Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Capítulo 16: El poder del Libro de Mormón


Capítulo 16

El poder del Libro de Mormón

“[El Libro de Mormón] constituye [un] poderoso testigo de la divinidad del Señor a un mundo de fe incierta”.

De la vida de Gordon B. Hinckley

Cuando Gordon B. Hinckley era joven, estableció un modelo de estudio de las Escrituras. Él dijo: “Cuando era misionero, cada noche antes de retirarme a dormir leía unos capítulos del Libro de Mormón y recibí en mi corazón una certeza que nunca me ha abandonado: que es la palabra de Dios, restaurada en la Tierra por el poder del Todopoderoso, traducida por el don y el poder de Dios para convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo”1.

Su conocimiento y testimonio del Libro de Mormón tuvo influencia en muchas personas después de su misión, cuando trabajó como empleado del Comité de radio, publicidad y literatura misional, donde recibió la asignación de escribir el guion para una serie de radio titulada A New Witness for Christ. Dicha serie hizo que pasajes del Libro de Mormón cobraran vida para los radioyentes. En esa época, le comentó lo siguiente a un colega: “Siempre he pensado que realizaremos nuestra mejor labor cuando logremos que las personas se interesen en el Libro de Mormón al grado de que lo lean. Es entonces que el Espíritu puede testificar de su divinidad”2.

A lo largo de su ministerio, el presidente Hinckley hizo hincapié en la importancia del Libro de Mormón. En agosto de 2005, en carácter de Presidente de la Iglesia, instó a los Santos de los Últimos Días a leer el libro completo antes de que finalizara el año. Más adelante informó: “Es asombroso cuántas personas lograron el cometido. Todos los que lo hicieron fueron bendecidos por su esfuerzo. El estar inmersos en este testigo adicional de nuestro Redentor dio vida a su corazón y conmovió su espíritu”3.

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hombre leyendo un libro

“La evidencia de [la] veracidad y validez [del Libro de Mormón] yace dentro del libro mismo. La prueba de su veracidad radica en leerlo”.

Enseñanzas de Gordon B. Hinckley

1

Junto con la Biblia, el Libro de Mormón testifica de Jesucristo.

En la antigüedad se decía, lo decía el Salvador, que por boca de dos o más testigos constará toda palabra4.

Así como la Biblia es el testamento del Viejo Mundo, el Libro de Mormón es el testamento del Nuevo Mundo, y juntos declaran que Jesucristo es el Hijo del Padre5.

El Libro de Mormón… testifica de Aquel que nació en Belén de Judea y murió en el monte del Calvario; para un mundo de fe vacilante, el Libro de Mormón es otro poderoso testigo de la divinidad del Señor. Su prefacio, escrito por un profeta que vivió en las Américas hace mil quinientos años, declara categóricamente que el libro se escribió para “convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones”6.

No hay nada que podamos hacer que tenga más importancia que el fortalecer en nuestra vida la convicción inquebrantable de que Jesús es el Cristo… y, mis hermanos y hermanas, ese es el propósito de la salida a luz de este maravilloso y extraordinario libro7.

2

Mediante el poder del Espíritu Santo podemos recibir un testimonio del origen divino del Libro de Mormón.

He leído el Libro de Mormón, el cual [José Smith] tradujo mediante el don y el poder de Dios. Por medio del poder del Espíritu Santo he recibido un testimonio y una confirmación del origen divino de este registro sagrado8.

Su origen es milagroso; cuando se comparte la historia de ese origen con alguien que no esté familiarizado con ella, resulta casi increíble; no obstante, el libro está aquí para que se sienta, se palpe y se lea. No hay quien pueda refutar su existencia; todos los esfuerzos que se han hecho por explicar su origen de cualquier otra forma que no sea la relación de los hechos que dio José Smith han demostrado no tener fundamento9.

La evidencia de su veracidad y validez en un mundo que tiende a exigir evidencias no yace en la arqueología ni en la antropología, aunque el conocimiento de estas ciencias podría ser de ayuda para algunos, ni en la investigación lingüística ni el análisis histórico, aunque estos podrían servir para confirmarla. La evidencia de su veracidad y validez yace dentro del libro mismo. La prueba de su veracidad radica en leerlo. Es un libro de Dios. Las personas que raciocinan pueden sentir dudas sinceras con respecto a su origen, pero aquellos que lo han leído con un espíritu de oración han llegado a saber, mediante un poder que sobrepasa sus sentidos naturales, que es verdadero, que contiene la palabra de Dios, que presenta las verdades salvadoras del Evangelio sempiterno, que apareció “por el don y el poder de Dios… para convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo”10.

[Moroni] escribió sus últimas palabras en el libro que lleva su nombre y que da fin a los anales nefitas. Escribió con el conocimiento certero de que sus anales con el tiempo saldrían a la luz…

En el último capítulo de sus propios escritos, testificó de los anales de su pueblo y prometió categóricamente que quienes los leyeran podrían saber mediante el poder del Espíritu Santo en cuanto a su veracidad (véase Moroni 10:3–5).

Ningún otro libro contiene tal promesa. Si Moroni no hubiera escrito ninguna otra cosa, esa promesa en su testimonio final lo designaría para siempre como un testigo elocuente de la verdad eterna, pues dijo: “Por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5)11.

3

El testimonio del Libro de Mormón lleva a la convicción de otras verdades.

Cada vez que alentamos a alguien a leer el Libro de Mormón, le estamos haciendo un favor, puesto que si lo lee y ora con un sincero deseo de saber la verdad, por el poder del Espíritu Santo sabrá que el libro es verdadero.

De ese conocimiento surgirá una convicción de la verdad de muchos otros conceptos. Porque si el Libro de Mormón es verdadero, entonces Dios vive. En sus páginas hay un testimonio tras otro del solemne hecho de que nuestro Padre es real, que Su trato es personal y que ama a Sus hijos y procura la dicha de ellos.

Si el Libro de Mormón es verdadero, entonces Jesús es el Hijo de Dios, el Unigénito de Dios en la carne, que nació de María, “una virgen, más hermosa… que toda otra virgen” (véase 1 Nefi 11:13–21), porque el libro así lo testifica en una descripción inigualada en toda la literatura.

Si el Libro de Mormón es verdadero, entonces Jesús es en verdad nuestro Redentor, el Salvador del mundo…

Si el Libro de Mormón es verdadero, José Smith fue un profeta de Dios, porque fue el instrumento en las manos de Dios para sacar a luz ese testimonio de la divinidad de nuestro Señor.

Si el libro es verdadero, [el Presidente de la Iglesia] es un profeta, pues posee todas las llaves, los dones, los poderes y autoridad que poseyó el profeta José Smith, que sacó a luz esta obra de los últimos días.

Si el Libro de Mormón es verdadero, la Iglesia es verdadera, porque la misma autoridad bajo la cual salió a la luz ese sagrado registro está presente y se manifiesta entre nosotros hoy en día. Es la restauración de la Iglesia que el Salvador estableció en Palestina y la restauración de la Iglesia que el Salvador estableció cuando visitó [el] continente [americano], según se explica en esos anales sagrados.

Si el Libro de Mormón es verdadero, la Biblia es verdadera. La Biblia es el testamento del Viejo Mundo; el Libro de Mormón es el testamento del Nuevo Mundo; uno es el registro de Judá, el otro es el registro de José, y ambos se han juntado en la mano del Señor en cumplimiento de la profecía de Ezequiel (véase Ezequiel 37:19). Juntos, los dos libros declaran la majestad del Redentor del mundo y la realidad de Su reino12.

4

El Libro de Mormón ofrece enseñanzas que pueden ayudarnos a hallar solución a los problemas de la sociedad actual.

La narración del Libro de Mormón es una crónica de naciones desaparecidas hace largo tiempo; pero en las descripciones que hace de los problemas de la sociedad actual está tan al día como el periódico matinal y, con respecto a las soluciones a esos problemas, es mucho más inspirado, determinante e inspirador13.

Abro sus páginas, las leo y contiene un lenguaje hermoso y edificante. El antiguo registro del que se tradujo salió de la tierra como una voz que habla desde el polvo. Llegó como testimonio de generaciones de hombres y mujeres que vivieron sobre la tierra, que lucharon contra la adversidad, que discutieron y pelearon, que en varias ocasiones vivieron la ley divina y prosperaron, y en otras ocasiones olvidaron a su Dios y descendieron hasta la destrucción14.

No conozco ningún otro escrito que describa con tanta claridad las trágicas consecuencias que sobrevienen a las sociedades que siguen cursos contrarios a los mandamientos de Dios. Sus páginas narran la historia de dos civilizaciones que florecieron en el hemisferio occidental. Cada una de ellas comenzó como una pequeña nación cuyo pueblo andaba en el temor del Señor; prosperaron, pero junto con la prosperidad aparecieron males que fueron en aumento; el pueblo se dejó vencer por los ardides de líderes ambiciosos y maquinadores que lo oprimían con gravosos impuestos, que los atraían con promesas vanas, que veían con indulgencia y hasta alentaban la vida perdida y lasciva, y que los condujeron a terribles guerras que ocasionaron la muerte de millones de personas y, al final, la extinción de dos grandes civilizaciones en dos épocas diferentes.

No hay ningún otro testamento que ilustre con tanta claridad el hecho de que cuando el hombre y las naciones andan en el temor de Dios y obedecen Sus mandamientos, prosperan y progresan; pero cuando hacen caso omiso de Él y Su palabra, sobreviene una decadencia que, a menos que sea contrarrestada por la rectitud, conduce a la impotencia y a la muerte. El Libro de Mormón es una afirmación del proverbio del Antiguo Testamento que dice: “La justicia engrandece a la nación, pero el pecado es afrenta de los pueblos” (Proverbios 14:34)15.

5

El Libro de Mormón tiene el poder para cambiar nuestra vida y nuestra perspectiva.

En agosto de 1830, siendo predicador laico, Parley Parker Pratt viajaba de Ohio a la zona oriental de Nueva York [EE. UU.]. En la ciudad de Newark, a lo largo del canal Erie, desembarcó y caminó 16 kilómetros tierra adentro, donde conoció a un diácono bautista de apellido Hamlin, que le habló “de un libro, un LIBRO EXTRAÑO, ¡MUY EXTRAÑO!… Me dijo que se afirmaba que el libro había sido escrito originalmente en planchas de oro o de bronce por una rama de las tribus de Israel y que lo había descubierto y traducido un joven en las cercanías de Palmyra, estado de Nueva York, con la ayuda de visiones o del ministerio de ángeles. Le pregunté cómo y dónde se podía obtener el libro, y me prometió que me permitiría examinarlo en su casa al otro día… A la mañana siguiente fui a su casa, donde por primera vez vi el ‘LIBRO DE MORMÓN’, ese libro único entre todos los libros… que, en las manos de Dios, fue el medio principal que dirigió el curso entero de mi vida futura.

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Parley P. Pratt leyendo

El Libro de Mormón tuvo una profunda influencia en Parley P. Pratt, quien más tarde llegó a ser Apóstol.

“Lo abrí ansiosamente y leí la portada. Después leí el testimonio de varios testigos de la manera en que fue hallado y traducido. A continuación, comencé a leer el contenido desde la primera página. Leí todo el día; me parecía una molestia comer, pues no sentía deseos de alimentarme; y cuando llegó la noche, me resultaba una molestia acostarme, pues prefería seguir leyendo en lugar de dormir.

“A medida que leía, el Espíritu del Señor vino sobre mí, y supe y comprendí que el libro era verdadero con la misma claridad con que un hombre comprende y sabe que existe” (Autobiography of Parley P. Pratt, 3º edición, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1938, págs. 36–37).

Parley Pratt tenía entonces veintitrés años. La lectura del Libro de Mormón influyó en él tan profundamente que al poco tiempo se bautizó en la Iglesia y se convirtió en uno de sus defensores más poderosos y eficaces…

Parley Pratt no fue el único que tuvo una experiencia así con el Libro de Mormón. A medida que los ejemplares de la primera edición circularon y se leyeron, cientos de hombres y mujeres espiritualmente fuertes se vieron tan conmovidos que renunciaron a todo lo que poseían; y más aún, en los años siguientes no fueron pocos los que dieron también la vida por el testimonio que llevaban en el corazón de la veracidad de ese extraordinario libro.

En nuestros días… lo leen más personas que en ningún otro momento de la historia… El atractivo que presenta es tan imperecedero como la verdad, tan universal como el género humano16.

[El Libro de Mormón] ha conmovido el alma de millones de personas que lo han leído con oración y que han meditado sus palabras. Permítanme contarles de una de esas personas…

Era un hombre de negocios que había tenido éxito en sus emprendimientos. En uno de sus viajes, conoció a dos de nuestros misioneros, quienes procuraron concertar una cita para enseñarle; él postergaba la ocasión, pero por fin accedió a escucharles. Aceptó un tanto a la ligera lo que le dijeron; por lógica se convenció de que hablaban la verdad, pero su corazón no se conmovió.

Resolvió que leería el Libro de Mormón. Dijo que había sido un hombre del mundo, que nunca había sido propenso a llorar, pero que al leer el libro, las lágrimas le corrían por las mejillas. Tuvo impacto en él; lo leyó de nuevo y experimentó las mismas emociones. Lo que había sido conversión del intelecto se volvió en conversión del corazón.

Su modo de vida cambió junto con su perspectiva. Se lanzó de lleno a la obra del Señor y hoy ocupa un alto y santo llamamiento en la causa que ha aprendido a amar17.

Permítanme relatarles [otra] anécdota sobre el Libro de Mormón. Escuché a un hombre que era banquero en California relatar la anécdota. Dijo que su secretaria fumaba y fumaba constantemente. Era adicta al cigarrillo y no lo podía dejar. Un día ella le dijo: “¿Cómo puedo dejar de fumar?”.

Él extendió la mano bajo su escritorio, sacó un ejemplar del Libro de Mormón y se lo dio. Le dijo: “Lea esto”.

Ella respondió: “Está bien, lo leeré”.

Un par de días después, regresó y dijo: “He leído doscientas páginas y no he visto la palabra fumar en ninguna parte; tampoco vi la palabra tabaco. No vi nada que se refiera a ello”.

Él le dijo: “Siga leyendo”.

Así que regresó un par de días más tarde y dijo: “He leído doscientas páginas más y no hay ninguna mención de fumar, ni de nicotina, ni de nada relacionado con el tabaco”.

Él dijo: “Siga leyendo”.

Regresó tres o cuatro días después y dijo: “Ya leí todo el libro. No vi nada en cuanto al tabaco; no vi nada en cuanto a fumar; pero”, dijo ella, “gracias a leer el libro, ha sobrevenido a mi corazón cierta influencia, cierto poder, que me ha quitado el deseo de fumar, y es maravilloso”18.

Permítanme contarles sobre una carta que recibimos… Era un hombre que escribió y dijo: “Estoy en una cárcel federal. Hace poco encontré en la biblioteca de la prisión un ejemplar del Libro de Mormón. Lo he leído, y cuando llegué a la parte en que Mormón se lamenta por los de su pueblo que han caído, diciendo: ‘¡Oh bello pueblo, cómo pudisteis apartaros de las vías del Señor! ¡Oh bello pueblo, cómo pudisteis rechazar a ese Jesús que esperaba con los brazos abiertos para recibiros! He aquí, si no hubieseis hecho esto, no habríais caído’ (Mormón 6:17–18), sentí como si Mormón me hablara a mí. ¿Podrían darme un ejemplar del libro?”.

Le enviamos el libro. Algún tiempo después, él vino a mi oficina convertido en un hombre diferente. El espíritu del Libro de Mormón lo conmovió, y hoy es un hombre de éxito, rehabilitado, que se gana honradamente el sustento propio y el de su familia.

Esa es la influencia poderosa que ejerce este libro en la vida de aquellos que lo leen con espíritu de oración.

Hermanos y hermanas, sin ninguna reserva les prometo que si leen el Libro de Mormón con espíritu de oración, sin importar cuántas veces lo hayan leído antes, sentirán el Espíritu del Señor en su corazón con mayor intensidad, se fortalecerá su decisión de andar en obediencia a Sus mandamientos y recibirán un testimonio más fuerte de la viviente realidad del Hijo de Dios19.

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Preguntas

  • ¿Por qué necesitamos el Libro de Mormón? ¿Cuáles son algunos de los pasajes del Libro de Mormón que han fortalecido su testimonio de Jesucristo? ¿Qué ejemplos ha visto de que el Libro de Mormón y la Biblia “juntos” testifican del Salvador? (Véase la sección 1).

  • ¿Por qué piensa que la promesa que se halla en Moroni 10:3–5 es más importante que cualquier evidencia física del Libro de Mormón? (Véase la sección 2). ¿Qué experiencias ha tenido con esa promesa?

  • Conforme repase la sección 3, observe las verdades que podemos conocer cuando tenemos un testimonio del Libro de Mormón. ¿De qué manera testifica el Libro de Mormón de esas verdades?

  • Piense en algunos de los “problemas de la sociedad actual” (sección 4). ¿En qué formas puede el Libro de Mormón ayudarnos a encontrar soluciones a esos problemas? ¿Cuáles son algunos pasajes del Libro de Mormón que lo han ayudado en momentos de desafíos personales?

  • Medite sobre las historias de la sección 5. Si alguien le preguntara en cuanto al Libro de Mormón, ¿qué podría decir sobre la forma en que ha influido en su vida?

Pasajes de las Escrituras relacionados con el tema

Isaías 29:9–18; 1 Nefi 13:35–41; 2 Nefi 29:6–9; Moroni 10:27–29; D. y C. 20:8–12; 42:12–13.

Ayuda para el estudio

“Agradezco el hincapié que se ha hecho en la lectura de las Escrituras; espero que esto se convierta en algo mucho más agradable de lo que es, y no solo un deber, o sea, en un verdadero amor por la palabra de Dios. Les prometo que, a medida que las lean, su mente y su espíritu se elevarán. Al principio, quizás les parezcan un tanto tediosas, pero eso se transformará en una experiencia maravillosa con pensamientos y palabras de naturaleza divina” (véase Gordon B. Hinckley, “La luz interior”, Liahona, julio de 1995, pág. 114).

Notas

  1. Véase “Regalos del campo misional para llevar a casa”, Liahona, marzo de 2007, pág. 22.

  2. Véase Sheri L. Dew, Go Forward with Faith: The Biography of Gordon B. Hinckley, 1996, pág. 100.

  3. Véase “Deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente”, Liahona, mayo de 2007, pág. 116.

  4. Véase “Inspirational Thoughts”, Ensign, julio de 1998, pág. 2.

  5. Véase “Las cosas grandes que Dios ha revelado”, Liahona, mayo de 2005, pág. 82.

  6. Véase “El símbolo de nuestra fe”, Liahona, abril de 2005, pág. 4; citando la portada del Libro de Mormón.

  7. Véase “Excerpts from Recent Addresses by President Gordon B. Hinckley”, Ensign, julio de 1997, pág. 72.

  8. Véase “Creed a sus profetas”, Liahona, julio de 1992, pág. 58.

  9. Véase “Un ‘libro muy extraño’”, Liahona, enero de 1980, pág. 10.

  10. Véase “Cuatro piedras angulares de fe”, Liahona, febrero de 2004, págs. 5–6; citando la portada del Libro de Mormón.

  11. En Heroes from the Book of Mormon, 1995, pág. 198.

  12. Véase “El Libro de Mormón”, Liahona, octubre de 1988, págs. 6–7.

  13. Véase “El Libro de Mormón”, pág. 3.

  14. “Cuatro piedras angulares de fe”, pág. 5.

  15. Véase “El Libro de Mormón”, págs. 4–5, 6.

  16. Véase “El Libro de Mormón”, págs. 2–3.

  17. Véase “Mormón debe significar ‘muy bueno’”, Liahona, enero de 1991, pág. 62.

  18. Véase Discourses of President Gordon B. Hinckley, Volume 2, 2000–2004, 2005, págs. 402–403.

  19. Véase “El Libro de Mormón”, pág. 7.