26: Hacer el bien en el día de reposo

SACERDOCIO AARONICO Manual 1, (2002), 94–98


OBJETIVO

Que los jóvenes comprendan el propósito del día de reposo y deseen obtener las bendiciones que se reciben cuando se observa correctamente.

PREPARACION

  1. 1.

    Materiales necesarios:

    1. a.

      Libros canónicos para cada uno de los jóvenes.

    2. b.

      Un pañuelo o un trozo de cuerda con un nudo.

    3. c.

      Un lápiz para cada joven.

  2. 2.

    Prepare una copia para cada uno de los jóvenes del volante “Actividades apropiadas para el día de reposo”.

  3. 3.

    Repase el consejo acerca del comportamiento que se debe observar el día domingo, que se explica en la página 18 del folleto La fortaleza de la juventud.

SUGERENCIAS PARA EL DESARROLLO DE LA LECCION

“Es lícito hacer el bien en el día de reposo”

Actividad

Diga a los jóvenes que se imaginen que viven en la época del Salvador, e indíqueles que van a ver quién santifica el día de reposo de acuerdo con las leyes de aquella época.

Sin más instrucciones, pida que cada uno trate de desatar el nudo de la cuerda o del pañuelo. Si un joven utiliza las dos manos para desatar el nudo, dígale que no está santificando el día de reposo, pero no le explique el porqué. Si alguien lo desata con una sola mano, dígale que él sí lo santifica. Asegúrese de no decirles lo que determina si están o no santificando el día de reposo hasta que todos hayan hecho el intento de desatar el nudo.

Luego que todos los jóvenes hayan tenido la oportunidad de hacerlo, explique que durante la época en que el Salvador vivía sobre la tierra había muchas leyes y reglas, impuestas por los hombres, que gobernaban lo que se podía hacer y lo que no se podía hacer en el día de reposo. El desatar un nudo con una sola mano era permitido, pero el usar ambas manos violaba el día de reposo. Las personas que se quebraban un hueso o se dislocaban algún miembro del cuerpo tenían que esperar hasta que terminara el día de reposo para recibir atención médica. Si algún edificio se caía y alguien quedaba atrapado entre las ruinas, era legal excavar y sacar a la persona, si es que estaba viva, pero si estaba muerta, tenían que dejarla allí hasta que terminara el día de reposo (véase James E. Talmage, Jesús el Cristo, Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, 1964, págs. 227-228).

Relato de las Escrituras

Cuénteles que un día Jesús entró en una sinagoga y vio entre la congregación a un hombre que tenía la mano derecha seca. Había también allí escribas y fariseos, quienes habían instituido esas leyes. Lo acechaban para ver si lo sanaba en el día de reposo, a fin de poder acusarlo. Los fariseos le preguntaron: “¿Es lícito sanar en el día de reposo?” (Mateo 12:10).

  • ¿Qué creen que contestó el Salvador?

Déles el tiempo necesario para que los jóvenes respondan y luego prosiga con el relato.

El Salvador les respondió con otra pregunta: “¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante? Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente es lícito hacer el bien en los días de reposo” (véase Talmage, Jesús el Cristo, págs. 226-227; véase también Mateo 12:10-13; Marcos 3:1-6; y Lucas 6:6-8).

Análisis de un pasaje de las Escrituras

Muchas veces, como los fariseos, pensamos que estamos santificando el día de reposo simplemente al dejar de hacer aquello que no se debe hacer el día domingo. Explique que así como el Salvador dijo a los fariseos que se hiciera el bien en el día de reposo, también les ha hablado a los profetas de la actualidad al respecto.

Pida a un joven que lea Doctrina y Convenios 59:9-10.

  • ¿Cómo podemos conservarnos “sin manchas del mundo”?

Cita

Lea la declaración del élder Bruce R. McConkie:

“Este día... llamado día de reposo, viene de la palabra hebrea shabbath, que significa eso mismo, día de reposo. El reposo, aunque importante, es solamente una consecuencia del verdadero propósito de este día. Lo que es más importante es que éste es un día santo, un día de adoración, un día en el cual los hombres pueden dedicarse plenamente al Señor, renovar sus convenios con El y alimentar su alma con las cosas del Espíritu...

“Y la observancia del día de reposo permanece hasta este día como una de las grandes pruebas que divide a los justos de los mundanos y los inicuos.

“Ya que el domingo es el día del Señor, es un día en el que la gente debe hacer la obra del Señor exclusivamente. No se debe realizar ningún trabajo innecesario de naturaleza temporal, ni recreación, ni viajes innecesarios, ni cosas semejantes. El día de reposo es el día para adorar a Dios” (Mormon Doctrine, 2da. ed., Salt Lake City: Bookcraft, 1966, págs. 658-659).

Al santificar el día de reposo, somos bendecidos

Relato

“Cuando era niño, vivíamos en una pequeña granja en el estado de Utah, Estados Unidos; era una época en que el dinero era escaso y el trabajo excesivo. Los veranos de aquellos primeros años de mi vida me parecían extremadamente difíciles, pues siempre tenía trabajos fatigosos y monótonos que realizar...

“El único consuelo, el único oasis en medio de toda la labor del verano, era el día de reposo. Todos sabíamos que el domingo era el día del Señor; las hierbas, el heno en el campo y el grano sin recoger debían esperar hasta el lunes.

“El suspender el trabajo en el día de reposo no se limitaba al simple hecho de colgar las herramientas y no regresar al sembrado de maíz, sino que había ciertas complicaciones. El verano nos daba la única verdadera oportunidad de labrarnos una seguridad económica. Si un granjero no prosperaba durante esos cortos meses, los largos inviernos eran difíciles y de mucha escasez. De modo que la cosecha tenía que ser buena, y muy a menudo la clave para esto era el agua, la cual era escasa en Utah, agua que muy pocas veces provenía de la lluvia, agua que debía almacenarse cuidadosamente durante el invierno y la primavera, y racionar con mucha prudencia durante las secas semanas del verano.

“Para regar, cada uno de los granjeros dependía de los canales de riego, y éstos, con su agua vivificante, eran todo lo que se interponía entre el hombre y el desastre. Regar era imperioso y a veces presentaba un serio problema en el día de reposo. Los granjeros se turnaban, y algunos años les tocaba hacerlo los lunes, otros los martes u otros días de la semana, y a veces les tocaba los domingos, y no teníamos más remedio que aceptarlo así.

“Al igual que a todos, había algunos años en que a mi padre le tocaba regar los domingos. Recuerdo muy bien aquellos años, porque siempre me llamó mucho la atención su determinación de santificar el día de reposo. Yo no pienso que el Señor lo hubiera condenado por regar su granja los domingos; él conocía muy bien el sentir de mi padre y las circunstancias en que todos los granjeros trabajaban. A pesar de ello, mi padre deseaba evitar hacer ese tipo de labor los domingos. Estaba convencido de que si el Señor tuviera que preparar los turnos y los horarios de los granjeros para regar, ninguno caería en su día de reposo. Nunca le oí decir nada acerca de su resolución de no infringir la ley del día sabático, pero sus hechos lo reflejaban.

“Cuando a mi padre le tocaba el turno de regar los domingos, hacía todo lo que podía por evitarlo. Los viernes y los sábados iba hasta el canal y buscaba cualquier escape de agua que hubiera en él, aprovechando hasta la última gota, de modo que para el domingo la granja estaba regada. No recuerdo que nunca se haya visto obligado a trabajar en el día del Señor. Esto significaba que tenía que trabajar mucho más durante la semana, pero él estaba dispuesto a hacer el sacrificio si eso le permitía suspender sus labores en el día de reposo.

“Todo lo demás parecía siempre marchar bien. Al observar a mi padre a través de los años, su dedicación y determinación fueron un testimonio para mí de que el Señor bendice a aquellos que se esfuerzan por guardar sus mandamientos.

“Pero hubo un año que fue realmente una prueba especial para su fe. El ardiente calor del verano pareció comenzar antes que nunca ese año, pronosticando una sequía. Los días pasaban lentamente, y el sol lo abrasaba todo; las praderas, el huerto y las plantas de los sembrados se marchitaban bajo los ardientes rayos. Y como si fuera poco, nos tocó regar los domingos. La tierra necesitaba agua, pero no sólo la que se escapaba del canal y que mi padre se ingeniaba para aprovechar los viernes y sábados, sino también la que le correspondía a su turno de riego; por tanto, como no regaba los domingos, el campo estaba seco.

“Un domingo por la mañana mi madre se acercó a mi padre, manifestando gran preocupación.

“—José —le dijo—, creo que deberías abrir las compuertas del canal, al menos para regar el huerto; todo está marchito.

“Y era así. Todo estaba reseco por la falta de agua, y no había otra alternativa; la tierra necesitaba ser regada, y si mi padre dejaba pasar su turno, no habría más agua hasta el domingo siguiente, y las plantas no sobrevivirían otra semana más. De modo que, antes de vestirse para ir a las reuniones dominicales, mi padre salió de la casa con la pala sobre el hombro. Debe de haber sido terriblemente frustrante para él caminar penosamente hacia la colina. Durante años se había esforzado por evitar esa tarea en ese día particular, y entonces se sentía atrapado. Nosotros estábamos seguros de que el Señor no lo condenaría, pero aun así, el habría preferido encontrar otra manera de salvar la cosecha.

“Llegó hasta el canal de riego y agarró la compuerta para levantarla, pero antes de hacer algo, aún inclinado hacia el canal, se detuvo a reflexionar. ¿Qué podía hacer? Meditó acerca del mandato del Señor de santificar el día de reposo. ¿Creía él realmente en eso, no simplemente con los labios sino con todo su corazón?

“Mientras estaba profundamente sumido en sus pensamientos, recibió una viva y poderosa comunicación, una que nunca olvidaría: ‘Suelta la compuerta; guarda la pala y las otras herramientas, que yo haré estas cosas por ti. No sucederá en las primeras horas del día, pero me haré cargo de ello. En cuanto al verano, yo me encargaré de él. Yo proveeré’.

“Mi padre se irguió, y no había nadie a su alrededor; miró al cielo y éste estaba claro y azul y no se veía ninguna nube. Soplaba una brisa seca, prometiendo un día sofocante y ardiente.

“A pesar del sol abrasador y la tierra reseca y polvorienta, mi padre se apartó de la represa, se fue del canal y regresó a casa. Había recibido un mensaje, y él lo sabía; ignoraba cómo sería protegido, pero sabía que se le había dado una promesa. Se vistió y se fue a la Iglesia, dejando su granja en manos de Dios, en quien había confiado toda su vida.

“Cuando regresó a casa de las reuniones dominicales, el cielo todavía estaba despejado, el aire caliente y las plantas marchitándose bajo el sol abrasador. En vista de que no había señal alguna de que hubiera algún cambio en el tiempo, mi madre, aún muy preocupada, volvió a hablarle a papá, quien no le había contado la experiencia que había tenido esa mañana.

“ — No hay señales de lluvia —le dijo—. ¿Qué vas a hacer acerca del huerto?

“Por segunda vez ese día, él subió tristemente la colina que conducía al canal de riego. Con desagrado sacó la compuerta del canal, y entonces se detuvo asombrado ante su propia vacilación. ¿Dónde está tu fe?, se preguntó.

“Renovado con una nueva resolución, volvió a colocar la compuerta y bajó la colina, con la determinación de no volver allí ningún domingo.

“Cuando bajaba la colina, levantó los ojos hacia el cielo y vio que las nubes comenzaban a juntarse; y al cabo de una hora, la lluvia caía a torrentes. La tierra reseca se empapó con el agua que necesitaba, y el huerto y los sembrados revivieron en forma asombrosa.

“Esa lluvia fue un milagro, pero era solamente el comienzo, pues el verano estaba en su primera etapa. Los sofocantes meses de julio y agosto quedaban aún por delante. Pero mi padre no se preocupó; él había recibido la promesa de Aquel que había hecho la ley y que proveería la manera para que ella se cumpliera.

“A la semana siguiente, un vecino le preguntó si no quería cambiar parte de su turno de riego por unas horas el sábado en lugar del domingo. Mi padre se sintió más que complacido en acceder a ello, y durante ese breve período de tiempo pudo regar el huerto, pero no le fue posible regar los sembrados de maíz, cebada y heno. Mas el Señor lo volvió a bendecir. Periódicamente durante todo el verano, precisamente cuando la lluvia era más necesaria que nunca, se aglomeraban las nubes, llovía y las plantaciones recibían la refrescante agua.

“Mi padre estaba tan seguro de que el Señor lo protegería, que ni una sola vez durante el verano limpió las zanjas, pues sabía que no las iba a utilizar.

“Aunque estábamos en el reseco y caluroso estado de Utah, donde toda la existencia de los granjeros dependía directamente de los canales de riego, ese verano los de la granja de mi padre no se utilizaron. Nunca se había podido pasar un verano sin regar la granja, pero ése fue diferente. Ese verano fue el del Señor, y El proveyó.

“A fin de la estación, mi padre tuvo una cosecha tres veces más abundante de heno y otra muy generosa de cebada y maíz. Verdaderamente, las ventanas de los cielos se habían abierto, y el Señor de hecho había proveído” (véase Alma J. Yates, “Un verano inolvidable”, Liahona, febrero de 1983, págs. 9-12).

Análisis

  • ¿Qué obstáculos tuvo que vencer el hombre del relato para santificar el día de reposo?

  • ¿Cómo bendijo el Señor a este hombre?

  • ¿Por qué es importante santificar el día de reposo?

Explique que es posible que no todas las bendiciones que recibamos por santificar el día de reposo sean tan dramáticas como las que recibió el hombre del relato, pero pueden ser igualmente importantes y de gran significado para nosotros, si tenemos la fe de guardar ese mandamiento.

Santificar el día de reposo

Cita y análisis

Aclare que algunas veces no estamos completamente seguros de cuáles son las actividades apropiadas para el día de reposo. La mejor manera de saberlo es por medio del don del Espíritu Santo, quien nos ayudará a saber lo que es correcto. También debemos seguir el consejo de nuestros líderes.

Lea la siguiente cita del élder Russell M. Nelson:

“Les ruego que hagan algo más que cumplir pasivamente con una lista de cosas que debemos o que no debemos hacer en el día de reposo, una lista que otras personas han recopilado para nosotros. Háganse ustedes su propia lista y reglas y vivan de acuerdo con ellas. Sigan las normas del Señor, que hace siglos dijo: ‘En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico’ [Exodo 31:13]...

“Las preguntas que puedan surgir acerca de la conducta que se debe seguir en el día de reposo son muy fáciles de contestar cuando se estudian las Escrituras y luego se decide qué hacer para demostrar a Dios cuánto lo honramos” (“Standards of the Lord’s Standard-bearers, Ensign, agosto de 1991, pág. 10).

Conclusión

Prueba

Repase el consejo acerca de la conducta apropiada que se debe seguir el día domingo, que se encuentra en la pág. 18 del folleto La fortaleza de la juventud. Dé una copia del volante “Actividades apropiadas para el día domingo” y un lápiz a cada uno de los jóvenes y explique el procedimiento para completar la prueba. Déles suficiente tiempo para contestar todas las preguntas y luego proporcione a la clase las respuestas correctas. Asegúrese de recalcar el hecho de que todas las respuestas deben ser “Sí”, ya que todas las actividades anotadas en la lista son apropiadas para el día de reposo. Analice con la clase las actividades que aparecen en la hoja y solicite a los jóvenes que la guarden como futura referencia. Recuérdeles que el Salvador reprobaba las reglas que la gente tenía en Su época porque prohibían hacer el bien durante el día de reposo. Recalque el hecho de que esta lista contiene sólo algunas sugerencias y que todos ellos deben esforzarse por santificar el día de reposo para gozar así de la compañía del Espíritu Santo. Si lo hacen, recibirán grandes bendiciones.

Cometido

Sugiérales que durante las próximas cuatro o cinco semanas, anoten en sus diarios personales, al final de cada día de reposo, cómo se hayan sentido al santificar ese día del Señor. Deben analizar las actividades que hayan realizado durante ese día y escribir su opinión al respecto. Si se esfuerzan de corazón por cumplir con esta asignación, desarrollarán una relación más estrecha con sus respectivas familias y con el Señor.