Lección 37

“Te damos, Señor, nuestras gracias”

Doctrina y Convenios y la Historia de la Iglesia: Manual para el maestro


Objetivo

Que los miembros de la Iglesia se den cuenta de la necesidad que tenemos de un profeta viviente, entiendan las funciones que él cumple y obedezcan su consejo más fielmente.

Preparación

  1. Estudie los pasajes de las Escrituras que se mencionan en esta lección y en la página 131 de Nuestro Legado, y ore al respecto.

  2. Repase el material correspondiente a esta lección en la Guía de estudio para el miembro de la clase (35686 002) y planifique la forma en que lo utilizará durante la lección.

  3. Para obtener una mayor comprensión de los acontecimientos históricos relacionados con la doctrina de esta lección, considere repasar los siguientes:

    1. “Es preciso que todas las cosas se hagan con orden.”

    2. Material histórico adicional para esta lección.

  4. Pida a un miembro de la clase que se prepare para relatar la historia del élder Spencer W. Kimball cuando ayudó a una madre y a sus hijos en un aeropuerto (Nuestro Legado, pág. 131).

  5. Haga los preparativos necesarios para que los miembros de la clase canten “Te damos, Señor, nuestras gracias” (Himnos, Nº 10), si tiene pensado utilizarlo al final de la lección, o pida a un miembro o a un grupo de la clase que se prepare para hacerlo.

Sugerencias para el desarrollo de la lección

Actividad para despertar el interés

Si lo considera apropiado, utilice la siguiente actividad o una de su preferencia para comenzar la lección.

Relate la siguiente historia que narró el presidente Hugh B. Brown, de la Primera Presidencia:

Antes de que el presidente Brown recibiera el llamamiento de Autoridad General, pasó algún tiempo en Inglaterra ejerciendo la abogacía. Durante ese tiempo, se hizo amigo de un inglés miembro de la Cámara de los Comunes que había sido miembro de la Corte Suprema de Justicia de Gran Bretaña. En muchas ocasiones, los dos hablaban sobre diferentes temas, incluso de religión.

En 1939, cuando todo daba a entender que muy pronto estallaría la Segunda Guerra Mundial, ese señor inglés llamó al hermano Brown a su despacho y le pidió que defendiera sus creencias religiosas de la misma forma que lo haría con un problema legal. En un discurso que pronunció en una conferencia general, el presidente Brown relató parte de esa conversación:

“Comencé preguntando: ‘¿Puedo continuar con mi exposición dando por sentado que usted es cristiano?’

“ ‘Sí, señor’.

“ ‘Supongo, entonces, que cree en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.’ “ ‘Sí, creo’.

El caballero entonces dijo que él creía en los relatos bíblicos de que el Señor había hablado a los profetas, pero sostenía que esa comunicación se había interrumpido poco después de la resurrección de Cristo. La conversación siguió con otra pregunta del hermano Brown: “ ‘¿Y por qué cree usted que dejó de hacerlo?’

“ ‘No lo sé’.

“ ‘¿Y usted piensa que Dios no ha hablado desde entonces?’

“ ‘No que yo sepa’.

“ ‘Permítame mencionar algunas razones que Dios quizás haya tenido para no hablar. Tal vez sea porque no puede hacerlo; habrá perdido el poder’.

“ ‘Pero el pensar así sería una blasfemia’.

“ ‘Bueno, si no cree que sea por eso, será quizás porque ya no nos ama y, por lo tanto, ya no tiene interés en los asuntos del hombre’.

“ ‘No’, dijo, ‘Dios nos ama a todos por igual y no hace acepción de personas’.

“ ‘Entonces… lo único que nos queda por pensar es que no nos habla porque ya no lo necesitamos. Hemos avanzado tan rápidamente en la educación y en la ciencia que Dios ya no nos hace falta’.

“Entonces él dijo con voz temblorosa pensando en la eminencia de una guerra: ‘Señor Brown, en la historia del mundo no ha habido jamás otra época en la que se necesitara tanto de Dios como ahora. Tal vez usted sepa decirme por qué Él no nos habla’.

“Mi respuesta fue: ‘Él habla y ha hablado. Pero el hombre necesita tener fe para oírlo’ ” (en “Conference Report”, octubre de 1967, págs. 117–118; o Improvement Era, diciembre de 1967, págs. 36–37; véase también Los Presidentes de la Iglesia [31382 002], págs. 22–24).

Haga hincapié en que el Señor sigue comunicándose con nosotros por medio de un profeta viviente. Esta lección analiza las bendiciones que recibimos de ser guiados por un profeta viviente y la responsabilidad que tenemos de seguir su consejo.

Análisis y aplicación

Con oración, escoja el material de la lección que satisfaga mejor las necesidades de los miembros de su clase. Aliente a los miembros de la clase a compartir experiencias que se relacionen con los principios que se analicen.

1. La necesidad de un profeta viviente.

• ¿Por qué necesitamos un profeta viviente en la actualidad? (Si lo desea, indique que el consejo del profeta viviente nos ayuda a saber cómo enfrentar lo problemas y las necesidades más importantes del momento actual.)

Durante la época en que era Presidente del Quórum de los Doce, el presidente Ezra Taft Benson dijo: “El profeta más importante, en lo que nos concierne a nosotros, es el que vive en la actualidad. Ése es el profeta que recibe instrucciones para nosotros hoy día. La revelación que el Señor dio a Adán no contenía instrucciones de Dios para que Noé construyera el arca. Toda generación necesita las Escrituras antiguas más las actuales del profeta viviente. Por lo tanto, la lectura y la meditación más importante que debemos hacer está centrada en las palabras inspiradas más recientes del portavoz del Señor” (en “Conference Report”, Conferencia de Área en Corea, 1975, pág. 52; citado en Doctrina y Convenios, Doctrina del Evangelio, Manual para el maestro, [34517 002], pág. 15).

• ¿Qué bendiciones han recibido gracias a que en la actualidad hay un profeta viviente sobre la tierra?

2. Las funciones que cumple nuestro profeta actual.

Explique que los miembros de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles son todos profetas, videntes y reveladores; sin embargo, sólo el Presidente de la Iglesia está autorizado para recibir revelación para toda la Iglesia y para ejercer todas las llaves del sacerdocio necesarias para el gobierno de ésta.

Doctrina y Convenios proporciona importante información acerca de las funciones que cumple nuestro profeta viviente. Pida a los miembros de la clase que lean las siguientes referencias de pasajes de las Escrituras que se encuentran en letra cursiva y que después determinen qué enseñan esos pasajes acerca de las funciones de nuestro profeta viviente (entre paréntesis se dan las respuestas sugeridas). Resuma las respuestas en la pizarra y luego analícelas con la clase.

A. Doctrina y Convenios 1:38; 21:4–5; 43:2; 68:3–4. (El profeta habla en nombre del Señor y revela Su voluntad.)

• ¿Cuáles son algunos de los temas sobre los cuales los profetas recientes nos han dado instrucciones específicas? (Entre las respuestas estarían el formar familias fieles y fuertes, hacer la obra del templo, ayudar a los nuevos miembros de la Iglesia, no contraer deudas y leer el Libro de Mormón.)

B. Doctrina y Convenios 20:21–26; Mosíah 13:33. (El profeta testifica de Jesucristo y enseña Su Evangelio.)

• ¿De qué manera se ha fortalecido su testimonio del Salvador gracias a las palabras del profeta viviente?

C. Doctrina y Convenios 21:1; Mosíah 8:13–18. (El profeta es un vidente.)

• ¿Qué es un vidente? (Un vidente es un profeta sobre el cual Dios confiere un gran poder para conocer el pasado y el futuro. Él puede conocer aquello que no se conoce o que está escondido. Tiene además el poder de traducir registros antiguos.)

• Lea con los miembros de la clase D. y C. 101:43–54. En esta parábola, ¿qué mandamiento no obedecieron los siervos? (Véase D. y C. 101:46–50.) ¿Qué se hubiese evitado si los siervos hubieran construido la torre? (Véase D. y C. 101:51–54.) ¿Cómo se aplica ese principio a la atención que debemos prestar al Presidente de la Iglesia?

• El Presidente de la Iglesia puede ver al enemigo “cuando todavía [se encuentra] lejos” (D. y C. 101:54). ¿Qué peligros han visto los profetas de los últimos días sobre los que nos han amonestado?

D.Doctrina y Convenios 107:91–92. (El profeta preside la Iglesia.)

• ¿Qué bendiciones recibimos debido a que la Iglesia verdadera la dirige siempre un profeta que Dios escoge y guía?

• ¿Cómo podemos apoyar al profeta en su función como Presidente de la Iglesia? (Véase D. y C. 107:22.)

3. El dar oído a las palabras de nuestro profeta viviente.

• Lea con los miembros de la clase D. y C. 21:4–6. ¿Qué nos enseñan esos versículos acerca de nuestra responsabilidad de prestar atención al profeta? ¿Qué nos promete el Señor si obedecemos el consejo del profeta?

El presidente Harold B. Lee enseñó: “La única seguridad que tenemos como miembros de esta Iglesia es hacer exactamente lo que el Señor dijo aquel día en que ésta fue organizada… [véase D. y C. 21:4–5]. Habrá algunas cosas que requieran fe y paciencia. Podrá no gustarles lo que venga de las autoridades de la Iglesia. Puede que sea contrario a sus ideas políticas y sociales. Puede ser que interfiera con la vida social de ustedes, pero si prestan atención a estas cosas como si provinieran de la boca misma del Señor, con paciencia y fe, tienen la promesa de que ‘las puertas del infierno no prevalecerán contra vosotros’ [D. y C. 21:6]” (en “Conference Report”, octubre de 1970, pág. 152; o Improvement Era, diciembre de 1970, pág. 126).

• ¿Cómo podemos enterarnos del consejo inspirado del profeta? (Estudiando los discursos pronunciados en las conferencias generales, los Mensajes de la Primera Presidencia y demás artículos de las revistas de la Iglesia [la revista Liahona], y prestando atención a las cartas de la Primera Presidencia que se leen en las reuniones de la Iglesia.)

Al final de una conferencia general, el presidente Ezra Taft Benson dijo: “En los próximos seis meses, el número de la revista Liahona en el que se publican los discursos de la conferencia debe estar junto con los libros canónicos, al alcance de la mano, para que lo consultéis frecuentemente” (“Venid a Cristo, y perfeccionaos en Él”, Liahona, julio de 1988, pág. 84).

Cuando era miembro del Quórum de los Doce, el élder Harold B. Lee hizo una declaración semejante durante una conferencia general. Dijo que los discursos de la conferencia “deben ser lo que guían nuestros pasos y nuestras palabras durante los próximos seis meses” (en “Conference Report”, abril de 1946, pág. 68).

• ¿Qué debemos hacer para estudiar y poner en práctica mejor, tanto en familia como individualmente, los discursos del profeta pronunciados en las conferencias generales?

• ¿Qué bendiciones han recibido al seguir el consejo del profeta?

Relate la siguiente historia que narró el élder Bruce D. Porter, de los Setenta:

“De recién casados, mi esposa y yo vivíamos en Boston, donde yo asistía a la universidad. Poco después de habernos mudado allí, otra pareja joven se mudó también a nuestro barrio. Se habían convertido a la Iglesia apenas dos años antes… Me preocupaba cómo les iría… por lo que acepté gustoso el llamamiento de ser su maestro orientador. Estaba ansioso de ayudarles a fortalecer su testimonio del Evangelio. “Una noche fui con mi compañero a su modesto apartamento para hacer la orientación familiar. Cuando llegamos, acababan de llevar a cabo su noche de hogar junto con su pequeño bebé. Pensé que sería una buena idea que mi esposa y yo empezáramos a tener nuestras noches de hogar, así cuando llegara nuestro primer hijo ya tendríamos el hábito de hacerlo. Después nos mostraron entusiasmados su libro de recuerdos, en el que habían reunido muchos nombres de los antepasados de ambos. Recordé que hacía mucho tiempo que no ojeaba mi libro de recuerdos.

“Una vez que terminamos de darles la lección, nos llevaron a un patio cerrado que tenían al fondo, donde nos mostraron recipientes de plástico con tapa llenos de trigo, azúcar, harina y otros alimentos: un año completo de almacenamiento. ¡Yo pensaba que ese consejo no se aplicaba a nosotros, los estudiantes universitarios! Para ese entonces me sentía sumamente humilde; había ido a enseñarles pero en cambio habían sido ellos los que me habían enseñado en todos los sentidos. Al salir del apartamento vi un cuadro del templo colgado cerca de la puerta de entrada. Recordé entonces que el presidente Spencer W. Kimball había dicho que toda familia Santo de los Últimos Días debía tener una lámina del templo en un lugar de preferencia en su casa, y recordé que nosotros no teníamos ninguna…

“Llegué a casa lleno de un espíritu de arrepentimiento y busqué hasta que encontré una pequeña lámina del Templo de Suiza en un folleto de la Iglesia. La recorté y la pegué en la pared. Desde ese entonces, siempre hemos tenido en casa una lámina del templo y cada vez que la miro recuerdo a una pareja de recién conversos que me enseñó el verdadero significado de ‘seguir al profeta’ ” (discurso pronunciado en una conferencia de la Estaca Mueller Park, Bountiful, el 17 de enero de 1999).

4. El ejemplo del amor cristiano de los profetas de los últimos días.

Indique que los Presidentes de la Iglesia han prestado servicio abnegadamente y con gran amor. Podemos aprender mucho de su ejemplo.

Lea el siguiente relato de la vida del profeta José Smith:

John Lyman Smith y su familia llegaron a Nauvoo poco después de que los santos se establecieran en el lugar. Al principio, el único lugar que la familia pudo encontrar para vivir fue un establo hecho de troncos. Todos los integrantes de la familia, con excepción de la madre, se enfermaron con fiebre a causa de las condiciones insalubres y húmedas del lugar. Lyman Smith dijo al respecto:

“El profeta José Smith y su hermano Hyrum nos visitaron y nos bendijeron a todos, incluso a papá, que deliraba a causa de la fiebre. Recibimos mucho consuelo cuando nos dijeron en el nombre del Señor: ‘Todos se mejorarán’. Al salir de la cabaña, José se descalzó y le dio su calzado a mi padre, saltó a su caballo desde el umbral y se fue a la casa descalzo. Al día siguiente, llevó a papá a su propio hogar y lo cuidó hasta que se recuperó” (citado en Aprended de Mí, Guía de estudio personal de la Sociedad de Socorro, pág. 164).

Pida al miembro que haya asignado de antemano que narre el relato de cuando el Spencer W. Kimball ayudó a una madre y a sus hijos en un aeropuerto (Nuestro Legado, página 131).

Una vez que el miembro de la clase haya terminado con la narración, relate la siguiente historia acerca del presidente Gordon B. Hinckley:

En 1998 un devastador huracán causó grandes daños en América Central. La Iglesia envió grandes cantidades de alimentos y demás artículos de primera necesidad a las zonas devastadas, y el presidente Gordon B. Hinckley sintió que debía ir a Honduras y a Nicaragua para estar con la gente y darle ánimo. Más tarde, en un reunión espiritual de Navidad, el presidente Hinckley habló sobre una niña de dos años de edad a la que conoció durante el viaje y que había quedado huérfana a consecuencia de la catástrofe. Su madre había muerto unos meses antes del huracán y, cuando éste se desató, el padre amontonó los muebles de la casa unos sobre otros para protegerse de la inundación.

El presidente Hinckley contó que el padre “agarró un pequeño colchón y lo colocó encima de todo y allí acostó a [su hija]. Debido a los esfuerzos desesperados y frenéticos que hizo, sufrió un derrame cerebral y murió… Nadie supo nada de la niña hasta que dos días más tarde un joven miró dentro de la casa abandonada y la vio con vida. Con sumo cuidado la bajó y se la llevó al obispo y a su esposa. Fue allí que nosotros la vimos…

“Espero que durante esta Navidad, en que no habrá intercambio de regalos entre los damnificados de esa catástrofe, esta pequeña huérfana reciba aunque no más sea algunos caramelos, algo dulce y delicioso. Yo me voy a encargar de que así sea.

“Qué Dios bendiga a la gente de todo el mundo… y que el corazón de ellos se abra y sus manos se extiendan para ayudar a los necesitados” (Church News, 12 de diciembre de 1998, pág. 4).

• ¿Qué les llama más la atención acerca de los hechos de estos profetas? ¿Qué aprendemos del ejemplo que nos dejaron?

Conclusión

Haga hincapié en que la palabra de Dios, dada por medio de Su profeta, es la que nos guía. Si damos oído al consejo del profeta y actuamos según sus instrucciones, recibiremos la dirección y la fortaleza necesarias para enfrentar los problemas de nuestra época. Testifique, como se lo indique el Espíritu, de las verdades analizadas en esta lección.

Si lo desea, pida a los miembros de la clase que canten “Te damos, Señor, nuestras gracias” (Himnos, Nº 10), o pida al miembro o al grupo que haya asignado de antemano que lo canten.

Sugerencias adicionales para la enseñanza

1. El profeta nunca nos desviará del buen camino

Haga hincapié en que podemos tener la plena confianza de que el profeta que Dios haya llamado siempre nos guiará con rectitud.

Cuando el élder Ezra Taft Benson prestaba servicio en el Quórum de los Doce, enseñó: “Estén atentos al profeta, porque el Señor no permitirá nunca que Su profeta desvíe a la Iglesia del buen camino” (en “Conference Report”, octubre de 1966, pág. 123; o Improvement Era, diciembre de 1966, pág. 1145).

Mientras prestaba servicio como Consejero de la Primera Presidencia, el presidente Joseph F. Smith enseñó: “Si [el presidente de la Iglesia] se volviera infiel, Dios lo quitaría del puesto que ocupa. En nombre del Dios de Israel, testifico que Él no permitirá que el que esté a la cabeza de la Iglesia, a quien Él ha escogido para estar allí, transgreda Sus leyes y apostate; en el momento en que él tomara el camino que con el tiempo lo condujera a algo así, Dios se lo llevaría. ¿Por qué? Porque el permitir que un hombre impío ocupe esa posición sería como permitir que la fuente se volviera corrupta, algo que Él nunca permitirá” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, pág. 243).

2. Profecía y revelación sobre la guerra

Al analizar las funciones de un profeta, quizás quiera leer D. y C. 87 con los miembros de la clase. Esa revelación se dio a través de José Smith en 1832. En ella se predice la Guerra Civil de los Estados Unidos, que comenzó en 1861.

3. Presentación en video: “Los atalayas de la torre”

Si puede conseguir el video Enseñanzas de Doctrina y Convenios y la Historia de la Iglesia (53933 002), considere mostrar “Los atalayas de la torre”, un segmento de cuatro minutos de duración.

4. Contribuciones de los Presidentes de la Iglesia de los últimos días

Ponga a la vista las láminas de los Presidentes de la Iglesia de los últimos días (62575; Las bellas artes del Evangelio 401, 507–20; véase también la pág. 254). Si utiliza láminas de la biblioteca del centro de reuniones o de Las bellas artes del Evangelio, quizás desee colocar junto a cada lámina el nombre del profeta correspondiente y las fechas en que prestó servicio como Presidente de la Iglesia, tal como se muestra en la pág. 254.

Pida a los miembros de la clase que busquen la “Cronología de la historia de la Iglesia” (en las páginas 316–318 de este manual y en las páginas 30–32 de la Guía de estudio para el miembro de la clase). Explique que ésta es una fuente importante de información para encontrar algunas de las contribuciones más importantes que ha hecho cada uno de los Presidentes de la Iglesia.

prophets

Joseph Smith
1830–44

Brigham Young
1847–77

John Taylor
1880–87

Wilford Woodruff
1889–98

Lorenzo Snow
1898–1901

Joseph F. Smith
1901–18

Heber J. Grant
1918–45

George Albert Smith
1945–51

David O. McKay
1951–70

Joseph Fielding Smith
1970–72

Harold B. Lee
1972–73

Spencer W. Kimball
1973–85

Ezra Taft Benson
1985–94

Howard W. Hunter
1994–95

Gordon B. Hinckley
1995–2008

Thomas S. Monson
2008-