Cómo lograr la fortaleza necesaria para abandonar el pecado

Deja que la virtud engalane tus pensamientos


Si usted ya participa de la pornografía en mayor o en menor medida, puede dejar de hacerlo. Usted posee el albedrío para elegir sus pensamientos y acciones; aunque el adversario le haya desviado en el pasado, en última instancia usted es quien escoge. Es posible que obtenga nuevamente la fortaleza del Espíritu en su vida; para hacerlo, lo más importante que debe saber es que su Redentor lo ama. Él tiene la capacidad de ayudarlo. Cristo murió para expiar los pecados de todos los que se arrepienten y lo siguen. Al arrepentirse, puede obtener esperanza y fortaleza del poder de Su expiación. Recuerde las palabras del apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

Esperanza

Si ha tratado de dejar la pornografía pero no le ha sido posible hacerlo, tal vez se sienta desalentado. Satanás intentará aprovechar ese desánimo para convencerlo de que no podrá dejarla o de que la Expiación no se aplica en su caso particular. Eso es mentira. Gracias al sacrificio expiatorio de Jesucristo usted tiene la posibilidad de cambiar y arrepentirse. El Señor prometió que aunque “vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos” (Isaías 1:18).

Cómo asumir responsabilidad por el pecado y reconocer la autojustificación

La persona justifica el pecado diciéndose a sí misma: “no lastima a nadie”, “sólo lo hago de vez en cuando” o “ésta es la última vez”.

Si participa de la pornografía, es necesario que reconozca la verdad sobre usted mismo y sobre sus actos. Busque al Señor en oración y Él lo ayudará a examinar su conducta de manera sincera y a verse a usted mismo y a reconocer las excusas claramente. Cuando conoce la verdad, “la verdad [lo] hará [libre]” (véase Juan 8:32). Recuerde que usted es un hijo de Dios y que, por medio de la Expiación, tiene la capacidad de llegar a ser como Él. Jamás hallará la felicidad mediante un comportamiento pecaminoso. Cualquier tipo de relación con la pornografía lo dañará espiritualmente; no se arriesgue a sufrir las consecuencias del pecado.

El arrepentimiento y la Expiación

La clave para dejar la pornografía se halla en el arrepentimiento y en la expiación de Jesucristo. El arrepentimiento proporciona fortaleza y una nueva actitud hacia Dios, hacia uno mismo y hacia la vida en general. Por medio de esa fortaleza, usted puede abandonar el pecado y poner el corazón y la voluntad de acuerdo con el plan que Dios tiene para usted.

Comience por orar sinceramente y pida ayuda con humildad. Nuestro Padre Celestial tiene la potestad de aumentar su deseo y fortaleza si suplica con verdadera intención y con la firme determinación de cambiar. Las Escrituras lo ayudarán a comprender el poder y el amor de Dios; aumentará su fe en que Él puede fortalecerlo y librarlo de este yugo. En la medida que abandone los pecados y obedezca los mandamientos de Dios, la influencia del Espíritu regresará a su vida.

La expiación de Jesucristo tiene dos potentes efectos: puede limpiarlo del pecado y fortalecerlo. El élder Dallin H. Oaks del Quórum de los Doce explicó:

“Una vez que la persona ha pasado por ese proceso que da como resultado lo que las Escrituras describen como un corazón quebrantado y un espíritu contrito, el Salvador hace por él algo más que limpiarlo del pecado, le da una nueva fortaleza. Esa nueva fortaleza que recibimos del Salvador es indispensable para que nos demos cuenta del propósito de la purificación del pecado, que es regresar a nuestro Padre Celestial. Para ser admitidos en Su presencia, se necesita algo más que estar limpios: debemos haber cambiado de una persona moralmente débil que ha pecado a una persona fuerte y con el calibre espiritual que le permita estar en la presencia de Dios. Como dice en las Escrituras, debemos convertirnos en un ‘santo por la expiación de Cristo el Señor’ (Mosíah 3:19). Esto es lo que significa cuando se nos dice que una persona que se haya arrepentido de sus pecados los abandonará (D. y C. 58:43), lo cual significa mucho más que limitarse a no repetirlos; abandonar el pecado implica que se opere un cambio absoluto” (“Sins, Crimes, and Atonement”, discurso pronunciado a instructores de religión del S.E.I., 7 de febrero de 1992, pág. 12).

La confesión

El arrepentimiento incluye la confesión de los pecados al Señor. Él es “misericordioso con aquellos que… confiesan [sus pecados] con corazones humildes” (véase D. y C. 61:2; también Mosíah 26:29). Las transgresiones serias deben confesarse a los representantes del Señor en la Iglesia (el obispo en la mayoría de los casos). Es probable que no tenga que realizar una confesión al obispo si usted dio con material pornográfico de manera involuntaria. No obstante, si busca la pornografía en forma deliberada, si participa de ella repetidamente o si justifica su uso, debe hablar de ello con el obispo.

La ayuda del obispo

Al obispo le importa su bienestar espiritual y desea ayudarlo. Quizás usted se sienta renuente a confiarle su problema con la pornografía, o tal vez tenga vergüenza o temor por lo que podría suceder si lo hace. No permita que esos miedos lo priven de las bendiciones del arrepentimiento. Por medio del Espíritu, el obispo puede comprender sus inquietudes y lo ayudará a arrepentirse; él puede convertirse en una gran fuente de ayuda.

Sea sincero con el obispo, no oculte ni minimice sus pecados. Su sinceridad le ayudará al obispo a comprender la magnitud y la seriedad del problema. Él mantendrá la confidencialidad de lo que hablen.

Cómo interrumpir el ciclo del pecado

Con frecuencia, se incurre en la pornografía de manera cíclica. Si ya está atrapado en este ciclo, tal vez permita que escenas, imágenes y pensamientos inapropiados permanezcan en su mente como consecuencia del aburrimiento, la soledad, la curiosidad, el estrés, el desánimo o el conflicto. De esa forma, se expone a situaciones que lo llevan a participar de la pornografía y, después de ello, es posible que se desanime y entre nuevamente en ese ciclo.

Al localizar y controlar los primeros pensamientos y actos que lo llevan a participar de la pornografía, le será posible interrumpir el ciclo. Trate de comprender los patrones de comportamiento, de excusas y de autojustificación que usted tiene. Cuanto más pronto reemplace los pensamientos negativos, tanto más fácilmente podrá evitar los actos que les siguen.

Las soluciones más apropiadas son las que surgen cuando usted consulta al Señor, sin embargo, las siguientes sugerencias podrían serle de utilidad:

  • Ore y ayune para suplicar ayuda.

  • Señale algunas actividades positivas que podría emplear para ocupar el tiempo, como estudiar las Escrituras, hacer ejercicio físico o hablar con un familiar o con un amigo.

  • Modifique el entorno donde se encuentra; rodéese de imágenes, de música y literatura que le inspiren pensamientos virtuosos y edificantes. Evite los medios de difusión y las fuentes, personas y entornos que lo hayan tentado previamente. Considere si será necesario desconectar internet o la televisión por cable.

  • Busque formas constructivas de reaccionar ante un conflicto, el aburrimiento u otros sentimientos negativos.

  • Hable del problema con uno de sus padres, con su cónyuge o con otro familiar en quien confíe, y busque el apoyo de esa persona.

El deseo de cambiar debe ser tan potente que supere al deseo de participar en la pornografía. Medite en lo que anhela más sinceramente para su vida y la de su familia, y concéntrese en lograr cosas buenas en lugar de pensar demasiado en su lucha con la pornografía. Jesucristo enseñó a Sus discípulos que “la lámpara del cuerpo es el ojo; así que si [su] ojo es bueno, todo [su] cuerpo estará lleno de luz” véase Mateo 6:22). Cuanto más llene su vida de actividades y pensamientos rectos, tanto menor será la atención que preste a lo malo.

La posibilidad de buscar ayuda profesional

Algunas personas tal vez necesiten ayuda extra para dejar la pornografía. A veces, las adicciones son síntomas de otros problemas. El obispo podría recomendarle que consulte a un determinado profesional que pueda ayudarlo. Si es posible, lo mejor es consultar a un profesional que comprenda bien los principios del Evangelio.