Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
La misión del profeta José Smith


Capítulo 2

La misión del profeta José Smith

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días descansa firmemente sobre las revelaciones que Dios ha dado por conducto del profeta José Smith.

De la vida de Heber J. Grant

El testimonio que Heber J. Grant tenía del profeta José Smith comenzó a una temprana edad cuando su madre y la amiga de ella, Eliza R. Snow, le contaban de sus experiencias personales con el Profeta. También influyeron en su testimonio del Profeta los respectivos testimonios de los presidentes Brigham Young, John Taylor, Wilford Woodruff, Lorenzo Snow y Joseph F. Smith, hombres que habían conocido personalmente a José Smith. El presidente Grant dijo: “Tanto por el testimonio de mi madre como por el de cientos de otras personas que conocieron al profeta José, así como por las revelaciones que el Espíritu de Dios me ha dado a mí, sé que José Smith fue un Profeta de Dios”1.

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Joseph Smith's first vision

“Con la aparición del Padre y del Hijo al profeta José Smith,a principios de la primavera de 1820, se inició la más grandiosa dispensación del Evangelio de todos los tiempos”.

A lo largo de su ministerio como apóstol y como Presidente de la Iglesia, Heber J. Grant siempre sintió un sumo placer al testificar del profeta José Smith y de la restauración del Evangelio. Expuso lo siguiente: “Nadie ha sentido como yo tan profunda dicha al testificar de su conocimiento de que Dios vive y de que Jesús es el Cristo, así como de que José Smith es un profeta de Dios. Me regocijo en ello”2.

Mientras el élder Grant prestaba servicio en el Quórum de los Doce Apóstoles, su testimonio del profeta José Smith contribuyó a la conversión de su medio hermano Fred, “que había sido descuidado, indiferente y desobediente, y que no había puesto de manifiesto ningún interés en el Evangelio de Jesucristo”3. Un día el élder Grant se encontraba en el Tabernáculo de Salt Lake, preparándose para pronunciar un discurso, cuando vio a Fred entrar en el edificio. De ello, contó lo siguiente:

“Cuando… vi a Fred por primera vez en el Tabernáculo y comprendí que buscaba a Dios para que le diese luz y conocimiento con respecto a la divinidad de esta obra, incliné la cabeza y supliqué en oración que, si se me pedía que dirigiese la palabra a la congregación, el Señor me inspirara mediante la revelación de Su Espíritu, para hablar de tal manera que mi hermano tuviese que reconocer ante mí que yo había hablado de una forma que excedía a mi capacidad natural, que había sido inspirado por el Señor. Entendí que si él reconocía eso, yo podría hacerle ver que Dios le había dado un testimonio de la divinidad de esta obra”.

Cuando le llegó el turno de hablar, el élder Grant se dirigió al púlpito y abrió el libro que le serviría de guía para dar el discurso que había preparado. Entonces, dijo a la congregación: “No me es posible decirles la razón de ello, pero nunca en toda mi vida he deseado tanto contar con la inspiración del Señor como lo deseo hoy”. “Pidió a los de la congregación su fe y oraciones” y siguió con su propia y silenciosa petición de recibir inspiración. Tras haber hablado treinta minutos, volvió a su asiento. Posteriormente, comentó:

“Una vez que me senté después de haber dado mi discurso, recordé que había dejado olvidado el libro abierto sobre el púlpito. El presidente George Q. Cannon [Primer Consejero de la Primera Presidencia] se encontraba en el asiento que había inmediatamente detrás de mí… y oí que se decía para sí: ‘¡Gracias sean dadas a Dios por el poder de ese testimonio!’. Cuando oí eso y reparé en que me había olvidado del discurso que me había propuesto dar, me saltaron las lágrimas a borbotones; entonces, afirmando los codos en las rodillas, me tapé la cara con las manos para que no me viesen llorar como un niño. Cuando oí esas palabras de George Q. Cannon, supe que Dios había oído y contestado mi oración y supe también que se había conmovido el corazón de mi hermano.

“Había dedicado mis treinta minutos casi enteramente a expresar el testimonio de mi conocimiento de que Dios vive, de que Jesús es el Cristo y de las magníficas y maravillosas labores del profeta José Smith; había dado testimonio del conocimiento que Dios me había dado de que José Smith fue efectivamente profeta del Dios verdadero y viviente.

“A la mañana siguiente, mi hermano fue a mi despacho y me dijo: ‘Heber, ayer estuve en la reunión y te oí hablar’.

“Le dije: ‘Supongo que fue la primera vez que oías predicar a tu hermano’.

“ ‘No, no’, me dijo, ‘te he oído hablar muchas veces. Por lo general llego tarde y voy a la galería, y suelo irme antes de que termine la reunión. Pero nunca has hablado como lo hiciste ayer. Hablaste de una forma que excedía a tu capacidad natural. ¡Fuiste inspirado por el Señor!’. ¡Ésas fueron exactamente las mismas palabras que yo había pronunciado el día antes en mi oración al Señor!

“Le pregunté: ‘¿Sigues aún pidiendo en oración recibir un testimonio del Evangelio?’.

“Él me dijo: ‘Sí, y estoy a punto de enloquecer!’.

“Le pregunté: ‘¿De qué hablé ayer?’.

“Me respondió: ‘Tú sabes de qué hablaste ayer’.

“Le dije: ‘Y bien, dímelo tú’.

“ ‘Hablaste de la divina misión del profeta José Smith’.

“Proseguí: ‘Y fui inspirado de tal manera que hablé de una forma que excedió a mi capacidad natural; nunca me habías oído hablar como hablé ayer. ¿Estás esperando a que el Señor venga a derribarte de un garrotazo? ¿Qué más testimonio quieres del Evangelio de Jesucristo que el que un hombre hable de un modo que exceda a su capacidad natural y bajo la inspiración de Dios al testificar de la divina misión del profeta José Smith?’.

“El siguiente día de reposo me pidió que le bautizara”4.

Enseñanzas de Heber J. Grant

Dios restauró la plenitud del Evangelio por medio del profeta José Smith.

El mensaje de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días al mundo es que Dios vive, que Jesucristo es Su Hijo y que Ellos aparecieron al joven José Smith, y le prometieron que sería un instrumento en las manos del Señor para restaurar el Evangelio verdadero en el mundo5.

Después de la crucifixión de [Jesús] y de la muerte de los apóstoles a los que Él escogió y que padecieron el martirio en manos de los que estaban en contra de las verdades que Él enseñó, pareció que Su misión y Su ministerio habían sido un fracaso; pero, al pasar el tiempo y al ir comprendiéndose mejor las doctrinas del cristianismo, hombres reflexivos se volvieron a Él y lo consideraron su fuente de luz y de fortaleza, y de ese modo, conservaron la fe en Su misión y en Su ministerio, lo cual tuvo como consecuencia que el cristianismo se convirtiese en la influencia preponderante en la civilización y en el progreso del mundo.

Con el paso del tiempo, hubo disensiones en la Iglesia primitiva. Los hombres traspasaron las leyes de la Iglesia que había establecido el Redentor, cambiaron las ordenanzas y quebrantaron el convenio sempiterno [véase Isaías 24:5] y comenzaron a enseñar como doctrinas sus propios mandamientos [véase Mateo 15:9]; se estableció una forma de adoración que se llamó cristianismo, pero que carecía del poder de Dios que había caracterizado a la Iglesia primitiva. Las tinieblas espirituales cubrieron la tierra y una densa oscuridad espiritual cubrió la mente de las personas [véase Isaías 60:2].

Entonces llegó otra etapa trascendental de la historia del mundo. Llegó el momento, preordenado por el Señor y predicho por Sus profetas, en el que había de iniciarse otra dispensación del Evangelio, el tiempo en el que el Evangelio del reino había de restaurarse y predicarse en todo el mundo como testimonio a todos los pueblos antes de que llegase el fin.

De nuevo se regocijaron los cielos, otra vez seres celestiales comunicaron la voluntad del Padre a Sus hijos que están aquí, sobre la tierra, y los hombres se alegraron cuando se inició la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos.

José Smith fue el instrumento mediante el cual el Señor estimó conveniente dar comienzo a la gran obra de los últimos días. A él aparecieron el Padre y el Hijo en una visión celestial, sobre él se confirieron las llaves del sacerdocio sempiterno con autoridad para transmitirlas a otros y con la promesa de que el sacerdocio nunca volvería a ser quitado de la tierra hasta que se cumpliesen los propósitos del Padre6.

He conocido en diversos lugares a personas que han estudiado nuestra fe. Algunas de ellas decían: “Podría aceptar todo lo que ustedes enseñan si no fuese por esa persona: José Smith. ¡Si tan sólo no lo tuvieran en cuenta!”

Jamás llegará el día en el que hagamos eso; sería como no tener en cuenta a Jesucristo, el Hijo del Dios viviente. O José Smith efectivamente vio a Dios y de hecho conversó con Él, y Dios mismo en realidad presentó a Jesucristo al joven José Smith, y Jesucristo en efecto dijo a José Smith que sería el instrumento en las manos de Dios para establecer de nuevo sobre la tierra el Evangelio verdadero de Jesucristo… o el llamado mormonismo es un mito. ¡Y el mormonismo no es un mito! Es el poder de Dios para salvación. Es la Iglesia de Jesucristo, establecida bajo Su dirección, y toda la incredulidad del mundo no puede cambiar los hechos fundamentales enlazados con La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Todo Santo de los Últimos Días cree que Dios apareció al adolescente José Smith y todo Santo de los Últimos Días cree que Dios mismo presentó a Jesucristo al joven José Smith como: “…mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” [José Smith—Historia 1:17]7.

Todo el fundamento de esta Iglesia descansa firmemente sobre las revelaciones que el Dios viviente ha dado por conducto del profeta José Smith8.

La Primera Visión de José Smith marcó el comienzo de “una obra maravillosa y un prodigio”.

Lo más maravilloso que ha ocurrido en la historia del mundo desde que el Salvador vivió en la tierra es que Dios mismo estimó conveniente visitar la tierra con Su Amado Hijo Unigénito, nuestro Redentor y Salvador, y aparecer al joven José9.

La gloria del Señor cubrió a José Smith, y Dios mismo, en la gloria y majestad de Su persona, con Su Hijo Unigénito, Jehová, se reveló en visión y con Su propia voz designó a José Smith para que fuese el instrumento por medio del cual se iniciaría la más grandiosa dispensación del Evangelio de todos los tiempos.

No hubo nada de ostentación, ni de pompa ni de alarde espectacular; fue una ocasión sencilla, solemne, superlativa e inefablemente gloriosa e impresionante.

La voz del Señor, que había estado en silencio desde hacía siglos, se oyó de nuevo. Otra vez se pronunció el divino mensaje que tan a menudo se había repetido: “Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!”. Nuevamente se revelaron la personalidad del Padre y de Su Hijo Unigénito para que el género humano los conociera como son10.

El acontecimiento señala el comienzo de “una obra maravillosa y un prodigio”, que fue predicha por Isaías el profeta [véase Isaías 29:13–14], confirmada por Daniel [véase Daniel 2:29–44] y posteriormente anunciada por Juan el Revelador [véase Apocalipsis 14:6–7]. La visitación personal del Padre y del Hijo, y la elección de José para que fuese el líder de la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, marcó el comienzo de esta obra, la cual fue complementada con la visitación de ángeles y de otros santos mensajeros que confirieron a José los poderes del Sacerdocio, la autoridad para actuar en el nombre de Dios, para presentar al género humano el Evangelio de Jesucristo por autoridad divina, y por dirección divina organizar y establecer la verdadera Iglesia de Cristo en los últimos días11.

Con humildad y con pleno conocimiento de la responsabilidad que esto supone, damos testimonio a las gentes del mundo de que, con la aparición del Padre y del Hijo al profeta José Smith, a principios de la primavera de 1820, se inició la más grandiosa dispensación del Evangelio de todos los tiempos, una dispensación de luz, que irradia desde la presencia de Dios e ilumina la mente de los hombres, aumentando la inteligencia y el conocimiento, que es la gloria de Dios12.

Las llaves del sacerdocio fueron restauradas por medio del profeta José Smith.

“Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas” [Los Artículos de Fe 5.]

Y anunciamos a todo el mundo… que tenemos esa autoridad. Anunciamos que el mismo hombre que bautizó al Salvador del mundo, conocido como Juan el Bautista, vino a esta tierra, puso las manos sobre la cabeza de José Smith y de Oliver Cowdery, y les confirió el Sacerdocio Aarónico, o sacerdocio menor, que tiene la autoridad para bautizar. Después de haberles otorgado esa ordenación, les indicó que se bautizaran el uno al otro y les prometió que Pedro, Santiago y Juan, los apóstoles del Señor Jesucristo que estuvieron a la cabeza de la Iglesia después de la Crucifixión, los visitarían posteriormente y les conferirían el apostolado, el Sacerdocio de Melquisedec, o sacerdocio mayor.

Anunciamos a todo el mundo que ellos efectivamente vinieron y que hemos recibido esa autoridad, y toda la incredulidad del mundo entero no puede cambiar el hecho de esas dos visitaciones: de esas dos ordenaciones. Si esas cosas son un hecho, la incredulidad no puede cambiarlas. Y anunciamos que en efecto son hechos13.

Los frutos de la Restauración testifican de la misión de José Smith.

Las mayores evidencias de la divinidad de la Primera Visión, así como de las visitaciones de ángeles y de otros mensajeros a José el profeta que siguieron a la Primera Visión, son los resultados prácticos que se han desprendido de los mensajes que se trajeron y de la autoridad que se confirió. El Evangelio en su pureza ha sido restaurado en la tierra. El magnífico registro de los antiguos habitantes de este continente, el Libro de Mormón, se sacó a la luz desde el lugar en el que se hallaba escondido en el Cerro Cumorah, el cual contiene la plenitud del Evangelio como lo enseñó el Señor y Salvador Jesucristo sobre este continente americano. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se organizó el 6 de abril de 1830 en el pueblo de Fayette, Condado de Séneca, Nueva York, y ha prosperado… a pesar de la persecución y de los obstáculos con que se ha encontrado de continuo14.

Cuando nos detenemos a pensar en la obra maravillosa que llevó a cabo el profeta José Smith, me pregunto cómo persona alguna que posea inteligencia puede investigar la vida de ese hombre, enterarse de su encarcelamiento, de las veces que se vio obligado a trasladarse de un lugar a otro por motivo de las intensas persecuciones, de cómo le cubrieron de brea caliente y de plumas, de la sentencia de muerte que le decretaron y, en seguida, leer las cosas maravillosas que tenemos en Doctrina y Convenios sin reconocer la inspiración del Señor en todos sus logros.

No me es posible comprender cómo una persona inteligente puede pensar que alguien, sin la ayuda del Señor, hubiera podido idear el Libro de Mormón, que hemos tenido desde hace ya más de cien años y que ha resistido las pruebas durante todo ese tiempo, a pesar de lo que lo han ridiculizado, por una u otra razón. Hoy en día ese libro, que fue traducido por José Smith como instrumento del Señor, se destaca en un lugar supremo. Es en la actualidad el mejor elemento misional con que contamos para proclamar este Evangelio; nada se compara con él15.

Esta Iglesia es… una obra maravillosa y un prodigio. No hay nada como ella en todo el mundo, porque Jesucristo, el Hijo de Dios, la estableció y es la cabeza de ella; porque Jesucristo se manifestó al Profeta y a Oliver Cowdery, y a otros; y porque Dios, en respuesta a la oración, ha dado a personas de todo el mundo a donde se ha llevado el Evangelio, un conocimiento individual y un testimonio con respecto a la divinidad de la obra a la que nos hemos consagrado16.

El monte de la casa del Señor se ha establecido sobre los collados y han corrido a él personas de todas las naciones [véase Isaías 2:2]. Mediante las bendiciones del Señor a las labores de esas personas, el desierto ha florecido como la rosa y el yermo se ha gozado por motivo de ellas [véase Isaías 35:1]. Se han fundado ciudades, han brotado manantiales que han dado vida a la tierra sedienta y se oyen en las calles música y voces de niños donde, desde hacía siglos, habían reinado la desolación y el silencio.

Se han construido templos en los que se ha llevado a cabo la obra de la redención por un sinnúmero de personas tanto vivas como fallecidas…

Si se echa una mirada retrospectiva a la organización de la Iglesia, que tuvo lugar en las más humildes circunstancias, desconocidas para el mundo, y si se sigue el transcurso de su historia a través de la persecución, de la pobreza y de la aflicción, ¿se puede negar que se ha efectuado una obra grande y maravillosa, que se han cumplido las promesas del Señor, y que [se ha] manifestado Su poder para llevar a cabo aquello para lo cual Él ha extendido Su mano?

Atribúyanse la gloria y el honor a Dios nuestro Padre, por medio de Jesucristo, Su Hijo, para siempre, porque Él es el autor de todo ello17.

El Evangelio de Jesucristo que yo he adoptado y que ustedes han adoptado es efectivamente el plan de vida y salvación que se ha revelado de nuevo a la tierra. Es el mismo Evangelio que proclamó nuestro Señor y Maestro Jesucristo…

Sé que Dios vive. Sé que Jesús es el Cristo. Sé que José Smith fue un profeta de Dios. He estirado la mano; he sacado los frutos del Evangelio y los he probado, y son dulces, sí, más dulces que todo lo dulce. Sé que Dios escogió a Su profeta José Smith y que le dio instrucciones y autoridad para establecer esta obra, y que en la actualidad se están haciendo sentir el poder y la influencia de José Smith como prometió el ángel [Moroni]. Su nombre se ha tomado para bien y para mal en todo el mundo [véase José Smith—Historia 1:33], pero lo han hecho para mal sólo los que lo difaman. Los que le conocen, los que conocen sus enseñanzas, saben que su vida fue pura y que sus enseñanzas fueron en efecto la ley de Dios…

Repito: Éste es el mismo Evangelio que proclamó nuestro Señor y Maestro Jesucristo, por el que Él dio Su vida en testimonio, y nuestro propio profeta y el patriarca [José y Hyrum Smith] dieron sus propias vidas en testimonio de la divinidad de la obra a la que estamos consagrados. El mormonismo, como lo llaman, es en realidad el Evangelio del Señor Jesucristo. Dios me ha dado un testimonio de estas cosas18.

Sugerencias para el estudio y el análisis

  • ¿Por qué tener un testimonio del profeta José Smith es una parte esencial de tener un testimonio del Evangelio?

  • ¿Cómo obtenemos un testimonio de la divinidad de la misión de José Smith? ¿Qué ha fortalecido su testimonio del profeta José Smith?

  • ¿Qué influencia ejerce en nuestro diario vivir tener un testimonio del profeta José Smith?

  • ¿Qué hechos verdaderos aprende usted acerca de nuestro Padre Celestial y de Jesucristo cuando medita en el relato de la Primera Visión? (Véase José Smith—Historia 1:11–20.) ¿En qué forma le sirve a usted saber que “Dios mismo estimó conveniente visitar la tierra con Su Amado Hijo Unigénito”?

  • ¿Por qué los últimos días son “una dispensación de luz”? ¿Qué evidencias de luz advierte usted en el mundo de hoy?

  • ¿Por qué era necesario que el sacerdocio fuese restaurado? ¿Qué bendiciones tenemos en la actualidad gracias a la restauración del sacerdocio?

  • ¿En qué forma el mensaje de la Restauración nos brinda esperanza al vivir en un mundo turbulento?

Notas

  1. Gospel Standards, compilado por G. Homer Durham, 1941, pág. 20.

  2. “God’s Power Manifested”, Deseret News, 24 de agosto de 1935, sección de la Iglesia, pág. 8.

  3. Gospel Standards, pág. 366.

  4. Gospel Standards, págs. 368–370; los párrafos se han cambiado.

  5. Gospel Standards, pág. 146.

  6. En James R. Clark, compilador, Messages of the First Presidency of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 6 tomos, 1965–1975, tomo V, págs. 246–247.

  7. Gospel Standards, pág. 3.

  8. Gospel Standards, pág. 83.

  9. Gospel Standards, pág. 16.

  10. Mensaje de la Primera Presidencia, en Conference Report, abril de 1930, pág. 8; leído por el presidente Heber J. Grant.

  11. Gospel Standards, pág. 16.

  12. Mensaje de la Primera Presidencia, en Conference Report, abril de 1930, pág. 4; leído por el presidente Heber J. Grant.

  13. Gospel Standards, pág. 8.

  14. Gospel Standards, págs. 17–18.

  15. Gospel Standards, pág. 15.

  16. En Conference Report, octubre de 1924, pág. 7.

  17. Mensaje de la Primera Presidencia, en Conference Report, abril de 1930, págs. 11–12; leído por el presidente Heber J. Grant.

  18. En Conference Report, abril de 1943, págs. 7–8.