Lección 7

El Espíritu Santo me ayuda siempre

Primaria 1: Soy un Hijo de Dios


Objetivo

Que cada uno de los niños comprenda que el Espíritu Santo siempre nos ayuda.

Preparación

  1. Estudie, con la ayuda de la oración, Juan 14:16–17; 2 Nefi 32:5; Moroni 10:4–5; Doctrina y Convenios 39:23 y 130:22. Consulte también Principios del Evangelio, capítulo 7.

  2. Materiales necesarios:

    1. La Biblia y un ejemplar de Doctrina y Convenios.

    2. Un objeto conocido y una bolsa en la que pueda meterlo.

    3. Las siguientes láminas: 1–3, “Jesús el Cristo” (“Las bellas artes del Evangelio” 240; 62572); 1–4, “La Primera Visión” (“Las bellas artes del Evangelio” 403; 62470).

  3. Haga los preparativos para las Actividades Complementarias que desee llevar a cabo.

Actividades de aprendizaje

Pida a un alumno que ofrezca la primera oración.

Actividad para despertar la atención

Llame a uno de los niños para que se acerque a usted y dígale en voz baja, al oído, algo relacionado con el Espíritu Santo; por ejemplo, “El Espíritu Santo ayuda al Padre Celestial y a Jesús”. Repita esta acción con cada uno de los alumnos (puede decir a todos lo mismo), y pregúnteles después si saben de quién se hablará hoy. Explíqueles que van a hablar del Espíritu Santo, que es el ayudante de nuestro Padre Celestial y Jesucristo.

Muéstreles la lámina 1–4 de la Primera Visión, señalando al Padre Celestial y a Jesucristo y diciéndoles que ellos tienen un cuerpo físico parecido al nuestro. Explíqueles que el Espíritu Santo es como el Padre Celestial y Jesucristo en muchos aspectos, que también nos ama y nos ayuda, pero que no tiene un cuerpo físico como el del Padre Celestial y el de Jesucristo porque es un espíritu; y que por ser un espíritu, Él puede, de forma callada y tranquila, inspirarnos, darnos ideas y hacernos sentir felicidad y consuelo.

El Espíritu Santo nos da consuelo y nos ayuda

• Cuando se lastiman o están tristes, ¿qué hace su mamá o su papá para consolarlos y hacerlos sentir mejor?

Muéstreles la lámina 1–3 de Jesucristo y dígales que Jesús sabía que Sus discípulos, que eran los que le ayudaban, se quedarían muy tristes cuando Él muriera; por eso les dijo que le pediría al Padre Celestial que les mandara un Consolador para que no se sintieran tan desconsolados (véase Juan 14:16–17).

Explíqueles que ese Consolador es el Espíritu Santo y que Él puede consolarnos a nosotros también. Cuando estamos tristes o preocupados, el Padre Celestial nos ayuda mandando al Espíritu Santo para consolarnos.

Dígales que el Espíritu Santo también nos advierte de los peligros y nos guía cuando necesitamos dirección. Cuénteles con sus propias palabras el relato siguiente sobre un suceso de la niñez de Harold B. Lee, que con los años llegó a ser el undécimo Presidente de la Iglesia:

“Tendría yo unos ocho años, o quizás menos, cuando un día mi padre me llevó a una granja que quedaba a cierta distancia de mi casa. Mientras él trabajaba, yo traté de entretenerme con las cosas que normalmente le interesan a un niño de esa edad; hacía calor y el viento levantaba polvo, pero jugué por allí hasta que me cansé. Del otro lado de una cerca había un cobertizo ruinoso que me pareció un lugar muy interesante; me lo imaginaba un castillo antiguo y quise explorarlo, por lo que me acerqué a la cerca y empecé a trepar para ir hasta el galpón, pero entonces oí una voz que me dijo: ‘Harold, no vayas allí.’ Miré a mi alrededor para ver quién me había hablado; mi padre estaba trabajando lejos, en el otro extremo del campo, y ni siquiera me veía desde donde se hallaba; no había nadie cerca de mí. Entonces me di cuenta de que alguien a quien yo no podía ver estaba previniéndome que no fuera hasta aquel lugar. Jamás sabré lo que había allí, pero eso me enseñó a una edad temprana que más allá de nuestra vista hay seres que nos pueden hablar” (en “Conference Report”, Conferencia de Área de la Ciudad de México, 1972, págs. 48–49).

Dígales que de vez en cuando el Espíritu Santo habla con palabras que podemos oír, como lo hizo con el presidente Lee, pero que la mayoría de las veces lo que hace es darnos una impresión sobre lo que debemos o no debemos hacer.

El Espíritu Santo nos ayuda a saber lo que es correcto

Explíqueles que el Espíritu Santo nos quiere y nos ayuda a hacer lo bueno. Ínstelos a pensar en las cosas buenas que hayan hecho, como obedecer a los padres, ayudar a otras personas, decir sus oraciones, etc.

• ¿Qué sienten cuando hacen algo bueno?

• ¿Qué sienten cuando hacen algo malo?

Enséñeles que el Espíritu Santo nos ayuda a reconocer la diferencia entre lo bueno y lo malo dándonos una impresión cálida y agradable cuando hacemos lo bueno o una impresión de tristeza y malestar cuando hacemos lo malo.

Pídales que cuenten de alguna vez que se hayan sentido muy bien por haber hecho algo bueno o haber ayudado a alguien; hágales comprender que fue así debido a la influencia del Espíritu Santo.

Actividad

Hágales repetir las palabras del siguiente versito (Children’s Songbook, pág. 107).

¡Oye!, ¡Oye!

En cualquiera decisión,

¡Oye!, ¡oye! La voz de la inspiración

¡y te guiará siempre!

El Espíritu Santo nos hace saber que el Padre Celestial y Jesucristo son seres reales

Explique a los niños que el Espíritu Santo nos hace saber cuando algo es verdadero o real. Muéstreles la bolsa en la que haya metido el objeto que llevó a la clase y dígales que dentro de ella hay algo, pero no se lo muestre.

• ¿Hay algo en esta bolsa?

Hágales notar que aunque ellos no vean el objeto que hay dentro de la bolsa, saben que hay algo en ella porque usted se lo ha dicho. Aun cuando haya pocas personas que han visto a nuestro Padre Celestial y a Jesucristo, el Espíritu Santo nos ayuda a saber que ellos son Personas reales y que nos aman; explíqueles que eso es tener un testimonio. Algunas veces hay hermanos de la Iglesia que dan su testimonio en las reuniones y nos dicen que saben que Jesucristo vive. Lo saben porque el Espíritu Santo les ha hecho saber que así es.

Recibimos el don del Espíritu Santo

Cuénteles su propia experiencia de haberse bautizado y haber recibido la confirmación; dígales lo que sintió cuando los hombres que tenían el sacerdocio le pusieron las manos sobre la cabeza y le confirieron el don del Espíritu Santo.

Léales Doctrina y Convenios 39:23, hasta donde dice “Espíritu Santo”; explíqueles que cuando los niños cumplen los ocho años y se les bautiza y confirma, reciben el don del Espíritu Santo, que les ayuda a cumplir las promesas que hacen al bautizarse.

Testimonio

Exprese la gratitud que usted siente por tener el Espíritu Santo y hábleles del consuelo que Él le haya dado y de las veces que le haya ayudado a saber lo que está bien.

Actividades complementarias

Elija algunas de las siguientes actividades para llevar a cabo durante la lección.

  1. Cante o repita con los niños la letra de la canción “El Espíritu Santo” (Canciones para los niños, pág. 56).

  2. Muéstreles láminas de personas que estén haciendo algo bueno, como ayudar a otros o compartir algo. Pregúnteles qué sienten cuando hacen algo bueno. Dígales que les va a describir situaciones y que ellos deben sonreír cuando les parezca que la acción que usted describe es buena, y fruncir el ceño cuando piensen que lo que usted les describe es malo; a continuación, descríbales situaciones tanto buenas como malas, como por ejemplo, cuando ayudan a la mamá, cuando pelean con los hermanos, cuando juegan juntos y comparten sus juguetes, cuando desobedecen a los padres, etc.

  3. En voz baja, pero audible, dígales: “Todos los que me escuchen, tóquense la nariz con un dedo. Todos los que me escuchen, pónganse la mano en la cabeza”. Continúe dándoles órdenes hasta que todos los niños le hayan prestado atención y hayan empezado a hacer lo que les mande. Después, explíqueles que, cuando escucharon, pudieron oír lo que usted les decía y seguir sus instrucciones a pesar de que les hablaba en voz muy baja. Dígales que cuando el Espíritu Santo nos habla, lo hace con voz muy baja, pero que si escuchamos con atención, nos dirá cosas muy importantes.

  4. Con sus propias palabras, cuénteles este relato sobre el presidente Wilford Woodruff, cuarto Presidente de la Iglesia:

    Una noche en que el presidente Woodruff, su esposa y sus cuatro hijos estaban de viaje, se detuvieron para pasar la noche en la casa de unos amigos. Tres de los niños durmieron en la casa, mientras que el Presidente, la esposa y otro de los niños se acomodaron para dormir en el carruaje que los transportaba. El presidente Woodruff contó lo siguiente: “Hacía poco que me había acostado, cuando oí una voz que me decía: ‘Levántate y mueve tu carruaje.’ No era una voz de trueno ni la acompañaban relámpagos o terremotos, sino que era la voz apacible y suave del Espíritu de Dios, el Espíritu Santo… Me levanté y moví el carruaje… lo coloqué a un costado de la casa. Al disponerme a acostarme otra vez, el mismo Espíritu me dijo: Ve y aleja tus mulas de aquel roble… Las saqué de allí y las llevé a un bosquecillo de nogales, donde las até. Después, volví a acostarme. En menos de media hora, un fuerte torbellino pasó por el árbol donde habían estado atadas las mulas, lo rompió casi a ras de tierra y lo arrastró cerca de cien metros arrasando dos cercas en esa fracción del terreno y dejándolo caer… justo donde había estado mi carruaje… Por haber obedecido la revelación del Espíritu de Dios, salvé mi vida y la vida de mi esposa y mi hijo, así como también mis animales” (“Leaves from My Journal”, Millennial Star, 12 de dic. de 1881, págs. 790–791).

Otras actividades para los niños más pequeños

  1. Una semana antes de esta lección, pida a los padres de los niños que le permitan a su hijo llevar un objeto “de consuelo” a la clase, por ejemplo, una frazadita o un animalito de felpa. Lleve usted algunos, por si uno de los niños no llevara uno.

    Hable con ellos de esos objetos y de cómo les ayudan a sentirse seguros y queridos. Explíqueles que uno de los ayudantes importantes de nuestro Padre Celestial y de Jesús también nos hace sentir así. A veces, se le llama a esa persona el Consolador, porque nuestro Padre Celestial lo envió para estar con nosotros cuando estemos tristes o preocupados. Esa persona es el Espíritu Santo y es un amigo maravilloso.

  2. Cante o diga la letra de las últimas líneas de la canción “La voz quieta” y ayúdeles a llevar a cabo los movimientos que se indican (Children’s Songbook, pág. 106):

    Oye al Santo Espíritu (poner una mano ahuecada en la oreja)

    cuando habla (llevar el dedo índice a los labios).

    Oye, oye (poner una mano ahuecada en la oreja)

    esa quieta voz (ponerse la mano sobre el corazón).