Recursos para la familia
‘Herencia de Jehová son los hijos’


Lección 9

“Herencia de Jehová son los hijos”

Objetivo

Recordar a los participantes que cuando los padres terrenales reciben en su hogar a los hijos de nuestro Padre Celestial, asumen la responsabilidad de amarlos, valorarlos, enseñarles y guiarlos hacia la vida eterna.

Preparación

  1. A medida que usted se prepara para enseñar, busque la forma de seguir los principios que se dan bajo “Sus responsabilidades como maestro” (páginas X–XIII de este manual).

  2. Lea los encabezamientos de la lección que se encuentran en negrilla, los que dan una reseña de las doctrinas y los principios de ésta. Como parte de su preparación, medite sobre la forma de ayudar a los participantes a aplicar estas doctrinas y principios. Busque la guía del Espíritu para decidir en qué debe hacer hincapié a fin de satisfacer las necesidades de los participantes.

  3. Con anticipación, pida a unos pocos niños de la Primaria que vayan a su clase, al principio de la lección, y canten “Soy un hijo de Dios” (Canciones para los niños, pág. 2; Himnos, Nº 196), o haga los preparativos para cantarlo con los participantes.

  4. Invite con anticipación a uno o dos participantes a que se preparen para hablar sobre el gozo que les traen sus hijos. Sugiérales que compartan experiencias personales al respecto como parte de sus presentaciones. Busque la guía del Espíritu al decidir a quiénes pedirá que cumplan esta asignación.

Sugerencias para el desarrollo de la lección

Nuestro Padre Celestial confía Sus hijos espirituales a padres terrenales.

Pida a los niños asignados de la Primaria que canten “Soy un hijo de Dios” (véase “Preparación”, punto 3). Haga posible que los niños regresen a sus clases de la Primaria inmediatamente después de la canción. Si no pidió a niños de la Primaria que fueran a su clase, invite a los participantes a que canten la canción con usted.

• ¿Qué verdades se enseñan en esa canción?

• ¿Qué podemos aprender de esta canción con respecto a la responsabilidad de los padres? (Considere el uso de la letra del coro: “Guíenme, enséñenme la senda a seguir para que algún día yo con Él pueda vivir”.)

El presidente Gordon B. Hinckley, decimoquinto Presidente de la Iglesia, aconsejó: “Nunca olviden que estos pequeñitos son los hijos y las hijas de Dios y que la de ustedes es una relación tutelar, que Él fue padre antes que ustedes y que Él no ha abandonado Sus derechos paternales ni Su interés en éstos, Sus pequeñitos. Quiéranlos, cuiden de ellos. Padres, controlen su temperamento ahora y en los años venideros. Madres, controlen su voz, refrénense de gritar. Críen a sus hijos con amor, en la disciplina y amonestación del Señor. Cuiden a sus pequeñitos; acójanlos en sus hogares y críenlos y quiéranlos con todo su corazón” (“Las palabras del Profeta viviente”, Liahona, mayo de 1998, pág. 26).

El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseño: “Todo ser humano es un hijo espiritual de Dios y ha vivido con nuestro Padre Celestial antes de llegar a la tierra. Él confía el cuidado de Sus hijos espirituales a padres terrenales que les brindan un cuerpo mortal por intermedio del milagro del nacimiento físico. Esto les da a los padres la oportunidad y la responsabilidad sagrada de amar, proteger, enseñar y criar a sus hijos en la luz y la verdad para que un día, por medio de la expiación y la resurrección de Jesucristo, puedan regresar a la presencia del Padre” (“Eduquemos a los niños”, Liahona, julio de 1991, pág. 85).

• El saber y comprender eso, ¿por qué debe influir en la forma en que los padres tratan a sus hijos?

Lea el siguiente consejo que dio el obispo Robert D. Hales mientras servía en calidad de Obispo Presidente: “De muchas maneras los padres terrenales representan a su Padre Celestial en el proceso de criar, amar y enseñar a los hijos. Éstos, de manera natural, observan a sus padres para aprender las características de su Padre Celestial. Una vez que aprenden a amar, respetar y tener confianza en sus padres terrenales, con frecuencia y sin darse cuenta, empiezan a sentir lo mismo hacia su Padre Celestial” (“¿Cómo nos recordarán nuestros hijos?”, Liahona, enero de 1994, pág. 9).

Invite a los participantes a meditar en cuanto a la forma en que la actitud y las acciones de los padres pueden influir en lo que sienten sus hijos por nuestro Padre Celestial.

Los padres deben procurar satisfacer las necesidades individuales de cada uno de sus hijos.

Explique que cada uno de los hijos tiene sus propios deseos, talentos y necesidades. Es importante que los padres se esfuercen por entender las capacidades y necesidades individuales de cada uno de sus hijos.

Muchos niños son bastante diferentes de sus padres. Su temperamento puede ser distinto y puede que tengan diferentes fortalezas y flaquezas. Esas diferencias pueden presentar una frustración para los padres y tal vez les sea difícil guiar y ayudar a los hijos cuando éstos pasan por experiencias que ellos nunca tuvieron. Sin embargo, los padres deben entender que nuestro Padre Celestial les ha confiado a ellos esos hijos en particular y que les ayudará a saber cómo guiar a cada uno hacia el cumplimiento de su potencial divino. La hermana MichaeleneP. Grassli, ex presidenta general de la Primaria, dijo:

“Necesitamos descubrir quiénes son en realidad nuestros hijos, qué les interesa, qué les preocupa y qué harían si se les cumpliesen sus sueños más anhelados… Casi siempre sus sueños más anhelados son maravillosos. Debemos permitir que nuestros hijos tengan su propia personalidad y no esperar que sean un calco de sus padres. Pongan a su alcance, o expónganlos a diferentes experiencias para que de esa forma ellos puedan descubrir lo que les interesa y después anímenlos a desarrollar las habilidades y talentos que posean, aunque no sean las mismas de ustedes” (véase “Mirad a vuestros pequeños”, Liahona, octubre de 1994, pág. 42).

• ¿Por qué es importante que los padres entiendan las características y necesidades individuales de cada uno de sus hijos?

• ¿Qué peligro podría sobrevenir si los padres obligan a sus hijos a participar en actividades o experiencias que no coincidan con los intereses y talentos individuales de ellos?

• ¿Qué pueden hacer los padres para ayudar a cultivar los talentos y las aptitudes de cada uno de sus hijos?

Para ayudar a los participantes a aplicar este principio, pídales que anoten algunos de los aspectos en que los hijos podrían ser diferentes unos de otros y de los padres. Al hacerlo, los participantes podrían basarse en las experiencias que hayan tenido como padres o las que hayan tenido con sus propios padres y hermanos. Escriba las ideas de ellos en la pizarra y luego, de la lista que haya escrito, someta a discusión de clase talentos y características específicos. Refiérase a características y talentos específicos al hacer preguntas como las que figuran a continuación:

• ¿Qué podrían hacer los padres para alentar a sus hijos a seguir desarrollando ese talento?

• Si un hijo tiene esa característica, ¿qué podrían hacer los padres para enseñarle a ser cariñoso y amable?

• ¿En qué forma un hijo con ese talento podría contribuir a la noche de hogar para la familia?

Haga notar que los padres que entiendan las habilidades y las características de cada uno de sus hijos estarán más capacitados para disciplinarlos. Invite a los participantes a leer el siguiente consejo que dio el élder James E. Faust mientras servía en el Quórum de los doce Apóstoles (página 49 de Matrimonio y relaciones familiares, Guía de estudio para el participante):

“Una de las cosas más difíciles que deben hacer los padres es disciplinar debidamente a los hijos, porque cada uno es diferente. Muchas veces cuando un método resulta con uno, falla con otro. Y no hay nadie mejor que los padres para determinar con precisión cuál es el método disciplinario demasiado severo o demasiado indulgente para los hijos. Todo es cuestión de discernimiento y oración de parte de los padres. Por cierto que el principio que se aplica en todos los casos es que la disciplina debe ser motivada por el amor y no por el castigo” (“Lo más difícil del mundo: ser buenos padres”, Liahona, enero de 1991, pág. 38).

• ¿Qué experiencias les han ayudado a entender que la disciplina se debe aplicar de acuerdo con las necesidades y las circunstancias de cada hijo?

Los hijos tienen el derecho de disfrutar de una relación amorosa con sus padres.

Haga notar que una de las cosas más importantes que pueden hacer los padres es establecer un ambiente de amor, amistad y felicidad en su hogar. Comparta las siguientes declaraciones: Mientras servía en el Quórum de los Doce Apóstoles, el élder Gordon B. Hinckley dijo: “¡Qué afortunado, qué bendecido es el niño que siente el cariño de sus padres! Esa ternura, ese amor, darán un dulce fruto en los años venideros” (“Mirad a vuestros hijos”, Liahona, febrero de 1978, pág. 24).

El élder Marlin K. Jensen, de los Setenta, dijo: “Al igual que mucho de lo que vale la pena en la vida, la necesidad que tenemos de amistad a menudo se satisface mejor en el hogar. Si nuestros hijos sienten amistad dentro de la familia, entre ellos mismos y con los padres, no sentirán tanta desesperación de ser aceptados fuera de ella” (“La amistad: un principio del Evangelio”, Liahona, julio de 1999, pág. 74).

• ¿Qué recuerdan de su juventud que les haya hecho sentir amor? ¿En qué forma el sentir ese amor ha tenido una influencia en ustedes durante la vida?

• ¿Qué pueden hacer los padres en el hogar para que sus hijos sepan que los aman?

Haga notar que, al esforzarse los padres por tener con sus hijos una relación en la que se demuestre el amor que entre ellos hay, es vital la buena comunicación. El élder M. Russell Ballard aconsejó: “Nada es más importante para las relaciones entre los miembros de una familia que la comunicación franca y honrada. Esto es particularmente así con los padres que tratan de enseñar a sus hijos los principios y las normas del Evangelio. La capacidad para asesorar a nuestros jóvenes —y quizás lo que es más importante, para escucharles de verdad en cuanto a sus problemas— es el cimiento sobre el cual se edifica una relación de éxito. Frecuentemente, lo que vemos en sus ojos y lo que sentimos en el corazón nos comunicará mucho más de lo que oímos y decimos” (“Como una llama inextinguible”, Liahona, julio de 1999, pág. 103).

• ¿Qué pueden hacer los padres para comunicarse bien con sus hijos? (Entre las respuestas podrían estar las que se dan en la lista que figura a continuación.)

  1. Saber escuchar incansablemente. Cuando sea necesario, repetir lo que creen haber entendido de lo que dicen los niños, con lo que les demostrarán que realmente están escuchando y les servirá para estar seguros de que ustedes entendieron.

  2. Dedicar tiempo para conversar y escuchar a los hijos, aun cuando sean menores y aun antes de que aprendan a hablar.

  3. Interesarse en sus ideas.

  4. Iniciar una conversación a la hora de comer.

  5. Pasar tiempo conversando a solas con cada uno de ellos.

Para poner de relieve que los padres deben dedicar tiempo para estar a solas con cada uno de sus hijos, comparta el siguiente consejo que da el élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles: “Pasemos tiempo con nuestros hijos individualmente, permitiendo que elijan la actividad y el tema de la conversación. Eliminemos las distracciones” (“El fortalecimiento de las familias: nuestro deber sagrado”, Liahona, julio de 1999, pág. 38).

En las páginas 27–30, de la lección 5, puede encontrar más ideas sobre principios de comunicación.

El abuso infantil es una ofensa ante Dios.

Lea Mateo 18:6 con los participantes. Explique que los padres nunca deben maltratar en ninguna forma a sus hijos.

• ¿Cuáles son algunas de las formas del abuso infantil? (Considere la idea de anotar las respuestas de los participantes en la pizarra. Las respuestas podrían incluir las que se dan en la lista que figura a continuación.)

  1. Enojarse en forma violenta.

  2. Gritar.

  3. Amenazar.

  4. Agredir físicamente.

  5. Cualquier contacto sexual o el tocar en forma inapropiada.

  6. Comentarios denigrantes.

  7. No demostrar cariño

  8. Exponerlos a películas, cuentos, vocabulario, revistas o materiales de Internet inapropiados.

  9. Exponerlos inapropiadamente a los elementos.

  10. Negligencia, entre lo que se incluye la falta de atención médica y la supervisión o disciplina insuficientes.

• ¿Por qué hace daño esa clase de comportamiento a los niños?

Después de analizar esa pregunta, explique que a veces los adultos que han recibido maltrato durante su niñez tratan a sus hijos en esa misma forma negativa, sin darse cuenta de lo perjudicial que es esa clase de conducta. A veces consideran que les es imposible cambiar ese comportamiento por ellos mismos. Ponga de relieve que la gente que ha sido abusiva puede cambiar su comportamiento si busca, en forma humilde, la ayuda y la guía del Señor.

Las personas que deseen ayuda para entender y cambiar su comportamiento abusivo pueden conversar con el obispo, quien podrá aconsejarles. Él también puede recomendarles la asesoría de “LDS Family Services” (servicio disponible en ciertos lugares) o de otras organizaciones de la comunidad que ofrezcan asistencia que esté de acuerdo con las normas de la Iglesia.

Lea Doctrina y Convenios 121:41–44 con los participantes.

• ¿En qué se relaciona este pasaje con la forma en que los padres deben disciplinar a sus hijos?

Mientras servía como Primer Consejero de la Primera Presidencia, el presidente Gordon B. Hinckley enseñó:

“Los niños no necesitan golpes, sino que necesitan amor e incentivos; necesitan un padre al que puedan mirar con respeto y no con temor. Sobre todo, necesitan el… ejemplo…

“Mi súplica… es el ruego ferviente de salvar a los niños. Demasiados de ellos viven con dolor y temor, en la soledad y la desesperación. Los niños necesitan la luz del sol; necesitan felicidad; necesitan amor y cuidado; necesitan bondad, alimento y cariño. Todo hogar, no importa lo que cueste la vivienda que lo cobije, puede proporcionar un ambiente de amor que sea un ambiente de salvación” (“Salvemos a los niños”, Liahona, enero de 1995, pág. 67).

El presidente Brigham Young, segundo Presidente de la Iglesia, enseñó:

“Críen a sus hijos en el amor y el temor del Señor; estudien su modo de ser y su temperamento, y trátenlos como corresponda, jamás permitiéndose ustedes mismos corregirlos bajo el calor de la pasión; enséñenles a que les amen en vez de que les teman” (Discourses of Brigham Young, selecciones de John A. Widtsoe, 1954, pág. 207).

Los hijos traen un gran gozo a la vida de los padres.

Señale que es importante que los padres recuerden sus responsabilidades sagradas y solemnes, pero también es importante que reflexionen en el gozo que les traen los hijos. Mientras servía en el Quórum de los Doce Apóstoles, el élder James E. Faust observó que “si bien hay pocos desafíos que sean mayores que el de la paternidad, pocas son las cosas que ofrecen un grado mayor de gozo” (“Lo más difícil del mundo: ser buenos padres”, Liahona, enero de 1991, pág. 37).

Invite a los participantes asignados a hablar en forma breve sobre el gozo que representan los hijos en sus vidas (véase “Preparación”, punto 4). Si el tiempo lo permite, considere la posibilidad de compartir sus sentimientos sobre el gozo que sus hijos le han traído.

Conclusión

Haga hincapié en que los hijos son un regalo de nuestro Padre Celestial. Como lo dijo el salmista: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos” (Salmos 127:3). Cuando los padres terrenales reciben en sus hogares a los hijos de nuestro Padre Celestial, asumen la responsabilidad de amarlos, valorarlos, enseñarles y guiarlos hacia la vida eterna.

Refiérase a las páginas 35–38 de Matrimonio y relaciones familiares, Guía de estudio para el participante. Aliente a los participantes a repasar las doctrinas y los principios de esta lección al: 1) seguir por lo menos una de las sugerencias de “Ideas para poner en práctica” y: 2) leer el artículo “Nuestros queridos niños son un regalo de Dios” por el presidente Thomas S. Monson. Haga notar que los matrimonios pueden recibir grandes beneficios al leer y analizar juntos los artículos de la guía de estudio.

Aliente a los participantes a que lleven a la clase su guía de estudio para la próxima lección.

Materiales de consulta adicionales

Declaraciones que hablan sobre las necesidades de las personas que no viven en una situación familiar tradicional

Para tratar las circunstancias de los participantes que no vivan en una situación familiar tradicional, lea una o más de las siguientes declaraciones:

El élder Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “A cualquier persona que, por circunstancias ajenas, no tenga la bendición de casarse ni de ser padre o madre, o que deba criar sola a sus hijos, teniendo que trabajar para mantenerlos, no se le negará ninguna bendición en las eternidades, si cumple con los mandamientos. Como prometió el presidente Lorenzo Snow [quinto Presidente de la Iglesia]: ‘Eso es definitivamente seguro’ ” (“Por esta vida y por la eternidad”, Liahona, enero de 1994, pág. 26).

El presidente Harold B. Lee, undécimo Presidente de la Iglesia, dijo: “[Las mujeres] a quienes les han sido negadas las bendiciones del matrimonio o de la maternidad en esta vida —que íntimamente saben que si hubieran podido hacerlo lo habrían hecho, o que darían si tuvieran, pero no pueden dar porque no tienen— el Señor les bendecirá como si lo hubieran hecho, y el mundo venidero compensará a las que desean en su corazón las cosas justas que no pudieron hacer por motivos ajenos a su voluntad” (véase “Mantén tu lugar como mujer”, Liahona, julio de 1972, pág. 7).

El élder Gene R. Cook, de los Setenta, explicó: “A veces en una familia hay solamente un padre debido al fallecimiento a al divorcio. A veces sólo uno de los padres es miembro de la Iglesia. A veces uno es menos activo que el otro. En todo caso, el padre o la madre que esté espiritualmente motivado puede criar con éxito una familia para el Señor. Algunos de los mejores hombres y mujeres que conozco han venido de familias así. Ruego que el Señor siempre bendiga a esos buenos padres y madres que consideran que tienen que ‘hacerlo por sí solos’ pero que en realidad crían a sus hijos bajo la dirección del Señor” (Raising Up a Family to the Lord, 1993, pág. XV).