Llamamientos misionales
Lección 5: Las leyes y ordenanzas


“Lección 5: Las leyes y ordenanzas”, Predicad Mi Evangelio: Una guía para el servicio misional, 2018, págs. 84–90

“Lección 5”, Predicad Mi Evangelio, págs. 86–94

Lección 5

Las leyes y ordenanzas

Imagen
Christ holding lamb [Cristo sosteniendo un cordero]

© 1998 Del Parson. Prohibida la reproducción.

Prepararse para enseñar

Esta lección tiene un formato similar al de la lección 4. El método que utilice lo deben determinar las necesidades, intereses y situación de las personas a quienes enseñe, así como la guía del Espíritu. Piense y ore constantemente acerca de la manera de ayudar a los demás a vivir el Evangelio. Esté al tanto de las preguntas y el nivel de comprensión de aquellos a quienes enseña. Algunas ideas son:

  • Enseñar una o más de las leyes y ordenanzas de esta lección mientras repasa las lecciones “El mensaje de la restauración del evangelio de Jesucristo”, “El Plan de Salvación” y “El evangelio de Jesucristo”. Por ejemplo, al enseñar el mensaje de la Restauración, podría enseñar acerca del sacerdocio y la obra misional; al enseñar el Plan de Salvación, podría enseñar acerca del matrimonio eterno, el servicio en los templos y la historia familiar, y la enseñanza y el aprendizaje en la Iglesia. Al enseñar el evangelio de Jesucristo, podría enseñar acerca del camino estrecho y angosto y el prestar servicio en la Iglesia.

  • Enseñar en una sola lección dos o tres de las leyes y ordenanzas.

  • Enseñar una sola ley u ordenanza en una sola lección.

Colabore con los miembros para que ayuden a las personas a las que está enseñando a aceptar y a comenzar a vivir estas leyes y ordenanzas. Ayude a las personas a reconocer que al guardar las leyes de Dios retendrán la remisión de sus pecados, permanecerán en el sendero que lleva a la exaltación y experimentarán mayor paz y gozo. También encontrarán respuestas a los interrogantes que tengan acerca de la vida y hallarán seguridad al saber que pertenecen a la verdadera Iglesia de Jesucristo. Las leyes y ordenanzas sirven como guía para vivir con gozo, con fe en Jesucristo y con una esperanza firme de recibir la exaltación con nuestro Padre Celestial.

Aprenda acerca de las leyes, las ordenanzas y los compromisos

Al estudiar la lección “Las leyes y ordenanzas”, le servirá de ayuda el seguir el modelo que se indica a continuación.

  • Estudie la sección en la que se describe la doctrina y escriba un plan de la lección sencillo con tres a cinco puntos principales.

  • Enseñe a su compañero una versión de dos o tres minutos. Practique la forma en que hará cada una de las invitaciones y cómo resolverá las dudas.

  • Conversen acerca de maneras eficaces de dar seguimiento a cada uno de los compromisos que las personas a las que enseña hayan aceptado.

El sacerdocio y las organizaciones auxiliares

El sacerdocio es el poder y la autoridad que se da al hombre para actuar en el nombre de Dios para la salvación de Sus hijos. El poder del sacerdocio nos bendice a todos. Por medio del sacerdocio, las mujeres y los hombres reciben las ordenanzas de salvación, así como bendiciones de sanidad, consuelo y consejo.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está dirigida por Jesucristo por medio de apóstoles y profetas. Estos son hombres justos que son llamados por Dios y a los que se les confiere el sacerdocio. En la antigüedad, Cristo ordenó a Sus Apóstoles y les confirió el sacerdocio; esa autoridad se perdió cuando la gente rechazó el Evangelio y mataron a Cristo y a los Apóstoles.

La autoridad del sacerdocio se restauró en 1829, cuando Juan el Bautista se apareció al profeta José Smith y a Oliver Cowdery. Él colocó las manos sobre la cabeza de ellos y les confirió el Sacerdocio Aarónico (véase Doctrina y Convenios 13). Poco tiempo después, Pedro, Santiago y Juan, tres de los Doce Apóstoles originales, colocaron las manos sobre la cabeza de José Smith y de Oliver Cowdery y les confirieron el Sacerdocio de Melquisedec, el cual Pedro, Santiago y Juan, a su vez, habían recibido de Jesucristo (véase Doctrina y Convenios 27:12–13).

Un hombre únicamente puede recibir la autoridad del sacerdocio mediante la debida ordenación, por la imposición de manos, por uno que posea la autoridad. Al hombre que reciba el sacerdocio se le da una oportunidad maravillosa. Hace convenio de cumplir deberes sagrados, de servir a los demás y de ayudar a edificar la Iglesia. Debe tener el deseo de servir a Dios y debe ser ordenado a ese poder (véanse Doctrina y Convenios 4:3; 63:57). También es necesario que los poseedores del sacerdocio realicen ordenanzas sagradas, como el bautismo y la confirmación. Cuando la autoridad del sacerdocio se utiliza dignamente, el poder de Dios se manifiesta. El poder del sacerdocio únicamente se puede utilizar con rectitud, amor y paciencia.

¿Cómo se aplica esto a la mujer? El presidente Dallin H. Oaks enseñó que a las mujeres que son apartadas como misioneras, oficiales o maestras de la Iglesia se les “da la autoridad del sacerdocio para efectuar una función del sacerdocio” (“Las llaves y la autoridad del sacerdocio”, Liahona, mayo de 2014, pág. 51).

Todo el sacerdocio viene de Dios. En la Iglesia hay dos sacerdocios: el Aarónico y el de Melquisedec. El Sacerdocio Aarónico administra las ordenanzas como el bautismo y la Santa Cena. Los varones dignos que tienen la edad adecuada reciben el Sacerdocio Aarónico poco después del bautismo y la confirmación.

Los varones adultos que sean dignos con el tiempo recibirán el Sacerdocio de Melquisedec, o Sacerdocio Mayor. Los miembros de la Iglesia reciben muchas bendiciones espirituales y temporales mediante el poder de ese sacerdocio. Los poseedores dignos del Sacerdocio de Melquisedec pueden conferir el don del Espíritu Santo, ordenar a otras personas al sacerdocio cuando se les asigne hacerlo, ungir a los enfermos con aceite consagrado y dar bendiciones de sanidad y de consuelo. Los esposos y padres dignos que posean el Sacerdocio de Melquisedec pueden dar bendiciones especiales a su cónyuge, a sus hijos y a otros miembros de la familia. Los hermanos ministrantes velan por las personas y las familias de la Iglesia; las hermanas ministrantes velan por otras mujeres de la Iglesia. Los obispos y presidentes de estaca son los jueces en la Iglesia. Ellos tienen la autoridad para ayudar a los santos que han pecado a arrepentirse y disfrutar de todas las bendiciones de ser miembro de la Iglesia. Entrevistan a las personas para asegurarse de que sean dignas de entrar en el templo.

En un discurso dirigido a la Sociedad de Socorro, el presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “El que no se haya dado el sacerdocio a las hermanas, o no se les haya conferido, no significa que el Señor no les haya dado autoridad… Se puede dar autoridad a un [hombre], o a una hermana, para que realice ciertas cosas en la Iglesia que son vinculantes y absolutamente indispensables para nuestra salvación, tal como la obra que efectúan nuestras hermanas en la Casa del Señor. Se les da autoridad para llevar a cabo cosas grandes y maravillosas, que son sagradas para el Señor y tan vinculantes como lo son las bendiciones que dan los hombres que poseen el sacerdocio” (Joseph Fielding Smith, “Relief Society—an Aid to the Priesthood”, Relief Society Magazine, enero de 1959, pág.4).

Las organizaciones auxiliares de la Iglesia se establecen mediante la autoridad del sacerdocio a fin de ayudar a fortalecer a los miembros. Tanto los hombres como las mujeres son un gran recurso para la obra misional conforme ayudan a encontrar, enseñar y hermanar a los nuevos conversos. La Sociedad de Socorro, que está formada por mujeres de 18 años de edad en adelante, presta servicio a familias, a personas y a la comunidad. Las mujeres jóvenes de 11 a 18 años de edad forman parte del programa de las Mujeres Jóvenes. Los jóvenes de la misma edad participan en el programa de los Hombres Jóvenes. Todos los niños de 3 a 11 años de edad forman parte de la organización de la Primaria. Todos los miembros a partir de los 11 años de edad están inscritos en las clases de la Escuela Dominical.

Estudio de las Escrituras

Invitaciones

  • ¿Se preparará para recibir el Sacerdocio Aarónico? (Para los varones dignos que tengan la edad adecuada y reúnan los requisitos)

  • ¿Se preparará para recibir el Sacerdocio de Melquisedec? (Para los varones adultos que sean dignos y que reúnan los requisitos)

  • ¿Participará activamente en las organizaciones auxiliares que le correspondan?

La obra misional

Los miembros que comparten el Evangelio experimentan gozo y disfrutan más abundantemente del Espíritu del Señor. Al compartir el Evangelio, apreciamos lo precioso y significativo que es para nosotros, y sentimos más amor por Dios y por los demás. El Señor mandó a Sus seguidores predicar el Evangelio en todo el mundo para dar a toda persona la oportunidad de aceptarlo o rechazarlo. Cuando las personas se bautizan, hacen un convenio de siempre ser testigos de Dios y se les manda compartir el Evangelio con los que aún no lo han recibido. Al vivir fielmente el Evangelio, darán el ejemplo, demostrando así a los miembros de su familia y amigos las grandes bendiciones que se reciben al vivir el Evangelio. También deben aprovechar las oportunidades que se presenten de contestar preguntas, de compartir materiales impresos o digitales y de invitar a los demás a aprender más acerca del mensaje del Evangelio restaurado. Los miembros deben orar por los que no son miembros de la Iglesia; deben pedir en oración oportunidades misionales de servir a los que no son de nuestra religión y de hablar con ellos acerca de sus creencias. El Señor promete ayudar a los miembros a saber qué decir y qué hacer al compartir el Evangelio.

Estudio de las Escrituras

Invitaciones

  • ¿Se preparará para invitar a sus amigos y familiares que no pertenezcan a la Iglesia a reunirse con los misioneros para que estos les enseñen el Evangelio?

  • ¿Orará por los misioneros y por oportunidades de compartir el Evangelio?

  • ¿Se preparará para servir en una misión?

El matrimonio eterno

La unidad básica de la Iglesia es la familia; en ella, las personas experimentan muchas de las alegrías y también las penas más grandes de la vida. El matrimonio entre un hombre y una mujer es ordenado por Dios y es fundamental para el plan eterno de Dios para la salvación de Sus hijos. El medio por el cual se crea la vida mortal fue decretado por designio divino y es protegido por el matrimonio. El plan divino de la felicidad permite que las relaciones familiares perduren más allá de la muerte. No obstante, el matrimonio solo es eterno cuando poseedores del sacerdocio autorizados efectúan la ordenanza del sellamiento en templos sagrados y cuando el esposo y la esposa que han sido sellados guardan los convenios que han hecho. El esposo y la esposa deben amarse mutuamente. Al guardar los mandamientos y al vivir los principios del Evangelio, deben honrar sus votos matrimoniales con fidelidad total (véase “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, mayo de 2017, pág. 145; véase también Doctrina y Convenios 42:22).

Hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas de Jesucristo y cuando la familia ocupa el lugar más alto de prioridad para los padres. “Por designio divino, el padre debe presidir la familia con amor y rectitud y es responsable de proveer las cosas necesarias de la vida para su familia y de proporcionarle protección. La madre es principalmente responsable del cuidado de sus hijos. En estas sagradas responsabilidades, el padre y la madre, como compañeros iguales, están obligados a ayudarse el uno al otro” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, pág. 145). Juntos, los padres deben enseñar el evangelio de Jesucristo a sus hijos y ayudarles a vivirlo.

Satanás está realizando un ataque intenso contra la familia. Hace años, los líderes de la Iglesia apartaron una noche a la semana para que se llevara a cabo la noche de hogar. Los padres deben utilizar ese tiempo para enseñar el Evangelio a sus hijos, fortalecer su relación con ellos y divertirse juntos. Otras maneras de fortalecer a la familia son la oración familiar y el estudio de las Escrituras diarios, adorar como familia en la Iglesia, trabajar en la historia familiar y servir a los demás. El cielo es la continuación de la familia ideal. Por medio de las ordenanzas del sacerdocio y de una vida recta, podremos vivir eternamente como familia en la presencia de Dios.

Estudio de las Escrituras

Matrimonio

Familia

La enseñanza de los hijos

Invitaciones

  • ¿Realizará la noche de hogar semanal, la oración familiar diaria y el estudio diario en familia de las Escrituras y otras actividades familiares?

  • ¿Se preparará para entrar en el templo a fin de (1)recibir su investidura personal; (2)casarse por el tiempo de esta vida y por la eternidad o, si está casado(a), ser sellados por la eternidad como marido y mujer; y (3)sellar a sus hijos a ustedes?

  • ¿Adorarán como familia en el día de reposo?

  • ¿Prestará servicio a los demás?

Los templos y la historia familiar

Dios ha mandado a Su pueblo construir templos. En el templo hacemos convenios sagrados y se nos inviste, o se nos da, un don de poder y conocimiento de lo alto. Ese poder nos ayuda en la vida diaria y nos permite edificar el reino de Dios. En el templo también podemos casarnos por el tiempo de esta vida y por la eternidad, haciendo posible que las familias estén juntas para siempre en la presencia de Dios. Después de ser miembros un año como mínimo, los adultos que sean dignos de ello pueden reunir los requisitos para recibir una recomendación del obispo para recibir su propia investidura. Después de recibirla, los cónyuges pueden sellarse o casarse por la eternidad.

El Salvador ama a todas las personas y desea su salvación; sin embargo, muchas personas han muerto sin tener la oportunidad de escuchar el mensaje del evangelio restaurado de Jesucristo ni recibir las ordenanzas de salvación. Por medio de Su amorosa gracia y misericordia, el Señor hace posible la salvación para todos los que no hayan tenido la oportunidad de recibir, entender y obedecer el Evangelio durante la vida terrenal. En el mundo de los espíritus, se predica el Evangelio a esas personas fallecidas. Los miembros de la Iglesia en la tierra realizan las ordenanzas de salvación en beneficio de sus antepasados fallecidos y de otras personas. Las personas fallecidas viven en el mundo de los espíritus y tienen la oportunidad de aceptar o de rechazar el Evangelio y las ordenanzas que se realicen por ellos.

Por esa razón, los miembros de la Iglesia investigan la información acerca de sus antepasados. Ellos pueden entonces agregar la información que encuentren a la base de datos de la Iglesia en FamilySearch.org. Las personas pueden hacerlo por su propia cuenta o con la ayuda de un consultor de templo e historia familiar. La base de datos de la Iglesia entonces permite que los miembros de la Iglesia compartan o impriman y lleven al templo los nombres de sus parientes fallecidos por quienes es necesario llevar a cabo las ordenanzas de salvación en los sagrados templos. Ese es un aspecto importante de llevar a cabo la historia familiar. Los miembros dignos que tengan la edad adecuada, incluso los miembros nuevos, pueden recibir del obispo una recomendación de uso limitado para llevar a cabo bautismos y confirmaciones por esos antepasados fallecidos.

Historia familiar

En colaboración con el líder misional de barrio, presente a los que esté enseñando y a los nuevos conversos a otro miembro del barrio que esté familiarizado con el servicio en el templo y la historia familiar (tal como un consultor de templo e historia familiar), quien puede ayudar a esas personas a encontrar a sus parientes fallecidos que tienen necesidad de las ordenanzas del templo. Cuando sea posible, asista al templo con nuevos miembros y participe con ellos en realizar ordenanzas del templo.

Estudio de las Escrituras

Invitaciones

  • ¿Se preparará para recibir las ordenanzas del templo? (Poco tiempo después del bautismo y la confirmación, los miembros dignos que tengan la edad adecuada pueden recibir una recomendación para ir al templo y participar en los bautismos por los muertos).

  • ¿Participará en la obra de historia familiar y enviará los nombres de sus antepasados fallecidos para que reciban las ordenanzas del templo?

Servicio

Una de las más grandes bendiciones del ser miembro de la Iglesia es la oportunidad de prestar servicio. Cuando damos servicio amoroso a los demás, servimos a Dios. Cuando somos bautizados, hacemos el convenio de dar servicio (véase Mosíah 18:8–10). Debemos estar al tanto de las necesidades físicas y espirituales de los demás, y entonces dar de nuestro tiempo, talentos y medios para ayudar a satisfacer esas necesidades. Seguimos el ejemplo del Salvador, que vino a servir a los demás. Debemos hacer lo que hizo Jesús y llegar a ser como Él.

Poco después del bautismo, los miembros nuevos reciben de los líderes del sacerdocio la bendición de una responsabilidad para ayudar en la Iglesia. Nos referimos a esa responsabilidad como un llamamiento. Todo el trabajo que se realiza en la Iglesia es voluntario; a nadie se le paga por realizarlo. Cuando aceptamos llamamientos, somos sostenidos públicamente en una reunión de la Iglesia a fin de que otros miembros puedan reconocer nuestro llamamiento y apoyarnos. También somos apartados por un líder del sacerdocio y recibimos bendiciones especiales para ayudarnos a cumplir con nuestros llamamientos. La Iglesia necesita de los talentos y las habilidades de todos los miembros para cumplir una diversidad de llamamientos, todos los cuales son importantes y ayudan a edificar el reino de Dios. Debemos aceptar esos llamamientos y trabajar diligentemente para aprender y cumplir con nuestros deberes; al hacerlo, crece nuestra fe, cultivamos nuevos talentos y una mayor capacidad para servir y recibimos numerosas bendiciones más.

A las hermanas y a los poseedores del sacerdocio se les pueden dar asignaciones de ministrar a los demás. Cuando los miembros ministran, ellos determinan mediante la comunicación y la inspiración la frecuencia y el tipo de contacto que tienen con aquellas personas a las que brindan cuidado. Los hermanos ministrantes velan por las personas y las familias de un hogar; las hermanas ministrantes representan a la Sociedad de Socorro al velar por cada hermana adulta que les sea asignada.

Algunas de las oportunidades de cuidar a los necesitados se reciben por medio de los llamamientos de la Iglesia. Otras oportunidades se hallan en el hogar, los vecindarios y las comunidades de los miembros, tales como las que coordina JustServe (en los lugares en que se ha aprobado). Los miembros también pueden ayudar a los pobres y a los necesitados de todas las creencias religiosas alrededor del mundo al apoyar las labores humanitarias de la Iglesia, al participar en la respuesta a desastres naturales y al esforzarse personalmente por servir a las personas necesitadas.

Estudio de las Escrituras

Caridad

El cuidado de los pobres

Debemos servir

Invitaciones

  • ¿Aceptará un llamamiento o asignación si se le extiende a usted (incluyendo una asignación como hermano ministrante o hermana ministrante)?

  • ¿Apoyará a otras personas en sus llamamientos?

La enseñanza y el aprendizaje en la Iglesia

La Iglesia está organizada con el fin de perfeccionar y bendecir la vida de los miembros. Nos da oportunidades de enseñarnos el Evangelio unos a otros, de hermanarnos y servirnos y de apoyarnos mutuamente en nuestra búsqueda de la salvación. En la familia y por medio de la Iglesia, se enseña la doctrina del Evangelio a todos los miembros. Cuando los miembros son llamados a enseñar, se les proporcionan los materiales y la ayuda necesarios para que tengan éxito.

Estudio de las Escrituras

Invitación

  • ¿Asistirá a la Iglesia?

Perseverar hasta el fin

Al continuar viviendo el Evangelio, nos allegamos más a nuestro Padre Celestial, disfrutamos y apreciamos más la expiación del Salvador, nuestra familia se une más y experimentamos más intensamente los sentimientos de amor, gozo y paz que se derivan de seguir al Salvador y de aplicar Su expiación. Al vivir el Evangelio restaurado, nuestro corazón cambia y encontramos seguridad.

Al seguir ejerciendo la fe en Cristo, mediante el arrepentimiento y la renovación de nuestros convenios, disfrutamos de la guía continua del Espíritu Santo. Si perseveramos hasta el fin de nuestra vida siendo fieles a nuestros convenios, recibiremos la exaltación.

El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Manténganse en el camino de los convenios… Su compromiso de seguir al Salvador al hacer convenios con Él y luego guardar esos convenios abrirá la puerta a todo privilegio y bendición espiritual que están al alcance de hombres, mujeres y niños en todas partes… El fin por el que todos nos esforzamos es ser investidos con poder en la Casa del Señor, ser sellados como familias, ser fieles a los convenios hechos en el templo que nos hacen merecedores del don más grande de Dios, que es la vida eterna” (transmisión en vivo desde el edificio anexo del Templo de Salt Lake, 16 de enero de 2018).

Algunos miembros no perseveran ni permanecen plenamente activos; sin embargo, el perseverar hasta el fin es una responsabilidad personal. Labramos “nuestra [propia] salvación” (Filipenses 2:12) y servimos y amamos a las personas cuya fe se haya debilitado por causa de la inactividad.

Estudio de las Escrituras

Invitación

  • ¿Continuará viviendo el Evangelio durante toda la vida mediante el cumplimiento de sus convenios bautismales?