Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
La vida y el ministerio de Lorenzo Snow


La vida y el ministerio de Lorenzo Snow

Un día en 1835, cuando Lorenzo Snow tenía 21 años, montó su caballo y partió de la casa de sus padres con rumbo al Colegio Universitario Oberlin, en Oberlin, Ohio, sin saber que en este corto viaje tendría una experiencia que cambiaría el curso de su vida.

Al cabalgar por la calle en su ciudad natal de Mantua, Ohio, se encontró con un hombre que también iba a caballo. Este hombre, que se llamaba David W. Patten, hacía poco que había sido ordenado apóstol del Señor Jesucristo. Iba de regreso a Kirtland, Ohio, para reunirse con los Santos de los Últimos Días, después de haber servido en una misión. Los dos hombres viajaron juntos durante casi 50 kilómetros (30 millas). Lorenzo Snow relató más adelante:

“Nuestra conversación pasó al tema de la religión y la filosofía, y puesto que yo era joven y había disfrutado de algunas ventajas académicas, al principio estaba dispuesto a considerar sus opiniones a la ligera, especialmente porque él no siempre hablaba con buena gramática; pero a medida que proseguía con su forma seria y humilde y me explicaba el plan de salvación, me sentí incapaz de resistir el conocimiento de que él era un hombre de Dios y que su testimonio era verdadero”1.

Lorenzo Snow no era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cuando conoció al élder Patten, pero estaba familiarizado con algunas de las enseñanzas de la Iglesia. De hecho, el profeta José Smith había visitado la casa de la familia Snow, y la madre de Lorenzo y sus hermanas Leonora y Eliza habían sido bautizadas y confirmadas miembros de la Iglesia. Sin embargo, Lorenzo había estado, como él dijo, “ocupado en otras cosas” en esa época, y tales asuntos habían “escapado completamente de [su] mente”2. Eso comenzó a cambiar cuando habló con el élder Patten. Refiriéndose a la experiencia, dijo: “Ése fue el momento decisivo de mi vida”3. Él describió cómo se sintió durante la conversación:

“Se me compungió el corazón. Al parecer él lo percibió, porque casi lo último que me dijo después de dar su testimonio fue que yo debía ir al Señor antes de acostarme por la noche y preguntarle por mí mismo. Esto lo hice, dando como resultado que desde el día en que conocí a este gran apóstol, todas mis aspiraciones han aumentado y mejorado enormemente”.

La “sinceridad absoluta, la seriedad y el poder espiritual”4 del élder Patten tuvieron una influencia duradera en un joven que un día también serviría como apóstol. Y esa conversación tranquila llevó a otras experiencias que prepararían a Lorenzo Snow para llegar a ser el Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el portavoz de Dios en la tierra.

Crece en un hogar de fe y trabajo arduo

Cuando Oliver Snow se casó con Rosetta Leonora Pettibone el 6 de mayo de 1800, se unieron dos familias fuertes y ricas en la fe y la tradición religiosa. El novio y la novia eran descendientes de algunos de los primeros colonos europeos en los Estados Unidos: peregrinos ingleses que habían cruzado el Océano Atlántico en el siglo XVII para escapar de la persecución religiosa. Oliver y Rosetta pasaron los primeros años de su vida de casados en el estado de Massachusetts, en donde sus hijas Leonora Abigail y Eliza Roxcy nacieron. Luego se mudaron a Mantua, Ohio, que en ese entonces era uno de los asentamientos en el extremo occidental de los Estados Unidos. Ellos fueron la undécima familia en mudarse a la zona. En Mantua nacieron dos hijas más: Amanda Percy y Melissa. Lorenzo, el quinto hijo y el primer varón de Oliver y Rosetta, nació en Mantua el 3 de abril de 1814. A él se unieron más tarde dos hermanos menores: Lucius Augustus y Samuel Pearce5.

Valiéndose de las tradiciones de sus familias, Oliver y Rosetta enseñaron a sus hijos la importancia de la fe, el trabajo arduo y la instrucción académica. Conforme compartieron relatos de las dificultades que habían tenido que soportar para establecer su hogar, sus hijos aprendieron a vencer el desánimo y a apreciar las bendiciones de Dios en su vida. Eliza escribió: “En verdad podemos decir de nuestros padres que su integridad era intachable y que eran dignos de confianza en todas las relaciones sociales y transacciones comerciales de la vida, y que educaron con esmero a sus hijos en los hábitos de la industria, la economía y la moral estricta”6. Lorenzo expresó su gratitud porque siempre lo habían tratado con “cuidado y ternura”7.

A medida que Lorenzo crecía, trabajó diligentemente en actividades temporales e intelectuales. Con frecuencia su padre estaba fuera de casa, sirviendo a la comunidad “en asuntos públicos”. En ausencia de Oliver, Lorenzo, siendo el hijo mayor, se quedaba a cargo de la granja, una responsabilidad que él tomaba en serio y que llevó a cabo con éxito. Cuando Lorenzo no estaba trabajando, por lo general estaba leyendo. “Su libro”, Eliza dijo, “era su compañero constante”8.

Al recordar el desarrollo de la personalidad de Lorenzo, Eliza observó: “Desde la infancia [él] exhibió la energía y la capacidad de tomar buenas decisiones que han marcado su progreso durante su vida posterior”9.

Supera la tendencia hacia las ambiciones juveniles

Oliver y Rosetta Snow fomentaron una investigación sincera en cuanto a la religión. Permitieron que sus hijos aprendieran acerca de las diferentes iglesias y abrieron las puertas de su casa a las personas “buenas e inteligentes de todas las denominaciones”. Incluso con este estímulo, Lorenzo “dedicó poca o ninguna atención al tema de la religión, al menos no la suficiente como para decidirse a favor de una religión en particular”10. Su sueño era ser comandante militar, y este sueño dominó otras influencias en su vida, “no porque le gustaba la guerra”, escribió el historiador Orson F. Whitney, sino porque le “encantaba la idea de los honores de una carrera militar”11. Pero pronto reemplazó esa ambición con otra. Partió de casa y se inscribió en el cercano Colegio Universitario Oberlin con el fin de obtener “instrucción académica universitaria”12.

Conforme Lorenzo estudiaba en Oberlin, surgió en él un nuevo interés en la religión. Sintiendo todavía la influencia de su conversación con el élder Patten, no sólo reflexionó sobre las doctrinas del Evangelio restaurado sino que las compartió con otras personas en Oberlin, incluso con aquellos que estaban estudiando para convertirse en ministros. En una carta a su hermana Eliza, que se había congregado con los santos en Kirtland, escribió: “Entre los ministros y los que estudian para ser ministros he tenido un éxito bastante bueno, te lo aseguro, en abogar por el mormonismo. Es cierto que no he logrado muchos conversos, ya que ni yo mismo lo soy; sin embargo, he hecho que algunos de ellos casi confiesen que han percibido algo [de sabiduría] en sus doctrinas. Eliminar el fuerte prejuicio en contra del mormonismo de la mente de un alumno de Oberlin no es algo fácil de realizar”.

En esa misma carta, Lorenzo respondió a una invitación que había recibido de Eliza. Ella había hecho arreglos para que él se quedara con ella en Kirtland y estudiara hebreo en una clase de la que el profeta José Smith y algunos miembros del Quórum de los Doce Apóstoles formaban parte. Él dijo: “Estoy muy contento de saber que disfrutas de tanta felicidad en Kirtland, aunque al momento no estoy dispuesto a mudarme a donde tú estás; sin embargo, si las ventajas de aprender allí fueran las mismas, creo que estaría casi inclinado a intentar un cambio. Ya que por lo menos sería muy interesante para mí, y tal vez productivo, escuchar esas doctrinas que se predican, las que por tanto tiempo he defendido y apoyado aquí en Oberlin”.

Aunque Lorenzo quedó impresionado con las doctrinas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dudó en unirse a ella; pero estaba interesado. En su carta a Eliza, hizo varias preguntas acerca de la Iglesia. Dijo que los alumnos de Oberlin que se preparaban para ser ministros estaban obligados a “dedicar siete años o más de arduo estudio antes de poder decir a los paganos que hay un Dios en el cielo, como un abogado que debe reunir ciertos requisitos antes de que pueda obtener permiso para hablar”. Por el contrario, le dijo a su hermana: “Supongo que, para predicar sus doctrinas, tu gente dependerá más de la ayuda divina que de lo que se puede aprender en la universidad”. Le expresó el deseo de comprender cómo funciona el Espíritu, y le preguntó si el Espíritu Santo puede conferirse a las personas “en esta época del mundo”. Si la gente pudiera recibir el Espíritu Santo, le preguntó, “¿siempre lo otorga Dios a través de otra persona?”13. En otras palabras, él deseaba saber si la autoridad del sacerdocio era necesaria a fin de recibir el Espíritu Santo.

Lorenzo apreciaba las amistades y la instrucción académica que había adquirido en el Colegio Universitario Oberlin, pero adquirió una insatisfacción cada vez mayor con las enseñanzas religiosas que allí se impartían. Con el tiempo dejó el colegio universitario y aceptó la invitación de su hermana de estudiar hebreo en Kirtland. Dijo que asistió a la clase de hebreo sólo con el fin de prepararse para asistir a una universidad en el este de Estados Unidos14. Sin embargo, Eliza observó que, además de aprender hebreo, “aprendió mucho de la fe viva del Evangelio sempiterno, y su corazón se llenó de ella”15. Pronto encontró las respuestas a las preguntas que había hecho en el Colegio Universitario Oberlin, y en junio de 1836 fue bautizado por el élder John Boynton, uno de los miembros originales del Quórum de los Doce Apóstoles de esta dispensación. También fue confirmado miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Unas dos semanas después un amigo le preguntó: “Hermano Snow, ¿ha recibido el Espíritu Santo desde que fue bautizado?”. Él recordó: “Esa pregunta casi me llenó de consternación. El hecho era que mientras que yo había recibido todo lo que necesitaba, tal vez no había recibido lo que esperaba recibir”, queriendo decir que a pesar de haber sido confirmado, no había recibido una manifestación especial del Espíritu Santo. “Me sentí insatisfecho”, dijo él, “no con lo que había hecho, sino conmigo mismo. Con ese sentimiento me retiré en la noche a un lugar donde acostumbraba ofrecer mis oraciones al Señor”. Se arrodilló a orar y de inmediato recibió una respuesta a sus oraciones. “Eso nunca se borrará de mi memoria, en tanto mi memoria perdure”, declaró más adelante “… Recibí el conocimiento perfecto de que había un Dios, que Jesús, que murió en el Calvario, era Su Hijo, y que José, el Profeta, había recibido la autoridad que él profesaba tener. ¡No hay lenguaje que pueda expresar la satisfacción y la gloria de esa manifestación! Volví a mi casa. Ahora podía dar testimonio a todo el mundo de que sabía mediante un conocimiento certero que el evangelio del Hijo de Dios había sido restaurado, y que José era un profeta de Dios, autorizado para hablar en Su nombre”16.

Con la fortaleza de esta experiencia, Lorenzo se preparó para ser misionero. Como su hermana Eliza dijo, su conversión lo llevó a un cambio en sus ambiciones y “se abrió un mundo nuevo ante él”. Ella observó: “En lugar del renombre militar terrenal, ahora él entr[aba] en el campo de batalla para ser campeón con los ejércitos del cielo”17.

Hace frente a los desafíos como misionero de tiempo completo

Lorenzo Snow comenzó su servicio misional en el estado de Ohio en la primavera de 1837. Al igual que su decisión de unirse a la Iglesia, su decisión de servir como misionero de tiempo completo le obligó a cambiar sus puntos de vista y sus planes. Escribió en su diario: “En el año 1837 renuncié completamente a todas mis ideas favoritas”18. Renunció a su plan de recibir una “formación académica sobre cultura clásica” en una universidad del este de Estados Unidos19. También accedió a no llevar ni bolsa ni alforja; en otras palabras, ir sin dinero, confiando en la bondad de los demás para proporcionarle alimento y refugio. Esto fue especialmente difícil para él porque en su juventud había creído siempre que era importante pagarse sus propios gastos, utilizando el dinero que él había ayudado a su padre a ganar en la granja familiar. Él dijo: “No había estado acostumbrado a depender de nadie para tener techo y comida. Si iba a viajar cualquier distancia, mi padre se aseguraba de que partiera con bastante dinero para mis gastos. Y ahora, ir y pedir algo de comer y un lugar para recostar la cabeza era muy difícil para mí, ya que era tan diferente de lo que se me había enseñado”20. Él “decidió hacerlo”, pero sólo porque recibió “un conocimiento certero de que Dios así lo requería”21.

Algunos de los tíos, tías, primos y amigos del élder Snow asistieron a las primeras reuniones que llevó a cabo como misionero. Haciendo memoria de la primera vez que predicó, dijo: “Yo era muy tímido entonces, y… me resultaba muy difícil pararme al frente y predicar a mis parientes y a los vecinos a quienes se había invitado. Recuerdo que oré durante casi todo el día anterior a la noche en la que iba a hablar. Salí solo y le pedí al Señor que me diera algo que decir. Mi tía me dijo después que ella casi temblaba cuando me vio levantarme para hablar, pero abrí la boca; no supe lo que dije, pero mi tía me dijo que hablé bien durante unos tres cuartos de hora”22. Con gratitud, él recordó: “Creía y tenía la seguridad de que un Espíritu de inspiración me impulsaría y daría el poder para expresarme. Había procurado mediante la oración y el ayuno, me había humillado ante el Señor, pidiéndole en ferviente oración que impartiera el poder y la inspiración del santo sacerdocio; y cuando me puse delante de la congregación, aunque no sabía ni una palabra de lo que iba a decir, tan pronto como abrí la boca para hablar, el Espíritu Santo descendió con poder sobre mí, llenando mi mente de luz y comunicándome las ideas y el lenguaje adecuado que pudiera usar para expresarlos”23. Para cuando dejó la región, había bautizado y confirmado a un tío, una tía, varios primos y a algunos amigos24.

Después de haber compartido el Evangelio con su familia y amigos, el élder Snow continuó sus labores misionales en otras ciudades y pueblos, prestando servicio alrededor de un año. Él informó: “Mientras estuve en esta misión, viajé por varias partes del estado de Ohio, y durante ese tiempo bauticé a muchas personas que han permanecido fieles a la verdad”25.

Lorenzo Snow no había estado en casa por mucho tiempo desde su primera misión cuando sintió el deseo de predicar el Evangelio otra vez. “El espíritu de mi vocación misional fue tan fuerte en mi mente”, dijo él, “que anhelaba participar en su obra”26. Esta vez predicó el Evangelio restaurado en los estados de Misuri, Kentucky e Illinois, y de nuevo en Ohio.

Algunas personas se mostraron hostiles hacia el élder Snow y el mensaje que compartió. Por ejemplo, él contó de una experiencia que tuvo en Kentucky cuando un grupo de personas se reunieron en la casa de alguien para oírlo predicar. Después de que predicó, se enteró de que algunas de las personas tenían previsto atacarlo tan pronto como saliera. Recordó que “en medio de los empujones de la multitud” en la casa, uno de los hombres “accidentalmente hizo contacto con la mano con uno de los bolsillos a la altura de la cintura de mi abrigo, lo que súbitamente lo preocupó”. Después de haber sentido algo duro en el bolsillo del élder Snow, de inmediato advirtió a sus amigos que el misionero estaba armado con una pistola. El élder Snow escribió más adelante: “Eso fue suficiente; los que podrían haberse convertido en delincuentes abandonaron sus malos designios”. Con un poco de diversión, el élder Snow agregó: “La supuesta pistola que provocó la alarma y mi protección, era mi Biblia de bolsillo, un preciado regalo del muy querido patriarca, Joseph Smith, padre”27.

Otras personas recibieron muy bien al élder Snow y aceptaron el mensaje que él compartió. En un asentamiento de Misuri enseñó a cinco personas que fueron bautizadas en pleno invierno. El élder Snow y otros tuvieron que cortar el hielo de un río para que él pudiera efectuar la ordenanza. A pesar del frío, algunos de los conversos “salieron del agua aplaudiendo y exclamando alabanzas a Dios”28.

Las dos primeras misiones del élder Snow abarcaron un período de la primavera de 1837 a mayo de 1840. Los extractos de sus cartas caracterizan ese tiempo al servicio del Señor: “Me pasé el resto del invierno [de 1838–1839] viajando y predicando… con un éxito y trato variados: a veces se me recibía de la manera más cortés y se me escuchaba con gran interés, y, en otras ocasiones, se me insultaba y se me maltrataba; pero en ningún caso fui tratado peor que Jesús, a quien profeso seguir”29. “Ahora cuando recuerdo las escenas por las que pasé… me sorprende y maravilla”30. “El Señor estaba conmigo y me bendijo en gran medida en el desempeño de mis arduas labores”31.

La misión en Inglaterra

A principios de mayo de 1840, Lorenzo Snow se unió a los santos de Nauvoo, Illinois, pero no se quedó allí mucho tiempo. Fue llamado a cruzar el Océano Atlántico y a prestar servicio en una misión en Inglaterra, y partió de Nauvoo ese mismo mes. Antes de irse, se tomó el tiempo para visitar a las familias de algunos de los nueve apóstoles que ya estaban sirviendo en Inglaterra.

Cuando visitó a la familia de Brigham Young, vio que su cabaña de madera no tenía relleno en las aberturas de los troncos, dejándolos “expuestos al viento y las tormentas”. La hermana Young estaba cansada porque acababa de regresar de una infructuosa búsqueda de la vaca lechera de la familia. A pesar de sus difíciles circunstancias, le dijo al élder Snow: “Ya ve mi situación, pero dígale [a mi esposo] que no se preocupe ni se inquiete en lo más mínimo por mí; me gustaría que se quedara en su campo de trabajo hasta que sea relevado en forma honorable”. Conmovido por “la condición de extrema pobreza y de indigencia de la hermana Young”, el élder Snow deseaba ayudar: “Tenía poco dinero; no era suficiente ni para cubrir la décima parte de la distancia a mi campo de trabajo, sin la posibilidad de obtener el resto del dinero necesario, y estaba entonces en vísperas de mi partida. Saqué de mi bolsillo una parte del poco dinero… pero ella se negó a aceptarlo; mientras que yo insistía vigorosamente en que ella lo aceptara, ella persistía en rechazarlo. En parte a propósito, y en parte por accidente, el dinero se cayó al piso e hizo ruido al pasar por las aberturas de las tablas sueltas, lo cual resolvió el desacuerdo y, despidiéndome de ella, la dejé para que lo recogiera cuando le fuera conveniente”32.

Desde Illinois, el élder Snow viajó a Nueva York, donde abordó un barco para cruzar el Océano Atlántico. En el viaje por mar de 42 días, tres fuertes tormentas batieron la nave. Rodeado de pasajeros temerosos que lloraban, el élder Snow se mantuvo en calma, confiando en que Dios lo protegería. Cuando el barco atracó en Liverpool, Inglaterra, el corazón del élder Snow se “llenó del mayor grado de gratitud hacia Aquel que preserva y sostiene a aquellos a quienes Él llama y envía como ministros de salvación a las naciones de la tierra”33.

Después de servir como misionero en Inglaterra durante unos cuatro meses, el élder Snow recibió una responsabilidad adicional. Fue nombrado para servir como presidente de la Conferencia de Londres, un llamamiento parecido al de presidente de distrito en la actualidad. Continuó predicando el Evangelio y también supervisó la labor de los líderes del sacerdocio, tales como presidentes de rama, en la zona. Al servir en esta posición de liderazgo, a menudo presentaba sus informes al élder Parley P. Pratt, miembro del Quórum de los Doce y presidente de la misión. Escribió sobre muchas personas que “preguntaban cómo obtener la salvación”, sobre una sala “llena hasta rebosar” para una reunión dominical, y del “placer de bautizar [conversos] en el redil de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. Con entusiasmo y optimismo acerca de la obra, dijo: “Aunque rodeado de prepotente iniquidad de todo tipo, Sión comienza a manifestarse, y espero que dentro de poco se convierta en una lámpara que brille en esta ciudad”34.

La Conferencia de Londres experimentó un crecimiento significativo con el élder Snow como presidente. Mientras el élder Snow se regocijaba en este éxito, también luchaba con las responsabilidades del liderazgo. En una carta dirigida al élder Heber C. Kimball, del Quórum de los Doce, reconoció que estos problemas le habían llevado a “tratar sus responsabilidades como líder de una manera diferente de la que lo había hecho anteriormente”35. Le dijo al élder Kimball: “Usted y el élder [Wilford] Woodruff dijeron que debería ser una experiencia de aprendizaje, que ya ha sido el caso… Desde que llegué aquí no ha dejado de pasar algo nuevo entre los santos. No bien acababa una cosa cuando otra ya aparecía”. Él compartió una verdad que había aprendido con rapidez en sus nuevas responsabilidades: “No podía ocuparme de las dificultades [a menos que] Dios me ayudara en gran medida”36. Expresó un sentimiento parecido en una carta al élder George A. Smith, del Quórum de los Doce: “Lo poco que he hecho no provenía de mí, sino de Dios. Una cosa que he aprendido muy bien en mi experiencia al esforzarme por magnificar mi oficio como maestro en Israel, es que por mí mismo no sé nada ni puedo hacer nada; también veo con claridad que ningún santo puede prosperar a menos que sea obediente a las instrucciones y el consejo de aquellos que se colocan para presidir en la Iglesia. Confío en que mientras guarde Sus mandamientos, el Señor Dios me sustentará y apoyará en mi oficio… Mientras yo camine en humildad delante de Él, me concederá el espíritu de revelación y el poder para dar y recibir consejo en rectitud”37.

Además de predicar el Evangelio y servir como presidente de la Conferencia de Londres, el élder Snow escribió un breve tratado religioso, o folleto, para ayudar a los misioneros a explicar el Evangelio restaurado. Este folleto, que se tituló The Only Way to Be Saved [La única manera de ser salvos], se tradujo más tarde a varios idiomas y se utilizó durante la segunda mitad del siglo XIX.

El élder Snow sirvió en Inglaterra hasta enero de 1843. Antes de irse, cumplió una asignación que había recibido del presidente Brigham Young. En el margen de una página de su diario, escribió su única mención acerca de esta asignación: “Entregué dos Libros de Mormón a la reina Victoria y al príncipe Alberto a petición del Pdte. B. Young”38.

Cuando el élder Snow partió de Inglaterra, dirigió a un grupo de Santos de los Últimos Días británicos que emigraban a Nauvoo. Él escribió en su diario: “Estaba a cargo de una compañía de doscientos cincuenta, muchos de los cuales fueron mis amigos queridos que habían entrado en el convenio como resultado de mi enseñanza. La situación en la que ahora me encontraba de volver a cruzar el océano rodeado de amigos era una muy envidiable en comparación con el viaje solitario que hice dos años y medio antes”39. Las experiencias del élder Snow en el barco Swanton mostraron sus habilidades de liderazgo y su fe en Dios. Se ha tomado el siguiente relato de su diario:

“Reuní a [los santos] y de común acuerdo los constituí en divisiones y subdivisiones, nombrando líderes para cada una y estableciendo reglamentos en cuanto a cómo se debía dirigir la compañía. Descubrí que había varios sumos sacerdotes y unos treinta élderes entre nosotros, y conociendo el deseo natural que muchos élderes tienen de hacer algo, así sea algo pequeño por lo que podrían distinguirse un poco, y si no podía hacerse de una manera, se haría de otra, por lo tanto, concluí que sería mejor si yo establecía el modo en que ellos actuaran; en consecuencia, designé a tantos como me fue posible a algún asunto u otro y a todos los hice responsables de ello. Toda la compañía se reunía todas las noches de la semana [para] orar. Se predicaba dos veces por semana, y teníamos reuniones los domingos y participábamos de la Santa Cena.

“Nuestro capitán, con quien yo deseaba cultivar una buena amistad, parecía muy distante y reservado… Podía percibir con facilidad que tenía prejuicios en contra de nosotros. Habíamos estado navegando cerca de dos semanas, durante las cuales nada muy serio sucedió aparte de lo que suele ocurrir en el mar, cuando ocurrió el siguiente acontecimiento.

“El mayordomo del capitán, un joven alemán, sufrió un accidente que puso en peligro su vida. Por ser un joven de principios, serio y confiable, que había trabajado con el capitán [durante] varios viajes, había logrado ganarse en gran medida el afecto del capitán, los oficiales y la tripulación; los santos también se habían encariñado mucho con él. Por lo tanto la perspectiva de su muerte… creó un gran sentimiento de tristeza y de dolor en toda la embarcación.

“Sangraba por la boca, además de tener graves calambres y ataques. Por fin, después de haber probado varios remedios sin ningún resultado, se perdieron todas las esperanzas de que siguiera con vida. El capitán solicitó a los marineros que antes de retirarse a la cama fueran al camarote uno por uno a despedirse de él, lo que se hizo en consecuencia sin la menor esperanza de verlo con vida a la mañana siguiente. Muchos ojos estaban húmedos al volver del camarote.

“La hermana Martin [una de los Santos de los Últimos Días en el barco], al estar sentada sola junto a su cama le expresó su deseo de que yo fuera llamado para darle una bendición del sacerdocio y que quizás él aún se podría recuperar, a lo que él accedió gustosamente. Estaba durmiendo en mi litera cuando el mensaje llegó; eran casi las doce de la noche. Me levanté de inmediato y me dirigí al camarote, [y] en el camino me encontré con el primer oficial, que justo había ido a verlo. Tan pronto pasó a mi lado, se encontró con el hermano Staines, al que le comentó que el señor Snow iba a imponer las manos sobre el mayordomo. ‘Pero’, dijo él (con voz muy triste), ‘todo es en vano; ya todo acabó para el pobre hombre’. ‘¡Ah!’, dijo el élder Staines, ‘el Señor le puede devolver la salud a través de la imposición de manos’. ‘…¿Así lo cree?’, le contestó el marinero con la ingenuidad de su corazón.

“Mientras caminaba me encontré con el capitán en la puerta del camarote, que parecía haber estado llorando. ‘Me alegro que haya venido, señor Snow’, dijo, ‘a pesar de que es en vano, ya que pronto todo acabará para el mayordomo’. Entré a la habitación y me senté junto a su cama. Su respiración era muy débil y parecía estar moribundo. No podía hablar en voz alta, pero manifestó su deseo de [que] le diera la bendición. Al parecer, él tenía esposa y dos hijos en Hamburgo, Alemania, que dependían de él para su sostén, y parecía muy preocupado por ellos.

“Puse las manos sobre su cabeza, y no bien concluí la bendición se incorporó y se sentó, batió [golpeó] las manos, exclamando alabanzas al Señor por haberse curado; poco después, se levantó de la cama [y] salió del camarote y caminó por la cubierta.

“A la mañana siguiente todos se sorprendieron de ver al mayordomo con vida y se maravillaron de verlo capaz de cumplir con su oficio como de costumbre. Cada uno de los marineros afirmó que era un milagro; los santos sabían que así era, se regocijaron y alabaron al Señor; el capitán creyó firmemente y se sintió profundamente agradecido, y su corazón quedó ligado con el nuestro a partir de ese momento. Él nos concedió todos los favores y privilegios que estaban en su poder conceder, y constantemente se preocupó por nuestras necesidades y deseos; asistió a todas nuestras reuniones, compró y leyó nuestros libros. Los marineros también hicieron lo mismo, y cuando los dejé en Nueva Orleans [Luisiana], me hicieron la promesa de que iban a ser bautizados. Como un año después recibí una carta del primer oficial, que me informaba que habían… cumplido su promesa. El capitán también declaró su intención de recibir el Evangelio en un tiempo futuro y de viv[ir] con los santos. El mayordomo fue bautizado cuando llegó a Nueva Orleans, y al despedirme me dio de regalo una Biblia, que ahora conservo”40.

El élder Snow escribió: “Varios de los marineros lloraron cuando nos despedimos definitivamente del Swanton. De hecho, todos nosotros teníamos sentimientos muy tristes”41. De Nueva Orleans, el élder Snow y los santos que lo acompañaban abordaron un ferry y viajaron por el río Misisipí. Llegaron a Nauvoo el 12 de abril de 1843.

Devoción continua en la obra del Señor

Después de servir como misionero de tiempo completo durante prácticamente siete años, Lorenzo Snow vio un cambio en sus oportunidades de servicio por un tiempo. En el invierno de 1843–1844, los administradores de una escuela local le ofrecieron un trabajo como maestro. Él aceptó la oferta, a pesar de que sabía que muchos de los alumnos “se enorgullecían de su habilidad de abusar de los maestros y de arruinar las escuelas”. Él decidió que la manera de ganarse el respeto de los alumnos era mostrar respeto por ellos. Su hermana Eliza escribió: “Él se dirigió a los niños como si fueran los caballeros más respetables … Se esmeró de manera particular en impresionarlos con el sentimiento de que estaba interesado en su beneficio” y con su deseo de “ayudarles a que continuaran sus estudios… De esta manera, mediante la amabilidad y la persuasión, sus sentimientos se relajaron; se ganó su confianza, y con paciencia y esfuerzo continuos, los jóvenes inescrupulosos y ruidosos se transformaron en alumnos respetables; y, mucho antes del fin del trimestre, con un progreso sorprendente habían aprendido a dedicarse a sus estudios”42.

En 1844 recibió una nueva asignación de la Iglesia. Fue asignado para viajar a Ohio y supervisar una campaña para elegir a José Smith como Presidente de los Estados Unidos. El Profeta se había decepcionado con la forma en que el gobierno de Estados Unidos había tratado a los Santos de los Últimos Días, y había escrito a los candidatos a la presidencia de esa época para determinar su actitud hacia la Iglesia. Insatisfecho con las respuestas, había decidido postularse para la presidencia él mismo.

El Quórum de los Doce nombró a Lorenzo Snow y a otras personas a “formar una organización política en todo el estado de Ohio a fin de promover a José para la presidencia”43. De este modo, se creó conciencia sobre las formas en que los derechos constitucionales de los santos se habían violado. Lorenzo dijo que él había pasado “una época muy interesante”44. Algunas personas se opusieron con vehemencia a la candidatura del Profeta, mientras que otros pensaban que José Smith podría conducir a la nación hacia el éxito y la prosperidad.

“En medio de estos puntos de vista extremos”, recuerda Lorenzo Snow, “mi progreso llegó repentinamente a su fin con el bien confirmado informe de la masacre del Profeta y de su hermano Hyrum”45. Regresó a Nauvoo “con el corazón entristecido”46.

Incluso durante este tiempo de tragedia, los santos trabajaron diligentemente para edificar el reino de Dios. Como Lorenzo observó más tarde: “Bajo la guía del Todopoderoso, el reino siguió adelante”47. Ellos continuaron predicando el Evangelio, se fortalecieron mutuamente y trabajaron juntos para terminar de construir un templo en su ciudad.

Cuando Lorenzo Snow se reunió con los santos de Nauvoo, había decidido que nunca se casaría, eligiendo más bien dedicar su vida a predicar el Evangelio. Su hermana Eliza observó más tarde: “Dedicar su tiempo, sus talentos, su todo al ministerio era todo lo que él deseaba”. Él sentía que la vida familiar de alguna manera “disminuiría su utilidad” en la obra del Señor48.

Las opiniones de Lorenzo sobre el matrimonio y la familia comenzaron a cambiar en 1843 cuando habló a solas con el profeta José Smith a orillas del río Misisipí. El Profeta testificó de la revelación que había recibido sobre el matrimonio plural. Le dijo a Lorenzo: “El Señor abrirá el camino para que recibas y obedezcas la ley del matrimonio celestial”49. Con este consejo, Lorenzo empezó a comprender que el matrimonio era un mandamiento del Señor y una parte esencial del plan de felicidad del Padre Celestial.

En 1845, Lorenzo Snow contrajo matrimonio plural con Charlotte Squires y Mary Adaline Goddard tal y como se practicaba en ese entonces en la Iglesia. Más adelante se selló a más mujeres. Su devoción a sus esposas e hijos se convirtió en parte de su dedicación a la obra del Señor.

Los santos continuaron edificando el reino de Dios en Nauvoo, pero la persecución también continuó. En febrero de 1846, en el frío del invierno, el populacho los obligó a abandonar su hogar y su templo. Empezaron una larga travesía en dirección al Oeste hacia un nuevo hogar.

Ayuda a los santos a congregarse en el Valle del Lago Salado

Aunque Lorenzo Snow y su familia partieron de Nauvoo con el resto de los santos, no llegaron al Valle del Lago Salado sino hasta más de un año después que la primera compañía de pioneros. Al igual que la mayoría de los pioneros Santos de los Últimos Días, se quedaron en los asentamientos temporales a lo largo del camino. Lorenzo y su familia permanecieron por un corto período en un asentamiento de Iowa llamado Garden Grove, donde construyeron cabañas de troncos para los santos que los seguirían. De allí se mudaron a un asentamiento llamado Mount Pisgah, también en Iowa.

En Mount Pisgah, Lorenzo trabajó con su familia y los demás santos, otra vez cubriendo sus necesidades y las necesidades de aquellos que les seguirían camino al Valle del Lago Salado. Construyeron casas de troncos e incluso plantaron y cuidaron los cultivos, sabiendo que era probable que otras personas recogerían la cosecha. Durante una porción de su tiempo en Mount Pisgah, Lorenzo fue llamado a presidir el asentamiento. Cuando el dolor, la enfermedad y la muerte afligieron a las personas, incluso a su propia familia, trabajó diligentemente para ayudar a que las personas abrigaran esperanza, se fortalecieran mutuamente y se mantuvieran obedientes a los mandamientos del Señor50.

En la primavera de 1848, el presidente Brigham Young dio instrucciones a Lorenzo Snow de que partiera de Mount Pisgah y viajara al Valle del Lago Salado. A Lorenzo se le dio de nuevo una posición de liderazgo, esta vez como capitán de las compañías pioneras. Las compañías llegaron al Valle del Lago Salado en septiembre de 1848.

Su servicio como miembro del Quórum de los Doce

El 12 de febrero de 1849, Lorenzo Snow recibió un mensaje de que debía asistir a una reunión del Quórum de los Doce Apóstoles. Él de inmediato dejó lo que estaba haciendo y fue a la reunión, que ya estaba en sesión. En el camino se preguntó por qué había sido llamado ante el Quórum de los Doce. Estaba desconcertado; ¿habría sido acusado de haber hecho algo malo? Sabiendo que había sido fiel en el cumplimiento de su deber, hizo de lado esa preocupación; pero no podía imaginar lo que le esperaba. Cuando llegó, se sorprendió al enterarse de que había sido llamado para prestar servicio como miembro del quórum. En esa misma reunión, él y otras tres personas —el élder Charles C. Rich, el élder Franklin D. Richards y el élder Erastus Snow, un primo lejano— fueron ordenados apóstoles51.

La ordenación de Lorenzo Snow al apostolado moldeó el resto de su vida. Su llamamiento como uno de los “testigos especiales del nombre de Cristo” (D. y C. 107:23) influyó en todo lo que hacía. Más tarde expresó sus sentimientos acerca de las responsabilidades individuales de un apóstol:

“En primer lugar, un apóstol debe poseer el conocimiento divino, por revelación de Dios, de que Jesús vive, de que es el Hijo del Dios viviente.

“En segundo lugar, debe ser autorizado por Dios para prometer el Espíritu Santo, un principio divino que revela las cosas de Dios, dando a conocer Su voluntad y propósitos, lo que lleva a toda la verdad, y mostrando las cosas por venir, según lo declaró el Salvador.

“En tercer lugar, ha sido comisionado por el poder de Dios para administrar las sagradas ordenanzas del Evangelio, que se confirman a cada persona mediante un testimonio divino. Miles de personas que viven ahora en estos valles rodeados de montañas, que recibieron estas ordenanzas como resultado de mi predicación, son testigos vivientes de la veracidad de esta declaración”52.

Además de la responsabilidad individual de su llamamiento, el élder Snow tenía la convicción de lo que significaba ser miembro del Quórum de los Doce: “Nosotros, los Doce, estamos decididos a dejar todas las cosas que nos distraigan del sendero del deber, a fin de que seamos uno, como la [Primera] Presidencia son uno, y de que estemos unidos por el principio del amor que une al Hijo de Dios con el Padre”53.

Con esta comprensión de su llamamiento personal y de la misión del Quórum de los Doce, el élder Lorenzo Snow dedicó su vida a ayudar a edificar el reino de Dios en la tierra. Él respondió al llamado de servir de muchas maneras diferentes y en diversos lugares.

La misión italiana

Durante la conferencia general de octubre de 1849, el élder Snow fue llamado a establecer una misión en Italia. A pesar de que no estaba familiarizado con la nación y sus culturas e idiomas, no dudó en aceptar el llamamiento. En menos de dos semanas después de la conferencia, estaba listo para salir, después de haber hecho todo lo posible para organizar ayuda para sus esposas e hijos durante su ausencia.

Mientras él y otros misioneros viajaron al este de Estados Unidos, donde abordarían un barco para cruzar el Océano Atlántico, sus pensamientos se dirigieron tanto a su familia como a las personas a las que pronto prestaría servicio. En una carta a su hermana Eliza, escribió: “Muchos sentimientos encontrados ocupaban mi mente… Nos alejábamos más y más del potente imán: ¡DE CASA!, pero sabíamos que la obra que estábamos realizando era llevar la luz a los que estaban en oscuridad y en el valle de sombra de muerte, y nuestro pecho se llenó de amor y nuestras lágrimas se secaron”54.

El élder Snow y sus acompañantes llegaron a Génova, Italia, en julio de 1850. Se podía ver que la obra del Señor progresaría lentamente. El élder Snow escribió: “Soy un forastero y estoy solo en esta gran ciudad, a unos 13.000 km de mi querida familia, rodeado de personas [con] cuyas costumbres y rasgos singulares no estoy familiarizado. He venido a iluminar su mente y a instruirlos en los principios de rectitud, pero no veo los medios posibles para lograr este objetivo. Todas las perspectivas parecen estar rodeadas de oscuridad”. Preocupado por “las acciones insensatas… la maldad, la densa oscuridad y la superstición” de la gente a la que lo habían llamado a servir, escribió: “Le pido a mi Padre Celestial que tenga misericordia de este pueblo. ¡Oh Señor!, que se conviertan en objeto de Tu compasión, que quizás no perezcan todos. Perdona sus pecados y permite que me conozcan para que te conozcan a Ti, y que sepan que Tú me has enviado a establecer Tu reino… ¿Tienes a algunos elegidos entre este pueblo al que he sido enviado? Guíame a ellos, y que Tu nombre reciba la gloria por medio de Jesús Tu Hijo”55.

El élder Snow encontró a esos “elegidos” entre un grupo de personas llamados los valdenses. Los valdenses vivían en un valle rodeado de montañas de la región del Piamonte, al sur de la frontera entre Italia y Suiza y al este de la frontera entre Italia y Francia. Sus antepasados habían sido perseguidos y expulsados de un lugar a otro por creer en la autoridad de los apóstoles de la antigüedad y por desear seguir las enseñanzas de los apóstoles en lugar de unirse a las religiones de la época.

En una carta dirigida al presidente Brigham Young, el élder Snow escribió que los valdenses habían sufrido durante las épocas de “ignorancia y crueldad” y “habían permanecido inamovibles, casi como la roca a la que golpean las olas en el océano tempestuoso”.Pero justo antes de que llegaran los misioneros Santos de los Últimos Días a Italia, los valdenses comenzaron a disfrutar de “un período de profunda calma”, y parecía que tenían más libertad religiosa que otras personas en Italia. “Por lo tanto”, observó, “se abrió el camino sólo poco antes de empezar la misión, y ninguna otra parte de Italia se rige por leyes tan favorables”.

Deseoso de aprender más acerca de este pueblo, el élder Snow fue a una biblioteca para buscar un libro sobre ellos. Él contó: “El bibliotecario a quien le pregunté me informó que tenía una obra con la descripción que yo necesitaba, pero que alguien ya se la había llevado. Apenas había acabado la frase cuando una señora entró con el libro. ‘¡Oh!’, dijo él, ‘ésta es una circunstancia extraordinaria; este señor acaba de pedir ese libro’. Pronto me convencí de que este pueblo era digno de ser el primero en recibir la primera proclamación del Evangelio en Italia”56.

El élder Snow y sus compañeros estaban deseosos de predicar el Evangelio en la región del Piamonte, pero sintieron que debían proceder con cautela, cultivando amistades y mostrando a la gente que podían confiar en ellos. Cuando sintieron que habían establecido buenas relaciones con la gente, subieron a una montaña cercana, cantaron “alabanzas al Dios de los cielos” y ofrecieron una oración, dedicando la nación de Italia para la obra misional. También expresaron su devoción personal a la obra, y el élder Snow dio bendiciones del sacerdocio a sus compañeros para ayudarlos en sus responsabilidades. Inspirado por su experiencia en la montaña, el élder Snow llamó al lugar Mount Brigham57.

Incluso después de esta experiencia, casi dos meses pasaron antes de que alguien expresara el deseo de unirse a la Iglesia. El 27 de octubre de 1850, los misioneros finalmente se regocijaron al ver el primer bautismo y la primera confirmación en Italia58. El élder Snow informó más adelante: “La obra aquí es lenta y tediosa… sin embargo, la Iglesia ha sido establecida; el árbol ha sido plantado y está echando raíces”59.

Una noche el élder Snow tuvo un sueño que le ayudó a comprender la naturaleza de su misión en Italia. En el sueño, él estaba pescando con sus amigos. “Estábamos encantados de contemplar los peces grandes y hermosos en la superficie del agua, por todas partes, hasta una gran distancia”, él dijo. “Vimos que muchas personas extendieron sus redes y líneas, pero parecía que no se movían, mientras que nosotros estábamos en continuo movimiento. Al pasar junto a una de ellas, descubrí que un pez estaba atrapado en mi anzuelo, y pensé que tal vez podría inquietar los sentimientos de este hombre por haberlo atrapado, por así decirlo, de sus manos; sin embargo, avanzamos y llegamos a la orilla. Entonces tiré de mi línea, y estaba muy sorprendido y avergonzado por la pequeñez de mi premio. Me pareció muy extraño que, entre una gran multitud de peces majestuosos y de aspecto superior, hubiera logrado una redada tan pequeña. Pero todas mis decepciones desaparecieron cuando llegué a descubrir que sus cualidades eran de naturaleza muy extraordinaria”60.

El sueño del élder Snow fue profético. No vio a un gran número de conversos en Italia y, como observó más tarde otro misionero, aquellos que aceptaron el Evangelio “no eran los ricos ni los nobles”61. Sin embargo, el élder Snow y sus compañeros fueron instrumentos en las manos del Señor para traer personas buenas y fieles al reino de Dios: gente que expresó gratitud por haber “comenzado a caminar en el sendero de una vida nueva y sin fin”62. Y como resultado del liderazgo del élder Snow, se tradujo el Libro de Mormón al italiano.

Casi un siglo y medio más tarde, otro apóstol, el élder James E. Faust, habló acerca de los hombres y mujeres que se unieron a la Iglesia gracias a la obra del élder Snow y sus compañeros: “Algunos formaron parte de las primeras compañías de carros de mano que llegaron al Valle del Gran Lago Salado… muchos de sus descendientes cuidaron las viñas de la recién restaurada Iglesia, y hoy en día colaboran de forma extraordinaria en la Iglesia mundial, porque creen, al igual que sus antepasados, que los apóstoles poseen las llaves que nunca se enmohecen”63.

Edifica la Iglesia

El élder Snow prestó servicio más adelante en otras misiones, magnificando su llamamiento como miembro del Quórum de los Doce de trabajar “bajo la dirección de la [Primera] Presidencia de la iglesia… para edificar la iglesia y regular todos los asuntos de ella en todas las naciones” (D. y C. 107:33).

En 1853, el presidente Brigham Young llamó a Lorenzo Snow para guiar a un grupo de familias a un asentamiento en el condado de Box Elder ubicado en la parte norte de Utah. El asentamiento existente era pequeño, estaba desorganizado, y empezaba a debilitarse. El élder Snow rápidamente se puso a trabajar y organizó a la gente de acuerdo con los principios de la ley de consagración tal como los había enseñado el profeta José Smith. La gente estableció una ciudad próspera, a la que el élder Snow dio el nombre de Brigham City en honor al presidente Young. Trabajando juntos y apoyándose mutuamente, los ciudadanos construyeron un sistema de escuelas, fábricas, un sistema de riego, una organización mercantil e incluso una sociedad teatral. A pesar de que no vivieron la ley de consagración en su plenitud, fueron guiados por los principios de la misma y demostraron lo que una comunidad puede lograr con la cooperación y el trabajo arduo. “No había haraganes en Brigham City”, escribió Leslie, la hija del presidente Snow. “Fue un período de actividad y prosperidad que probablemente no se igualó en la historia de ningún otro asentamiento del estado”64.

El élder Snow y su familia vivieron en Brigham City durante muchos años. Él presidió a los santos allí, saliendo de vez en cuando para prestar servicio en misiones cortas en otros lugares. En 1864, se fue durante unos tres meses para servir en una misión de corta duración a las Islas de Hawái. Fue con el élder Ezra T. Benson, que también era miembro del Quórum de los Doce, y con los élderes Joseph F. Smith, Alma Smith, y William W. Cluff65. Entre 1872 y 1873, el élder Snow y otros acompañaron el presidente George A. Smith, Primer Consejero de la Primera Presidencia, a una gira de nueve meses por algunas partes de Europa y el Medio Oriente, incluso una visita a la Tierra Santa. Fueron a petición del presidente Brigham Young, quien esperaba que su influencia de rectitud ayudaría a preparar a otros países para recibir el Evangelio restaurado66. En 1885, el élder Snow fue llamado a visitar a varios grupos de indígenas estadounidenses en el noroeste de Estados Unidos y en el estado de Wyoming. Entre los meses de agosto y octubre, estableció misiones allí y organizó a los líderes de la Iglesia para que ayudaran a aquellos que habían sido bautizados y confirmados.

La obra del templo

El presidente Heber J. Grant, séptimo Presidente de la Iglesia, señaló que el presidente Lorenzo Snow “dedic[ó] su vida durante muchos años a trabajar en el templo”67. Este amor por la obra del templo se inició en los primeros días de la conversión del presidente Snow y se profundizó durante su servicio como apóstol. Asistió a reuniones en el Templo de Kirtland poco después de haber sido bautizado y confirmado. Más tarde aceptó con entusiasmo un llamamiento para recolectar donativos para la construcción del Templo de Nauvoo. Una vez que se construyó el Templo de Nauvoo, sirvió como oficiante allí, ayudando a los Santos de los Últimos Días a recibir la investidura y las ordenanzas de sellamiento antes de su éxodo hacia el Oeste. Sus responsabilidades en el templo continuaron y aumentaron cuando fue llamado a servir como apóstol. Habló en los servicios de dedicación del Templo de Logan, Utah. Después de que el presidente Wilford Woodruff dedicó el Templo de Manti, Utah, el presidente Snow leyó la oración dedicatoria en las sesiones de los días siguientes. Cuando se colocó la piedra de coronamiento en la aguja más alta del Templo de Salt Lake, dirigió a la numerosa congregación en la Exclamación de Hosanna. Después de que se dedicó el Templo de Salt Lake, prestó servicio allí como el primer presidente.

Cuando el presidente Snow cumplió 80 años, un periódico local incluyó este homenaje: “En el atardecer de sus días, todavía [sigue] ocupado y firme en la gran causa a la que ha dedicado sus primeros años; continúa realizando, en los recintos sagrados del templo, la gloriosa labor a la que él y sus colegas se han consagrado: obras de tan profunda importancia para este mundo afligido por el pecado y la muerte”68.

Ministra a las personas

A medida que el presidente Snow viajaba de un lugar a otro, enseñando a grupos numerosos de personas, dedicó tiempo a ministrarles individualmente y en familia. Por ejemplo, en marzo de 1891, cuando servía como Presidente del Quórum de los Doce, estaba hablando en una conferencia en Brigham City. A la mitad de su discurso, se colocó una nota en el púlpito. Un testigo dijo que “detuvo su discurso, leyó la nota y luego explicó a los santos que se trataba de una petición de ir a visitar a ciertas personas que pasaban una profunda pena”. Él pidió permiso para retirarse y se apartó del púlpito.

La nota era de Jacob Jensen, un residente de la ciudad de Brigham City. Decía que Ella [pronúnciese “ela”], la hija de Jacob, había fallecido ese día después de una larga lucha durante semanas con escarlatina. El hermano Jensen había escrito la nota simplemente para informar al presidente Snow del fallecimiento y para pedirle que hiciera los arreglos para el funeral. Sin embargo, el presidente Snow deseaba visitar a la familia de inmediato, aunque para ello fuera necesario terminar su discurso antes de tiempo y salir de la reunión en la que él presidía. Antes de que el presidente Snow saliera de la reunión, pidió que Rudger Clawson, que en ese entonces era presidente de la Estaca Box Elder, lo acompañara.

Jacob Jensen relató lo que sucedió cuando el presidente Snow y el presidente Clawson llegaron a su casa:

“Después de permanecer al lado de Ella durante un minuto o dos, el presidente Snow preguntó si teníamos aceite consagrado en casa. Me sorprendí sobremanera, pero le dije que sí y se lo traje. Él le entregó la botella de aceite al hermano Clawson y le pidió que ungiera a Ella. [El presidente Snow] entonces selló la unción y pronunció la bendición.

“Durante la bendición, me sentí particularmente impresionado con algunas de las palabras que utilizó y que bien puedo recordar ahora. Dijo: ‘Querida Ella, te ordeno, en nombre del Señor Jesucristo, que vuelvas a vivir; tu misión no ha terminado. Vivirás aún para llevar a cabo una gran misión’.

“Dijo que la joven aún viviría para criar a una familia numerosa y ser un consuelo para sus padres y amigos. Recuerdo bien estas palabras…

“…Después que el presidente Snow hubo terminado la bendición, se volvió hacia mí y mi esposa y dijo: ‘Ya no lloren ni se lamenten más. Todo estará bien. El hermano Clawson y yo estamos ocupados y debemos irnos, no podemos quedarnos; pero sólo sean pacientes y esperen, y no lloren porque todo va a estar bien’…

“Ella permaneció en esta condición por más de una hora después de que el presidente Snow le dio la bendición, o más de tres horas en total después de su muerte. Estábamos allí sentados junto a la cama, su madre y yo, mirándola, cuando de pronto abrió los ojos. Ella miró por la habitación, nos vio sentados allí, pero siguió buscando a otra persona, y lo primero que dijo fue: ‘¿Dónde está? ¿Dónde está?’. “Le preguntamos: ‘¿Quién? ¿Dónde está quién?’. ‘Pues, el hermano Snow’, respondió la joven. ‘Él me llamó para que regresara’”69.

Cuando Ella había estado en el mundo de los espíritus, había sentido tanta paz y felicidad que no había deseado volver; sin embargo, obedeció la voz del presidente Snow. A partir de ese día, ella consolaba a los familiares y amigos, ayudándoles a comprender que no tenían por qué llorar por sus seres queridos que habían fallecido70. Más adelante se casó, tuvo ocho hijos y sirvió fielmente en sus llamamientos de la Iglesia71.

Dirige la Iglesia como profeta, vidente y revelador del Señor

El 2 de septiembre de 1898, el presidente Wilford Woodruff falleció después de prestar servicio como Presidente de la Iglesia durante más de nueve años. El presidente Lorenzo Snow, quien entonces prestaba servicio como Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, estaba en Brigham City cuando se enteró de la noticia. Tan pronto como pudo se subió en un tren rumbo a Salt Lake City, sabiendo que la responsabilidad del liderazgo de la Iglesia ahora descansaba en el Quórum de los Doce.

Sintiéndose incapaz pero dispuesto a seguir la voluntad del Señor, el presidente Snow fue al Templo de Salt Lake y oró. En respuesta a su oración, el Señor mismo lo visitó. El presidente Snow declaró más tarde que “realmente vio al Salvador… en el templo, y habló con Él cara a cara”. El Señor le dijo que procediera de inmediato con la reorganización de la Primera Presidencia, que no esperara como se había hecho cuando los presidentes de la Iglesia anteriores habían fallecido72. El presidente Snow fue sostenido por el Quórum de los Doce como Presidente de la Iglesia el 13 de septiembre de 1898, tras lo cual comenzó a servir como Presidente. Fue sostenido por los miembros de la Iglesia en general el 9 de octubre y apartado como el quinto Presidente de la Iglesia el 10 de octubre.

Mediante el ejemplo del presidente Snow y las revelaciones que recibió, los Santos de los Últimos Días llegaron a conocerlo como su profeta. Las personas de otras religiones también llegaron a respetarlo como un verdadero hombre de Dios.

Las interacciones con los Santos de los Últimos Días

El presidente Snow a menudo presidía las conferencias de estaca cuando era Presidente de la Iglesia. Cuando se reunía con los santos, expresaba su amor y respeto por ellos. Sus palabras y acciones demostraron que, si bien reconocía el carácter sagrado de su llamamiento, no se consideraba a sí mismo mejor que las personas a las que servía.

En una conferencia de estaca, el presidente Snow asistió a una sesión especial para los niños de la estaca. Se pidió que los niños formaran una fila de manera ordenada para que pudieran acercarse al profeta uno a la vez y estrecharle la mano. Antes de que lo hicieran, se puso de pie y dijo: “Cuando les dé la mano deseo que me miren a la cara, para que puedan recordarme siempre. Ahora bien, no soy mejor que muchos otros hombres, pero el Señor ha puesto grandes responsabilidades sobre mí. Desde que el Señor se dio a conocer a mí, en la manera perfecta en la que lo hizo, me he esforzado por llevar a cabo todos los deberes que descansan sobre mí. Es debido a la elevada posición que ocupo que deseo que me recuerden, que recuerden que ustedes le estrecharon la mano al Presidente de la Iglesia de Jesucristo. Espero que no se olviden de orar por mí y por mis consejeros, el presidente Cannon y el presidente Smith, y por los apóstoles”73.

LeRoi, hijo del presidente Snow, compartió el siguiente relato de una conferencia de estaca en Richfield, Utah: “El presidente Lorenzo Snow y Francis M. Lyman [del Quórum de los Doce] estuvieron presentes en una conferencia de estaca en Richfield. Después del himno de apertura el presidente de estaca le preguntó al hermano Lyman a quién debía llamar para ofrecer la primera oración. El hermano Lyman dijo: ‘Pregúntele al presidente Snow’, para ver quién debía ofrecer la oración. Sin embargo, el presidente de estaca entendió que debía pedirle al presidente Snow que ofreciera la oración. El presidente Snow respondió amablemente y, antes de comenzar la oración, expresó su satisfacción de que se le hubiera pedido hacerlo y dijo que había pasado mucho tiempo desde que se le había dado ese gusto. Se dice que ofreció una hermosa oración”74.

Las interacciones con personas de otras religiones

La influencia del presidente Snow se extendió más allá de los Santos de los Últimos Días. Cuando la gente de otras religiones lo conocían, llegaban a respetarlo y a la Iglesia a la que representaba. El reverendo W. D. Cornell, un ministro de otra iglesia, visitó Salt Lake City y tuvo la oportunidad de pasar tiempo con el presidente Snow. Él escribió:

“Su amable y experimentado secretario me llevó a su augusta presencia, y me encontré estrechando la mano de uno de los hombres más simpáticos y adorables que he conocido —un hombre que tiene la habilidad particular de despojarle a uno de inmediato de toda intranquilidad en su presencia— un maestro en el arte de la conversación, con una genialidad poco común, que permite que uno se sienta bienvenido de forma relajada en su presencia.

“El presidente Snow es un hombre culto, en mente, alma y cuerpo. Su lenguaje es selecto, diplomático, amigable, culto. Sus gestos demuestran lo aprendido en buenas escuelas. La cualidad básica de su espíritu es tan suave como la de un niño. Si se lo presentan, uno se siente complacido con él. Si uno conversa con él, le agrada. Si uno conversa con él por mucho tiempo, llega a amarlo”. Dirigiéndose a sus lectores, que al parecer tenían ideas prejuiciosas acerca de la Iglesia, el reverendo Cornell comentó: “Y, sin embargo, ¡él es ‘mormón’! Y bien, si el ‘mormonismo’ llega en algún momento a tener éxito en convertir al presidente Snow en un hombre tosco y cruel, será muchísimo el trabajo que tendrá que realizar. Si el ‘mormonismo’ ha sido la fuerza moldeadora que ha dado al mundo un hombre tranquilo en espíritu, tan disciplinado como él es y de cultivado intelecto, sin duda debe haber algo bueno en el ‘mormonismo’ después de todo”75.

Otro ministro, el reverendo Prentis, también escribió acerca de una reunión con el presidente Snow: “El rostro que refleja un alma donde reina el Príncipe de Paz es su mejor testigo. En una vida dedicada al estudio de los hombres, de vez en cuando he encontrado a un testigo así. Tal era el rostro que vi hoy… Había esperado encontrar intelecto, benevolencia, dignidad, compostura y fortaleza representada en el rostro del Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero cuando me presentaron al presidente Lorenzo Snow, por un segundo me sorprendí… Su rostro reflejaba el poder de la paz; su presencia era una bendición de paz. En las profundidades serenas de sus ojos se encontraba no sólo el ‘hogar de la oración silenciosa’, sino la morada de la fortaleza espiritual. Mientras él hablaba de ‘la palabra profética más segura’, de la certeza de la esperanza que era suya y de la fe inquebrantable que había conquistado las pruebas y dificultades de la vida trágica, observé las emociones que atravesaban su rostro y estudié con fascinada atención los sutiles matices de expresión que hablaban con tanta claridad sobre la forma en la que trabaja su alma; y la sensación más extraña se apoderó de mí, de que ‘estaba en tierra santa’: de que este hombre no actuaba con los motivos comunes de la política, interés o conveniencia, sino que ‘actuaba diferente de otras personas’… Si la Iglesia Mormona puede producir tales testigos, no necesitará mayormente la habilidad del buen escritor ni la elocuencia del gran predicador”76.

La revelación sobre el diezmo

El presidente Lorenzo Snow es quizás mejor conocido por una revelación que recibió sobre la ley del diezmo. En mayo de 1899, se sintió inspirado a viajar a St. George, Utah, con otros líderes de la Iglesia. A pesar de que no sabía por qué tenía que ir, él y sus colegas respondieron con rapidez al llamado, y en menos de dos semanas estaban en St. George. El 17 de mayo, después de llegar a St. George, el presidente Snow recibió una revelación de que debía predicar la ley del diezmo. Al día siguiente, hizo la siguiente declaración a los santos: “La palabra del Señor para ustedes no es nada nuevo; es simplemente ésta: HA LLEGADO LA HORA EN QUE TODO SANTO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS QUE HA DETERMINADO ESTAR PREPARADO PARA EL FUTURO Y TENER SUS PIES ASENTADOS FUERTEMENTE EN UNA BASE SÓLIDA, CUMPLA CON LA VOLUNTAD DEL SEÑOR Y PAGUE UN DIEZMO ÍNTEGRO. Ésa es la palabra del Señor para ustedes y será la palabra del Señor a toda población de la tierra de Sión”77.

Después de dar este mensaje en St. George, el presidente Snow y sus compañeros de viaje compartieron el mismo mensaje en los poblados del sur de Utah y en otras comunidades entre St. George y Salt Lake City. Para cuando regresaron el 27 de mayo, habían llevado a cabo 24 reuniones en las que el presidente Snow había pronunciado 26 discursos y estrechado la mano de 4.417 niños. Habían viajado 676 km en tren y 494 km en carruajes tirados por caballos78. El presidente Snow se sintió vigorizado por la experiencia y estaba deseoso de seguir predicando la ley del diezmo por toda la Iglesia. “Estoy tan satisfecho con el resultado de esta visita”, dijo, “que contemplo viajar por todas las estacas de Sión en un futuro próximo”79. Presidió muchas conferencias de estaca, en las que prometió a los santos que la obediencia a esta ley prepararía a los miembros de la Iglesia para recibir bendiciones temporales y espirituales80. También prometió que la obediencia a la ley del diezmo permitiría que la Iglesia se liberara de las deudas81.

Por toda la Iglesia, los miembros respondieron al consejo del presidente Snow con dedicación renovada. En 1904, el historiador Orson F. Whitney, que más tarde prestó servicio como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió: “El efecto del movimiento fue instantáneo. Los diezmos y las ofrendas vinieron en grandes cantidades con una rapidez y generosidad desconocidas desde hacía años, y en muchas maneras la condición de la Iglesia mejoró y sus perspectivas se hicieron más brillantes. El presidente Snow anteriormente había contado con el amor y la confianza de su pueblo, y ahora esos buenos sentimientos aumentaron y se intensificaron”82. El presidente Heber J. Grant, que era miembro del Quórum de los Doce cuando el presidente Snow recibió la revelación sobre el diezmo, más tarde declaró: “Lorenzo Snow llegó a la presidencia de la Iglesia cuando tenía ochenta y cinco años de edad, y lo que logró durante los siguientes tres años de su vida es simplemente maravilloso de contemplar… En tres cortos años este hombre, más allá de la edad de capacidad según el juicio del mundo, este hombre que no había participado en asuntos financieros, que había estado dedicando su vida durante muchos años a trabajar en el templo, se hizo cargo de las finanzas de la Iglesia de Cristo, bajo la inspiración del Dios viviente, y en esos tres años cambió todo, financieramente, de las tinieblas a la luz”83.

Da testimonio en los últimos días de su ministerio

El 1º de enero de 1901, el presidente Snow asistió a una reunión especial en el Tabernáculo de Salt Lake para recibir el siglo XX. Se invitó a personas de todas las religiones a asistir. El presidente Snow había preparado un mensaje para el evento, pero no le fue posible leerlo él mismo porque tenía un fuerte resfriado. Después del himno inicial, la primera oración y una canción interpretada por el Coro del Tabernáculo, LeRoi, un hijo del presidente Snow, se puso de pie y leyó el mensaje, titulado “Un saludo al mundo por el presidente Lorenzo Snow”84. Las últimas palabras del mensaje ejemplificaron los sentimientos del presidente de Snow acerca de la obra del Señor:

“A mis casi ochenta y siete años en la tierra, me siento lleno de un deseo sincero por el beneficio de la humanidad… Levanto las manos e invoco la bendición de los cielos sobre los habitantes de la tierra. Que el sol desde arriba les sonría. Que los tesoros del suelo y los frutos de la tierra se den libremente para su bien. Que la luz de la verdad ahuyente la oscuridad de sus almas. Que aumente la rectitud y disminuya la iniquidad… Que triunfe la justicia y se erradique la corrupción. Y que la virtud y la castidad y el honor prevalezcan, hasta que el mal sea vencido y la tierra sea purificada de la maldad. Dejen que estos sentimientos, como la voz de los ‘mormones’ en las montañas de Utah, vayan a todo el mundo, y permitan que todo pueblo sepa que nuestro deseo y nuestra misión son para la bendición y salvación de toda la raza humana… Que Dios sea glorificado en la victoria que se avecina sobre el pecado, el pesar, la miseria y la muerte. ¡Que la paz esté con todos ustedes!”85.

El 6 de octubre de 1901, el presidente Lorenzo Snow se puso de pie para hablar a los santos en la sesión de clausura de la conferencia general. Había estado muy enfermo durante varios días, y cuando llegó al púlpito, dijo: “Mis queridos hermanos y hermanas, es asombroso para mí que intente hablar con ustedes esta tarde”. Compartió un breve mensaje sobre el liderazgo de la Iglesia y luego dijo las últimas palabras que los miembros de la Iglesia en general escucharían de su boca: “Que Dios los bendiga. Amén”86.

Cuatro días más tarde, el presidente Snow murió de neumonía. Después del funeral en el Tabernáculo de Salt Lake, su cuerpo fue enterrado en un cementerio de su querida Brigham City.

Notas

  1. Lorenzo Snow, en Lycurgus A. Wilson, Life of David W. Patten, the First Apostolic Martyr, 1900, pág. V.

  2. Lorenzo Snow, “The Grand Destiny of Man”, Deseret Evening News, 20 de julio de 1901, pág. 22.

  3. Lorenzo Snow, en Life of David W. Patten, the First Apostolic Martyr, pág. V.

  4. Lorenzo Snow, en Life of David W. Patten, the First Apostolic Martyr, pág. V.

  5. Véase Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, 1884, págs. 1–2.

  6. Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 2.

  7. Lorenzo Snow, Journal and Letterbook, 1836–1845, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 18.

  8. Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, págs. 2–3.

  9. Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 3.

  10. Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, págs. 2, 3.

  11. Orson F. Whitney, History of Utah, 4 tomos, 1892–1904, tomo IV, pág. 223.

  12. Véase Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 4.

  13. Lorenzo Snow, Journal and Letterbook, 1836–1845, págs. 57–62.

  14. Véase Lorenzo Snow, Journal and Letterbook, 1836–1845, pág. 32.

  15. Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 6.

  16. Lorenzo Snow, “The Grand Destiny of Man”, pág. 22. Para obtener mayor información acerca de la conversión de Lorenzo Snow, véase el capítulo 3.

  17. Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 6.

  18. Lorenzo Snow, Journal and Letterbook, 1836–1845, pág. 33.

  19. Lorenzo Snow, Journal and Letterbook, 1836–1845, pág. 33; véase también “The Grand Destiny of Man”, pág. 22.

  20. Lorenzo Snow, “The Grand Destiny of Man”, pág. 22.

  21. Lorenzo Snow, en Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 15.

  22. Lorenzo Snow, “The Grand Destiny of Man”, pág. 22.

  23. Lorenzo Snow, en Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 16.

  24. Véase Biography and Family Record of Lorenzo Snow, págs. 16, 19.

  25. Lorenzo Snow, en Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 19.

  26. Lorenzo Snow, en Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 30.

  27. Lorenzo Snow, en Biography and Family Record of Lorenzo Snow, págs. 37–38.

  28. Carta de Lorenzo Snow a Oliver Snow, que se cita en una carta de Eliza R. Snow a Isaac Streator, 22 de febrero de 1839, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  29. Lorenzo Snow, en Biography and Fa-mily Record of Lorenzo Snow, pág. 37.

  30. Carta de Lorenzo Snow a Oliver Snow, que se cita en una carta de Eliza R. Snow a Isaac Streator, 22 de febrero de 1839.

  31. Lorenzo Snow, en Biography and Fa-mily Record of Lorenzo Snow, pág. 19.

  32. Lorenzo Snow, en Biography and Fa-mily Record of Lorenzo Snow, pág. 47.

  33. Lorenzo Snow, en Biography and Family Record of Lorenzo Snow, págs. 50–51. Para obtener mayor información sobre el viaje a Inglaterra, véase el capítulo 14.

  34. Lorenzo Snow, en Biography and Family Record of Lorenzo Snow, págs. 58–59.

  35. Carta de Lorenzo Snow a Heber C. Kimball, 22 de octubre de 1841, en Lorenzo Snow, Letterbook, 1839–1846, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  36. Carta de Lorenzo Snow a Heber C. Kimball, 22 de octubre de 1841, en Lorenzo Snow, Letterbook, 1839–1846.

  37. Carta de Lorenzo Snow a George A. Smith, 20 de enero de 1842, en Lorenzo Snow, Letterbook, 1839–1846.

  38. Lorenzo Snow, Journal and Letterbook, 1836–1845, pág. 45.

  39. Lorenzo Snow, Journal and Letterbook, 1836–1845, págs. 65–66.

  40. Lorenzo Snow, Journal and Letterbook, 1836–1845, págs. 72–83.

  41. Lorenzo Snow, Journal and Letterbook, 1836–1845, pág. 91.

  42. Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, págs. 74–75; véase también la página 73.

  43. Lorenzo Snow, Journal and Letterbook, 1836–1845, pág. 49.

  44. Lorenzo Snow, en Biography and Fa-mily Record of Lorenzo Snow, pág. 79.

  45. Lorenzo Snow, en Biography and Fa-mily Record of Lorenzo Snow, pág. 79.

  46. Lorenzo Snow, en Biography and Fa-mily Record of Lorenzo Snow, págs. 79, 82.

  47. Lorenzo Snow, en “Laid to Rest: The Remains of President John Taylor Consigned to the Grave”, Millennial Star, 29 de agosto de 1887, pág. 549. Para ver más comentarios de Lorenzo Snow sobre el martirio de José Smith, véase el capítulo 23.

  48. Véase Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 84.

  49. José Smith, citado por Lorenzo Snow en Biography and Family Record of Lorenzo Snow, pág. 70.

  50. Para obtener mayor información sobre la experiencia en Mount Pisgah, véase el capítulo 7.

  51. Véase Biography and Family Record of Lorenzo Snow, págs. 94–95.

  52. Lorenzo Snow, “Address of Apostle Lorenzo Snow”, Millennial Star, 15 de febrero de 1886, pág. 110.

  53. Lorenzo Snow, Deseret News, 14 de enero de 1857, pág. 355.

  54. Carta de Lorenzo Snow a Eliza R. Snow, en The Italian Mission, 1851, pág. 5.

  55. Carta de Lorenzo Snow a Franklin D. Richards, en The Italian Mission, págs. 8–10.

  56. Carta de Lorenzo Snow a Brigham Young, en The Italian Mission, págs. 10–11.

  57. Véase la carta de Lorenzo Snow a Brigham Young, en The Italian Mission, págs. 15–17.

  58. Véase la carta de Lorenzo Snow a Brigham Young, en The Italian Mission, pág. 17.

  59. Carta de Lorenzo Snow a Franklin D. Richards, en The Italian Mission, pág. 20.

  60. Carta de Lorenzo Snow a Orson Hyde, en The Italian Mission, pág. 23.

  61. Carta de Jabez Woodard a Lorenzo Snow, en The Italian Mission, pág. 26.

  62. Citado en una carta de Jabez Woodard a Lorenzo Snow, en The Italian Mission, pág. 26.

  63. En Conference Report, octubre de 1994, pág. 97; o Liahona, enero de 1995, pág. 84.

  64. Leslie Woodruff Snow, “President Lorenzo Snow, as the Silver Grays of Today Remember Him”, Young Woman’s Journal, septiembre de 1903, pág. 391.

  65. Para obtener mayor información sobre la experiencia del élder Snow en las Islas de Hawái, véase el capítulo 4.

  66. Para obtener mayor información sobre la experiencia del élder Snow en la Tierra Santa, véase el capítulo 24.

  67. Heber J. Grant, en Conference Report, junio de 1919, pág. 10.

  68. Deseret Evening News, 3 de abril de 1894, pág. 4.

  69. Jacob Jensen, citado en LeRoi C. Snow, “Raised from the Dead”, Improvement Era, septiembre de 1929, págs. 884–886.

  70. Véase LeRoi C. Snow, “Raised from the Dead”, pág. 886; LeRoi C. Snow, “Raised from the Dead (Conclusion)”, Improvement Era, octubre de 1929, págs. 975–979.

  71. Véase LeRoi C. Snow, “Raised from the Dead (Conclusion)”, pág. 980.

  72. Véase LeRoi C. Snow, “An Experience of My Father’s”, Improvement Era, septiembre de 1933, pág. 677; véase también la correspondencia entre el élder John A. Widtsoe y Noah S. Pond, esposo de Alice Armeda Snow Young Pond, 30 de octubre de 1945 y 12 de noviembre de 1946, Biblioteca de Historia de la Iglesia. El presidente Brigham Young esperó más de tres años después del martirio del profeta José Smith antes de reorganizar la Primera Presidencia; el presidente John Taylor esperó más de tres años después de la muerte del presidente Young; el presidente Woodruff esperó casi dos años después de la muerte del presidente Taylor. Para obtener mayor información sobre la manifestación divina que recibió el presidente Snow en el templo, véase el capítulo 20.

  73. Lorenzo Snow, en “President Snow in Cache Valley”, Deseret Evening News, 7 de agosto de 1899, pág. 1.

  74. Biographical Notes on Lorenzo Snow, compilación de LeRoi C. Snow, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 2.

  75. W. D. Cornell, citado en “Mormonism in Salt Lake”, Millennial Star, 14 de septiembre de 1899, pág. 579.

  76. Reverendo Prentis, citado en Nephi Anderson, “Life and Character Sketch of Lorenzo Snow”, Improvement Era, junio de 1899, págs. 569–570.

  77. Lorenzo Snow, Millennial Star, 24 de agosto de 1899, pág. 533; véase también Deseret Evening News, 17 de mayo de 1899, pág. 2; Deseret Evening News, 18 de mayo de 1899, pág. 2. En el periódico Millennial Star dice que el presidente Snow pronunció este discurso el 8 de mayo, pero otras fuentes contemporáneas indican que lo hizo el 18 de mayo. El presidente Snow también habló sobre el diezmo el 17 de mayo. Para ver una relación más completa de la revelación sobre el diezmo, véase el capítulo 12.

  78. Véase “Pres. Snow Is Home Again”, Deseret Evening News, 27 de mayo de 1899, pág. 1.

  79. Lorenzo Snow, en “Pres. Snow Is Home Again”, pág. 1.

  80. Véase, por ejemplo, Deseret Evening News, 24 de junio de 1899, pág. 3.

  81. Véase, por ejemplo, Improvement Era, agosto de 1899, pág. 793.

  82. Orson F. Whitney, History of Utah, tomo IV, pág. 226.

  83. Heber J. Grant, en Conference Report, junio de 1919, pág. 10.

  84. Véase “Special New Century Services”, Deseret Evening News, 1 de enero de 1901, pág. 5.

  85. Lorenzo Snow, “Greeting to the World by President Lorenzo Snow”, Deseret Evening News, 1 de enero de 1901, pág. 5.

  86. Lorenzo Snow, en Conference Report, octubre de 1901, págs. 60, 62.

Oliver Snow, el padre de Lorenzo Snow.

Lorenzo Snow fue bautizado y confirmado en Kirtland, Ohio, en junio de 1836, dos meses después de que el Templo de Kirtland, que aparece aquí en la foto, fuera dedicado.

El élder Lorenzo Snow.

Muchos de los primeros santos emigraron de Europa para unirse a los santos en los Estados Unidos de América.

En el barco Swanton, un hombre gravemente herido fue curado de inmediato después de que el élder Lorenzo Snow le dio una bendición.

Lorenzo Snow sirvió como capitán de las compañías pioneras que llegaron al Valle del Lago Salado en 1848.

En este edificio de Brigham City, Utah, se fabricaron botas, zapatos, arneses y sombreros.

La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles en 1898. Fila superior, de izquierda a derecha: Anthon H. Lund, John W. Taylor, John Henry Smith, Heber J. Grant, Brigham Young, hijo, George Teasdale, Rudger Clawson, Marriner W. Merrill. Fila de en medio: Francis M. Lyman, George Q. Cannon, Lorenzo Snow, Joseph F. Smith, Franklin D. Richards. Fila inferior: Matthias F. Cowley, Abraham O. Woodruff.