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Bautismo


Bautismo

El Libro de Mormón habla de un grupo de personas que aprendió el Evangelio y se bautizó en un lugar llamado Mormón. Desde el momento de su bautismo, consideraron a Mormón como un lugar de belleza porque durante su estancia allí “llegaron al conocimiento de su Redentor” (Mosíah 18:30). Fortalecidos por su testimonio y por su convenio bautismal, permanecieron fieles al Señor, aun en los momentos de intensas pruebas (véase Mosíah 23–24).

Al igual que las personas de ese relato del Libro de Mormón, tú puedes regocijarte al recordar tu convenio bautismal y las promesas que el Señor te ha hecho. Puedes hallar fortaleza en la ordenanza del bautismo, ya sea que te hayas bautizado recientemente o hace muchos años.

La entrada a la senda que conduce a la vida eterna

El bautismo es la primera ordenanza salvadora del Evangelio (véase Artículos de Fe 1:4). Por medio del bautismo y de la confirmación recibidos por la autoridad del sacerdocio, te conviertes en miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Cuando te bautizaste, demostraste tu voluntad de seguir el ejemplo del Salvador. Él también fue bautizado aun cuando no tenía pecado; como Él explicó a Juan el Bautista, era necesario que fuera bautizado a fin de “[cumplir] toda justicia” (véase Mateo 3:13–17).

Todos los que buscan la vida eterna deben seguir el ejemplo del Salvador: deben bautizarse y recibir el don del Espíritu Santo. El profeta Nefi dijo que el Salvador nos ha mostrado “la puerta por la que [debemos] entrar. Porque la puerta por la cual [debemos] entrar es el arrepentimiento y el bautismo en el agua; y entonces viene una remisión de [nuestros] pecados por fuego y por el Espíritu Santo. Y entonces [nos hallamos] en este estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna” (2 Nefi 31:17–18). Si perseveramos hasta el fin, guardamos nuestros convenios y recibimos las demás ordenanzas de salvación, obtendremos la vida eterna.

El bautismo a la manera del Señor

El Salvador reveló el verdadero método del bautismo al profeta José Smith y dejó en claro que alguien que tenga la autoridad del sacerdocio debe realizar la ordenanza y que se debe hacer por inmersión:

“El que es llamado por Dios y tiene autoridad de Jesucristo para bautizar, entrará en el agua con la persona que se haya presentado para el bautismo, y dirá, llamándola por su nombre: Habiendo sido comisionado por Jesucristo, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

“Entonces la sumergirá en el agua, y saldrán del agua” (D. y C. 20:73–74).

La inmersión simboliza la muerte de la vida pecaminosa de la persona y su renacimiento a una vida espiritual dedicada al servicio de Dios y de Sus hijos. También simboliza la muerte y la resurrección. (Véase Romanos 6:3–6.)

Los niños pequeños y el bautismo

Por medio de las revelaciones de los últimos días, sabemos que los niños pequeños son redimidos merced a la misericordia de Jesucristo. El Señor ha dicho: “No pueden pecar, porque no le es dado el poder a Satanás para tentar a los niños pequeños, sino hasta cuando empiezan a ser responsables ante mí” (véase D. y C. 29:46–47). No deben ser bautizados sino hasta que cumplan la edad de responsabilidad, y el Señor ha revelado que eso ocurre a los ocho años de edad (véase D. y C. 68:27; Traducción de José Smith, Génesis 17:11). El que afirme que los niños pequeños necesitan el bautismo “niega las misericordias de Cristo y desprecia su expiación y el poder de su redención” (Moroni 8:20; véanse también los vers. 8–19, 21–24).

Tu convenio bautismal

Cuando te bautizaste, hiciste un pacto o un convenio con Dios: prometiste tomar sobre ti el nombre de Jesucristo, guardar Sus mandamientos y servirle hasta el fin (véase Mosíah 18:8–10; D. y C. 20:37); cada vez que tomas la Santa Cena, renuevas ese convenio (véase D. y C. 20:77, 79).

Tomar sobre ti el nombre de Jesucristo. Cuando tomas sobre ti el nombre de Jesucristo, te consideras de Él, pones en primer término en tu vida a Cristo y Su obra, y procuras lo que Él desea en lugar de lo que tú deseas o lo que el mundo quiere que tú desees.

En el Libro de Mormón, el rey Benjamín explica por qué es importante tomar sobre nosotros el nombre del Salvador:

“No hay otro nombre dado por el cual venga la salvación; por tanto, quisiera que tomaseis sobre vosotros el nombre de Cristo, todos vosotros que habéis hecho convenio con Dios de ser obedientes hasta el fin de vuestras vidas.

“Y sucederá que quien hiciere esto, se hallará a la diestra de Dios, porque sabrá el nombre por el cual es llamado; pues será llamado por el nombre de Cristo.

“Y acontecerá que quien no tome sobre sí el nombre de Cristo, tendrá que ser llamado por algún otro nombre; por tanto, se hallará a la izquierda de Dios” (Mosíah 5:8–10).

Guardar los mandamientos. Tu convenio bautismal es un compromiso de venir al reino de Dios, de separarte del mundo y de ser testigo de Dios “en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar” (Mosíah 18:9). Tus esfuerzos por ser testigo de Dios incluyen todo lo que hagas y digas. Esfuérzate siempre por recordar y guardar los mandamientos del Señor; conserva puros tus pensamientos, tu lenguaje y tus hechos. Cuando busques entretenimiento en las películas, la televisión, internet, la música, los libros, las revistas y los periódicos, ten cuidado de mirar, escuchar y leer sólo aquello que eleve el espíritu. Vístete de manera recatada; escoge amigos que te alienten a alcanzar tus metas eternas. Aléjate de la inmoralidad, de la pornografía, de los juegos de azar, del tabaco, del alcohol y de las drogas ilícitas. Consérvate digno(a) de entrar en el templo.

Servir al Señor. El mandamiento de que te alejes de las cosas del mundo no significa que tienes que aislarte de los demás. Parte del convenio bautismal consiste en servir al Señor, y tú le servirás mejor cuando sirvas a tus semejantes. Al enseñar el profeta Alma acerca del convenio bautismal, dijo que debemos estar “dispuestos a llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras” y estar “dispuestos a llorar con los que lloran… y a consolar a los que necesitan de consuelo” (Mosíah 18:8–9). Se amable y respetuoso(a) con todos y sigue el ejemplo de Jesucristo en la forma en que tratas a los demás.

Las prometidas bendiciones del bautismo

Si guardas el convenio que hiciste cuando te bautizaste, el Señor te bendecirá por tu fidelidad. Algunas de las bendiciones que recibirás son la compañía constante del Espíritu Santo, la remisión de los pecados y el privilegio de nacer de nuevo espiritualmente.

Compañía constante del Espíritu Santo. Después de tu bautismo, uno o más poseedores autorizados del Sacerdocio de Melquisedec te impusieron las manos sobre la cabeza y te dieron el don del Espíritu Santo. Ese don te da el derecho a la compañía constante del Espíritu Santo si eres digno. La compañía constante del Espíritu es una de las máximas bendiciones que puedes recibir en la vida terrenal. El Espíritu te conducirá por los senderos de la rectitud y la paz, y te guiará a la vida eterna.

Remisión de los pecados. Debido a que te has bautizado, puedes recibir una remisión de los pecados. En otras palabras, puedes ser perdonado a través de la misericordia del Salvador. Gracias a esa bendición, con el tiempo se te permitirá vivir en la presencia de nuestro Padre Celestial.

A fin de recibir una remisión de los pecados, debes ejercer fe en Jesucristo, arrepentirte sinceramente y esforzarte siempre por guardar los mandamientos. El profeta Mormón enseñó: “Las primicias del arrepentimiento es el bautismo; y el bautismo viene por la fe para cumplir los mandamientos; y el cumplimiento de los mandamientos trae la remisión de los pecados” (Moroni 8:25). Tú puedes retener la remisión de tus pecados si eres humilde ante Dios continuamente, si lo invocas diariamente en oración, si permaneces firme en la fe y si prestas servicio a los necesitados (véase Mosíah 4:11–12, 26).

Nacer de nuevo. Mediante las ordenanzas del bautismo y la confirmación, naciste otra vez a una nueva vida. El Salvador le dijo a Nicodemo: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Así como un bebé entra en una nueva existencia al nacer, tú comenzaste una nueva vida cuando entraste en el convenio bautismal. Tú puedes aumentar en espiritualidad y llegar a ser más semejante al Salvador si guardas ese convenio, tomas la Santa Cena para renovar el convenio y te arrepientes de tus pecados. El apóstol Pablo enseñó que cuando hemos sido bautizados, debemos “[andar] en vida nueva” (Romanos 6:4).

Perseverar hasta el fin

Ahora que te has bautizado y has recibido el don del Espíritu Santo, debes continuar viviendo con rectitud, porque esas ordenanzas sólo marcan el inicio de tu jornada de regreso para morar con tu Padre Celestial. El profeta Nefi enseñó:

“Después de haber entrado en esta estrecha y angosta senda, quisiera preguntar si ya quedó hecho todo. He aquí, os digo que no; porque no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar.

“Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:19–20).