Seminario
Lección 128: Isaías 53


Lección 128

Isaías 53

Introducción

Isaías 53 contiene una profecía de la expiación de Jesucristo. Isaías enseñó que el Salvador sería despreciado y desechado, herido y afligido; que Él llevaría nuestros dolores y sería herido por nuestras transgresiones.

Sugerencias para la enseñanza

Isaías 53:1–12

Isaías profetiza acerca de la expiación de Jesucristo

Antes de la clase, anote la siguiente pregunta en la pizarra: ¿En qué ocasiones podría una persona sentirse tentada a decir: “Nadie comprende lo que estoy pasando”? Pida a los alumnos que contesten esa pregunta.

Invite a los alumnos a que conforme estudien Isaías 53 busquen verdades que puedan ayudarlos cuando tengan dificultades y sientan que nadie comprende sus pensamientos, sentimientos o desafíos.

Invite a un alumno a leer Isaías 53:1–4 en voz alta, y pida a la clase que siga la lectura en silencio para localizar palabras o frases que describan las dificultades que Isaías profetizó que Jesucristo tendría durante Su vida, incluyendo los angustiosos padecimientos relacionados con Su sacrificio expiatorio.

  • ¿Qué palabras o frases describen las dificultades que Jesucristo tuvo durante Su vida?

A medida que los alumnos respondan la pregunta anterior, haga preguntas como las siguientes para ayudarlos a aumentar su comprensión de las palabras o frases que mencionen:

  • ¿Qué podría significar que Jesucristo subió “como raíz de tierra seca”? (Isaías 53:2). (Una interpretación de la expresión “tierra seca” es que se refiere a la sequía espiritual o apostasía que existía en los días de Jesús, la cual resultó de la iniquidad de los líderes judíos y sus seguidores [véase 2 Nefi 10:3–5]).

  • ¿Qué creen que signifique que “no hay parecer en él ni hermosura; y… no habrá en él atractivo para que le deseemos”? (Isaías 53:2).

Pida a un alumno que lea en voz alta la siguiente declaración del presidente Joseph Fielding Smith, quien explicó lo que significa que Jesús no tendría “atractivo para que le deseemos”:

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Presidente Joseph Fielding Smith

“…No había en [Jesús] nada que sirviese para que la gente lo notase especialmente. En su aspecto era como los hombres; y así está expresado aquí por el profeta, que no tenía parecer ni hermosura, esto es, que no se distinguía, no era tan diferente de los demás como para que la gente lo reconociese como el Hijo de Dios. Él se mostró como un mortal” (véase Doctrina de Salvación, compilación de Bruce R. McConkie, tres tomos, 1954–1956, tomo I, pág. 22).

  • ¿De qué maneras Jesucristo fue “[d]espreciado y desechado entre los hombres” (versículo 3) durante Su vida? (Podría recordar a los alumnos que Jesucristo fue desechado por Su propio pueblo y fue escupido, golpeado, torturado [o azotado] y ridiculizado durante Sus padecimientos y crucifixión [véase Mateo 26:67–68; 27:22–43]).

  • De acuerdo con el versículo 4, ¿de quién son las aflicciones y enfermedades que soportó Jesucristo? (Después de que los alumnos respondan, anote la siguiente doctrina en la pizarra: Jesucristo llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores).

  • ¿Por qué es importante saber que el Salvador ha llevado nuestras enfermedades y sufrido nuestros dolores?

Pida a un alumno que lea en voz alta la siguiente declaración del élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles:

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Élder David A. Bednar

“No hay dolor físico, no hay herida espiritual, no hay angustia de alma, pena, enfermedad ni debilidad que ustedes y yo afrontemos en la vida terrenal que el Salvador no haya experimentado primero. En un momento de debilidad quizá clamemos: ‘Nadie sabe lo que se siente; nadie entiende’. Pero el Hijo de Dios sabe y entiende perfectamente, ya que Él ha sentido y llevado las cargas de cada uno; y gracias a Su infinito y eterno sacrificio (véase Alma 34:14), tiene perfecta empatía y nos puede extender Su brazo de misericordia. Él puede tendernos la mano, conmovernos, socorrernos, sanarnos y fortalecernos” (“Soportar sus cargas con facilidad”, Liahona, mayo de 2014, pág. 90).

Pida a los alumnos que mediten en ocasiones en las que han sentido que el Salvador los consuela, los fortalece o los ayuda a llevar sus enfermedades y dolores. Invite a algunos de ellos a compartir sus experiencias con la clase. (Recuerde a los alumnos que no deben compartir experiencias que sean muy personales o confidenciales). Si lo desea, usted también podría compartir una experiencia.

Pida a un alumno que lea en voz alta Isaías 53:5–6. y pida al resto de la clase que siga la lectura en silencio para averiguar qué otras cosas padeció Jesucristo por nosotros.

  • Además de nuestras enfermedades y dolores, ¿qué otras cosas padeció Jesucristo por nosotros?

Muestre la lámina Jesús ora en Getsemaní (Libro de obras de arte del Evangelio 2009, Nº 56; véase también LDS.org). Explique que para cada transgresión o pecado que cometemos, “se fijó un castigo” (Alma 42:18). Ese castigo incluye culpa, dolor, miseria y separación de Dios (véase 2 Nefi 9:7–9). La frase “el castigo de nuestra paz fue sobre él” en el versículo 5 significa que Jesucristo sufrió el castigo (la sanción) por nuestros pecados a fin de que nosotros pudiéramos experimentar el perdón y la paz. La frase “por sus heridas fuimos nosotros sanados” (versículo 5) significa que a causa de que Jesucristo sufrió, podemos ser sanados de las heridas de nuestros pecados y de las consecuencias de la caída de Adán y Eva, incluyendo la muerte física y la espiritual.

  • ¿Cómo resumirían las enseñanzas de Isaías del versículo 5? (Los alumnos pueden usar diferentes palabras, pero deben reconocer la siguiente doctrina: Jesucristo sufrió por las transgresiones y las iniquidades de todos a fin de que podamos ser perdonados y sanados. Escriba esa doctrina en la pizarra, usando las palabras de los alumnos).

A fin de ayudar a los alumnos a entender mejor el alcance del sufrimiento del Salvador, invite a un alumno a leer en voz alta la siguiente declaración del presidente James E. Faust, de la Primera Presidencia:

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Presidente James E. Faust

“Sufrió tanto dolor, ‘una angustia indescriptible’ y ‘una tortura inaguantable’ [John Taylor, The Mediation and Atonement 1882, pág. 150] por causa nuestra. Su terrible sufrimiento en el Jardín de Getsemaní… hizo que ‘sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el Espíritu’ [D. y C. 19:18]. )…

ha sufrido jamás lo que Él padeció”. (“La Expiación: nuestra mayor esperanza”, Liahona, enero de 2002, págs. 20–21).

Para ayudar a los alumnos a entender la veracidad e importancia de la doctrina que reconocieron, pídales que vuelvan a leer Isaías 53:5–6. En esta ocasión, invítelos a estudiar los versículos en silencio y a sustituir las palabras nuestras y nosotros con sus nombres.

  • ¿Qué sentimientos tienen por el Salvador al considerar que Él sufrió el castigo por nuestros pecados? ¿Por qué?

Invite a varios alumnos a turnarse para leer en voz alta Isaías 53:7–11, y pida a la clase que siga la lectura en silencio para localizar palabras o frases que nos ayuden a entender mejor lo que Jesucristo enfrentó como parte de Su expiación.

  • ¿Qué otras cosas enfrentó el Salvador como parte de Su expiación?

Si lo desea, explique que la frase “arrancado de la tierra de los vivientes” en el versículo 8 se refiere a la muerte de Jesucristo. La frase “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo” en el versículo 10 significa que el Padre Celestial estaba complacido con que Jesucristo se ofreciera voluntariamente como sacrificio por los pecados de los demás (véase 3 Nefi 11:7, 11; Juan 3:16).

  • De acuerdo con Isaías 53:10, ¿a quién vio Jesucristo a medida que consumaba la Expiación?

Explique que la frase “su linaje” se refiere a aquellos que creen el testimonio de los profetas concerniente a la misión de Cristo como el Redentor (véase Mosíah 15:10–13).

Pida a un alumno que lea Isaías 53:12 en voz alta. y pida a la clase que siga la lectura en silencio para saber lo que Isaías dijo que Jesucristo recibiría como resultado de consumar la Expiación.

  • ¿Qué recibiría Jesucristo como resultado de consumar la Expiación? (Explique que “parte” y “botín” se refieren a la herencia de vida eterna que Jesucristo ha recibido del Padre Celestial).

  • ¿Con quién compartirá Jesucristo Su herencia? (Con aquellos que son “poderosos”, lo que significa aquellos que son obedientes a los mandamientos y son hechos perfectos mediante Su expiación; véase D. y C. 76:69).

Recuérdeles a los alumnos que para recibir las bendiciones completas de la expiación del Salvador, debemos ejercer fe en Él, arrepentirnos, recibir las ordenanzas del Evangelio y guardar nuestros convenios. Si no nos arrepentimos, entonces tendremos que sufrir y pagar la sanción por nuestros pecados (véase D. y C. 19:16–19).

Pida a los alumnos que reflexionen acerca de las verdades que se han analizado en la lección. Tal vez desee invitarlos a escribir sus testimonios de Jesucristo y Su expiación en su cuaderno de apuntes o en su diario de estudio de las Escrituras. Invite a los alumnos a compartir sus testimonios del Salvador con la clase, si es que desean hacerlo.

Aliente a los alumnos a meditar acerca de lo que están haciendo actualmente y en qué más pueden hacer para recibir las bendiciones de la Expiación. Invítelos a establecerse una meta personal de hacer todo lo que les sea posible para reunir los requisitos para recibir esas bendiciones.

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Dominio de las Escrituras: Isaías 53:3–5

Nota: La siguiente idea didáctica se podría utilizar como parte de esta lección o en algún otro día cuando tenga tiempo extra en la clase.

Invite a los alumnos a llevar consigo durante el día la tarjeta de dominio de las Escrituras de Isaías 53:3–5. (O podrían escribir el pasaje en una hoja de papel). Invite a los alumnos a repasar esos versículos durante el día para ayudarles a recordar el sacrificio del Salvador por ellos y para alentarlos a tomar decisiones rectas.

Comentarios e información de contexto

Isaías 53:1. “¿Quién ha creído nuestro mensaje?”

Isaías 53 comienza con dos preguntas. La primera, “¿Quién ha creído nuestro mensaje?” invita al lector a leer y examinar si cree en el testimonio de los profetas concerniente a la misión redentora de Jesucristo. La segunda pregunta, “…¿Y a quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” invita al lector a considerar si ha experimentado el poder redentor de la expiación del Salvador.

Isaías 53:4–9. “…él herido fue por nuestras transgresiones”

“Jesús sufrió y fue crucificado por las transgresiones de los hombres. ‘Son bien pocos los detalles que tenemos de la crucifixión. Sin embargo, sabemos que nuestro Señor fue clavado sobre la cruz, y que los clavos traspasaron sus manos y sus pies de acuerdo con el método romano, y no atado solamente con cuerdas como se acostumbraba infligir esta forma de castigo entre otras naciones. La crucifixión era a la vez la más prolongada y dolorosa de todas las formas de ejecución. La víctima vivía en un tormento cada vez mayor que generalmente duraba muchas horas, a veces días. Los clavos tan cruelmente hincados en las manos y en los pies penetraban y desgarraban nervios sensibles y delicados tendones, y sin embargo, no producían una herida mortal. El anhelado alivio de la muerte resultaba del agotamiento causado por el intenso e incesante dolor y la consiguiente inflamación y congestión local de los órganos, debido a la postura tirante e innatural del cuerpo’ [James E. Talmage, Jesús el Cristo, pág. 689].

“Pero Cristo no sufrió solamente en la cruz. En el Jardín de Getsemaní comenzó el sufrimiento que le permitiría tomar sobre sí los pecados del mundo, o como dice Isaías, llevar nuestras enfermedades y sufrir nuestros dolores (véase Isaías 53:4). Hablando de este sufrimiento y dolor, el élder Talmage escribió:

“‘Para la mente finita, la agonía de Cristo en el jardín es insondable, tanto en lo que respecta a intensidad como a )…

“‘En alguna forma efectiva y terriblemente real, aun cuando incomprensible para el hombre, el Salvador tomó sobre sí la carga de los pecados de todo el género humano, desde Adán hasta el fin del mundo’ [Jesús el Cristo, 643–45]” (El Antiguo Testamento, Manual para el alumno: 1 Reyes–Malaquías, tercera edición [manual del Sistema Educativo de la Iglesia, 2003], pág. 200).