Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Capítulo 19: El liderazgo del sacerdocio en la Iglesia de Jesucristo


Capítulo 19

El liderazgo del sacerdocio en la Iglesia de Jesucristo

“El Señor vela por esta obra. Este es Su reino. No somos como ovejas sin pastor. No somos como un ejército que no tiene líder”.

De la vida de Gordon B. Hinckley

El presidente Gordon B. Hinckley recordó: “Mi primera responsabilidad en la Iglesia, el primer cargo que tuve, fue el de consejero del jovencito que presidía el cuórum de diáconos al cual yo pertenecía. Nuestro buen obispo me llamó y me habló sobre el llamamiento. Me quedé muy impresionado y muy preocupado. Aunque no lo crean, por naturaleza era un chico tímido, y creo que el llamamiento de consejero en el cuórum de diáconos era de tanta preocupación entonces, de acuerdo con mi edad y experiencia, como lo es ahora la responsabilidad que tengo, de acuerdo con mi edad y experiencia”1.

El presidente Hinckley tuvo sentimientos similares en 1961, cuando fue llamado a prestar servicio como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles. En su primer discurso de conferencia general como Apóstol, dijo:

“Creo que siento cierto grado de la carga de esta responsabilidad de ser un testigo del Señor Jesucristo ante un mundo que se resiste a aceptarlo. ‘Asombro me da el amor que me da Jesús’. Me siento humilde por la confianza que el profeta del Señor tiene en mí, y por el amor que han expresado estos, mis hermanos… Ruego que se me dé fortaleza y ayuda, así como la fe y la voluntad para ser obediente”2.

El 1 de abril de 1995, el presidente Hinckley habló en la sesión del sacerdocio de la conferencia general después que los miembros de la Iglesia lo habían sostenido por primera vez como su profeta y presidente. En los catorce años anteriores, había prestado servicio como consejero de otros tres Presidentes de la Iglesia. Reiteradamente había testificado del llamamiento divino de ellos y había instado a los Santos de los Últimos Días a seguir el consejo que dieran. Ahora, hallándose él mismo en esa posición, sus sentimientos de dependencia del Señor no eran menores a los del momento en que era diácono o Apóstol recién llamado. Por el contrario, era aun más consciente de que necesitaba la fuerza sustentadora del Señor. Dijo:

“Al levantar la mano esta mañana en la asamblea solemne, manifestaron su disposición y deseo de sostenernos, a nosotros, sus hermanos y siervos, con su confianza, fe y oraciones. Me siento sumamente agradecido por ello y doy las gracias a cada uno de ustedes. Les aseguro, como ya lo saben, que en el sistema del Señor, no hay aspirantes a ningún oficio. Como el Señor dijo a Sus discípulos: ‘No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto’ (Juan 15:16). Este oficio no es algo que se procura. El derecho de elegir recae en el Señor; Él es el dueño de la vida y la muerte; Él tiene el poder de llamar, el poder de quitar y el poder de retener. Todo está en Sus manos.

“No sé por qué alguien como yo habrá sido elegido para ocupar un lugar en Su gran plan, pero al recaer este manto sobre mí, vuelvo ahora a dedicar lo que me quede de fortaleza, de tiempo, de talento o de vida a la obra de mi Maestro al servicio de mis hermanos y hermanas. Nuevamente les doy gracias… por lo que han hecho en este día. La petición más ferviente de mi oración es que sea digno. Espero que se acuerden de mí en sus oraciones”3.

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First Presidency

La Primera Presidencia en 1995. Presidente Gordon B. Hinckley (centro); Presidente Thomas S. Monson, Primer Consejero (izquierda); y Presidente James E. Faust, Segundo Consejero (derecha).

Enseñanzas de Gordon B. Hinckley

1

El Señor llama a cada Presidente de la Iglesia tras haberlo probado, refinado y pulido.

He tenido oportunidad de trabajar bajo el liderazgo de los profetas desde la época del presidente Heber J. Grant hasta la fecha… Conocí a los consejeros de todos esos hombres, y también a los integrantes del Consejo de los Doce durante los años de las administraciones de aquellos presidentes. Todos ellos han sido seres humanos. Han tenido características humanas y quizás algunas debilidades humanas. Mas, por encima de todo eso, en la vida de todos ellos ha habido una poderosa manifestación de la inspiración de Dios. Quienes han sido presidentes han sido profetas en un sentido muy real. He visto muy de cerca el espíritu de revelación en ellos. Cada uno de esos hombres llegó a la Presidencia tras muchos años de experiencia como miembro del Consejo de los Doce y en otros llamamientos. El Señor refinó y pulió a cada uno de ellos, les permitió que sintieran desánimo y fracaso, permitió que padecieran enfermedades y en algunos casos hasta profundo pesar, todo ello fue parte de un gran proceso de refinación, cuyos efectos se hicieron evidentes en sus vidas de manera hermosa.

Mis amados amigos en el Evangelio, esta es la obra de Dios. Esta es Su Iglesia y la Iglesia de Su Amado Hijo, cuyo nombre lleva. Dios jamás permitirá que haya un impostor a la cabeza de ella. Él llamará a Sus profetas y los inspirará y guiará4.

A algunos les preocupa que el Presidente de la Iglesia probablemente siempre vaya a ser un hombre de edad avanzada, a lo cual respondo: “¡Qué bendición es esa!”… No es necesario que sea joven; tiene y tendrá a su disposición a hombres más jóvenes que él para viajar por el mundo en la obra del ministerio. Él es el sumo sacerdote presidente, el portador de todas las llaves del santo sacerdocio y la voz de revelación de Dios a Su pueblo…

Para mí, hay algo que me tranquiliza tremendamente, y es saber que… tendremos un presidente que se ha disciplinado y formado, que ha sido probado, y cuya fidelidad a la obra e integridad a la causa ha sido templada en la fragua del servicio, cuya fe ha madurado y cuya cercanía a Dios ha sido cultivada durante un período de muchos años5.

Les hablo… con gratitud porque tenemos un profeta para guiarnos en estos últimos días; suplico lealtad hacia él, a quien el Señor ha llamado y ungido; suplico fidelidad para apoyarlo y prestar atención a sus enseñanzas. He dicho… que si tenemos un profeta, lo tenemos todo; si no tenemos un profeta, no tenemos nada. Efectivamente tenemos un profeta; los hemos tenido desde la fundación de esta Iglesia y nunca estaremos sin un profeta, si vivimos en forma tal que seamos dignos de merecerlo.

El Señor vela por esta obra. Este es Su reino. No somos como ovejas sin pastor. No somos como un ejército que no tiene líder6.

2

Cuando el Presidente de la Iglesia muere , el Apóstol de mayor antigüedad llega a ser el siguiente Presidente.

La transición de autoridad [a un nuevo Presidente de la Iglesia], en la cual he participado varias veces, es bella en su sencillez. Es indicativa de la manera en que el Señor hace las cosas. Según Su procedimiento, el profeta selecciona a un hombre para que sea miembro del Consejo de los Doce Apóstoles, [el hombre] no lo elige como si fuera una carrera. Se le llama como lo fueron los Apóstoles en el tiempo de Jesús, a quienes el Señor dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto” (Juan 15:16). Los años pasan. Se forma y disciplina en los deberes de su oficio. Viaja por el mundo para cumplir su llamamiento apostólico. Es un largo curso de preparación, en el cual llega a conocer a los Santos de los Últimos Días dondequiera que se encuentren, y estos lo llegan a conocer a él. El Señor pone a prueba su corazón y su esencia. En el curso natural de los acontecimientos, se producen vacantes en el Consejo y se hacen nuevas designaciones. De acuerdo con ese procedimiento, un hombre en particular pasa a ser el Apóstol de más antigüedad. Latentes en él, así como en los demás miembros del Consejo, están todas las llaves del sacerdocio, que se les dieron al momento de ordenarlos. Sin embargo, la autoridad para ejercer esas llaves se limita al Presidente de la Iglesia. Cuando [el profeta] fallece, esa autoridad se habilita en el apóstol de mayor antigüedad, que entonces es nombrado, apartado y ordenado como profeta y Presidente por sus compañeros del Consejo de los Doce.

No hay elecciones ni campañas políticas. Existe solo una silenciosa y sencilla operación de un plan divino que brinda liderazgo inspirado y probado.

He sido testigo, testigo de primera mano, de ese maravilloso procedimiento. Les doy mi testimonio de que es el Señor quien [selecciona al profeta]7.

Con el fallecimiento del presidente [Howard W.] Hunter quedó disuelta la Primera Presidencia. Tanto el presidente Monson como yo, que éramos sus consejeros, asumimos nuestros lugares en el Cuórum de los Doce, que en ese momento pasó a ser la autoridad presidente de la Iglesia…

Todos los Apóstoles ordenados nos reunimos con espíritu de ayuno y oración en el salón superior del templo. Ahí entonamos un himno sagrado y oramos juntos; tomamos el sacramento de la Santa Cena del Señor, y renovamos mediante ese testamento sagrado y simbólico nuestros convenios y nuestra relación con Aquel que es nuestro divino Redentor.

Después se reorganizó la Presidencia, siguiendo el precedente bien establecido a través de generaciones pasadas.

No hubo campaña electoral, ni concurso ni ambición por el oficio. El procedimiento fue ordenado, pacífico, sencillo y sagrado; se llevó a cabo según el modelo que el Señor mismo ha establecido8.

3

El Señor ha provisto principios y procedimientos para el gobierno de Su Iglesia si el Presidente está incapacitado.

El presidente Hinckley hizo la siguiente declaración en 1992, cuando prestaba servicio como Primer Consejero de la Primera Presidencia: La cabeza de la Iglesia es el Señor Jesucristo; esta es Su Iglesia. Pero la cabeza terrenal es nuestro profeta. Los profetas son hombres investidos con un llamamiento divino; no obstante la divinidad de ese llamamiento, son humanos y están sujetos a los problemas de la vida mortal.

Amamos, respetamos, honramos y acudimos al profeta de hoy día, el presidente Ezra Taft Benson; ha sido un gran líder que tiene muchos dones, un hombre cuya voz ha resonado con el testimonio de esta obra a través del mundo. Él posee todas las llaves del sacerdocio en la tierra en la actualidad, pero ha llegado a una edad en la cual no puede hacer muchas de las cosas que hacía antes. Eso no disminuye su llamamiento de profeta, aunque le impone limitaciones en sus actividades físicas9.

El presidente Hinckley hizo la siguiente declaración en 1994, cuando prestaba servicio como Primer Consejero de la Primera Presidencia: Naturalmente, los miembros de la Iglesia desean saber cómo se encuentra el Presidente; este año el presidente Benson va a cumplir 95 años de vida… Sufre mucho los efectos de la edad y la enfermedad, y le es imposible cumplir algunos importantes deberes de su sagrado llamamiento. No se trata de una situación sin precedentes; otros Presidentes de la Iglesia también han estado enfermos o incapacitados en los últimos meses o años de sus vidas, y es posible que se repita en el futuro.

Los principios y procedimientos que el Señor ha establecido para el gobierno de Su Iglesia han previsto lo necesario para esos casos. Es importante que, cuando el Presidente esté enfermo o incapacitado, no haya dudas ni inquietudes en cuanto al gobierno de la Iglesia y al ejercicio de los dones proféticos, incluso el derecho a la inspiración y la revelación para administrar los asuntos y los programas de la Iglesia.

La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles, que han sido llamados y ordenados para poseer las llaves del sacerdocio, tienen la autoridad y la responsabilidad de gobernar la Iglesia, de administrar sus ordenanzas, de exponer la doctrina y de establecer y mantener sus prácticas. A cada hombre que es ordenado Apóstol y sostenido como miembro del Cuórum de los Doce se lo sostiene como profeta, vidente y revelador. Como otros que lo han precedido, el presidente Benson era el Apóstol de más antigüedad cuando fue llamado como Presidente de la Iglesia; sus consejeros eran miembros del Consejo de los Doce. Por lo tanto, todos los actuales miembros del Cuórum de la Primera Presidencia y del Consejo de los Doce poseen las llaves, los derechos y la autoridad que corresponden al santo apostolado.

En Doctrina y Convenios dice:

“Del Sacerdocio de Melquisedec, tres Sumos Sacerdotes Presidentes, escogidos por el cuerpo, nombrados y ordenados a ese oficio, y sostenidos por la confianza, fe y oraciones de la iglesia, forman un cuórum de la Presidencia de la iglesia” (D. y C. 107:22).

Cuando el Presidente está enfermo o incapacitado para cumplir todos los deberes de su llamamiento, sus dos consejeros juntos conforman el Cuórum de la Primera Presidencia y llevan a cabo los deberes cotidianos de la Presidencia. En circunstancias excepcionales, cuando solo uno de ellos esté en condiciones de prestar servicio, puede hacerlo con la autoridad del oficio de la Presidencia, tal como se explica en Doctrina y Convenios, sección 102, versículos 10–11…

Los consejeros de la Primera Presidencia continúan realizando las labores habituales de ese llamamiento. Pero las cuestiones importantes relativas a normas, procedimientos, programas o doctrina se consideran con deliberación y espíritu de oración en reuniones de la Primera Presidencia y los Doce juntos. Esos dos cuórums, el de la Primera Presidencia y el de los Doce, se reúnen en conjunto, teniendo cada hombre plena libertad de expresarse, y consideran todo asunto de peso.

Y ahora cito nuevamente las palabras del Señor: “Y toda decisión que tome cualquiera de estos cuórums se hará por la voz unánime del cuórum; es decir, todos los miembros de cada uno de los cuórums tienen que llegar a un acuerdo en cuanto a sus decisiones, a fin de que estas tengan el mismo poder o validez entre sí” (D. y C. 107:27 )…

[Ruego] que todos entiendan que Jesucristo está a la cabeza de esta Iglesia que lleva Su santo nombre. Él vela por ella; Él la guía; desde la diestra de Su Padre, Él dirige esta obra. Él tiene la prerrogativa, el poder, la decisión de llamar, a Su manera, a los hombres a cargos altos y sagrados y de relevarlos de acuerdo con Su voluntad llamándolos de regreso al hogar. Él es el Señor de la vida y de la muerte. No me preocupan las circunstancias en que nos hallamos; las acepto como una expresión de Su voluntad. De la misma manera, acepto la responsabilidad, junto con mis hermanos, de hacer todo lo que podamos por llevar adelante esta obra santa con un espíritu de consagración, amor, humildad, deber y lealtad10.

4

Los apóstoles son testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo.

Una vez que [son] ordenados al santo apostolado y apartados como miembros del Consejo de los Doce, se [espera que los Apóstoles] se dediquen primordialmente a la obra del ministerio. [Ponen] en primer lugar en su vida, por encima de cualquier otra consideración, la responsabilidad de ser testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo…

Como todos nosotros, esos hombres son humanos que tienen fortalezas y debilidades, pero de aquí en adelante, por el resto de su vida y mientras se mantengan fieles, su preocupación primordial ha de ser la de llevar adelante la obra de Dios en la tierra. Deben interesarse en el bienestar de los hijos de nuestro Padre, tanto de los que pertenecen como de los que no pertenecen a la Iglesia. Deben hacer todo lo posible para consolar a los que lloran; para fortalecer a los débiles; alentar a los que flaquean; ofrecer amistad a quienes no tienen amigos; nutrir a los indigentes; bendecir a los enfermos; dar testimonio, no como resultado de una creencia, sino del conocimiento certero del Hijo de Dios, su Amigo y Maestro, cuyos siervos son…

Doy testimonio de la hermandad que [hay entre ellos], de su devoción, de su fe, de su arduo trabajo y de su maravilloso servicio a fin de llevar adelante el Reino de Dios11.

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Cuórum de los Doce Apóstoles

El Cuórum de los Doce Apóstoles en 1965. Sentados, de izquierda a derecha: Ezra Taft Benson, Mark E. Petersen (sobre el brazo de la silla), Joseph Fielding Smith (Presidente del Cuórum) y LeGrand Richards. De pie, de izquierda a derecha: Gordon B. Hinckley, Delbert L. Stapley, Thomas S. Monson, Spencer W. Kimball, Harold B. Lee, Marion G. Romney, Richard L. Evans y Howard W. Hunter.

5

La Primera Presidencia y los Doce procuran revelación y armonía total antes de tomar decisiones.

En las deliberaciones de la Primera Presidencia y de los Doce no se llega a ninguna decisión si no hay total unanimidad. Al tomar en consideración los asuntos, puede haber diferencias de opinión, lo cual es de esperarse, pues todos estos hombres provienen de ambientes diferentes; todos tienen su propia opinión. Pero antes de llegar a la decisión final, se logra unanimidad de pensamiento y de voz.

Esto es de esperarse si se obedece la palabra revelada del Señor [véase D. y C. 107:27, 30–31 ]…

[Cuando] presté servicio como miembro del Consejo de los Doce y [cuando] he prestado servicio en la Primera Presidencia, jamás se ha tomado ninguna decisión importante en la que no se haya seguido ese procedimiento… Ese proceso en el que se expresan las opiniones ha sido un tamiz en el que se han cernido y seleccionado ideas y conceptos. No obstante, nunca he observado entre mis hermanos seria discordia ni enemistades; en cambio, he observado algo hermoso y extraordinario que ha tenido lugar: bajo la influencia directiva del Santo Espíritu y con el poder de la revelación, he visto la unidad de puntos de vista diferentes hasta lograr una armonía y un acuerdo totales…

No tengo conocimiento de ninguna otra organización de gobierno de la que se pueda decir lo mismo12.

6

El presidente de estaca es llamado por inspiración para servir como asesor de los obispos y como líder del pueblo.

El presidente de estaca es el oficial llamado por revelación para ocupar el lugar entre los obispos de los barrios y las Autoridades Generales de la Iglesia. Es una responsabilidad de suma importancia; recibe capacitación de las Autoridades Generales, y él, a su vez, capacita a los obispos…

El presidente de estaca sirve como asesor de los obispos. Todo obispo sabe que cuando tenga que hacer frente a un problema difícil hay alguien que está presto, alguien a quien puede acudir para compartir su carga y recibir consejo.

Él proporciona una segunda medida de seguridad al determinar quién es digno de ir a la Casa del Señor… Además, el presidente de estaca se convierte en un segundo filtro al determinar la dignidad de quienes parten a representar a la Iglesia en el campo misional. Él también entrevista al futuro misionero, y firma la recomendación únicamente cuando está satisfecho de que es digno. Asimismo, se le ha dado la autoridad para apartar a los que son llamados a misiones y extender relevos cuando han terminado su período de servicio.

Pero lo que es más importante, él es el principal oficial en materia de disciplina de la estaca… Tiene la pesadísima responsabilidad de ver que la doctrina que se enseña en la estaca sea pura e inmaculada. Tiene el deber de asegurarse de que no se enseñe falsa doctrina ni de que se incurra en prácticas falsas. Si este fuera el caso por parte de un poseedor del Sacerdocio de Melquisedec o de cualquier otra persona, en algunas situaciones, él debe aconsejarlos, y si la persona persiste en continuar esa práctica, el presidente se verá obligado a tomar medidas. Convocará al transgresor a presentarse ante un consejo disciplinario, donde pueden tomarse medidas para asignarle un período de probación, o para suspenderlo o excomulgarlo de la Iglesia.

Esa es una tarea sumamente onerosa y poco grata, pero el presidente debe hacerle frente sin temor ni favoritismo. Todo eso se efectúa en armonía con la guía del Espíritu y según se expone en la sección 102 de Doctrina y Convenios.

Posteriormente, debe hacer todo lo posible por trabajar con la persona y traer de regreso en el debido tiempo a quien fuera disciplinado.

Todo eso y muchas cosas más forman parte de sus responsabilidades. Por lo tanto, se deduce que la propia vida de él debe ser un ejemplo ante su pueblo…

Debido a la gran confianza que tenemos en [los presidentes de estaca], suplicamos a los miembros locales que no soliciten que las Autoridades Generales les den consejo ni bendiciones. Sus presidentes de estaca han sido llamados bajo la misma inspiración con la que se ha llamado a las Autoridades Generales13.

7

Los obispos son los pastores del rebaño.

La [Iglesia] puede aumentar y multiplicar el número de sus miembros, como ciertamente sucederá. El Evangelio debe ser llevado a toda nación, tribu, lengua y pueblo. No puede existir jamás en el futuro previsible un estancamiento ni una carencia de esfuerzo por seguir adelante, edificar y expandir Sion por todo el mundo. No obstante eso, debe seguir existiendo una estrecha relación pastoral de cada miembro con un obispo o presidente de rama prudente y preocupado. Ellos son los pastores del rebaño; su responsabilidad es cuidar del pueblo en grupos relativamente pequeños a fin de no olvidar, descuidar ni dejar de lado a nadie. Jesús fue el verdadero Pastor que se acercaba a quienes estaban afligidos, uno a la vez, y les confería una bendición individual14.

Los obispos de la Iglesia… son los pastores de Israel en un sentido muy real. Todos [en la Iglesia] rendimos cuentas a un obispo o presidente de rama. Son tremendas las cargas que ellos llevan, e invito a todo miembro de la Iglesia a hacer todo lo posible para aligerar las cargas bajo las cuales nuestros obispos y presidentes de rama trabajan.

Debemos orar por ellos; necesitan ayuda al llevar esa pesada carga. Podemos apoyarlos más y ser menos dependientes de ellos; podemos ayudarlos en todo lo posible y agradecerles todo lo que hacen por nosotros. Los agotamos en poco tiempo debido a las cargas que imponemos sobre ellos… Cada [obispo] ha sido llamado por el espíritu de profecía y revelación, y ha sido apartado y ordenado por medio de la imposición de manos. Cada uno de ellos tiene las llaves de la presidencia de su barrio; cada uno es sumo sacerdote; el sumo sacerdote presidente del barrio; cada uno lleva tremendas responsabilidades de mayordomía; cada uno de ellos es padre de su pueblo.

Ninguno recibe dinero por el servicio que presta; ningún obispo de barrio recibe compensación de la Iglesia por su labor como obispo.

Los requisitos de un obispo en la actualidad son los mismos que en los días de Pablo, que escribió a Timoteo [véase 1 Timoteo 3:2–6 ]…

En su carta a Tito, Pablo agrega que “es necesario que el obispo sea irreprensible como administrador de Dios…

“retenedor de la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que también pueda exhortar con sana doctrina y convencer a los que contradicen” (Tito 1:7, 9).

Esas palabras describen bien a un obispo actual de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días15.

Exhorto a los miembros de la Iglesia, dondequiera que se encuentren, que al enfrentarse con problemas, primero traten de resolverlos por ustedes mismos; que los analicen, sopesen las posibilidades, oren en cuanto a ellos y busquen la guía del Señor. Si no están en condiciones de solucionarlos, entonces hablen con el obispo o presidente de rama. Él es un hombre de Dios, llamado por la autoridad del santo sacerdocio para ser pastor del rebaño16.

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Preguntas

  • ¿Por qué necesitamos profetas vivientes? ¿Qué le impresiona en cuanto al “proceso de refinación” del Señor para preparar y llamar al Presidente de la Iglesia? (Véase la sección 1).

  • ¿Cuáles son sus reflexiones al repasar las enseñanzas del presidente Hinckley acerca de la manera en que se elige a un nuevo Presidente de la Iglesia? (Véase la sección 2). ¿Por qué es importante saber que el Presidente es elegido de conformidad con “un plan divino que brinda liderazgo inspirado y probado”?

  • ¿Qué principios y procedimientos ha establecido el Señor para el gobierno de la Iglesia si el Presidente no puede cumplir plenamente con todos sus deberes? (Véase la sección 3).

  • ¿En qué forma demuestran los Apóstoles de los últimos días que se interesan en todos los hijos de Dios, “tanto… los que pertenecen como… los que no pertenecen a la Iglesia”? (Véase la sección 4). ¿De qué manera reflejan los discursos de conferencia recientes ese interés? ¿En qué forma se ha beneficiado usted de las enseñanzas de los profetas y Apóstoles vivientes?

  • Estudie las enseñanzas del presidente Hinckley en cuanto a la manera en que la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce toma decisiones (véase la sección 5). ¿Qué aprendemos de la manera en que toman decisiones? ¿En qué forma podemos poner en práctica esos principios en nuestra familia y en la Iglesia?

  • Al repasar las secciones 6 y 7, ¿qué aprende sobre los llamamientos de presidente de estaca y de obispo? ¿De qué manera podemos sostener mejor a nuestros líderes de la Iglesia?

Pasajes de las Escrituras relacionados con el tema

Efesios 2:19–20; 4:11–14; D. y C. 1:38; 21:1–6; Abraham 3:22–23; Artículos de Fe 1:5–6.

Ayuda didáctica

“Testifique cada vez que el Espíritu le inspire a hacerlo, no solamente al terminar las lecciones. Ofrezca a los miembros de la clase la oportunidad de expresar su testimonio” (véase La enseñanza: El llamamiento más importante, 2000, pág. 49).

Notas

  1. Véase “En… los consejeros hay seguridad”, Liahona, enero de 1991, pág. 56.

  2. En Conference Report, octubre de 1961, págs. 115–116; citado de “Asombro me da”, Himnos, nro. 118.

  3. Véase “Esta obra está dedicada a la gente”, Liahona, julio de 1995, pág. 57.

  4. Véase “Fortalezcámonos mutuamente”, Liahona, junio de 1985, pág. 4.

  5. Véase “No se adormecerá ni dormirá”, Liahona, julio de 1983, págs. 4, 5.

  6. Véase “Creed a sus profetas”, Liahona, julio de 1992, pág. 63.

  7. Véase “Venid y participad”, Liahona, julio de 1986, págs. 44–45.

  8. Véase “Esta es la obra del Maestro”, Liahona, julio de 1995, págs. 78–79.

  9. Véase “La Iglesia sigue el curso establecido”, Liahona, enero de 1993, pág. 63.

  10. Véase “La obra sigue adelante”, Liahona, julio de 1994, págs. 65–66.

  11. Véase “Testigos especiales de Cristo”, Liahona, julio de 1984, págs. 88, 91.

  12. Véase “La obra sigue adelante”, pág. 66.

  13. Véase “El presidente de estaca”, Liahona, julio de 2000, págs. 60–62.

  14. Véase “Esta obra está dedicada a la gente”, pág. 59.

  15. Véase “Los pastores de Israel”, Liahona, noviembre de 2003, pág. 60.

  16. Véase “Vivid el Evangelio”, Liahona, enero de 1985, págs. 71–72.