Historia de la Iglesia
El lugar central


El lugar central

D. y C. 52, 57, 58

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vista del terreno del templo en Independence, Misuri, George Edward Anderson.

A lo largo de la historia del mundo occidental, los cristianos de todo tipo han anhelado un nuevo cielo y una nueva tierra. La impresionante visión que Juan el Revelador tuvo de “la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios”, para preparar el camino para el regreso de Jesucristo como Señor y Rey, ha despertado la esperanza y las aspiraciones de muchas personas1. ¿Qué era la Nueva Jerusalén? ¿Era, como pretendía San Agustín, una metáfora de la bendita “inmortalidad y eternidad de los santos”?2. ¿O se trataba de algo más literal, como creían los puritanos estadounidenses del siglo XVII cuando imaginaban su colonia como una fuente de regeneración religiosa, una “Nueva Inglaterra”?3.

La Iglesia de Jesucristo restaurada todavía estaba en sus albores (no había cumplido todavía seis meses) cuando los Santos de los Últimos Días empezaron a imaginar la Nueva Jerusalén a su manera4. Las primeras revelaciones de José Smith describían este lugar, pero no como una metáfora o una colonia, sino como una ciudad que los santos debían edificar. La Nueva Jerusalén, también llamada Sion, sería un refugio, un lugar de paz, un “lugar central”5.

De inmediato, los santos se plantearon dos preguntas. La primera era dónde edificaría el Señor la Nueva Jerusalén. La segunda era quién sería recibido en la ciudad. En una revelación que José Smith recibió en agosto de 1830 se daban unas respuestas preliminares y se indicaba a Oliver Cowdery, Parley Pratt y otras personas que se dirigieran hacia el oeste y predicaran por el camino. “Irás a los lamanitas”, mandó el Señor, refiriéndose al nombre que los primeros santos daban a los indígenas estadounidenses, “y les predicarás mi evangelio… [y] harás establecer mi iglesia entre ellos”6. La ubicación de la ciudad, según las revelaciones, se encontraría “entre los lamanitas”7.

El grupo de Cowdery predicó en Kirtland, Ohio y en sus alrededores, y allí se convirtieron muchas personas. Después recorrieron cientos de kilómetros hacia el sur y el oeste, y llegaron hasta la frontera más occidental de los Estados Unidos, en la frontera entre el estado de Misuri y el Territorio Indio. Predicaron a varias tribus, pero los agentes federales responsables de dirigir las relaciones entre las personas de raza blanca y los indígenas no tardaron en ordenarles que se marcharan del territorio8. Esas noticias fueron desalentadoras, pero José Smith permaneció tranquilo, ya que estaba respaldado por la voz de Dios. En una revelación que actualmente se conoce como Doctrina y Convenios 52, que se recibió en junio de 1831, el Señor mandó a José Smith que viajara a Misuri, “la tierra que consagraré a los de mi pueblo”9. Allí se daría a conocer la ubicación de la ciudad de Sion.

Al igual que Él hizo con la tierra de Canaán miles de años antes, Dios había determinado la tierra como sagrada antes de que Su pueblo del convenio se asentara allí, y al igual que había sucedido con Canaán, Misuri no estaba vacío cuando llegó el pueblo del convenio10. El lugar en el que se había indicado que los santos debían congregarse tenía una larga y complicada historia de ocupación.

Fronteras en disputa

Cuando llegó a Misuri, José Smith averiguó por revelación que la ubicación de la ciudad de Sion se encontraba en un terreno situado debajo de un recodo del río Misuri, a unos 16 kilómetros al este de la frontera entre Misuri y el Territorio Indio (en la actualidad, la frontera entre los estados de Misuri y Kansas). Durante generaciones, esa zona del oeste de Misuri había sido el hogar de las tribus siouan centrales. Durante el siglo XVII, los indígenas de ese grupo de lenguas migraron al sur desde el valle del río Ohio, más abajo del río Misisipi, y hacia el oeste, a través de la parte inferior de Misuri, y se asentaron en los fructíferos y fértiles riscos que se encuentran entre los bosques del este y las Grandes Llanuras del oeste11.

Tras un siglo muy agitado durante el cual las enfermedades europeas hicieron estragos entre los pueblos nativos, los pueblos siouan centrales se reorganizaron en distintas tribus. Los Wah-haz-he (“el pueblo río arriba”) —que los franceses abreviaban con el nombre de “osage”— se establecieron como los principales habitantes de la zona inferior del río Misuri. Descritos como “personas altas, robustas y de anchos hombros, que parecen gigantes”, los osage establecieron asentamientos permanentes entre el río Osage, en la parte central del norte de Misuri, y el río Misuri, cerca de la ciudad actual de Independence12. Sus tiendas, que se encontraban en unos altos riscos con vistas a los campos, se construían doblando árboles sobre postes para formar el arco del techo y, que en ocasiones, medía unos 30 metros de largo. Esta sociedad cazadora y recolectora, con una compleja estructura sociopolítica y una detallada organización de las familias, dominó la zona inferior del río Misuri durante siglos13.

La zona próxima a Independence, Misuri, no era el “lugar central” de la sociedad osage, como llegaría a ser para los Santos de los Últimos Días. En 1800, los osage controlaban aproximadamente la mitad de la región formada actualmente por Misuri, Oklahoma, Arkansas y Kansas. El núcleo de su imperio se encontraba en la parte central del sur de Misuri, no en la frontera occidental del estado14.

Había otros grupos rivales de los osage en relación con el terreno que los mormones llamarían Nueva Jerusalén más adelante. Las enormes dimensiones del territorio salvaje de Norteamérica dieron lugar a sueños grandiosos de un imperio por parte de varias naciones europeas. Los españoles reivindicaron la propiedad de todo el interior de Norteamérica en 1539 y, como no podía ser menos, los franceses reivindicaron en 1682 la propiedad de toda la región de Norteamérica que se encuentra entre los montes Apalaches, al este, y las Montañas Rocosas, al oeste. Esas reivindicaciones no tuvieron debidamente en cuenta a las tribus nativas como los osage, y apenas prestaron atención a los lejanos terrenos que se extendían a lo largo del río Misuri, cerca de Independence15. Europa se interesaba sobre todo por los límites de sus imperios, los lugares con una industria lucrativa y con fácil acceso para los barcos, a lo largo del río San Lorenzo, en lo que posteriormente llegaría a ser Canadá, y las islas del Caribe.

Los franceses llamaron Luisiana, por el rey francés, al gran territorio continental del cual se apropiaron. Esa tierra, con el tiempo, pasó a ser propiedad de España y, posteriormente, volvió a manos de los franceses, que la vendieron a los Estados Unidos en la Compra de Luisiana de 1803. En esa compra se encontraba la futura ubicación de la ciudad de Sion.

La Compra de Luisiana trajo nuevos colonos, a medida que los ciudadanos de los Estados Unidos se iban desplazando a Misuri, que se convirtió en estado en 182116. En Misuri se aplicaron las mismas formas de gobierno que había en el resto de estados. Los ciudadanos de la frontera occidental pidieron a los legisladores de Misuri una organización en condados y, en 1827, los legisladores crearon el condado de Jackson. La población de Independence, recién fundada, que se encontraba justo al sur del río Misuri, a lo largo de una vía comercial llamada el Camino de Santa Fe, se convirtió en la capital del condado.

En Doctrina y Convenios 57, sección recibida poco después de que José Smith llegara al oeste de Misuri, se orientaba a los santos en ese espacio sociopolítico. El “lugar central” de Sion, decía la revelación, se encontraría en “el lugar que ahora se llama Independence”, que en ese momento solo contaba con un poco más de un centenar de habitantes17. Los colonos blancos de esa época, con frecuencia ocupaban la tierra, suponiendo que no era propiedad de nadie, para posteriormente registrar su propiedad en el juzgado del condado. La revelación mencionaba ese juzgado, al oeste del cual, según la revelación, debía construirse un templo. En el momento en que se recibió la revelación, la mayor parte de la tierra ya había sido reclamada por los colonos, lo que requirió que los santos negociaran con los propietarios legales del terreno. La revelación indicaba que los Santos de los Últimos Días no iban a luchar por esa tierra santa por la fuerza, como los israelitas habían hecho en Canaán miles de años antes. “Es prudente que los santos compren el terreno”, dijo el Señor18.

Pueblos sagrados

Durante generaciones, un pequeño número de europeos (sobre todo comerciantes españoles y franceses) vivieron entre los indios a lo largo del río Misuri, celebraron matrimonios mixtos y comerciaron con ellos19. Pero a medida que las familias de raza blanca iban extendiéndose hacia el oeste y se asentaban en terrenos ocupados entonces por los indios, iban rechazando de forma abrumadora esos intercambios culturales. Los blancos exigieron que se expulsara a todas las tribus indias del estado. Entre 1824 y 1830, las tribus que habían vivido durante siglos entre los límites de Misuri cedieron prácticamente todo su territorio. Los poderosos osage vendieron sus tierras en 1825 y migraron más hacia el oeste, hacia Kansas y Oklahoma20. Cuando los Santos de los Últimos Días llegaron al condado de Jackson en 1831, los indígenas habían abandonado sus asentamientos y fueron evacuados al otro lado de una nueva línea que dividía el territorio indio del territorio de los blancos.

En Doctrina y Convenios 57 se mencionaba la existencia de esa línea de asentamiento sin defenderla. La revelación indicaba que Sion debía edificarse a lo largo de “la línea que corre directamente entre el judío y el gentil”, o la línea que separaba el estado de Misuri del Territorio Indio que se encontraba al oeste21. Pero la revelación se resistía a usar las categorías habituales, algo que se refleja principalmente en el curioso uso que hace de los términos judío y gentil. Los términos habituales utilizados por aquel entonces por los norteamericanos (blanco e indio, o blanco y piel roja) sugerían una división racial y cultural. Los dos grupos eran totalmente diferentes y los blancos solían utilizar esta terminología para hacer hincapié en su incompatibilidad22.

Las categorías de judío y gentil, no obstante, indicaban una distinción entre grupos, pero no una incompatibilidad entre ellos. Según el Libro de Mormón, tanto los judíos como los gentiles tenían una función vital en el despliegue del plan de Dios y Él los invitó a trabajar juntos. En la antigüedad, el Evangelio iría de los judíos, el antiguo pueblo del convenio de Dios, a los gentiles, que serían injertados en el convenio. En los últimos días, la relación se invertiría: el Evangelio saldría de los gentiles para ir a los judíos, que llegarían a reconocer a Jesús como el Mesías23. En Doctrina y Convenios 57 se hace eco de esa estructura de convenios cuando se hace referencia a los indios como judíos, y así se reconocía a ese grupo como parte del pueblo del convenio de Dios24. Los indios pertenecían a la casa de Israel, y eran escogidos, amados y recordados por Dios25.

En un momento en el que la expulsión de los indios (separación de una raza de la otra) se había convertido en una cuestión política nacional del gobierno de los Estados Unidos, las revelaciones de José Smith iban en otra dirección26. En lugar de marginar a los indios y empujarlos a las afueras de la “civilización”, las revelaciones llevaban Sion a ese pueblo y colocaban la ciudad santa de Dios entre ellos. Sion se encontraría “entre” el judío y el gentil, entre las razas27. Con esta organización, los pueblos de distintas razas podían desempeñar una función esencial en la obra de Dios. Las personas, independientemente del punto cardinal del que procedieran, si estaban dispuestas, podían llegar a ser “los puros de corazón” y morar en Sion con seguridad y paz28.

En Doctrina y Convenios 58, recibida cuando José Smith todavía estaba en Misuri, se transmitía el alcance de esta visión. La revelación no decía nada sobre los indios y los blancos. En esa ocasión tampoco se mencionó a los judíos ni los gentiles. En lugar de ello, la revelación hablaba de los “habitantes de la tierra” y unificaba a todos los hijos de Dios29. Sion, según explicaba la revelación, era un lugar al que “serán convidadas todas las naciones”30.

La palabra naciones habría resultado familiar a los lectores de la década de 1830, ya que era el término que tanto los indígenas como los blancos utilizaban para describir la unidad más grande de su organización política. La revelación continuaba hablando de Sion, que incluiría “a los ricos y los instruidos, los sabios y los nobles”, personas con poder político y social. Pero también incluiría a personas que, tradicionalmente, habían carecido de ese poder, las personas que tradicionalmente habían sido olvidadas y marginadas: “los pobres, los cojos, los ciegos y los sordos”31. En definitiva, todos los hijos de Dios se sentarían a la misma mesa. Unidos en una relación de convenio, todos compartirían el espacio sagrado de Dios.

Conclusión

Dos años después de que se recibieran estas revelaciones sobre el condado de Jackson, Sion ardía en llamas y sus habitantes huían de sus perseguidores. Los santos se retiraron del condado de Jackson, pero no de la tarea de crear Sion a lo largo de la línea entre el judío y el gentil, primero en Nauvoo y más adelante en los desiertos de la Gran Cuenca. Allí donde los santos se asentaban, invitaban a las personas de todos los lugares a unirse a ellos32. En la actualidad, la visión de una sociedad de Sion “a la cual serán convidadas todas las naciones”, para refugiarse y vivir allí en paz, sigue inspirando a los Santos de los Últimos Días. La aspiración, la promesa y la esperanza de las primeras revelaciones de Misuri siguen vivas.

  1. Apocalipsis 21:2–5, 7.

  2. En relación con este y otros conceptos, véase A Dictionary of Biblical Tradition in English Literature, editado por David Lyle Jeffrey, Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans, 1992, “New Jerusalem”, págs. 546–548.

  3. John Winthrop, “Model of Christian Charity”, 1630, colecciones de la Massachusetts Historical Society, tomo VII, 1838, pág. 47; ortografía actualizada; Francis J. Bremer, Building a New Jerusalem: John Davenport, a Puritan in Three Worlds, New Haven, CT: Yale University Press, 2012, págs. 174–179.

  4. La Nueva Jerusalén se menciona en el Libro de Mormón y las revelaciones empezaron a hablar de una ubicación concreta ya en febrero de 1831; véase 3 Nefi 21:23–24; Éter 13:3–6; Doctrina y Convenios 42:35, 62.

  5. Doctrina y Convenios 45:66–71; 57:3.

  6. Doctrina y Convenios 28:8; véase también Ronald E. Romig, “The Lamanite Mission”, Diario de la John Whitmer Historical Association, tomo XIV, 1994, págs. 25–33.

  7. Revelación, septiembre de 1830—B [D. y C. 28], Documentos de José Smith. El pasaje fue revisado para que dijera “en las fronteras cerca de los lamanitas”; véase Libro de mandamientos, 1833, 30:9 (Doctrina y Convenios 28:9).

  8. Entre estas tribus se incluían los shawnee y los delaware, que habían sido desplazados desde el este. Véase Documentos, tomo I: de julio de 1828 a junio de 1831, tomo I de la serie Documentos de The Joseph Smith Papers, edición de Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin y Richard Lyman Bushman, Salt Lake City: Prensa del historiador de la Iglesia, 2013, págs. 288–294.

  9. Doctrina y Convenios 52:2–3.

  10. Números 33:53; 34:2.

  11. Tanis C. Thorne, The Many Hands of My Relations: French and Indians on the Lower Missouri, Columbia: University of Missouri Press, 1996, págs. 13–14, 16–17, 20; Louis F. Burns, A History of the Osage People, Tuscaloosa: University of Alabama Press, 2004, págs. 3, 22.

  12. William E. Parrish, Charles T. Jones y Lawrence O. Christensen, Missouri: The Heart of the Nation, tercera edición, Wheeling, IL: Harlan Davidson, 2004, pág. 13.

  13. Willard H. Rollings, The Osage: An Ethnohistorical Study of Hegemony on the Prairie-Plains, Columbia: University of Missouri Press, 1992, págs. 23–26, 45–66; Gilbert C. Din y A. P. Nasatir, The Imperial Osages: Spanish-Indian Diplomacy in the Mississippi Valley, Norman: University of Oklahoma Press, 1983, págs. 11–14.

  14. Burns, History of the Osage People, págs. 25–28, 30, 46.

  15. La zona de Independence no tenía nombre ni se mencionaba en los mapas del siglo XVIII. Véase Din and Nasatir, Spanish-Indian Diplomacy in the Mississippi Valley, págs. 40–41, 64, 288–289, 338–339.

  16. El nombre Misuri se remonta a la década de 1670, cuando el misionero francés Jacques Marquette dibujó un mapa con el nombre Ou-Missouri cerca del río que lleva su nombre, una transliteración del nombre de la tribu que vivía a lo largo del río. Los osage, en general, ocuparon la tierra que se extiende hasta el sur del río, y la tribu misuri ocupó las tierras hacia el norte.

  17. Doctrina y Convenios 57:3.

  18. Doctrina y Convenios 57:4. El juzgado era el punto más elevado del área. Al ubicar el templo en sus proximidades, la revelación comparaba implícitamente el templo de la Nueva Jerusalén con el templo de Jerusalén, que también se encontraba en un punto elevado. Mark Roscoe Ashurst-McGee, “Zion Rising: Joseph Smith’s Early Social and Political Thought”, tesis doctoral, Arizona State University, 2008, pág. 233.

  19. Thorne, Many Hands, págs. 76–86, 96–97, 135–176.

  20. Estas tribus incluían, además de los osage, a los misuri, los sac, los fox, los ioay, los delaware y los shawnee, entre otros. Los misuri no cedieron sus últimas tierras al estado hasta 1854. Billy J. McMahon, “‘Humane and Considerate Attention’: Indian Removal from Missouri, 1803–1838”, tesis de maestría, Northwest Missouri State University, 2013, págs. 7–8, 75–83; John P. Bowes, Exiles and Pioneers: Eastern Indians in the Trans-Mississippi West, Nueva York: Cambridge University Press, 2007; Charles J. Kappler, compilación, Indian Affairs: Laws and Treaties, Washington D.C.: Government Printing Office, 1904, págs. 217–221.

  21. Doctrina y Convenios 57:4.

  22. Véase, por ejemplo, Nancy Shoemaker, A Strange Likeness: Becoming Red and White in Eighteenth-Century North America, Nueva York: Oxford University Press, 2004.

  23. 1 Nefi 15:13–17; 22:8–9; 3 Nefi 21:2–5.

  24. En otros lugares, las revelaciones hablaban de “los judíos, de quienes los lamanitas son un resto” (Doctrina y Convenios 19:27). Con respecto a los múltiples significados del término judío en las Escrituras modernas, véase Victor L. Ludlow, “Jew(s)”, en Dennis L. Largey, editor, Book of Mormon Reference Companion, Salt Lake City: Deseret Book, 2003, págs. 463–464; Thomas R. Valetta, “Jew(s)”, en Dennis L. Largey y Larry E. Dahl, editores, Doctrine and Covenants Reference Companion, Salt Lake City: Deseret Book, 2012, págs. 315–316.

  25. Ya en la obra Jewes in America, escrita en 1650 por Thomas Thorowgood, los puritanos ingleses y americanos afirmaban que los indios descendían de las tribus perdidas de Israel. Ese tipo de esquemas conceptuales tendían a durar poco tiempo. Las revelaciones de José Smith iban a contracorriente de la narrativa habitual del siglo XIX sobre los pueblos indígenas, que hablaba de ellos como pueblos “que iban a desaparecer”. Las revelaciones otorgaban al “remanente de Jacob” una función salvadora en la historia de la tierra de los últimos días. Jared Hickman, “The Book of Mormon as Amerindian Apocalypse”, American Literature, tomo LXXXVI, Nº 3, septiembre de 2014, págs. 429–461; véase también Andrew Delbanco, The Puritan Ordeal, Cambridge, MA: Harvard University Press, 1989, pág. 110.

  26. En virtud de la Ley de traslado forzoso de los indios, el traslado de los indios pasó a ser una política federal en 1830. Ronald N. Satz, American Indian Policy in the Jacksonian Era, Norman: University of Oklahoma Press, 2002.

  27. Doctrina y Convenios 57:4.

  28. Doctrina y Convenios 97:21.

  29. Doctrina y Convenios 58:48.

  30. Doctrina y Convenios 58:9.

  31. Doctrina y Convenios 58:8, 10–11. El pasaje vuelve a interpretar la parábola de Jesús sobre las bodas del hijo del rey (Mateo 22:1–14) en un contexto moderno.

  32. Aunque los Santos de los Últimos Días no siempre vivieron de acuerdo con sus ideales en sus interacciones con los indios, el papel singular que las revelaciones otorgaban a los pueblos nativos con frecuencia sirvió para moderar el trato que los Santos de los Últimos Días de raza blanca daban a los indígenas. Ronald W. Walker, “Seeking the ‘Remnant’: The Native American During the Joseph Smith Period”, Diario de historia mormona, tomo XIX, núm. 1, 1993, págs. 1–33; Temas del Evangelio, “Paz y violencia entre los Santos de los Últimos Días del siglo XIX”; lds.org/topics.