Otros recursos
Castidad


Castidad

La castidad es la pureza sexual, condición que “agrada a Dios” (Jacob 2:7). Para ser casto(a), debes ser moralmente limpio en tus pensamientos, palabras y hechos. No debes tener ninguna relación sexual antes de estar legalmente casado(a) y, cuando estés casado(a), debes ser totalmente fiel a tu cónyuge.

La intimidad física entre marido y mujer es hermosa y sagrada. Es ordenada por Dios para la procreación de hijos y para la expresión del amor dentro del matrimonio.

En el mundo de hoy, Satanás ha engañado a muchos haciéndoles creer que la intimidad sexual fuera del matrimonio es aceptable; pero a la vista de Dios, es un grave pecado. Es un uso indebido del poder que Él nos ha dado para crear la vida. El profeta Alma enseñó que los pecados sexuales son más serios que cualquier otro pecado con la excepción del asesinato y el negar el Espíritu Santo (véase Alma 39:3–5).

A veces, las personas tratan de convencerse a sí mismas de que las relaciones sexuales fuera del matrimonio son aceptables si los participantes se aman. Eso no es verdad. El quebrantar la ley de castidad e instar a otra persona a hacerlo no es una expresión de amor. Las personas que se aman nunca pondrán en peligro la felicidad y la seguridad de una y de otra a cambio de un placer personal pasajero.

Cuando las personas se aman lo suficiente para guardar la ley de castidad, su amor, su confianza y su compromiso aumentan, y el resultado es mayor felicidad y unión. Por otro lado, las relaciones que se basen en la inmoralidad sexual no durarán mucho; los que participan en esos actos a menudo sienten temor, culpabilidad y vergüenza. En poco tiempo la amargura, los celos y el odio reemplazarán a cualquier sentimiento positivo que haya existido en su relación.

Nuestro Padre Celestial nos ha dado la ley de la castidad para nuestra protección. La obediencia a esta ley es esencial para tener paz personal, firmeza de carácter y felicidad en el hogar. Al mantenerte sexualmente puro o pura, evitarás los daños espirituales y emocionales que siempre ocurren cuando se comparten intimidades físicas con alguien que no sea el cónyuge; además, serás sensible a la guía, al poder, al consuelo y a la protección del Espíritu Santo, y cumplirás con uno de los requisitos importantes para recibir una recomendación para el templo y participar en las ordenanzas del templo.

Pecados sexuales

El Señor y Sus profetas condenan la inmoralidad sexual. Toda relación sexual fuera del matrimonio viola la ley de castidad y es peligrosa, tanto física como espiritualmente para los que se involucren en ella.

Uno de los Diez Mandamientos es el de no cometer adulterio, es decir, el acto sexual entre un hombre casado y una persona que no sea su esposa o entre una mujer casada y otra persona que no sea su esposo (véase Éxodo 20:14). El apóstol Pablo dijo que “la voluntad de Dios” es que nos “[apartemos] de fornicación”, que es el acto sexual entre una persona soltera y otra persona (1 Tesalonicenses 4:3). Los profetas de nuestros días condenan repetidamente estos pecados y la práctica inicua del abuso sexual.

Al igual que otras violaciones a la ley de castidad, la actividad homosexual es un pecado grave; es contraria a los propósitos de la sexualidad humana (véase Romanos 1:24–32). Distorsiona las relaciones amorosas y evita que las personas reciban las bendiciones que se hallan en la vida familiar y en las ordenanzas salvadoras del Evangelio.

El mero hecho de abstenerse del acto sexual fuera del matrimonio no es la única norma de pureza personal del Señor; el Señor requiere de Sus discípulos una alta norma moral, incluso la completa fidelidad al cónyuge, tanto en el pensamiento como en la conducta. En el Sermón del Monte, Él dijo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:27–28). En los últimos días, Él ha dicho: “No cometerás adulterio… ni harás ninguna cosa semejante” (D. y C. 59:6). Y ha recalcado una y otra vez el principio que enseñó en el Sermón del Monte: “El que mira a una mujer para codiciarla, o si alguien comete adulterio en su corazón, no tendrá el Espíritu, sino que negará la fe y temerá” (D. y C. 63:16). Dichas advertencias se aplican a toda persona, sea casada o soltera.

Si has cometido un pecado sexual, habla con tu obispo o presidente de rama para que él te ayude en el proceso del arrepentimiento (véase “Arrepentimiento”, páginas 19–23).

Si te enfrentas con tentaciones sexuales, incluso con sentimientos de atracción hacia una persona de tu mismo sexo, no cedas ante esas tentaciones. Ten la certeza de que puedes elegir evitar dicha conducta. Si oras pidiendo fortaleza y si haces el esfuerzo por superar el problema, recibirás la ayuda del Señor. Como parte de ese proceso, deberás procurar el consejo de tu obispo o de tu presidente de rama; el te ayudará.

Cómo guardar la ley de castidad

No obstante lo fuertes que sean las tentaciones, el Señor te ayudará a vencerlas si escoges seguirlo a Él. El apóstol Pablo declaró: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13). El consejo que está a continuación te ayudará a vencer las tentaciones frecuentes y descaradas del mundo de hoy:

Decide ser casto(a) ahora mismo. Tienes que tomar esa decisión sólo una vez. Tómala ahora, antes de enfrentar la tentación, y tómala con tanta firmeza y convicción que nunca flaquees. Determina ahora que fuera del matrimonio nunca harás nada para hacer surgir las poderosas emociones que sólo deben expresarse en el matrimonio. No excites esas emociones en el cuerpo de otra persona ni en tu propio cuerpo. Decide ahora mismo que serás totalmente fiel a tu cónyuge.

Controla tus pensamientos. Nadie comete un pecado sexual en un solo instante. Los actos inmorales siempre comienzan con los pensamientos impuros. Si permites que tus pensamientos se concentren en algo obsceno o inmoral, ya habrás dado el primer paso hacia la inmoralidad. Huye inmediatamente de las situaciones que puedan conducir al pecado; ora por fortaleza constante para resistir la tentación y para controlar tus pensamientos. Incluye eso en tus oraciones diarias.

Mantente alejado(a) de la pornografía. No mires, no leas ni escuches nada que muestre ni describa el cuerpo humano ni la conducta sexual de una manera que suscite excitación sexual. Los materiales pornográficos son adictivos y destructivos y pueden robarte el respeto por ti mismo(a) y la habilidad de percibir las bellezas de la vida. Pueden destruirte y ocasionar pensamientos inicuos y una conducta abusiva.

Si eres soltero y sales con una joven o si eres soltera y sales con un joven, trata con respeto a la otra persona. Nunca trates a la otra persona como si fuera un objeto que usas para satisfacer tus deseos lujuriosos. Planifica cuidadosamente actividades positivas y constructivas para que tú y la persona con la que salgas no estén a solas sin tener nada que hacer. Permanece en lugares seguros donde puedas controlarte fácilmente. No participes en conversaciones ni en actividades que despierten deseos sexuales. No te involucres en besuqueos apasionados, no te acuestes con otra persona ni encima de otra persona, no le toques las partes privadas y sagradas del cuerpo, ya sea con la ropa puesta o sin la ropa. No permitas que nadie te haga esas cosas a ti.

Si eres casado(a), se fiel a tu cónyuge, tanto en tus pensamientos como en tus palabras y hechos. El Señor ha dicho: “Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegarás a ella y a ninguna otra. Y el que mirare a una mujer para codiciarla negará la fe, y no tendrá el Espíritu; y si no se arrepiente, será expulsado” (D. y C. 42:22–23). No coquetees de ninguna forma. En lo posible, evita estar a solas con una persona del sexo opuesto. Pregúntate si tu cónyuge estaría de acuerdo si supiera de tus palabras o de tus hechos. Recuerda el consejo del apóstol Pablo de “[abstenernos] de toda especie de mal” (1 Tesalonicenses 5:22). Si te mantienes alejado de tales circunstancias, la tentación no tendrá la oportunidad de desarrollarse.

Perdón para el que se arrepiente

El mejor curso de acción es ser completamente limpio en lo moral. Es un error cometer pecados sexuales con la idea de arrepentirse después; dicha actitud en sí es un pecado, porque demuestra irreverencia hacia el Señor y hacia los convenios que haces con Él. Sin embargo, si has cometido pecados sexuales, el Señor ofrece el perdón una vez que te hayas arrepentido.

El arrepentimiento es difícil pero posible. Tú puede ser limpio(a) otra vez (véase Isaías 1:18). La dulce paz del perdón puede reemplazar a la desesperación del pecado. A fin de aprender lo que debes hacer para arrepentirte, lee el apartado “Arrepentimiento”, páginas 19–23.

Haz el esfuerzo para que llegue el día en que seas digno(a) de entrar en el templo, guiado(a) por las palabras del salmista:

“¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?

“El limpio de manos y puro de corazón” (Salmos 24:3–4).