16: La enseñanza por medio de las preguntas

"16: La enseñanza por medio de las preguntas," Parte B: Principios básicos de la enseñanza del Evangelio—Fomente el aprendizaje diligente, ()


Jesucristo, Maestro de Maestros, solía con frecuencia hacer preguntas para que la gente entonces meditara y aplicara los principios que enseñaba (por ejemplo, véase Mateo 16:13–15; Lucas 7:41–42; 3 Nefi 27:27). Sus preguntas incitaban a la gente a pensar, a hacer un examen de conciencia y a comprometerse.

Pautas generales para preparar preguntas

Los manuales de lecciones producidos por la Iglesia sugieren muchas preguntas que usted podría emplear en la clase. Léalas con cuidado para decidir cuáles serán de mayor provecho para quienes enseña. También podría preparar sus propias preguntas. Al considerar las que habrá de utilizar en una lección, pregúntese a sí mismo: “¿Serán de provecho para que mis alumnos entiendan las ideas principales de la lección? ¿Les ayudarán estas preguntas a aplicar los principios del Evangelio que estoy enseñándoles?”

Las siguientes ideas podrían ayudarle a preparar sus propias preguntas.

Preguntas que pueden contestarse con un simple Sí o No

Las preguntas que pueden contestarse con un simple o no tienen una aplicación limitada en la enseñanza del Evangelio. Usted debiera emplearlas solamente para establecer un cometido o para determinar si alguien está o no de acuerdo.

Preguntas sobre hechos o datos

Las preguntas sobre hechos o datos se usan para establecer los hechos básicos de un pasaje o evento de las Escrituras, o de un principio del Evangelio. Tienen respuestas específicas. Pueden ayudar a que los alumnos comiencen a estudiar pasajes de las Escrituras, entender puntos importantes, repasar ideas y aclarar conceptos erróneos. Por ejemplo:

  • Cuando los hermanos de Nefi le pidieron que los perdonara por haberlo atado con cuerdas, ¿cuál fue su reacción inmediata?

  • ¿Cuándo y dónde se organizó la Iglesia?

Asegúrese de no limitarse a hacer solamente preguntas sobre hechos o datos, puesto que no requieren pensar mucho y aun podrían desalentar a aquellos que no conocen las respuestas. Cuando las emplee, por lo general debería asegurarse de que sus alumnos tengan la información necesaria para contestarlas.

Con preguntas sobre hechos o datos, usted puede ayudar a que cada uno comience el análisis en el mismo punto. Luego podría ir modificándolas para promover una mayor reflexión y ayudar a sus alumnos para que vean cómo los principios del Evangelio se aplican en su vida.

Preguntas que provocan una mayor reflexión

Algunas preguntas suelen alentar a los alumnos a pensar más profundamente en el significado de algunos pasajes de Escritura y de algunos principios del Evangelio. Tales preguntas podrían comenzar con las palabras qué, cómo o por qué. No pueden contestarse con un simple o no y por lo general tienen más de una respuesta correcta. Por ejemplo:

  • ¿Por qué creen ustedes que se recibió esta revelación en esos momentos de la historia de la Iglesia?

  • ¿Qué nos enseña este relato en cuanto a cómo ayuda el Señor a los necesitados?

  • ¿Cómo definen ustedes lo que es la fe?

  • ¿Qué significa ser humilde?

  • ¿En qué se compara este objeto al principio del Evangelio que estamos estudiando? (Ésta es una buena pregunta para hacer en una lección práctica.)

  • ¿En qué difieren la reacción de Lamán y Lemuel de la de Nefi?

Cuando haga tales preguntas, sea receptivo a todas las respuestas (véase “Dispóngase a escuchar”, págs. 71–72]). Aliente a sus alumnos para que mediten sobre las Escrituras y los principios del Evangelio que se están analizando y para que expresen sus propias ideas. Trate de que no den respuestas específicas a sus preguntas pues se darían cuenta de lo que usted está haciendo y entonces dejarán de participar o comenzarán a adivinar en lugar de pensar. Cuando necesite una respuesta específica, es mejor que haga una pregunta sobre hechos o datos o que presente la información de otra manera.

Preguntas que ayudan al alumno a aplicar los principios del Evangelio

Es importante hacer preguntas que ayuden a los alumnos a aplicar en su vida los principios del Evangelio. Por ejemplo:

  • ¿Cómo se ha cumplido en la vida de ustedes esta promesa del Señor?

  • ¿Cómo es que nosotros mismos solemos cometer los mismos errores que cometía la gente de este relato?

  • ¿Cómo pueden los castigos de Dios ser una bendición para nosotros?

  • ¿Cuáles son algunas de las circunstancias actuales que se asemejan a los acontecimientos relatados en este pasaje de las Escrituras?

  • Si usted se encontrara en el lugar de esta persona, ¿qué haría?

Pida a sus alumnos que mencionen algunos ejemplos de cómo ellos u otras personas han aplicado los principios del Evangelio que están analizando. Según lo inspire el Espíritu, exhórteles a dar testimonio de dichos principios.

Pautas generales para hacer preguntas

Haga preguntas que los alumnos puedan contestar

No emplee preguntas que demuestren su propio conocimiento personal. Haga preguntas que requieran que las personas a las que enseñe reflexionen antes de responder.

Responda con respeto y cortesía a las contestaciones incorrectas

En ocasiones, alguien podría dar una respuesta incorrecta u ofrecer una respuesta que demuestre poco entendimiento por parte de quien responde. Otros en el grupo podrían reírse al escucharla y ello turbaría a la persona y causaría que vacile en participar en lo futuro. Aun podría interferir en su aprendizaje.

Responda con respeto y cortesía a las contestaciones incorrectas. Asegúrese de que la persona continúe sintiéndose cómoda al participar. Quizás pueda decidir usted asumir la responsabilidad de ello diciendo algo así como:“Lo siento. Me temo que no formulé correctamente mi pregunta. Permítanme hacerla de nuevo”. O podría ayudar a la persona diciendo: “Tal vez usted estaba pensando en otra cosa” o “Gracias por hacérmelo notar, pero no estoy seguro de que mi pregunta haya sido muy clara”. Tales comentarios ayudarán a que sus alumnos se sientan cada vez más cómodos al participar, aun cuando podrían pensar que están arriesgándose a contestar equivocadamente.

Concédales tiempo para la respuesta

No se preocupe si sus alumnos permanecen en silencio por un momento antes de contestar una pregunta. No responda a su propia pregunta; concédales tiempo para que piensen bien la respuesta. Sin embargo, un silencio prolongado podría indicar que no entienden la pregunta y que es necesario que usted la formule con otras palabras.

Emplee preguntas complementarias

Las preguntas complementarias pueden ayudar a los alumnos a meditar más cuidadosamente acerca de uno de los principios que están analizando. Por ejemplo, si sugieren alguna forma en que un relato de las Escrituras pueda relacionarse personalmente con ellos, usted podría preguntarles: “¿Qué más aprendemos de este relato?”

Permita que cada uno tenga oportunidad de hablar

Para alentar más la participación de sus alumnos, quizás podría dirigir algunas preguntas complementarias a aquellos que todavía no hayan hecho ningún comentario durante la lección.

Si son varias las personas que desean hacer comentarios acerca de un tema determinado, quizás podría usted decir algo así como: “Escuchemos primero sus comentarios y luego los de usted”. Entonces sus alumnos permanecerán en orden sabiendo que después tendrán la oportunidad de expresarse.

Ayude a sus alumnos a prepararse para contestar preguntas

Para ayudar a sus alumnos a prepararse para contestar preguntas, podría informarles antes de que algo se les lea o se les presente que les hará algunas preguntas (véanse los métodos de pedir a los alumnos que identifiquen algo específico en la sección “El enseñar en base a las Escrituras”, págs. 59–60). Por ejemplo, podría decirles: “Escuchen a medida que leo este pasaje para que puedan expresar lo que es de mayor interés para ustedes en cuanto al mismo”, o“Mientras leemos este pasaje de las Escrituras, traten de entender lo que el Señor nos dice acerca de la fe”.

Evite hacer preguntas que provoquen controversia o que promuevan altercados

El Salvador dijo: “Aquel que tiene el espíritu de contención no es mío” (3 Nefi 11:29; véanse también los versículos 28 y 30). Tenga especial cuidado de no hacer preguntas que promuevan altercados o que destaquen temas sensacionales. No haga preguntas que provoquen dudas o que conduzcan a análisis que no edifiquen. Asegúrese de que sus preguntas conduzcan a sus alumnos hacia la unidad de la fe y el amor (véase Mosíah 18:21). Cuando se suscite un desacuerdo, trate de destacar los puntos de comprensión mutua y de doctrina correcta.

En ocasiones, haga preguntas que promuevan la meditación en silencio

Ocasionalmente podría hacer preguntas que conduzcan a los alumnos a la meditación en silencio en vez de que respondan abiertamente en un análisis. Por ejemplo:

  • ¿Qué han hecho hoy que les haya ayudado a seguir en el sendero hacia la vida eterna?

  • ¿Han dejado de hacer hoy alguna cosa que podría haberles guiado hacia la vida eterna?

Empleo creativo de las preguntas

Usted podría emplear preguntas en algunas de las siguientes formas:

  • Escríbalas en tiras de papel y colóquelas con cinta adhesiva debajo de las sillas. En momentos oportunos durante la lección, pida a cada persona que recoja la pregunta correspondiente que esté debajo de su silla. Pídales luego que la lean y respondan a la misma.

  • Pida a cada alumno que escriba una pregunta basada en un principio del Evangelio o en un pasaje de las Escrituras. Recójalas entonces y analícelas con la clase.

  • Asigne a algunos alumnos la dramatización de personajes de su preferencia en la lección y a otros que les hagan preguntas (véase “Dramatizaciones”, págs.188–189). Esto surte buen resultado especialmente con los niños.

  • Durante la semana antes de la lección, asigne algunas preguntas a determinados miembros de la clase, y pídales que se preparen a responderlas como parte de la pró-xima lección.

  • Emplee las siguientes preguntas para analizar un principio del Evangelio: “¿Qué saben con respecto a este principio?” ¿Qué más desean saber al respecto?” “¿Qué han aprendido hoy?” Usted puede entonces establecer la base de la lección pidiendo a los alumnos que respondan a estas preguntas y que las anoten en tres columnas en la pizarra.

  • Escriba en la pizarra una pregunta antes de comenzar la clase a fin de que los alumnos empiecen a pensar sobre ella tan pronto como vayan llegando.

  • Pida a los alumnos que respondan a las preguntas buscando y leyendo pasajes de Escrituras e himnos apropiados. Pídales también que contesten relatando ejemplos de sus propias experiencias.

  • Divida la clase en pequeños grupos y entrégueles algunas preguntas para que las estudien en conjunto. Luego pida a cada grupo que presente sus respuestas a la clase.

Información adicional

Para obtener información adicional, véase “Planear y dirigir análisis significativos”, pág. 366 en la sección“Enseñanza del Evangelio y liderazgo” del Manual de Instrucciones de la Iglesia.