sus enfermedades físicas o de diversas naturalezas; y había muchos que tenían la fe suficiente para creer que si tan sólo pudieran llegar a El, o aun tocar la orilla de su vestido, sanarían.a Uno de los efectos del entusiasmo del pueblo, motivo por el cual se aglomeraba y lo oprimía, fue dificultarle, y aun a veces imposibilitarle pronunciar eficazmente sus discursos. El lugar donde solía enseñar al aire libre, mientras se hallaba en la vecindad del mar o lago de Galilea, era la playa; y allí se reunían las multitudes para escucharlo. A solicitud de El, los discípulos habían dispuesto una barca que siempre tenían lista en la playa; b y en ella acostumbraba sentarse, a corta distancia de la orilla, y desde allí predicar a la gente como lo había hecho en una ocasión anterior cuando llamó a los pescadores escogidos para que dejaran sus redes y lo siguieran.c

En una de estas ocasiones empleó un método de enseñanza que hasta entonces no había distinguido su manera de instruir. Consistió en el uso de parábolas,d o historias sencillas para ilustrar sus doctrinas. En seguida consideraremos algunas de ellas brevemente, disponiéndolas en la forma que resulte más provechosa a nuestro estudio, y al mismo tiempo conforme a lo que pudo haber sido, que nosotros sepamos, el orden en que las pronunció.

“El sembrador salió a sembrar”

La primera, de acuerdo con el orden en que se relataron, fué la Parábola del Sembrador. Es un ejemplo espléndido de las parábolas de nuestro Señor en general, y de particular estima por motivo de su importante valor intrínseco, y porque su divino Autor nos ha dado una interpretación comprensiva de la misma. La narración es la siguiente:

“He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oir, oiga.”e

Esta nueva manera de enseñar, esta divergencia del método previamente empleado por el Maestro para exponer sus doctrinas, causó que aun los discípulos más devotos se maravillaran. Los Doce y algunos otros vinieron a Jesús, cuando se hubo apartado de la multitud, y le preguntaron por qué había hablado a la gente de esa manera, y cuál era el significado de aquella parábola particular. Consideraremos en breve la respuesta de nuestro Señor a la primera parte de la pregunta; concerniente a la segunda parte, les preguntó: “¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?”f De esta manera indicó la sencillez de la que fue la primera de sus narraciones, junto con su carácter típico y fundamental, y al mismo tiempo dio a entender que emplearía otras parábolas en el curso de sus enseñanzas. Entonces dio esta interpretación:

“Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.”g

Tal vez parezca redundante toda explicación adicional; sin embargo, quizá habrá cabida para algunas sugerencias sobre la aplicación individual de las lecciones que contiene. Observemos que el rasgo prominente de la historia es el de la condición cultivada o inculta del terreno. La semilla era la misma, así la que cayó en tierra buena como en tierra mala, en suelo húmedo y blando, o entre piedras y cardos. El método primitivo de sembrar, que aún se ve en muchos países, consistía en arrojar el puñado de semilla contra el viento para que se esparciera más extensamente. Cursaban por los campos galileos senderos endurecidos por las pisadas de hombres así como de bestias. Aunque la semilla cayera en esta tierra, no podía crecer; las aves se llevaban los granos vivientes que yacían descubiertos y sin germinar, mientras que otros eran pisados y deshechos. Así es con la semilla de la verdad que llega al corazón endurecido; usualmente no puede echar raíz, y Satanás, como cuervo rapiñador, la arrebata, no sea que un grano o una sola semilla encuentre una hendidura en el suelo trillado, eche raíz y posiblemente se desarrolle.

La semilla que cae en terreno de poca profundidad, debajo del cual se halla un yacimiento de piedra intacta o una costra dura, puede echar raíz y crecer por un corto tiempo; pero al llegar a la capa impenetrable, las raicillas descendientes se secan, y la planta se marchita y muere, porque son insuficientes los jugos nutritivos cuando no hay profundidad en la tierra.h Así sucede con el hombre cuya sinceridad sólo es superficial, cuya actividad se desvanece cuando tropieza con obstáculos o viene la oposición; aun cuando manifiesta entusiasmo por un tiempo, la persecución lo desalienta; se ofende o tropieza,i y no permanece. La semilla que se siembra donde abundan los espinos y cardos no tarda en morir ahogada; igual cosa acontece con el corazón humano que se entrega a las riquezas y a la incitación de los placeres, pues aunque recibe la semilla viviente del evangelio, no rinde una cosecha de grano útil, sino más bien una espesa maraña de hierbas nocivas. La abundante producción de cardos espinosos demuestra la aptitud de la tierra para dar una cosecha mejor, si se pudiera librar de las hierbas que la atosigan. La semilla que cae en tierra buena y profunda, libre de hierbas y preparada para la siembra, echa raíz y crece; el calor del sol no la quema, antes le da crecimiento; ésta madura y rinde al sembrador de acuerdo con la fertilidad del terreno, en algunos campos treinta, en otros sesenta y en unos pocos lugares hasta cien veces más de lo que sembró.

Aun cuando juzgada de conformidad con los cánones literarios, o por las normas reconocidas de la composición retórica y la lógica disposición de sus partes, esta parábola ocupa el primer lugar entre las producciones de su clase. Aunque la conocemos comúnmente como la Parábola del Sembrador, podríamos bautizarla con el expresivo nombre de la Parábola de las Cuatro Clases de Terreno. El tema hacia el cual el relato principalmente llama nuestra atención es el terreno en que cae la semilla, y muy aptamente se ha utilizado para simbolizar el corazón tierno o endurecido, el campo limpio o infestado de cardos. Reparemos en las clases de terreno nombrados en el orden ascendiente de fertilidad: (1) La carretera compacta, el sendero trillado, sobre el cual ninguna semilla tiene la posibilidad de echar raíz o crecer, sino por una combinación de circunstancias fortuitas que virtualmente equivaldrían a un milagro; (2) la delgada capa de tierra que cubre un yacimiento impenetrable de piedra, sobre la cual la semilla puede germinar pero nunca madurar; (3) el campo tupido de hierbas, capaz de producir una rica cosecha si no fuera por la maraña de espinos y cardos; y (4) la tierra limpia y fructífera, receptiva y fértil. Sin embargo, aun las tierras que entran en la categoría de buenas varían en cuanto a su capacidad para producir, y rinden a treinta, sesenta o aun hasta cien por uno, con muchos y distintos grados entre uno y otro extremo.

Algunos expositores bíblicos declaran haber hallado, en esta espléndida parábola, evidencias de un fatalismo decisivo en las vidas de las personas, de modo que aquellos cuya condición espiritual puede compararse al suelo endurecido del sendero, a la tierra sin profundidad o al terreno baldío lleno de cardos, son desahuciada e irremediablemente perversos; mientras que las almas que pueden compararse a la tierra buena, están protegidas de la deterioración, e inevitablemente producirán buen fruto. No debe pasarse por alto el hecho de que la parábola no es sino un esbozo, no el cuadro completo con todos sus detalles; y que la semejanza expresada o subentendida en las enseñanzas parabólicas no puede llevarse, lógica y congruentemente, más allá de los límites de la historia ilustrativa. En la parábola que estamos considerando, el Maestro pintó los varios grados de receptibilidad espiritual que existen entre los hombres, y señaló con brevedad penetrante cada uno de ellos. Ni dijo, ni dió a entender que la tierra o suelo duro y trillado del camino no podía ser arado, gradado, abonado y convertido de este modo en tierra productiva; ni que el yacimiento de piedra que impedía el crecimiento de la planta no podía ser desmenuzado y quitado, o que no podían añadirse una o más capas de terreno bueno al que ya existía; ni que los cardos no podían ser desarraigados, y cultivado el suelo que ocupaban, para dar crecimiento a plantas útiles. Debe estudiarse la parábola de acuerdo con el espíritu de su objeto; y no hay justificación para deducciones o ampliaciones forzadas. La metáfora intensa, la comparación contrastante o cualquier otra figura retórica expresiva es útil solamente cuando se le da una aplicación racional; pero cuando se intenta darles un significado que trasciende los límites de su objeto razonable, hasta las mejores pierden su significado y aun llegan a ser absurdas.

El trigo y la cizaña

El Maestro expresó otra parábola relacionada estrechamente con la anterior en cuanto al tema, pues habla nuevamente de la semilla y la siembra, e igual que la primera, viene acompañada de una interpretación. Es la siguiente:

“El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.”j

Cuando Jesús se hubo retirado a la casa donde estaba alojado, los discípulos vinieron a El, diciendo: “Explícanos la parábola de la cizaña del campo.”

“Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oir, oiga.”k

De acuerdo con la explicación del propio Autor, el sembrador era El, el Hijo del Hombre; y en vista de que la situación en que el trigo y la cizaña crecerán juntos habrá de continuar hasta el “fin del siglo”, aquellos que fueren nombrados para trabajar en el ministerio después de El, son por implicación directa, sembradores también. En esta parábola la semilla no representa el propio evangelio, como en la otra, sino los hijos de los hombres: la buena semilla simboliza a los de corazón sincero y pensamientos rectos, que son hijos del reino, mientras que la cizaña representa a todos los que han entregado su alma a la iniquidad y son contados como hijos del malo. Inspirados de celo por el bien de su Señor, los siervos habrían desarraigado la cizaña por la fuerza; pero se les restringió, ya que su método, imprudente aunque bien intencionado, habría puesto en peligro al trigo tierno, porque en las primeras etapas de su desarrollo habría sido difícil distinguir lo uno de lo otro, y por estar entrelazadas las raíces se destruiría mucho grano de rico valor.

Una de las lecciones cardinales de la parábola, aparte de la representación de verdaderas situaciones presentes y futuras, tiene que ver con la paciencia, longanimidad y tolerancia, cada una de las cuales es atributo de Dios y rasgo de carácter que conviene a todos los hombres cultivar. La cizaña que se menciona en la historia puede ser considerada como cualquier especie de planta nociva, particularmente aquella que en su estado tierno es semejante al grano bueno.l Sembrar o esparcir la semilla de la hierba mala en un campo donde ya se ha plantado el grano, constituye una ofensa perversa que no es desconocida ni aun en la actualidad.m La propia exposición del Señor establece la certeza de que habrá una época de separación, cuando se recogerá el trigo en el granero del Señor y la cizaña será quemada para que su semilla nociva no vuelva a reproducirse.

Es de tanta importancia la lección incorporada en esta parábola, y tan seguro el cumplimiento literal de las predicciones contenidas en ella, que el Señor ha dado una explicación adicional, por medio de una revelación, en la dispensación actual, época en la cual la aplicación es directa e inmediata. Hablando por boca de José Smith el profeta en 1832, Jesucristo dijo:

“Mas he aquí, en los postreros días, aun ahora, cuando el Señor comienza a extender la palabra, y la planta está brotando y todavía es tierna, he aquí, de cierto os digo, que los ángeles, listos ya y esperando que los envíen a segar los campos, claman al Señor día y noche; mas el Señor les dice: No arranquéis la cizaña mientras esté tierna la planta (porque de cierto, es débil vuestra fe), no sea que destruyáis también el trigo. Dejad, pues, que crezcan juntos el trigo y la cizaña hasta que la cosecha esté enteramente madura; entonces primero cogeréis el trigo de entre la cizaña, y después de coger el trigo, he aquí, la cizaña será atada en manojos, y el campo quedará listo para quemarse.”n

Parábola del crecimiento de la semilla.

Mateo coloca la parábola de la cizaña inmediatamente después de la del sembrador; Marcos intercala en la misma posición una parábola que únicamente en sus escritos se encuentra. Se presenta en forma de bosquejo, y los expositores críticos prefieren clasificarla sencillamente como analogía más bien que una parábola típica. Dice así:

“Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.”o

No hallamos nada que nos indique si los discípulos le suplicaron al Maestro que les interpretara esta parábola o alguna de las otras que siguieron.p En la narración anterior hallamos ilustrado en forma eficaz el hecho de la vitalidad de la semilla de verdad, aun cuando el método secreto de su desarrollo sea un misterio para todos, salvo para Dios. Habiendo plantado su semilla, el labrador tiene que dejarla en paz. Podrá cuidar el campo, preservarlo, proteger las plantas lo mejor que le sea posible, pero el crecimiento depende de condiciones y fuerzas que él no está facultado para dirigir. Aunque fue Pablo el que plantó y Apolos el que regó, solamente Dios pudo dar el crecimiento.q El que sembró puede dedicarse a sus otros asuntos, porque el campo no exige su atención continua o exclusiva; mas con todo, bajo la influencia del sol y la lluvia, del viento y del rocío, brota la hoja, se forma la espiga y en el debido tiempo el grano se desarrolla en la espiga. Entonces, cuando el fruto está maduro, el hombre gozosamente recoge su cosecha.

El sembrador de esta narración es el predicador autorizado de la palabra de Dios; es quien planta la semilla del evangelio en el corazón de los hombres sin saber cuál será el producto. Procede a efectuar el mismo ministerio u otro semejante en otros sitios, atendiendo a sus deberes señalados en distintos campos, y con fe y esperanza deja en manos de Dios los resultados de su siembra. Por medio de la cosecha de almas, convertidas mediante su labor, prospera y es feliz.r Probablemente esta parábola fue dirigida con mayor particularidad a los apóstoles y los más devotos de entre los otros discípulos, más bien que a toda la multitud; la lección es para los maestros y los que obran en los campos del Señor, para los que han sido nombrados sembradores y segadores. Es de valor perenne, tan aplicable en la actualidad como cuando se narró por primera vez. Siémbrese la semilla, aunque el sembrador sea llamado inmediatamente después a otros campos o a otros deberes; en la feliz cosecha hallará su recompensa.

La semilla de mostaza

“Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.”s

Esta pequeña historia, dirigida a la multitud congregada, debe haber causado que muchos se pusieran a pensar, tanto por la sencillez del hecho relatado, como por la aplicación, tan completamente opuesta al genio judío, que se le dio. En los pensamientos de aquellos que eran instruidos por los maestros de la época, el reino debería ser grande y glorioso aun desde su comienzo; habría de ser iniciado con el son de trompetas y las pisadas de ejércitos, con Mesías el Rey a la cabeza; sin embargo, este nuevo Maestro decía que su comienzo sería tan pequeño que podría compararse a una semilla de mostaza. Para darle mayor eficacia a la ilustración, explicó que la semilla de referencia era “la más pequeña de todas las semillas”. Esta expresión superlativa tiene un significado relativo, pues había y hay semillas más pequeñas que la de la mostaza, aun entre las plantas de jardín, por ejemplo, la amapola y la ruda; pero estas plantas son sumamente pequeñas aun después que han madurado, mientras que la mostaza bien cultivada es una de las más grandes entre las hortalizas comunes, y constituye un contraste notable en su desarrollo desde una semilla muy pequeña hasta una planta frondosa.

Por otra parte, la comparación con “el tamaño de un grano de mostaza” era de uso corriente entre los judíos de la época. Esta comparación, empleada por Jesús en otra oportunidad, nos manifiesta su aplicación común, por ejemplo, cuando dijo: “Si tuviereis fe, como un grano de mostaza … nada os será imposible.”t Conviene saber que la planta de mostaza alcanza un crecimiento mayor en Palestina que en otros climas más templados.u La lección de la parábola es fácil de entender. La semilla es un cuerpo viviente. Cuando se planta correctamente, absorbe y asimila los elementos nutritivos de la tierra y la atmósfera; crece, y con el tiempo puede anidar las aves entre sus ramas y alimentarlas. En igual manera la semilla de la verdad es vital, viviente y capaz de desarrollarse a tal extremo que puede proveer alimento y abrigo espiritual a todos aquellos que los buscan. En ambos conceptos, la planta madura produce abundancia de semillas, de manera que con un solo grano se podría llenar un campo entero.

La levadura

“Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.”v

Fácilmente se disciernen dos puntos de semejanza, así como de contraste, entre esta parábola y la anterior. En cada una de ellas se ilustra esa inherente vitalidad y capacidad para lograr el desarrollo, elemento tan esencialmente característico del reino de Dios. Sin embargo, la semilla de mostaza representa el efecto del crecimiento vital cuando se recoge exteriormente la substancia de valor; mientras que la levadura disemina y difunde su influencia, desde adentro hacia afuera, por toda la masa, densa y compacta cuando no es leudada. Ambos procedimientos representan un medio a través del cual el espíritu de verdad surte su eficacia. La levadura es un organismo viviente no menos verdadero que la semilla de mostaza. Al grado que la planta microscópica de la levadura se desarrolla y se multiplica adentro de la masa, sus incontables células vivientes penetran toda la pasta, y cada partícula leudada tiene la facultad para surtir igual efecto en otra medida de harina debidamente preparada. El método de leudar, o hacer que la masa “se esponje” mediante la fermentación de la levadura que le ha sido añadida, es lento, y tan quieto y aparentemente imperceptible como la semilla plantada que crece sin más atención o cuidado por parte del sembrador.x

El tesoro escondido

“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.”y

Esta y las dos parábolas que siguen se encuentran solamente en los escritos de Mateo; y el lugar que les señala en su narración indica que fueron dichas en casa, a los discípulos, únicamente, después que la multitud se hubo ido. La búsqueda de tesoros siempre es atrayente. El hallazgo de valores enterrados no era cosa fuera de lo común en la época de que hablamos, porque era usual entre la gente la costumbre de esconder sus tesoros cuando había peligro de alguna incursión de bandidos o de invasiones hostiles. Observemos que el descubrimiento del tesoro por el hombre feliz y afortunado se representa como accidental más bien que como el resultado de una búsqueda diligente. Gustosamente vendió todo lo que poseía a fin de serle posible comprar el campo. El tesoro escondido es el reino de los cielos; cuando un hombre lo encuentra, debe estar dispuesto a sacrificar cuanto tiene, si por ese medio puede adquirirlo. Su gozo a causa de su nueva posesión será infinito; y las riquezas que contiene serán suyas allende la tumba, si tan sólo continúa siendo un dueño digno.z

Los casuistas han preguntado si no hubo algo de impropiedad en la manera en que procedió el hombre de la narración, en vista de que no comunicó el hecho de su descubrimiento al dueño del campo, a quien, según ellos, el tesoro justamente pertenecía. No importa cuál sea la opinión que uno se forme de la ética con que obró el comprador, lo que hizo no fue ilícito, pues la ley judía expresamente declaraba que el comprador de una propiedad llegaba a ser el dueño legal de todo lo que hubiera en el terreno.a Ciertamente Jesús no estaba recomendando un acto impropio; y si el relato no hubiera sido probable en todos sus detalles, no habría tenido ningún valor como parábola. El Maestro enseñó por medio de esta ilustración que, habiéndose encontrado el tesoro del reino, el descubridor no debe perder el tiempo ni escatimar ningún sacrificio que fuere necesario hacer, a fin de obtener el título de propiedad.

La perla de gran precio

“También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.”b

La perla siempre ha sido una de las joyas más estimadas, y mucho antes del tiempo de Cristo, y por cierto desde esa época aun hasta el día de hoy, los mercaderes de perlas han buscado activa y diligentemente las más grandes y preciosas que existen. Al contrario del hombre de la última parábola, que descubrió un tesoro escondido con muy poco o ningún trabajo, el mercader de esta historia dedicó todas sus energías a la búsqueda de perlas buenas, ya que su negocio era encontrarlas y obtenerlas. Cuando al fin vio la perla que sobrepujaba las demás, aunque el costo era elevadísimo—pues por cierto así debía ser—gustosamente vendió todas sus otras piedras preciosas. De hecho, sacrificó “todo lo que tenía”—joyas y otras posesiones—y compró la perla de gran precio. Los que buscan la verdad pueden adquirir muchas cosas buenas y deseables sin hallar la verdad más grande de todas, la verdad que puede salvarlos. Sin embargo, si indagan con persistencia y rectas intenciones, si verdaderamente están buscando perlas y no imitaciones, las hallarán. Los hombres que buscando y rebuscando descubren las verdades del reino de los cielos, tal vez tengan que descartar muchas de sus tradiciones estimadas, y aun sus teorías de filosofías imperfectas y de la “falsamente llamada ciencia”,c si desean obtener para sí la perla de gran precio. Cabe observar que en esta parábola, así como en la del tesoro escondido, el precio del artículo es todo lo que uno tiene. Ningún hombre puede llegar a ser ciudadano del reino, si solamente abandona parte de sus intereses anteriores; tiene que renunciar a todo lo que sea ajeno al reino, o no podrá ser contado entre los que pertenecen a él. Si con toda disposición uno sacrifica cuanto posee, hallará que tiene lo suficiente. El costo del tesoro escondido, y de la perla, no es una cantidad fija, igual para todos, sino todo lo que uno posee. Aun el más pobre puede obtener posesión perpetua; el precio de la compra requiere que entregue todo lo que tenga.

La red del evangelio

“Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.”d

El evangelio del reino surte su efecto en hombres de distintos pensamientos, hombres buenos y malos, de todas las nacionalidades y razas. Los “pescadores de hombres”e son diestros, activos y minuciosos en su pesca. La selección o separación se lleva a cabo después de sacar la red a la orilla del mar; y así como el pescador desecha todos los peces malos y retiene los buenos, en igual manera los ángeles, que cumplen con la voluntad del Hijo del Hombre, apartarán a los justos y a los malvados, preservando a aquéllos para la vida eterna y consignando a éstos a la destrucción. Pero ha habido quienes desatinadamente han intentado llevar la aplicación de la parábola más allá del objeto que propuso el Autor, manifestando su crítica mediante el concepto de que, sean buenos o malos, los pescados mueren. Sin embargo, los buenos mueren para fines útiles, los malos para desaprovechamiento total. Aun cuando todos los hombres mueren, no mueren para el mismo fin; unos pasan a su reposo y saldrán en la resurrección de los justos; otros van a un estado de aflicción e inquietud donde esperarán con ansia y temor la resurrección de los malvados.f El hincapié que se hace en la separación decretada de los justos y los injustos, y en el temible destino de aquellos que son dignos de condenación, pone de relieve la semejanza entre la aplicación de esta parábola y la de la cizaña. Se puede notar un paralelismo adicional en el aplazamiento del juicio hasta el “fin del siglo”, expresión por la cual se nos da a entender la consumación de la obra del Redentor después del milenio, y la resurrección final de todos los que hayan existido sobre la tierra.g

Habiendo pronunciado esta parábola, la última de las que se hallan escritas en el capítulo trece de Mateo, Jesús preguntó a los discípulos: “¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor.” Entonces recalcó el hecho de que debían estar preparados, como maestros bien dispuestos, para sacar del depósito de sus almas tesoros de cosas nuevas y de cosas viejas para la edificación del mundo.h

El propósito de las parábolas de Cristo

Como se dijo anteriormente, los Doce y algunos otros discípulos se sorprendieron de esta innovación del Señor de instruir por medio de parábolas. Antes de la ocasión había expresado sus doctrinas con claridad manifiesta, como se ve en las enseñanzas explícitas del Sermón del Monte. Cabe tomar nota que se introdujo la enseñanza por parábolas cuando se manifestó una fuerte oposición contra Jesús, y cuando los escribas, fariseos y rabinos escrupulosamente espiaban sus obras, siempre listos para acusarlo con alguna palabra. Era común el uso de las parábolas entre los maestros judíos; y cuando adoptó esta manera de instruir, Jesús realmente estaba siguiendo una de las costumbres de la época; pero entre las parábolas que El habló, y las de los eruditos, no hay más comparación que la de un contraste notable en extremo.i

A los discípulos elegidos y devotos que vinieron al Maestro para preguntarle por qué había cambiado de la enseñanza directa a las parábolas, El explicój que aun cuando a ellos les era concedido el privilegio de recibir y entender las verdades más profundas del evangelio, “los misterios del reino de los cielos”, como El lo expresó, era imposible que el pueblo en general alcanzara esa plenitud de entendimiento, debido a su falta de receptividad y preparación. A los discípulos que ya habían aceptado gustosamente los primeros principios del evangelio de Cristo, les sería dado más; mientras que a aquellos que habían rechazado el don ofrecido les sería quitado aun lo que anteriormente habían recibido.k “Por eso les hablo por parábolas—dijo El—porque viendo no ven, y oyendo no oyen; ni entienden.” Citando las palabras de Isaías, demostró que se había previsto el estado de tinieblas espirituales que entonces existía entre los judíos, palabras con que el antiguo profeta había declarado que la gente se volvería ciega, sorda y dura de corazón respecto de las cosas de Dios, de manera que aun cuando oyeran y vieran físicamente, sin embargo, no entenderían.l

Palpablemente se manifiesta un elemento de misericordia en la forma parabólica de instrucción que nuestro Señor adoptó en las condiciones que en esa época prevalecían. Si en todo tiempo hubiera enseñado con declaraciones explícitas que no necesitaran interpretación, muchos de sus oyentes habrían sido condenados, pues su fe era demasiado débil y sus corazones estaban insuficientemente preparados para romper las cadenas del tradicionalismo y del prejuicio nacido del pecado, al grado de aceptar y obedecer la palabra salvadora. Su incapacidad para entender los requisitos del evangelio daría a la Misericordia alguna medida justa de derecho sobre ellos, mientras que si hubiesen rechazado la verdad con pleno entendimiento, la Justicia inflexible ciertamente habría exigido su condenación.m

En esta amonestación del Maestro quedó subentendido el hecho de que la lección de las parábolas podría entenderse por medio del estudio, la oración y la investigación: “El que tiene oídos para oir, oiga.”n A los investigadores más estudiosos, el Maestro añadió: “Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís. Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.”o Dos hombres podrán oír las mismas palabras; uno de ellos escucha con desidia e indiferencia, el otro con una mente activa, resuelto a aprender todo lo que las palabras puedan comunicarle; y habiendo oído, el hombre diligente va luego para hacer las cosas que le fueron recomendadas, mientras que el indiferente las desatiende y las olvida. Uno es prudente, el otro imprudente; uno ha escuchado para su beneficio eterno, el otro para su condenación sin fin.p

En el hecho psicológico de que los acontecimientos de una narración impresionante, aunque sencilla, pueden vivir hasta en los pensamientos de aquellos que por lo pronto están incapacitados para percibir otro significado más que el de la propia historia, encontramos otro ejemplo de la misericordiosa adaptación de la palabra de la verdad a los varios grados de capacidad de aquellos que escuchaban las parábolas. Más de un campesino que oyó el breve relato del sembrador y las cuatro clases de terreno; de la cizaña que sembró el enemigo de noche; de la semilla que creció aunque el sembrador la había olvidado por un tiempo, recordaría estas cosas a través de las circunstancias habituales de su trabajo cotidiano; el jardinero se acordaría de la historia de la semilla de mostaza cada vez que sembrara de nuevo, o cuando mirara la planta umbrosa, o los nidos de las aves en sus ramas; la señora de casa sentiría de nuevo la impresión de la historia de la levadura al preparar su masa; el pescador con sus redes pensaría de nuevo en los peces buenos y malos, y compararía la manera en que separaba su pesca con el juicio venidero. Entonces cuando el tiempo y la experiencia, incluso quizá algún sufrimiento, los hubiera preparado para pensamientos más profundos, encontrarían y descubrirían las semillas vivientes de la verdad del evangelio dentro de la cáscara de un simple relato.

Las parábolas en general

El rasgo esencial de una parábola es el de la comparación o semejanza, por medio de la cual se utiliza un acontecimiento común y bien entendido para ilustrar un hecho o principio no expresado directamente en la narración. Es incorrecto el concepto popular de que la parábola necesariamente se basa en un acontecimiento ficticio; pues en vista de que la historia o circunstancia de la parábola debe ser sencilla y ciertamente bien conocida, por fuerza tiene que ser verdadera. No hay ficción en las parábolas que hemos estudiado hasta ahora; las narraciones fundamentales son tomadas de la vida real y las circunstancias citadas son hechos verificados. El relato o suceso sobre el cual se funda la parábola puede ser un acontecimiento real o ficticio; pero si es ficticio, la historia debe ser consecuente y probable, sin ninguna mezcla de lo extraordinario o milagroso. En este respecto la parábola se distingue de la fábula, pues ésta es imaginaria, exagerada e improbable en cuanto a los hechos; por otra parte, hay semejanza en los fines de una y otra, porque la parábola tiene como objeto comunicar una importante verdad espiritual, mientras que la moraleja, así llamada, de la fábula sólo sirve, cuando más, para dar a entender algún logro mundano y beneficio personal. Las historias de árboles, animales y cosas inanimadas que hablan entre sí o con las personas, son completamente imaginarias; son fábulas o apólogos, bien sea que el desenlace se considere bueno o malo; al lado de la parábola, indican contraste pero no similitud. El propósito declarado de la fábula es más bien para entretener que para enseñar. En la parábola puede estar incorporada una narración, como en los ejemplos del sembrador y la cizaña, o sencillamente un caso aislado, como el de la semilla de mostaza y la levadura.

La alegoría se distingue de la parábola por la amplitud del tamaño y detalle de la historia, y por el estrecho enlazamiento de la narrativa con la lección que tiene por objeto enseñar; en la parábola éstas se conservan distintamente separadas. Los mitos son historias ficticias, algunas con bases históricas, pero sin ningún simbolismo de valor espiritual. El proverbio es una afirmación breve y sentenciosa, al estilo de una máxima, y connota una verdad o implicación definitiva por medio de la comparación. Los proverbios y las parábolas se relacionan estrechamente, y en varias ocasiones los términos se usan indistintamente en la Biblia.q El Antiguo Testamento contiene dos parábolas, algunas fábulas y alegorías y numerosos proverbios; de éstos tenemos un libro entero.r El profeta Natán reprendió al rey David valiéndose de la parábola del cordero del pobre, y fue tan eficaz la narración que el Rey decretó un castigo para el ofensor rico, y fue dominado por el pesar y la contrición cuando el profeta lo hizo el blanco de la aplicación de su parábola con estas graves palabras: “Tú eres aquel hombre.”s Queriendo despertar en el pueblo el deseo de vivir rectamente,t Isaías se valió de la historia de la viña—que a pesar de estar cercada y bien cultivada sólo dió uvas silvestres e inútiles—para pintar la condición pecaminosa de Israel.

Las parábolas del Nuevo Testamento, pronunciadas por el Maestro de maestros, son de tal belleza, sencillez y eficacia, que no tienen paralelo en la literatura.

Notas al Capitulo 19

  1. El primer grupo de parábolas.—Muchos de los eruditos bíblicos afirman que las siete parábolas que se encuentran en el capítulo 13 de Mateo se pronunciaron en distintas ocasiones y a diferentes grupos de personas, y que el escritor del primer Evangelio las dispuso en esa forma porque así convenía a su relación y porque estaba considerando, ante todo, su interés subjetivo. Se encuentra algún fundamento para esta afirmación en el hecho de que S. Lucas menciona algunas de estas parábolas en diferentes circunstancias, así de tiempo como de lugar. Por consiguiente, se colocan las parábolas de la Semilla de Mostaza y de la Levadura (Lucas 13:18, 21) inmediatamente después de la curación de la mujer encorvada en la sinagoga y la reprensión del hipócrita oficial de la misma. Aun cuando fuera necesario admitir que Mateo pudo haber incorporado otras parábolas de distintas fechas con las que se relataron ese día particular, existe la probabilidad de que Jesús haya repetido algunas de sus parábolas, como ciertamente lo hizo con otras enseñanzas, y así presentó la misma lección en más de una oportunidad. De hecho, cada parábola es una lección en sí misma, y encierra un elevado valor intrínseco, bien sea que se le considere como una narración aislada, o relacionándola con enseñanzas afines. Prestemos atención a la lección de cada una, pese a las opiniones promulgadas por hombres sobre las circunstancias en que se relataron por vez primera.

  2. El local que sirvió de fondo a la parábola del sembrador.—En su excelente escrito Notes on the Parables of our Lord (página 57, nota), el Dr. R. C. Trench cita la descripción que Stanley ha hecho de las condiciones que existen en el sitio donde Jesús pronunció la Parábola del Sembrador; y como hay razón para creer que se han verificado muy pocos cambios en ese ambiente desde la época de Cristo, reproducimos en seguida sus palabras: “Una ligera depresión en el lado del monte cerca del valle reveló en el acto, con mucho detalle, todas las características de la gran parábola, y con una correspondencia que en ninguna otra parte de Palestina recuerdo haber visto. El ondulante trigal que descendía hasta la orilla del agua; el sendero trillado que pasaba por en medio, sin cercos o vallas para evitar que la semilla cayera acá y allá a uno u otro lado, o sobre la tierra endurecida por las constantes pisadas de caballos, muías y seres humanos; la fértil tierra ‘buena’—por medio de la cual todo ese valle y los terrenos contiguos se distinguen de los cerros despoblados que se hallan en todos los demás lugares—que descendía hasta el lago, y sobre la que crece, donde no hay interrupción, una vasta espesura de plantas de trigo; el terreno pedregoso del monte que sobresale aquí y allí en medio de los trigales, así como en otras partes de la falda del monte cubierta de hierba; los grandes arbustos espinosos, los nabk … que se yerguen, a semejanza de los árboles frutales del interior, en medio del trigo ondulante.”

  3. Cizaña.—En ninguna otra parte de la Biblia se usa esta palabra sino en relación con esta parábola. Desde luego, cualquier clase de hierba nociva, particularmente la de naturaleza venenosa que seriamente perjudicara la cosecha recogida, convendría al objeto del Maestro en la ilustración. La creencia tradicional comúnmente aceptada es que la planta a que se hace referencia en la parábola es una hierba gramínea, conocida entre los botánicos con el nombre genérico de Lolium temulentum. La planta es muy parecida al trigo en las primeras etapas de su desarrollo, y aun en la actualidad causa grandes molestias a los agricultores de Palestina. Los árabes la llaman zowan o zawan, nombre que, según las palabras de Thompson citadas por Arnot, “guarda cierto parecido con la palabra original en el texto griego”. El autor del artículo “Cizaña” en Smith’s Dictionary dice: “Los críticos y expositores concuerdan que el plural griego zizania de la parábola (Mateo 13:25) se refiere a una hierba gramínea que lleva el nombre de Lolium temulentum. Se halla extensamente difundida, y es la única de su especie que tiene propiedades nocivas. Antes de formar espiga es muy parecida al trigo, y las raíces de uno y otro frecuentemente están entrelazadas, y de ahí las instrucciones de permitir que la cizaña creciera hasta la cosecha, no fuera que los labradores, al desarraigar la cizaña, arrancaran ‘también con ella el trigo’. La cizaña se distingue fácilmente del trigo y de la cebada cuando ha formado espiga, pero cuando todavía no ha alcanzado ese grado de desarrollo, ‘ni con el examen más cuidadoso siempre se distingue. Ni aun los campesinos, que en este país generalmente deshierban sus campos, intentan separar lo uno y lo otro. … Tiene un gusto amargo, y cuando se come separadamente o aun mezclada en el pan, produce mareos y con frecuencia surte el mismo efecto que un emético violento.’ “ La segunda cita es de la obra de Thompson, The Land and the Book, tomo 2, páginas 111, 112. Se afirma que el joyo o cizaña es una especie de trigo degenerado, y se ha intentado dar un significado adicional a la instructiva parábola del Señor intercalando esta idea. Sin embargo, no hay justificación científica para este concepto forzado, y el estudiante sincero no se dejará engañar.

  4. La maldad del sembrador de la cizaña.—Se ha procurado des acreditar la Parábola de la Cizaña aleganda que se basa en una práctica o hecho fuera de lo común, cuando no desconocido. En sus Notes on the Parables, páginas 72 y 83, Trench refuta esta crítica diciendo: “En este ejemplo nuestro Señor no se imaginó una forma de maldad desconocida, sino que se valió de un hecho con el que sus oyentes estaban familiarizados, algo tan fácil de ejecutar, de tan poco riesgo y al mismo tiempo de tan grandes y duraderos efectos nocivos, que nada tiene de extraño hallar que éste solí ser la forma en que se manifestaban la cobardía y maldad de una persona. Hallamos indicaciones de este hecho perverso en muchas partes. En la ley romana se prevenía contra la posibilidad de esta forma de daño; y un escritor moderno, ilustrando las Escrituras desde el punto de vista de las costumbres y hábitos del oriente, con los cuales se había familiarizado tras de vivir allí, afirma que la misma cosa se practica en la India.” En uno nota anexa, el autor agrega: “No es desconocida esta forma de maldad en sitios más próximos a nosotros. He llegado a saber que en Irlanda, un inquilino, irritado porque había sido desahuciado, sembró avena silvestre en los campos que tenía que abandonar. Esta, igual que en la parábola de la cizaña, maduró y produjo semilla antes que las plantas buenas entre las cuales se había esparcido, de manera que fue casi imposible extirparla.”

  5. La parábola de la semilla que creció en secreto.—Este relato ha provocado mucha discusión entre los expositores sobre el asunto del significado del hombre que plantó la semilla en la tierra. Si, como en las parábolas del Sembrador y la Cizaña, el Señor Jesús fue quien plantó, entonces, ¿cómo se puede decir—preguntan algunos—que “la semilla brota y crece sin que él sepa cómo”, cuando todas las cosas le son conocidas? Por otra parte, si el que siembra representa al maestro o predicador autorizado del evangelio, ¿cómo se puede decir que en la época de la cosecha “él mete la hoz”, en vista de que la cosecha final de almas es prerrogativa de Dios? Las perplejidades de los críticos surgen porque intentan encontrar en la parábola un sentido literal que su Autor nunca tuvo por objeto emplear. Bien sea que la planten el propio Señor, como cuando enseñó en persona, o cualquiera de sus siervos autorizados, la semilla está viva y crecerá; pero requiere tiempo. Primero brotan las hojas, entonces la espiga; y ésta madura en su sazón sin la atención constante que se necesitaría, si las diferentes partes tuvieran que ser formadas a mano. La parábola nos presenta al hombre que figura en ella como un campesino común, que siembra, espera y cosecha en el debido tiempo. La lección que se comunica es la vitalidad de la semilla como cosa viviente, dotada por su Creador con la capacidad para brotar y desarrollarse.

  6. La planta de mostaza.—La mostaza silvestre, que en las zonas templadas jamás crece más de un metro, alcanza la altura de un caballo y su jinete en las tierras semitropicales. (Thompson, The Land and the Book, tomo 2, pág. 100) Los que escucharon la parábola evidentemente comprendieron la manera en que contrastaban el tamaño de la semilla y el de la planta cuando alcanza su desarrollo completo. Aptamente dice Arnot en The Parables página 102: “Se destaca que el Señor escogió esta planta, no por motivo de su grandeza absoluta, sino porque era y es reconocida como un ejemplo notable del desarrollo de algo sumamente pequeño en un objeto de tales dimensiones. Parece que en aquella época era la semilla más pequeña conocida en Palestina capaz de desarrollarse en una planta tan grande. Quizá había semillas más pequeñas, pero las plantas que de ellas brotaban no eran muy grandes; y había plantas más grandes, pero las semillas de las cuales brotaban no eran tan pequeñas.” Edersheim (tomo 1, página 593) afirma que los rabinos empleaban comúnmente el tamaño diminuto de la semilla de mostaza en sus comparaciones, “para indicar la cantidad más reducida, como la más pequeña gota de sangre, la mancha más leve, etc.” El mismo autor comenta, refiriéndose a la planta desarrollada: “De hecho, ya no parece una hortaliza grande o arbusto, sino que ‘llega a ser’ o más bien dicho tiene la apariencia de una ‘árbol’, ‘árbol grande’ como lo expresa S. Lucas; por supuesto, no cuando se compara con otros árboles, sino con las demás hortalizas. Este crecimiento de la semilla de mostaza también era un hecho bien conocido en esa época y, por cierto, todavía es digno de notarse en el Oriente. … Y con mayor facilidad se entendería el significado general de que un árbol, cuyas extensas ramas daban abrigo a las aves del cielo, era una figura familiar empleada en el Antiguo Testamento para representar a un reino poderoso que daba abrigo a las naciones. (Eze. 31:6, 12; Dan. 4:12, 14, 21, 22) Por cierto, esta representación se usa particularmente para ilustrar el Reino Mesiánico (Eze. 17:23).”

  7. El simbolismo de la levadura.—El reino de los cielos es hecho semejante a la levadura, en la parábola. En otras partes de las Escrituras la levadura se usa para representar figurativamente las cosas malas, por ejemplo, “la levadura de los fariseos y de los saduceos” (Mateo 16:6; véase también Lucas 12:1); “la levadura de Herodes” (Marc. 8:15). Estos y algunos otros ejemplos (1 Cor. 5:7, 8) sirven para ilustrar el contagio de la maldad. En el ejemplo de la mujer que leuda la masa en la forma acostumbrada para hacer el pan, la levadura simboliza el extenso, penetrante y vital efecto de la verdad. Propiamente se puede usar la misma cosa en diversos aspectos para representar lo bueno en un caso y lo malo en otro.

  8. El tesoro pertenece a quien lo encuentra.—Respecto de que si hay justificación para el hombre que descubrió riquezas escondidas en el campo de otro, y entonces, ocultando el hecho de su descubrimiento, compró el campo para obtener el tesoro, Edersheim (tomo 1, páginas 595, 596) dice: “Se ha expresado alguna duda concerniente al aspecto moral de esta compra. En respuesta, se puede notar que concordaba en todo respecto con la ley judía por lo menos. Si un hombre se hubiera encontrado un tesoro de monedas sueltas entre el trigo, ciertamente pertenecería al comprador. Si hubiera descubierto el caudal en el suelo o en la tierra, igualmente le pertenecería, si pudiera afirmar que él era el dueño del terreno, y aun cuando el campo no fuera suyo, a menos que otros pudieran comprobar que tenían derecho a él. La ley aun adjudicaba al comprador de frutas cualquier objeto descubierto entre la fruta. Esto bastará para justificar un asunto de detalle que no debe criticarse muy severamente en una narración parabólica.”

  9. Superioridad de las parábolas de nuestro Señor.—“Quizá no había otra manera más común de enseñar entre los judíos que por medio de parábolas. Salvo que en el caso de ellos, eran, casi sin excepción, ilustraciones de lo que previamente se había dicho o enseñado; mientras que en el caso de Cristo, sirvieron de fundamento a sus enseñanzas. … En el primer caso, se tenía por objeto dar a la instrucción espiritual la apariencia de ser judía y nacional; en el segundo, se procuraba comunicar la enseñanza espiritual en una forma que se acomodara al punto de vista de los oyentes. Se verá que esta distinción es verdadera, aun en los casos donde parece haber un paralelismo íntimo entre la parábola rabínica y la evangélica. … Sería por demás decir que, en lo que concierne a su espíritu, difícilmente se puede hacer una comparación entre estas parábolas sino como contraste.” (Edersheim, tomo 1, páginas 580, 581) Geikie dice en su Life and Words of Christ: “Otros habrán pronunciado parábolas, pero Jesús los sobrepuja a tal extremo, que justamente puede llamársele el creador de esta manera de instruir.” (Tomo 2, página 145)

  10. Parábolas y otras formas de analogía.—“La parábola también se distingue claramente del proverbio, si bien es cierto que hasta cierto grado las palabras se usan indistintamente en el Nuevo Testamento, y aun como equivalentes. De manera que cuando el Señor usó el proverbio, probablemente familiar para sus oyentes, “Si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo”, Pedro le dijo: “Explícanos esta parábola” (Mateo 15:14, 15). También Lucas 5:36 es un proverbio o expresión proverbial, más bien que parábola, como lo expresa el texto. … Por otra parte, los que son llamados “proverbios” en el Evangelio de Juan, aun cuando no son parábolas de acuerdo con el significado preciso de la palabra, tienen más afinidad con la parábola que con el proverbio; de hecho, son alegorías, como por ejemplo, la relación que Cristo establece con su pueblo, valiéndose de la figura de un pastor y sus ovejas. (Juan 10:6; compárese con 16:25, 29) Es fácil explicar este intercambio de palabras. En parte se debe a que la misma palabra en hebreo significa parábola y también proverbio.” (Notes on the Parables, por Trench, páginas 9, 10)

    Para la conveniencia de los lectores que no tengan un diccionario a la mano mientras estudian, damos las siguientes definiciones:

    Alegoría.—Ficción en virtud de la cual una cosa representa o simboliza otra.

    Apólogo.—Fábula o historieta moral, especialmente aquella en que los animales o cosas inanimadas hablan o actúan, y por medio de la cual se enseña o se indica una lección útil.

    Fábula.—Un corto relato, fingido o inventado para incorporar una moraleja, y emplea animales y aun cosas inanimadas para dialogar y actuar como seres racionales; leyenda o mito.

    Mito.—Una narración ficticia o conjetural presentada como hecho histórico, pero sin ningún fundamento real.

    Parábola.—Una relación breve o alegoría descriptiva, fundada en escenas o acontecimientos reales, como los que ocurren en la naturaleza o la vida humana, y usualmente con una aplicación moral o religiosa.

    Proverbio.—Un refrán o dicho conciso y expresivo que condensa en forma humorosa o impresionante la cordura de la experiencia; un dicho popular en forma epigramática, familiar y extensamente conocido.

  11. Parábolas, etc. del Antiguo Testamento.—“En lo que concierne a parábolas, en la acepción más estricta de la palabra, el Antiguo Testamento contiene solamente dos. (2 Sam. 12:1-17; Isa. 5:1-7). Otras historietas, como la de los árboles que se reunieron para elegir un rey (Jue 9:8), así como la del cardo y el cedro (2 R. 14:9), son más bien fábulas. Otras, como el relato de Ezequiel acerca de las dos águilas y la vid (17:2-15) y la olla (24:3-14) son alegorías. Sin embargo, el pequeño número de narraciones parabólicas que se encuentran en el Antiguo Testamento no debe interpretarse como señal de que había indiferencia hacia esta forma literaria porque no era propia para la instrucción moral. Sólo el número es aparentemente pequeño. En realidad, abundan las semejanzas, y aun cuando no se expresan particularmente en forma de narración ficticia, sin embargo, sugieren y proporcionan los materiales para esta forma de narrativa.” (Standard Bible Dictionary, por Zenós, artículo “Parábolas”.)

    Si aplicamos la designación “Parábola” en su significado más extenso, a fin de comprender en ella todas las formas ordinarias de analogía, podemos enumerar las siguientes parábolas más impresionantes del Antiguo Testamento: Los árboles eligen rey (Jue. 9:7-); la oveja del hombre pobre (2 Sam. 12:1-); los hermanos contendientes y el vengador (2 Sam. 14:1-); la historia del fugitivo (1 R. 20:35-); el cardo y el cedro (2 R. 14:9-); la viña y las uvas silvestres (Isa. 5:1); las águilas y la vid (Eze. 17:3); los cachorros del león (Eze. 19:2-); la olla de carne (Eze. 24:3-).