Historia de la Iglesia
‘Al ver la fidelidad’


“Al ver la fidelidad”

Declaración Oficial 2

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Bill y Charlotte Acquah

La Biblia narra el relato de un pueblo que conocía la tribulación y la aflicción. En el Antiguo Testamento, los hijos de Israel fueron expulsados de sus hogares como cautivos y esclavizados en diversas tierras. Posteriormente, la tierra natal de los israelitas fue ocupada por potencias extranjeras que gobernaron con mano de hierro. En parte, el pueblo esperaba la salvación porque sabía lo que era padecer el cautiverio1.

La experiencia de innumerables africanos de color a lo largo de los últimos cinco siglos nos recuerda a la de los israelitas de la antigüedad. Desde principios del siglo XVI hasta 1888, generaciones de africanos de color fueron capturados en sus países de origen y esclavizados en el continente americano y, a principios del siglo XX, casi toda África estaba ocupada por potencias extranjeras.

A ambos lados del Atlántico, la esclavitud y el imperialismo condujeron a graves divisiones entre las poblaciones de raza caucásica y de color. Las leyes normalmente consideraban superiores a las personas de raza blanca. Después de la organización de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en 1830, algunas personas de color aceptaron el Evangelio, y unos cuantos hombres de esa raza fueron ordenados al sacerdocio. No obstante, la cultura de segregación racial propia de la época y las amenazas de persecución que venían de fuera supusieron un desafío para la integración racial en la Iglesia2.

Comenzando en la década de 1850, la Iglesia adoptó pautas que restringían el acceso de los miembros de color a la plena participación en la Iglesia, al declarar que no podían ser ordenados al sacerdocio ni recibir las ordenanzas del templo3. Durante varias generaciones, muchos Santos de los Últimos Días de color, al igual que muchas personas de color en todo el mundo, hicieron frente a las más difíciles circunstancias mientras esperaban un futuro mejor.

A medida que la Iglesia comenzó su expansión a nivel mundial en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, un creciente número de personas de color se convirtieron al Evangelio restaurado. En África y en el continente americano, una nueva generación de pioneros de color puso su confianza en que el Señor abriría un camino que les permitiría algún día participar plenamente en la Iglesia. Aunque hubo señales alentadoras de cambio en las posturas raciales, tanto dentro como fuera de la Iglesia, la discriminación racial continuó estando muy generalizada, y las restricciones del sacerdocio y el templo para los santos de color continuaron4. Las experiencias de tres matrimonios —Charlotte Andoh-Kesson y William Acquah, de Ghana; Helvécio y Rudá Tourinho Assis Martins, de Brasil; y Joseph y Toe Leituala Freeman, de los Estados Unidos— arrojan luz sobre cómo fueron para los Santos de los Últimos Días de color los años que precedieron a la revelación de 1978, la cual puso el sacerdocio y las bendiciones del templo a disposición de los miembros de la Iglesia independientemente de su raza.

Charlotte Andoh-Kesson Acquah y William Acquah, Ghana

Cuando era niña, Charlotte Andoh-Kesson asistía a la Iglesia Anglicana con sus padres y sus doce hermanos. Religiosa por naturaleza, Charlotte memorizó todos los himnos y hasta las palabras de la misa.

Cuando Charlotte tenía unos once años, su madre conoció a un pastor de la localidad llamado Joseph William “Billy” Johnson. Johnson no era como los demás pastores: además de la Biblia, él predicaba las palabras de otro libro de Escrituras llamado el Libro de Mormón. Charlotte creció escuchando nombres como Moroni, Nefi y Ammón, además de otros como Moisés y Marcos. Junto a los himnos tradicionales, ella cantaba himnos de los Santos de los Últimos Días sobre Sion y la restauración del Evangelio. En ocasiones, ella y otras personas de su congregación descendían a la playa para luchar con el Señor en oración, como había hecho Enós en el Libro de Mormón5.

La congregación a la que asistía Charlotte se reunía en un deteriorado edificio que tenía una enorme grieta en el tejado, pero lo decoraron con una estatua del ángel Moroni que les traía el recuerdo de templos lejanos. Algunos miembros de la congregación soñaron y profetizaron del día en que estarían vestidos de blanco en un hermoso templo en Ghana6. Sin embargo, antes de que ese día llegase, sabían que los representantes de las Oficinas Generales de la Iglesia debían ir para hacerlos oficialmente parte de la Iglesia mundial.

En 1978, año en que terminó sus estudios universitarios, Charlotte comenzó a sentir que diferentes fuerzas le producían sentimientos encontrados. Por un lado, el hermano Johnson estaba cada vez más convencido de que se acercaba el día en que la Iglesia predominantemente de raza blanca, radicada en los Estados Unidos, reconocería las congregaciones de Santos de los Últimos Días de color en Ghana, y dirigió ayunos de varios días para acelerar la llegada de ese día. Al mismo tiempo, Charlotte comenzó a salir en citas con William Acquah. William aceptaba gustoso a los familiares y amigos de ella que eran Santos de los Últimos Días, pero era escéptico en cuanto a las enseñanzas de la Iglesia, crítico con sus humildes propiedades y, en general, desconfiado hacia las personas de raza blanca, incluso aquellos por cuya llegada a su país oraban los Santos de los Últimos Días de Ghana.

Helvécio Martins y Rudá Tourinho Assis Martins, Brasil

A principios de la década de 1970, Helvécio y Rudá Martins buscaban la verdad religiosa en Brasil. Alentados por la familia de Rudá, la pareja había pasado varios años profesando una religión que mezclaba tradiciones africanas, enseñanzas católicas y espiritismo. No obstante, poco a poco comenzaron a sentir que la religión no colmaba sus necesidades espirituales, ni los acercaba a sus familiares fallecidos y a sus antepasados7.

En 1972, dos misioneros Santos de los Últimos Días llamaron a su puerta. Helvécio se interesó, pero sintió una acuciante preocupación: “Dado que su Iglesia está radicada en los Estados Unidos, un país con un histórico conflicto racial”, preguntó: “¿Cómo trata su religión a las personas de color? ¿Se les permite unirse a la Iglesia?”.

Como respuesta, Helvécio recuerda al misionero de más edad “moverse con nerviosismo en su silla”8. Antes de responder, los misioneros pidieron orar con Helvécio, Rudá y los niños. A continuación compartieron el relato de la Restauración y explicaron las restricciones en cuanto al sacerdocio y el templo lo mejor que pudieron. Helvécio se sintió lo suficientemente satisfecho con su respuesta como para centrarse en las demás enseñanzas nuevas. Unos pocos meses después, movidos por “el espíritu de las charlas… y el amor de los miembros” en la Iglesia, Helvécio y Rudá fueron bautizados9. En aquel momento se sintieron felices de permitir que el Evangelio mejorara sus vidas y de esperar —asumieron que hasta el Milenio— algunas bendiciones relacionadas con el sacerdocio.

Pero aproximadamente un año después de su bautismo, los miembros de la familia Martins se sorprendieron al ver que sus bendiciones patriarcales sugerían que se sellarían como familia en esta vida y que su hijo, Marcus, serviría en una misión. Como no querían desilusionarse, se aferraron a su entendimiento de que esperarían hasta el regreso de Cristo para recibir tales bendiciones. Al mismo tiempo, como deseaban estar preparados para cualquier cosa que el Señor tuviera planeada, abrieron una cuenta de ahorros para cuando Marcus prestara servicio en la misión10.

Durante los años que siguieron, a medida que la familia Martins progresaba en la Iglesia, los miembros les dieron su apoyo —y algunas veces incómodas expresiones de compasión—. En una ocasión, un obispo dijo que sentía que el mayor desafío de Helvécio era permanecer fiel en la Iglesia sin ser ordenado al sacerdocio. “Obispo”, replicó Helvécio, “estaría agradecido si esa fuera mi mayor prueba”11.

En 1977, Helvécio y Rudá fueron invitados a hacer un recorrido por el sitio de construcción del Templo de São Paulo, Brasil, gracias al llamamiento de Helvécio en la Iglesia como director regional de relaciones públicas. Durante el recorrido, tanto Helvécio como Rudá se detuvieron en lo que más tarde supieron era el lugar del salón celestial. “Un poderoso espíritu nos tocó el corazón”, recuerda Helvécio. “Nos abrazamos el uno al otro y lloramos sin comprender realmente por qué”12.

Dos años después, en la ceremonia de la piedra angular del templo, el presidente Spencer W. Kimball le pidió a Helvécio que se acercara. “Hermano Martins”, aconsejó, “lo que usted necesita es fidelidad. Permanezca fiel y disfrutará de todas las bendiciones del Evangelio”13.

¿Pero cómo podía la familia Martins recibir todas las bendiciones del Evangelio sin tener el sacerdocio ni recibir las ordenanzas del templo? Al año siguiente, Marcus se comprometió con una miembro de la Iglesia que no tenía antepasados africanos de color. Aunque ella estaba dispuesta a confiar en las promesas de que todas las bendiciones estarían algún día a disposición de todos los miembros, la perspectiva de no casarse en el templo era dolorosa.

Joseph Freeman y Toe Leituala Freeman, Estados Unidos

Mucho antes de escuchar acerca de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Joseph Freeman había jurado entregar su vida a Cristo. Su familia era activa en el Movimiento de Santidad, y él había llegado a ser un ministro laico. En 1972, Joseph también se alistó en el ejército y fue asignado a una base en Hawái. Dedicaba sus días al servicio militar, mientras que su tiempo libre estaba lleno de predicación y oración;

pero Joseph sentía que le faltaba algo. En busca de guía, pidió una semana de licencia, condujo hasta un lugar retirado en la playa y ayunó durante cinco días. “Literalmente supliqué al Señor”, recuerda Joseph, “saber qué hacer para adquirir la fortaleza y el poder espiritual a fin de enseñar el Evangelio como debía enseñarse”14. También expresó un segundo deseo: encontrar una esposa que amara a Dios tanto como lo amaba él.

La oración de Joseph pronto fue contestada. Mientras visitaba el Centro Cultural Polinesio de Laie conoció a varios Santos de los Últimos Días cuya visión del Evangelio le impresionó; en particular una exmisionera llamada Toe Isapela Leituala le pareció el tipo de mujer que siempre había estado buscando. Mediante conversaciones con sus nuevos amigos, con los misioneros y con Toe, Joseph se convenció de que había encontrado la Iglesia restaurada de Cristo. Se bautizó el 30 de septiembre de 1973 y, como miembro nuevo, los sentimientos de Joseph en cuanto a la Iglesia y la raza eran contradictorios. Le ponía nervioso ser el único miembro de color de su barrio. Además, las restricciones en cuanto al sacerdocio y el templo se interponían entre él y dos de sus más profundos anhelos: no podía ser ministro en la Iglesia, y no podía tener el matrimonio que deseaba. Toe, que deseaba casarse en el templo, rompió todo contacto con Joseph al sentir que aumentaba su amor por él.

Aquello afectó a Joseph, quien no encontraba en las Escrituras respaldo a las habituales justificaciones para esa restricción, la mayoría de las cuales comprendían especulaciones sobre la vida premortal. Al mismo tiempo encontró consuelo en la promesa de que, algún día, al menos en el Milenio, los hombres de color tendrían el sacerdocio. “No concebía el Milenio como algo lejano, más allá de toda comprensión”, recuerda Joseph. “Realmente sentía que no podía ser muchos años antes de ‘ese grande y terrible día’”15.

A pesar de los dilemas que afrontó como un hombre de color en la Iglesia, Joseph continuó sintiendo gratitud por el Evangelio. “Cada día, el don del Espíritu Santo se convertía en la mayor fuente de guía y de paz, y una parte más constante de mi vida”, recuerda16. Poco después de su conversión le resultaba difícil imaginar cómo había vivido sin ello; también fue difícil para Toe imaginar su vida sin él. Aunque casarse con Joseph la privaría del sellamiento en el templo que tanto había esperado, se sintió impelida a continuar con la relación. Ambos comenzaron a salir y pronto pidieron consejo al obispo en cuanto a su casamiento. Al principio, el obispo expresó las típicas preocupaciones de la época acerca del matrimonio interracial e intercultural pero les prometió que, si ayunaban y oraban, el Espíritu Santo les diría lo que debían hacer. Joseph y Toe ayunaron, oraron y sintieron la confirmación del Espíritu en cuanto a su elección. Otras personas los presionaron para que pusieran fin a su relación, pero ellos permanecieron fieles a la respuesta que habían recibido; se casaron el 15 de junio de 1974 y el matrimonio pronto fue bendecido con un hijo. Joseph y Toe decidieron dejar la vida militar y se trasladaron a Salt Lake City, donde tuvieron más hijos. Un factor que les motivó a establecerse en Salt Lake City fue el Genesis Group, un grupo social y espiritual patrocinado por la Iglesia para los santos de color17. En general se sentía satisfecho con su vida en la Iglesia, pero le preocupaba el modo en que criaría a sus hijos de modo que tuvieran la suficiente autoestima para soportar la discriminación en su adolescencia por no poder recibir el sacerdocio junto con sus compañeros.

El día prometido por tan largo tiempo

A medida que aumentaban las congregaciones de creyentes en Ghana y Nigeria, y personas como la familia Martins y Joseph Freeman se unían a la Iglesia en el continente americano, el presidente Spencer W. Kimball era testigo de su fidelidad y comenzaba a preocuparse cada vez más en cuanto al modo de ayudarlos a progresar en la fe. En una ocasión llegó a derramar lágrimas por una carta que recibió de Emmanuel Bondah, un niño de sexto grado de Ghana que pedía su propio ejemplar del Libro de Mormón y ayuda para llegar a ser “un puro mormón”18.

A principios de 1978, el presidente Kimball oraba con regularidad en el templo a fin de recibir revelación para extender la ordenación al sacerdocio y las bendiciones del templo a los miembros de la Iglesia de color. Habló del asunto en detalle con sus consejeros de la Primera Presidencia y con los miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles, y los invitó a hacer de este un tema de estudio y oración.

El 1 de junio de 1978, el presidente Kimball se reunió con la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles en el templo; les volvió a preguntar su opinión y a pedirles consejo acerca de la restricción, y a continuación oraron para recibir revelación. “Anteriormente había tenido algunas experiencias espirituales destacables”, recordaba el élder Bruce R. McConkie, “… pero ninguna de tal magnitud. Todas las Autoridades Generales supieron y sintieron en el alma al mismo tiempo cuál era la respuesta a la insistente súplica del presidente Kimball”19. Una semana después, la Primera Presidencia comunicó a los líderes de la Iglesia de todo el mundo que se había levantado la restricción. Más adelante, la declaración pasó a formar parte de las Escrituras en Doctrina y Convenios como la Declaración Oficial—2.

El día después del anuncio, Joseph Freeman recibió una llamada telefónica de su obispo. Daba la casualidad de que su conferencia de estaca iba a tener lugar aquel fin de semana; Joseph fue entrevistado, sostenido y, el 11 de junio de 1978 se convirtió en el primer hombre de color ordenado al Sacerdocio de Melquisedec después de la revelación. Finalmente podría ministrar con la autoridad que había orado para encontrar. Dos semanas después, Joseph y Toe llevaron a sus hijos al templo. Cuando la familia de Joseph y Toe se arrodilló ante el altar, el élder Thomas S. Monson pronunció las palabras de la ordenanza, y luego los selló por tiempo y por toda la eternidad20.

Para la familia Martins, en Brasil, la nueva situación hizo que su hijo Marcus pospusiera su boda para servir en la misión de la que hablaba su bendición patriarcal y para la cual sus padres habían ahorrado. Justo después de ser él mismo ordenado élder, Helvécio formó parte del círculo para ordenar a Marcus al mismo oficio. “Sentí que iba a estallar de gozo”, recuerda Helvécio21. Solo unas semanas después, le dio al hijo de su asistenta doméstica una bendición del Evangelio y fue testigo de la milagrosa sanación del niño. En noviembre de ese año se abrió el Templo de São Paulo, Brasil, y la familia Martins se selló —incluso Marcus, que prestaba servicio misional en São Paulo, Brasil—22.

En Ghana, la revelación sobre el sacerdocio abrió por fin la vía para que los misioneros fueran y organizaran oficialmente congregaciones allí. Para miembros como Charlotte fue una clara respuesta a los prolongados ayunos y las muchas oraciones de los santos de la región. A su esposo, William, le impresionó menos. Durante sus estudios, había surgido en él cierta desconfianza hacia las personas de raza blanca; sus interacciones personales con ellas solo habían servido para aumentar esa desconfianza, y se mostraba escéptico ante la idea de que misioneros blancos fueran a llevar nada bueno a su país23.

No obstante, lo que finalmente sintió le impresionó. Un matrimonio misionero, Reed y Naomi Clegg, le llevaron el Evangelio por medio de sus hechos y sus palabras. Eran cariñosos y sinceros; no solo enseñaban que todas las personas eran hijos de Dios, sino que también mostraban respeto hacia todos los que conocían. “Me recibieron de un modo que ninguna persona de raza blanca me había recibido jamás”, recuerda William24. Una vez que su actitud defensiva con respecto a los mensajeros de raza blanca hubo desaparecido, William no tardó mucho en sentir que el Evangelio penetraba profundamente en su corazón. Fue bautizado y ordenado al sacerdocio, y ayudó a edificar la Iglesia en Ghana desde sus humildes comienzos hasta el día de 2004 en que las visiones de los primeros miembros se cumplieron y Ghana tuvo su propio templo.

Seguir adelante con fe

Tal como Helvécio Martins había expresado a su obispo a mediados de la década de 1970, la restricción en cuanto al sacerdocio y el templo era una de las muchas pruebas en la vida de los miembros de color. Además de sus propias pruebas personales, muchos han afrontado —y continúan haciéndolo— malentendidos culturales y prejuicios, aun en sus propios barrios o ramas, y a los miembros de todas las razas les cuesta entender esa restricción.

Como resultado de la revelación que le puso fin, los miembros de la Iglesia en todo el mundo sienten una integración real y significativa con sus hermanos, los santos. Mediante la orientación familiar y el programa de maestras visitantes, los llamamientos en la Iglesia, el servicio y el hermanamiento, miembros con diferentes antecedentes raciales se involucran los unos en la vida de los otros. Los miembros aprenden los unos de los otros, se aconsejan mutuamente y tienen la oportunidad de entender mejor los puntos de vista y las experiencias de unos y otros.

Los Santos de los Últimos Días siguen luchando con los problemas originados por siglos de esclavitud, colonización, desconfianza y división, pero la hermandad en la Iglesia les ofrece la oportunidad de llegar a ser uno en corazón y uno en mente a medida que se ministran los unos a los otros con amor. Al seguir adelante con humildad y fe, los miembros de la Iglesia encuentran sanación y fortaleza por medio de Jesucristo, el Salvador de todos nosotros.

  1. En el Antiguo Testamento leemos que los israelitas fueron esclavos en Egipto, y luego muchos de ellos estuvieron cautivos en Asiria y Babilonia. Algunos libros apócrifos se sitúan en la época en que Israel estuvo gobernada por potencias griegas; durante los días del Nuevo Testamento, los romanos ocupaban Israel.

  2. Peter Kerr, que había sido esclavo en Ohio, fue probablemente la primera persona de color que aceptó el Evangelio cuando los misioneros visitaron la región de Kirtland en 1830 (véase Mark Staker, Hearken O Ye People: The Historical Setting of Joseph Smith’s Ohio Revelations, Salt Lake City: Kofford Books, 2009, pág. 3). Elijah Abel, Jane Manning James, Q. Walker Lewis y Green Flake son otros ejemplos de algunos de los primeros Santos de los Últimos Días de color. Los primeros vecinos de los Santos de los Últimos Días con frecuencia veían que los santos se sentían peligrosamente cómodos con los estadounidenses de color, una percepción que ya contribuyó a la violencia contra los santos en 1832, cuando los habitantes del Condado de Jackson acusaron a los santos de corromper a sus esclavos (véase William W. Phelps, “To His Excellency, Daniel Dunklin, Governor of the State of Missouri”, The Evening and the Morning Star, tomo II, nro. 15, diciembre de 1833, págs. 226–231).

  3. Véase “La raza y el sacerdocio”, Temas del Evangelio, topics.lds.org.

  4. En los Estados Unidos, los avances legales logrados por las personas de color durante las décadas de 1950 y 1960 se redujeron en la década de 1970, cuando muchos de los que habían apoyado el fin de las leyes discriminatorias en el sur se opusieron a los esfuerzos por aumentar la integración racial en el norte. También en África muchos países alcanzaron la independencia en las décadas de 1950 y 1960, solo para darse cuenta, en la década de 1970, de que los obstáculos a la participación igualitaria en la comunidad internacional persistían.

  5. William E. D. y Charlotte A. Acquah, entrevista por Matthew K. Heiss, Costa del Cabo, Ghana, 16 de octubre de 1999, OH 2238, transcripción, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 26.

  6. Acquah, entrevista, pág. 22.

  7. Helvécio Martins y Mark Grover, The Autobiography of Helvécio Martins, Salt Lake City: Aspen Books, 1994, págs. 39–40.

  8. Martins, The Autobiography of Helvécio Martins, pág. 44.

  9. Martins, The Autobiography of Helvécio Martins, pág. 45.

  10. Martins, The Autobiography of Helvécio Martins, pág. 46.

  11. Martins, The Autobiography of Helvécio Martins, pág. 57.

  12. Martins, The Autobiography of Helvécio Martins, pág. 64.

  13. Martins, The Autobiography of Helvécio Martins, pág. 66.

  14. Joseph Freeman, In the Lord’s Due Time, Salt Lake City: Bookcraft, 1979, pág. 43.

  15. Freeman, In the Lord’s Due Time, págs. 67–68.

  16. Freeman, In the Lord’s Due Time, pág. 66.

  17. Freeman, In the Lord’s Due Time, págs. 87, 100–101. El Genesis Group se había creado en respuesta a la petición de ayuda de tres miembros de color —Ruffin Bridgeforth, Darius Gray y Eugene Orr— para prestar servicio y reactivar a algunos santos de color en la región. Los élderes Gordon B. Hinckley, Thomas S. Monson y Boyd K. Packer, del Cuórum de los Doce Apóstoles, se reunieron con los tres y ayudaron a organizar el grupo (véase Edward L. Kimball, “Spencer W. Kimball and the Revelation on Priesthood”, BYU Studies, tomo XLVII, nro. 2, 2008, pág. 30).

  18. Janath Russell Cannon y Edwin Q. Cannon, hijo, Together: A Love Story, Salt Lake City: Desktop Publishing, 1999, pág. 153.

  19. Kimball, “Spencer W. Kimball and the Revelation on the Priesthood”, pág. 56.

  20. Chris Peterson, “Black Priesthood Holder Recalls Historic Day”, Deseret News, 23 de abril de 2010, www.deseretnews.com.

  21. Martins, The Autobiography of Helvécio Martins, págs. 70–71.

  22. Martins, The Autobiography of Helvécio Martins, pág. 78.

  23. Acquah, entrevista, págs. 8, 12–14.

  24. Acquah, entrevista, pág. 14.