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Unidad 29, Día 1: Santiago 2–3


Unidad 29 Día 1

Santiago 2–3

Introducción

El apóstol Santiago instó a los santos a brindar ayuda a los oprimidos, y enseñó que los verdaderos discípulos de Jesucristo no deben dar preferencia a los ricos sobre los pobres. Además, enseñó la relación que existe entre la fe y las obras, y enseñó a los santos la importancia de controlar su forma de hablar. Luego, comparó la sabiduría del mundo con la sabiduría que proviene de Dios.

Santiago 2:1–13

Santiago enseña a los discípulos de Cristo a no mostrar favoritismo hacia los ricos

Piensa en alguna ocasión en la que hayas visto que se tratara a alguien mejor que a otras personas porque era popular, llevaba ropa de moda, era de una familia acomodada o influyente, o por alguna otra razón injustificada.

  1. En el diario de estudio de las Escrituras, escribe un poco sobre esa experiencia y describe cómo te sentiste al respecto. Además, contesta la siguiente pregunta: ¿Por qué la gente a veces muestra favoritismos?

Lee la Traducción de José Smith, Santiago 2:1 (en la nota a al pie de página de Santiago 2:1), en busca de lo que Santiago escribió sobre la “acepción de personas”. Hacer “acepción de personas” significa mostrar favoritismo o tratar a alguna persona o algún grupo de manera diferente a los demás debido a sus circunstancias o características.

Lee Santiago 2:2–4 en busca de un ejemplo que dio Santiago de una situación en que los santos no debían mostrar favoritismo por una persona más que otra.

Piensa en situaciones de nuestra época en que la gente trate a otras personas de mala manera a causa de las circunstancias o características de estas.

Según Santiago 2:5–7, Santiago reprendió a los santos que despreciaban a los pobres. Les recordó que Dios había elegido a los pobres que eran ricos en fe, y que eran los ricos quienes los habían oprimido y cometido blasfemia contra el Señor.

Lee Santiago 2:8 para conocer lo que Santiago recordó a los santos que debían hacer que los ayudaría a eliminar el favoritismo.

¿Por qué crees que a ese mandamiento se lo llamó “la ley real”? (Santiago 2:8).

El presidente Marion G. Romney, de la Primera Presidencia, enseñó en cuanto a esa enseñanza de Santiago y la aplicó a las ofrendas de ayuno:

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President Marion G. Romney

“Debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El Salvador dio a dicha ley el segundo lugar en importancia después del amor a Dios [véase Mateo 22:37, 39]… “Cuando

pagamos nuestras ofrendas de ayuno, debemos hacerlo recordando la ley real…

“El cuidado de los pobres, de los discapacitados y de quienes necesitan nuestra ayuda es un propósito principal y un requisito absoluto para cumplir la ley real de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos” (véase “La ‘ley real’ del amor”, Liahona, agosto de 1978, págs. 150–151).

Completa el siguiente principio basándote en lo que Santiago enseñó en esos versículos: Los discípulos fieles de Jesucristo .

  1. Escribe ese principio en tu diario de estudio de las Escrituras. Luego contesta las siguientes preguntas:

    1. ¿De qué modo el Salvador fue un ejemplo de cómo amar a los demás sin importar sus circunstancias?

    2. ¿A qué persona conoces que se esfuerza por amar a todos sin tener en cuenta las circunstancias? ¿Qué hace esa persona para demostrar que ama a todos sin tener en cuenta sus circunstancias?

Considera cómo tratas tú a otras personas. Busca oportunidades de seguir el ejemplo del Salvador al amar a los demás sin importar sus circunstancias.

Imagina que, tras escuchar las enseñanzas de Santiago concernientes a amar a todas las personas, oyes a alguien decir que no es tan malo mostrar favoritismo hacia algunos mientras tratas mal a otros. Esa persona dice además que hay cosas mucho peores que podríamos hacer.

Lee Santiago 2:9–10 para saber por qué es grave no amar a todas las personas sin importar sus circunstancias.

Hay muchos mandamientos, y desobedecer cualquiera de ellos significa que hemos quebrantado la ley de Dios, nos hemos vuelto impuros y ya no podemos morar con Dios. Es como si uno se volviera “culpable de todos” (Santiago 2:10) ya que el resultado es el mismo: la separación de Dios (véase 1 Nefi 10:21).

En esos versículos aprendemos la siguiente doctrina: Si cometemos incluso un pecado, nos volvemos culpables ante Dios.

Aunque nuestra desobediencia nos hace impuros, aún podemos tener esperanza. El presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, enseñó cómo podemos llegar a ser puros de nuevo:

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President Dieter F. Uchtdorf

“La gracia de Dios es nuestra gran y sempiterna esperanza.

“Mediante el sacrificio de Jesucristo, el plan de misericordia apacigua las exigencias de la justicia [véase Alma 42:15] ‘y [provee] a los hombres la manera de tener fe para arrepentimiento’ [véase Alma 34:15].

“Aunque nuestros pecados sean rojos como el carmesí, pueden tornarse blancos como la nieve [véase Isaías 1:18]. Gracias a que nuestro amado Salvador ‘se dio a Sí mismo en rescate por todos’ [1 Timoteo 2:6], se ha proporcionado una entrada en Su reino eterno para nosotros [véase 2 Pedro 1:11].

“¡La puerta se ha abierto!” (“El don de la gracia”, Liahona, mayo de 2015, pág. 108).

¿Qué debemos hacer para llegar a ser limpios mediante la expiación de Jesucristo a fin de poder entrar en el reino del Señor?

El proceso de vencer nuestras debilidades y llegar a ser limpios y puros por medio de la expiación del Salvador se lleva a cabo al esforzarnos por ser un poco mejores cada día. Llegar a ser semejantes al Salvador debe ser el objetivo principal que debemos seguir durante toda la vida.

Santiago 2:11 contiene un ejemplo de una enseñanza que Santiago imparte en el versículo 10, donde recalca que quebrantar cualquiera de los mandamientos de Dios nos hace pecadores. En Santiago 2:12–13, él insta a los creyentes a ser misericordiosos en la forma en que tratan a las personas, ya que si tratan a los demás sin misericordia, a ellos también se los juzgará sin misericordia.

Santiago 2:14–26

Santiago enseña sobre la función que tienen la fe y las obras en nuestra salvación

Las personas usan la palabra fe para referirse a varias cosas diferentes. Hay quienes podrían utilizarla para describir una creencia en algo, mientras que otros podrían emplearla para describir una acción. En Santiago 2:14–26, aprendemos cómo Santiago corrigió una idea falsa sobre la fe.

Lee Santiago 2:14 para ver lo que Santiago preguntó a los santos en cuanto a la fe.

En ese contexto, el apóstol Santiago utilizó la palabra obras de manera diferente de la que el apóstol Pablo la había utilizado. Cuando Pablo empleaba la palabra obras, se refería a las obras de la ley de Moisés. Cuando Santiago utilizaba la palabra obras, se refería a los actos de devoción u obras de rectitud.

Lee Santiago 2:17–18 para conocer lo que Santiago enseñó sobre la fe. (Santiago 2:17–18 es un pasaje de dominio de las Escrituras. Si lo deseas, márcalo de una forma especial para que puedas localizarlo con facilidad en el futuro).

¿Qué crees que signifique la expresión “La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (versículo 17)?

De esos versículos aprendemos que la verdadera fe en Jesucristo se demuestra por medio de nuestras obras rectas.

Reflexiona sobre tus acciones de la semana pasada. ¿Hubo muchas de ellas que demostraron que tienes verdadera fe en Jesucristo? ¿Sería sencillo para otra persona darse cuenta de que tienes verdadera fe en Jesucristo?

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scripture mastery icon
Dominio de las Escrituras: Santiago 2:17–18

  1. Lee Santiago 2:17 varias veces y luego trata de repetirlo de memoria. Haz lo mismo con Santiago 2:18. Ponte a prueba a ti mismo al escribir ambos versículos de memoria en el diario de estudio de las Escrituras.

Santiago 3

Santiago enseña a los santos la importancia de controlar su forma de hablar

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toothpaste tube

Imagina que exprimes toda la pasta dentífrica del tubo. Ahora imagina que tratas de volver a meterla en el tubo.

¿Cómo puede compararse esa pasta dentífrica con las palabras que decimos?

¿Alguna vez has dicho algo que luego lamentaste haberla dicho? Al estudiar Santiago 3:1–12, busca verdades que te ayudarán a escoger las palabras que dirás.

Lee Santiago 3:2–4 y la primera oración de Santiago 3:5, para saber cómo describió Santiago a quienes no ofenden a los demás al hablar.

Observa en el versículo 2 el modo en que Santiago enseñó que “no [ofender] de palabra”, es decir, o en lo que decimos, indica cierto nivel de autocontrol. La frase “todos ofendemos”, en el versículo 2 significa que todos tropezamos o cometemos errores, y la palabra lengua, en el versículo 5, se refiere a las palabras que decimos.

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drawing, horse with reins
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drawing, small boat with sail

Un freno (Santiago 3:3) es una pequeña pieza de metal que se coloca en la boca del caballo. El freno está unido a las riendas, lo que permite al jinete dirigir el caballo. El timón (Santiago 3:4) se refiere al leme de las embarcaciones y permite que alguien pueda dirigirlas y girar las naves.

Según Santiago, ¿qué tienen en común el freno de los caballos y los timones de los barcos?

¿De qué modo la comparación de Santiago de dichos objetos con la lengua —o las palabras que decimos— nos ayuda a comprender el poder de nuestras palabras?

Una de las verdades que aprendemos en esos versículos es que aprender a controlar lo que decimos puede tener un gran efecto en nuestra vida.

¿De qué forma algo que parece tan insignificante como como aprender a controlar lo que decimos puede tener un efecto tan importante en nuestra vida?

Lee la última oración de Santiago 3:5 y también Santiago 3:6 para conocer con qué comparó Santiago nuestras palabras.

Piensa en qué formas pueden “encenderse” (Santiago 3:6) o poner en riesgo nuestras vidas al utilizar las palabras de modo imprudente. ¿De qué manera hacer pequeños cambios en lo que decimos influye en nuestra vida de maneras positivas? ¿De qué modo dichos cambios influyen en la vida de otras personas?

Tal como se indica en Santiago 3:8, Santiago advirtió que una lengua desenfrenada o una forma de hablar sin domar es como un veneno mortal. En esta época de comunicaciones digitales y redes sociales, ten en cuenta que las palabras venenosas o descorteses se propagan rápidamente, destruyen vidas y pueden quedar en la memoria permanentemente en el mundo digital.

Lee Santiago 3:7–12 para conocer con qué más comparó Santiago nuestras palabras.

En Santiago 3:9–10, aprendemos que los discípulos de Dios se esfuerzan por utilizar las palabras con objetivos rectos, y no para difundir el mal.

Después de citar Santiago 3:2–10, el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, habló sobre para qué deben y para qué no deben emplearse nuestras palabras:

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Elder Jeffrey R. Holland

“Obviamente, Santiago no quiere decir que nuestras lenguas sean siempre inicuas, ni que todo lo que digamos esté ‘[lleno] de veneno mortal’, pero claramente quiere decir que por lo menos algunas de las cosas que decimos pueden ser destructivas, e incluso venenosas, ¡y ésa es una acusación escalofriante para un Santo de los Últimos Días! La voz que expresa un testimonio sincero, que pronuncia fervientes oraciones y que canta los himnos de Sión, puede ser la misma voz que vitupera y critica, que avergüenza y denigra, que ocasiona dolor y destruye el espíritu de uno mismo y con ello, el de los demás …

“Hermanos y hermanas, en esta larga y eterna empresa de ser más como nuestro Salvador, ruego que tratemos de ser ahora hombres y mujeres ‘perfectos’ [véase Santiago 3:2] por lo menos de esta manera: al no ofender en palabra, o dicho de manera más positiva, al hablar con una nueva lengua, la lengua de ángeles. Nuestras palabras, así como nuestras acciones, deben estar llenas de fe y esperanza y caridad, los tres grandes principios cristianos que el mundo necesita tan desesperadamente hoy día. Con palabras como esas, pronunciadas bajo la influencia del Espíritu, se pueden secar lágrimas, sanar corazones; se pueden edificar vidas, restituir la esperanza y hacer prevalecer la confianza” (“La lengua de ángeles”, Liahona, mayo de 2007, págs. 16, 18).

Piensa en algunas cosas que puedas hacer para ser un poco más “perfecto” (Santiago 3:2) al decidir lo que dices.

“La forma en que te comunicas debe reflejar que tú eres un hijo o una hija de Dios. El lenguaje limpio e inteligente es evidencia de una mente brillante y sana. El buen lenguaje que edifica, que anima y que elogia a los demás invita al Espíritu a estar contigo” (Para la Fortaleza de la Juventud [cuadernillo, 2011], pág. 20).

  1. Contesta las siguientes preguntas en tu diario de estudio de las Escrituras:

    1. ¿En qué ocasiones te han elevado o alentado las palabras de otra persona?

    2. ¿Qué bendiciones has recibido al tratar de edificar o alentar a los demás con tus palabras?

En una hoja de papel, escribe una meta concerniente a lo que harás para controlar mejor lo que dices y usar tu forma de hablar para propósitos rectos. Procura actuar de acuerdo con lo que escribas.

Como se indica en Santiago 3:13–18, Santiago comparó la sabiduría del mundo con la “que es de lo alto” (versículo 17), es decir, la sabiduría que proviene de Dios. La sabiduría del mundo conduce a la “envidia” (versículo 16), la “contención” (versículo 14 o contienda) y la “confusión” (versículo 16), mientras que la sabiduría que proviene de Dios es “pura” y “llena de misericordia” (versículo 17).

  1. Escribe lo siguiente en el diario de estudio de las Escrituras al final de las asignaciones de hoy:

    He estudiado Santiago 2–3 y he terminado esta lección el (fecha).

    Otras preguntas, ideas y reflexiones que me gustaría compartir con el maestro: